domingo, diciembre 20, 2009

Regalos

Mis amigos son especiales: son poetas, fumadores de pipa, tocadores de piano, vividores con bebé a bordo, bohemios de misa dominical. Y, por eso, sus regalos son también especiales. No me regalan maquillaje porque saben que ya me lo compro yo. Me regalan libros, pero pocos, porque saben que, si son de poesía actual, los poetas actuales suelen honrarme con un ejemplar de cada obra publicada. No. Ellos prefieren fabricar para mí objetos élficos, o comprarme utensilios propios de un hobbit: cosas bellas que sólo sirven para contemplarlas, que es la ocupación más activa que existe en este mundo.
Me regalan, por ejemplo, un billetero artesano hecho de hojas del otoño, que misteriosamente desaparece y vuelve a aparecer, o me compran entre todos una guitarra cuando saben que no la toco, que quizás no aprenderé a tocarla nunca, pero por si acaso la acompañan con una cejilla que hará que suene "muy medieval".
Lo primero que recibí al cumplir veintitrés años, cuando comenzaba nuestra amistad, fueron dos poemarios finitos, con tapas de cartón claro muy incómodo: Europa de Mesanza y Cárcel de amor de Amalia Bautista. Dos libros que junto a los recitales de Miguel d´Ors me impulsaron a escribir los primeros poemas de La búsqueda y la espera...

Este año los regalos comenzaron el sábado doce de diciembre, en Madrid. Kitty sacó de su bolso uno de los maravillosos bolígrafos en forma de barra de labios, de Marc Jacobs, y me dijo: "¿te gusta? Para ti. Yo tengo otro en casa."




Mis amigos poetas dicen que este regalo es un símbolo de mi blog, por eso se me ha ocurrido escribir esta entrada tan friki y exhibicionista. "El maquillador de versos", lo bautizó en seguida Beades. Y Conchi le hizo una serie de fotos de las que he rescatado esta: las dos fotografías que siguen son también suyas. (¡Gracias!)

El mismo día de mi cumpleaños Neat, mi alumno norteamericano, me grabó un disco repleto de lo que yo llamo "música de invierno": baladas a ritmo de swing que hablan de amor y parecen escritas en torno al fuego de una chimenea. No pudo elegir mejor la música.
El viernes, mi amiga Merl vino a mi casa para disfrutar de una de esas viejas "fiestas de pijama" en las que dos o varias amigas cenan, se ponen el pijama y parlotean hasta bien entrada la noche, en que saltan a sus respectivas camas para seguir parloteando sin descanso. A eso de las doce me dio sus regalos, escondiéndolos por el dormitorio y muriéndose de risa mientras me veía hacer el ridículo. Se lo perdoné todo en cuando descubrí la mariposa.




Comprada en la Feria Medieval de Algeciras, de tul con purpurina y cristalitos dorados y con mi nombre pintado, es una auténtica maravilla sólo comparable a lo que me está haciendo disfrutar su segundo regalo: la edición de Siruela de De profundis, mi libro preferido de Oscar Wilde. Lo leí durante un par de veranos en Maestu, pero el libro pertenecía a mis primo Eduardo y no me lo puede traer a mi casa de Sevilla. Ahora ya lo tengo. El último detalle fueron unos pendientes de madera, de la misma feria, en forma de triángulos y pintados en mis dos colores favoritos: dorado y azul agua.

Ayer se reunieron los poetas en mi casa. Joaquín me traía un collar de cuentas de cerámica, piedra y ámbar, con aros de metal y hojitas de cristal verde colgando. Tanta diversidad en las materias hizo que el mismo Joaquín le diera un nombre: El Collar de Todo. Nico llegó con un colgante de Tous de rosas labradas en plata a juego con el anillo y los pendientes que me había regalado en los años anteriores. Beades y la Señora de Beades me entregaron un cuaderno de Paperblanks, en tonos dorados y miel. Para el cuaderno en blanco traían un soneto de Juan Luis de Soria en el que me consolaban por la nula inspiración poética que gobierna últimamente mi vida. Y el bolígrafo más pequeño del mundo, apto sólo para haikus dijo Beades. Por último, Pablo y Conchi me habían comprado en el mercadillo de artesanía un anillo de cerámica color azul noche, otro de mis tonos preferidos, y pendientes a juego.


Este año han caído en el exceso, pero la verdad es que recibir tantos regalos fue una auténtica fiesta. Sobre todo porque todos fueron pensados, cada uno era un símbolo perfecto de estos casi diez años juntos, desde que un día lluvioso de enero del dos mil nos reunió.

viernes, diciembre 04, 2009

Escuchando la luz

Soy una de esas mujeres locas que caminan por la calle "en circuito cerrado", como suele repetir mi madre con algo de preocupación. La música cesa al borde de las aceras, pero en las grandes avenidas, bajo los árboles aún sin talar, sentada en el autobús o paseándome en un taxi, pequeño burguesa que llega tarde llega tarde llega tarde, siempre hay música en mis oídos. Yo para ser feliz necesito leer libros y oír buena música todos los días, cada día.
Hace un par de semanas, Ángel me mandó un email con un enlace musical y poético. Como sé que eres amalióloga, decía... Y en un click mágico allí estaba la poeta Amalia Bautista, dulce como una manzana sin veneno. Y desde entonces ando fascinada, cautiva en un bucle laberíntico y bendiciendo la prisión.
Porque no sólo es su voz, que ya de por sí es hipnótica, sino es que esa voz selecciona varias canciones de una belleza absoluta. Y yo, que ando neoplatónica perdida últimamente, qué otra cosa quiero. Algunos de los temas escogidos eran grandes obsesiones mías y otros están adquiriendo el rango de pasión obsesiva a pasos agigantados. Comienza Amalia con música renacentista y Juan del Encina, qué nostalgia tan luminosa. "Más vale trocar placer por dolores que estar sin amores". Y tienes ante tus ojos los primeros acordes de aquella novena de la Inmaculada, de hace tantísimos años, bajo los arcos góticos y un coro que cantaba esta canción. De nuevo la máquina del tiempo.
Luego llega una de esas largas palinodias de Leonard Cohen que ni mis padres ni yo hemos soportado nunca, y oh incoherente maravilla, resulta que me vuelve del revés. Porque el hombre del monólogo eterno está cantando un poema de Federico García Lorca. Que tampoco es mi poeta favorito, la verdad. Pero nada más comenzar me quedo prendida en la salmodia del pequeño vals vienés. Y esa música de vals como juego de lunas.
De pronto, Amalia recita su poema "Dream a little dream of me", al hilo de Ella Fiztgerald. Pero lo más bonito de la velada llega con una canción de David Bowie en la que se pone música a este poema terriblemente hermoso de Bertold Brecht:

Fue un día del azul septiembre cuando,
bajo la sombra de un ciruelo joven,
tuve a mi pálido amor entre los brazos,
como se tiene a un sueño calmo y dulce.

Y en el hermoso cielo de verano,
sobre nosotros, contemplé una nube.
Era una nube altísima, muy blanca.
Cuando volví a mirarla, ya no estaba.

Pasaron, desde entonces, muchas lunas
navegando despacio por el cielo.
A los ciruelos les llegó la tala.
Me preguntas: «¿Qué fue de aquel amor?»
Debo decirte que ya no lo recuerdo,
y, sin embargo, entiendo lo que dices.
Pero ya no me acuerdo de su cara
y sólo sé que, un día, la besé.

Y hasta el beso lo habría ya olvidado
de no haber sido por aquella nube.
No la he olvidado. No la olvidaré:
era muy blanca y alta, y descendía.
Acaso aún florezcan los ciruelos

y mi amor tenga ahora siete hijos.
Pero la nube sólo floreció un instante:
cuando volví a mirar, ya se había hecho viento.

No lo conocía. Ahora tengo otra belleza para contemplar, y asegurar así mi neoplatonismo.

martes, noviembre 17, 2009

¿Qué estás leyendo últimamente?

Es la típica pregunta que suele hacerte Fidel Villegas, y a mí me parece un buen modo de empezar a conocer a una persona o, si ya se la conoce, saber por qué temperatura interior anda. Recuerdo a un personaje de Serafín y Joaquín Álvarez Quintero que decía aquello tan chispeante de que él se medía la temperatura con el barómetro: nublado, soleado, tormenta...

Me pregunto en qué convulso frente estaré perdida yo, tan ansiosa por leer de nuevo lo que otros llaman visión edulcorada de Andalucía... Tengo por disculpa que mis bisabuelos sentían esta misma pasión que a mi me envuelve, y ahora que pienso en las inmensas ganas que tengo de releer La divina inventora, Ventolera o Los restos, la imagen caballerosa del abuelo Félix, con su traje impecable y su afición por la historia, viene a redimir esta ligereza mía. ¡Ay, esas deliciosas comedias que no tengo en casa y que fui devorando, una por una, de tres a cuatro y media de la tarde en la biblioteca blanca de la Universidad de Navarra, los días en que me quedaba a comer...! A engullir, diría yo, capítulos de mi tesis y obritas de los Álvarez Quintero en los tiempos muertos.
Sin casi proponérmelo, y desechado ya todo pudor, he descubierto el primer regalo que voy a pedir a los Reyes en estas navidades. Ellos lo pueden todo, así que podrán desempolvar de alguna librería de viejo el tomo IV de esa colección prodigiosa.


Este fin de semana rescaté del estudio de mi madre el Diario de Adán y Eva, de Mark Twain. Lo había comprado yo en Castroviejo la pasada navidad, y con no sé qué pretextos ha aparecido en un estante de la otra punta de mi casa. Recuerdo que cuando era pequeña no podía sufrir tanta historia de negros remando por el río, y odiaba con toda mi alma a Huckleberry Finn. Si me compré este librito fue porque la edición me pareció preciosa: es de la colección El club Diógenes, de Valdemar, con el famoso cuadro de Lucas Cranach en la portada.




(En realidad este no es el cuadro que aparece en la portada de mi libro, pero es uno de los cuadros más bonitos de Cranach, ¡mirad qué maravilla de manzano...!)

El libro me lo he leído de un tirón, en este fin de semana. Es breve y muy irónico, pero con esa ironía que yo conocí por vez primera en Miguel d´Ors, que no hace daño sino todo lo contrario: crea un ambiente agradable en torno a la lectura. No es nada correcto según los cánones de nuestra política actual: en el discurso de Adán queda intacta la extrañeza, la gran diferencia que existe entre nosotras y ellos, los tópicos rigurosamente verdaderos que circulan desde siempre sobre las mujeres. Es clarividente la forma en que relata la primera consecuencia de la Caída, la pérdida de la inocencia: en ella, primero y en él, después.

LLegó envuelta en ramas y ramilletes de hojas, y cuando le pregunté qué significaba tamaña tontería y se las quité y las tiré al suelo le dio la risa y se ruborizó [...] Dijo que pronto sabría por mí mismo lo que era. Estaba en lo cierto. Hambriento como estaba dejé la manzana a medio comer [...] y me atavié con las ramas y los ramilletes tirados y luego le hablé con cierta severidad y le ordené que fuera por más y no diera el espectáculo.

He disfrutado a mares en la tarde de domingo, incluso añoré un poco de lluvia para acompañar mi lectura tras la ventana. El Adán de Mark Twain es tan comodón, incoherente y huraño que tiene todo el encanto de un hombre. Y está muy bien trazada Eva cuando, al final de la obra, se pregunta repetidamente por qué lo ama con tanta pasión... y al final sólo quedan dos virtudes absolutas: "es varón y es mío". Y eso basta.

viernes, noviembre 13, 2009

Y de repente, zas, la inspiración

EL RÍO

Era un río tu brazo, con sus venas
caudalosas fluyendo hacia mis ojos,
y un diminuto fuego tus palabras
disponiendo, certeras, mi derrota.

Y tus manos abriéndome otro mundo
fugitivo y feliz, igual que un río,
y hubo sólo un minuto
de maravilla rota para siempre.

miércoles, noviembre 04, 2009

Yo quería escribir un blogg y me salió esto

Ayer me enteré, de chiripa, de cómo funciona eso de poner un contador de visitas en el blog. O blogg. Oiga, no me los toque, ¿me dice la diferencia entre una G de más o de menos? Bueeeno, todo este lío lo comenzó Enrique, y ahí sigue. Catapúm.
Y en general yo sigo aquí gracias a él, que de repente un día me mandó, a mi dirección vieja de yahoo, un enlace de su nuevo blog. Y yo que andaba en crisis por la tesis, bordeando el veneno de la tele, fíjate que nunca fui aficionada, pues catapúm de cabeza. Han pasado tres años y medio, conocí a Carlos en un recital, viví en casa de Sonsoles un mes de septiembre, participé en La bulla durante un tiempo y luego abrí un blog de maquillaje con Benita, aunque esté tan callada qe asusta un poco. Como diría mi madre, cuánta vida en una vida.
Bueno, pues puse el contador el día dos, el de los fieles difuntos, que creo que no tengo ninguno porque todos los que se me fueron son santos, o sea del día uno, para eso se fueron pronto y no para estar esperando en la antesala (diz que montaña de siete peldaños), digo que lo puse pensando "bah, esto está más muerto que vivo", y al día siguiente, o sea tres, veo que hay 319 visitas. Oye tú, me digo, no sé si es algo o nada, pero será cuestión de no poner muchas tonterías en este sitio que lo ve tanta gente, o hay alguien con el dedo tonto dándole ru ru ruuuuú. Acto seguido, me entran unas ganas inmensas de meter una entrada gamberra, diciendo chocolinabo por ejemplo, hala, chocolinabo. Como el día que inventé lo de chupitanga: a day in the life.

*

Vale, lo de arriba no sirve, tendré que borrarlo. Me acuerdo de pronto, en esta espiral de nostalgia festiva (así quiero que sea siempre la nostalgia), de algunos blogs memorables. El de Peter, que entraba en el mío poco antes de nacer. Y el de Arp, cuando se llamaba Arp, que colgaba cosas del tipo "qué dice el folleto: la exposición habla de la eternidad vista desde el subconsciente de la lateralidad de los cuerpos celestes y el puro azar deconstruido. Qué digo yo, después de haber pagado la entrada: una santísima mierda". No son palabras textuales, sólo una recreación. Dios le bendiga.
Y también recuerdo blogs surrealistas, delirantes. Por ejemplo, en el mes de septiembre de 2007 viví en Pampaluna con Sons, ya lo he dicho, y ella, Gemmitú-Pegamoide y yo nos hicimos adictas a los vídeos del Youtube (Martes y Trece, empanadilla de Móstoles) y a un blog catastrófico, Me zampo la zambomba, que no tenía desperdicio. Ni sentido alguno. Eran días de tesis y estrés, (estrés feliz, ahora que lo recuerdo), y aquel brillante blog de Jota nos hizo reír hasta dejarnos atrancadas. Ahora sige aquí.
Cuánta vida en una vida... ¿virtual?

lunes, noviembre 02, 2009

Todo lo que digas podrá ser bloguificado en tu contra

Esto es lo que suele decir mi padre, medio en broma, cuando me veo inmersa en alguna situación insólita y siento deseos irrefrenables de inmortalizarla. Siempre pido permiso al interesado, a no ser Merl, Lord Scutum, Pablo, Cris, Beades, Cabanillas o Enrique García Máiquez, todos amigos entrañables a quienes no tengo que pedir permiso para casi nada. Les gusta pasearse por este blogg.
A mi madre y a mi padre los suelo dejar tranquilos, por no convertir lo que ya es un espacio muy personal en un estriptis puro y duro. Pero hoy no me queda otro remedio que hablar de la mesa redonda sobre Darwin en la que intervino mi padre y declarar, desde aquí, mi enorme admiración. Mi padre brilla.
A mí nunca me ha interesado la ciencia. Soy una mujer de letras que aborrece los números, que suspendió las malditas matemáticas a lo largo de toda la EGB y el bachillerato y que cuando aprobó las de tercero de BUP rompió el libro en pedacitos y bailó "sobre ecuaciones destrozadas" con la música a todo volumen. Pero me interesa la biología, porque la vida bulle en ella y el microscopio es un milagro; y me interesa mi padre.
Por eso en sólo una semana, de viernes a viernes, he asistido a dos debates puramente científicos. El primero fue el congreso sobre mente y cerebro organizado por mi padre en la facultad de Filosofía de Sevilla, donde conocí al materialista más simpático del mundo; y el segundo fue una mesa redonda sobre Darwin en Fundeca, donde el moderador había invitado a un naturalista, a un teólogo y a mi padre, como experto en filosofía de la ciencia.

Mi padre lo primero que dijo fue que no entendía tanto escándalo, tanta aseveración de que gracias a Darwin las religiones han quedado como cosa ridícula, porque Darwin explica la evolución de la vida pero no su origen, y sobre todo porque en plena Edad Media hubo santos que dijeron cosas muy parecidas y nadie se rasgó las vestiduras. Conmoción en la sala (que estaba llenísima.) Todos con una gran curiosidad por ver qué oscuro medieval vislumbró el naturalismo. Y llegó la cita, y era nada más y nada menos que de Agustín de Hipona:

El universo fue creado en un estado no totalmente completo, pero fue dotado de la capacidad de transformarse por sí mismo desde la materia informe a un orden verdaderamente maravilloso de estructuras y formas de vida. (Agustín de Hipona, citado por Martin Rees, Seis números nada más. Las fuerzas profundas que ordenan el universo, Madrid, Debate, 2001, p. 153.)

¡¡¡Toma ya!!! Y citó también a Tomás de Aquino, que dijo que basta la virtud de los cuerpos celestes para la generación de algunos animales imperfectos de la materia ya dispuesta. (Tomás de Aquino, Suma teológica, ed. de F. Barbado y otros, Madrid, BAC, 1959.)
Por fin acabó diciendo el profesor Juan Arana que uno de los problemas estaba en que los filósofos ya no saben nada de ciencia y los científicos ya no piensan con método filosófico. Hubo un tiempo en que filosofía, ciencia y teología se daban la mano y estaban en constante diálogo, rozándose, porque eran una misma cosa. Terminó su intervención alabando la humildad de Darwin, que cuando le preguntaban por cuestiones teológicas admitía no estar cualificado para hablar de ello, por no haberlo pensado el tiempo suficiente.

Fue una de las mejores tardes de viernes que he disfrutado en mi vida, y eso que no hubo ritual de belleza ni masaje de pies ni crema americana perfumando mi cabello. Supongo que hay ocasiones en que el mejor modo de relajar el cuerpo es estimular la mente.

jueves, octubre 29, 2009

La mala vita

No tengo ganas de escribir. Supongo que vivo corriendo, como toda mujer que ha cumplido los treinta años. Y que Dante, Quevedo y Cervantes me llenan el tiempo y leo, leo, leo. No lo que me gustaría leer, sino lo que deben leer mis alumnas. Sonetos de Petrarca. Metamorfosis de Ovidio. Artículos sobre la Edad media, y si era oscura o no. Yo creo que no o que no toda, pero claro, yo no cuento porque soy platónica tomista. Y me fascinan las catedrales. Y cuando Dante se pone muy romántico pero al estilo bajomedieval, así con alegorías, a hablar de Beatriz. Al final, lo que debo leer y lo que me arrebata coinciden, pero de una manera simbólica.
Y luego llega un viernes y gasto la tarde en un congreso de científicos, sobre mente y cerebro. Sobre si todo son jugos gástricos o tenemos un alma. Y el día siguiente es sábado y vuelo hacia Madrid, al Escorial, y encuentro en un cafetín modernista mi media naranja. El cóctel de mis sueños, es decir el cóctel Japonesa, a base de zumo de naranja recién exprimido y brandy. Como diría Lord Scutum, es bebida de señora... pero qué señora.
Mañana vuelve a ser viernes. El mundo parece un viernes gigantesco como un monte, y nosotros subidos a él, "radiantes de cansancio". A ver si me sacudo la pereza y escribo un poema terrible, melancólico, de remover los cimientos y ladrar, y luego un happy end teológico de los que dan tanta rabia.
Un bello poema sobre la mala vida.

martes, octubre 13, 2009

Buenos días, tristeza

Mil noches para olvidar una noche, mil ríos para borrar un río.

martes, octubre 06, 2009

Chocolatinas Bounty

Tenía quince años, un pavo delirante y un miedo que esconder. El ambiente que me rodeaba era crudo. De acuerdo, vivíamos en París, y los fines de semana nos íbamos en coche a ver el palacio de Versalles, o gastábamos una mañana en el Louvre. Pero, de lunes a viernes, mi vida en el Liceo era bastante dura. Había droga y lo sabíamos. Había peleas, broncas más o menos veladas, puñetazos sobre el suelo de plástico verde. Había todo el sexo que nunca me dejaron ver en las películas.
Había dos patios, uno cubierto y otro sin cubrir. Y llovía siempre. Recuerdo los bancos corridos, de conglomerado barato, y el olor a cigarros buenos y a cigarros malos en los aseos, ante un gran cartel que decía prohibido fumar. En el patio cubierto había una máquina de café y otra de chocolatinas. Yo siempre solía tener diez francos en el bolsillo: supongo que me los daba mi madre para que me comprara una cocacola, pero al segundo o al tercer día, en medio del chute crónico de realismo sucio, descubrí el chocolate Bounty.



Era la cosa más dulce de la tierra. Dulce de coco cubierto de chocolate, en la dosis justa para inyectar a la mañana un poco de lucidez. Los primeros mordiscos eran cálidos y lentos, el cacao se derretía entre mis dedos. De sus encantos habla, cómo no, el delicioso blog del chocolate. Yo ni siquiera me atrevía a cerrar los ojos, por si Véronique la gótica me clavaba sus largas uñas negras en la espalda.
En París empecé a escribir. Primero, pequeñas piezas de prosa, y luego pequeños poemas sentimentales. Se me daba mejor lo primero que lo segundo. Tuve un profesor de lengua y literatura que era un mago, que nos encandilaba, que jugaba con las palabras y con nosotros. Nos leía fragmentos de libros. Nos obligaba a escribir. Yo quería que todas las horas fueran para su asignatura, porque además hablaba con una autoridad inaudita en un lugar como ese. Y me dijo que yo tenía que estudiar filología hispánica, y que llegaría a publicar libros. Y todo era verdad.

Hoy he visto en una tienda las famosas chocolatinas Bounty. Y, rompiendo las elementales reglas de la sensatez, he comprado una.

miércoles, septiembre 30, 2009

El ascensor de cristal

Por las mañanas, veo amanecer.
Salgo de mi casa y la calle está oscura. Del negro al morado, del morado al azul brillante y del azul brillante al amarillo del sol: todo ocurre en sólo diez minutos de camino. En esos diez minutos rezo, o escucho música, o rezo y escucho música a la vez. Me gusta escuchar, a esas horas, una canción de Serrat que empieza con acordes de tiovivo. Y luego le doy al clinck del ipod para que viaje por las pistas y me regale una canción muy especial de Esther Zecco, "Aviones de papel". Yo también quiero andar como los niños, saltar por los bordillos y que todo me sepa a azúcar quemada. Y por eso rezo, a veces pidiéndolo y a veces dando gracias porque ya lo he conseguido.
Y mientras tanto van cambiando los colores.
Son los diez minutos más activos de mi día.

sábado, septiembre 26, 2009

Justicia poética

Una de las mejores cosas que ha hecho Joaquín Sabina en su vida es llamar a la mujer amada "dolor de muelas". Qué hombre, qué maestría. Porque es así: el dolor de muelas es fino amante, fiel hasta el final. Y no se olvida de doler, como una pena de amor. Esto lo llevo yo padeciendo en muela propia cerca ya de setenta y dos horas, y lo peor de todo es que lo vaticiné.
En los días anteriores a mi visita al dentista, cálidas y mojadas tardes del reflexivo mes de septiembre, me sentía yo como alguien a quien de un momento a otro va a caer una piedra de lo alto. Era una de esas sensaciones agudas que no se pueden evitar, así que intenté sobrellevarla con buen humor. El buen humor consistía en encogerme un poco aguardando la pedrada y, como remedio final, recordar y leer de nuevo aquel poema de Miguel d´Ors en el que con tanta lucidez se expone la Maldición de la Piedra, Pues vaya con la divina Providencia:

[...] Imaginad ahora
una piedra salida
de la Mano Divina
cruzando siglos-luz por los que rotan
con música callada las esferas,
una piedra en el vasto
silencio de los mundos.

Pues yo apuesto un millón
a que adivino en qué cabeza cae.


¡Es eso! ¡Es eso!, pensaba yo mientras me adentraba en el intrincado mundo de la limpieza bucal. Unos minutos más tarde me confirmaban que tenían que sacarme la muela del juicio. Ya está aquí: la Piedra. Pedí cita resignada y me dispuse a hacer un pedido a Lush para que las cremitas, jabones y bálsamos suavizaran el inminente golpe.


Y entonces la Justicia poética entró en juego: el mismo día en que me quedé sin juicio, llegó el oloroso camión de reparto a la verja verde de mi casa, con cacao al chocolate para mis doloridos labios, y con un frasquito de crema americana para aromatizar mi apaleado cuerpo y mi electrizada cabellera...
Y es que Dios castiga sin palo ni piedra, vale, pero acaricia sin palo ni piedra también.

domingo, septiembre 20, 2009

La felicidad se llama Nars

He decidido colgar aquí esta entrada que escribí para mi otro blog delirante porque no se limita a lo concreto sino que avanza en nebulosa, a pesar de ser un post sobre maquillaje

Siempre me parecerá mágica esta marca de maquillaje.
Quizás porque al principio oía hablar de ella pero no podía ver ni tocar ninguno de sus productos. Todo estaba envuelto en ese halo de lo legendario: dicen que en San Sebastián hay una tienda en la que... parece que en Madrid, en Ekseption... Pero nunca me acercaba a la calle Velázquez para no romper el embrujo: en las revistas, las celebrities confesaban no poder vivir sin el iluminador Copacabana o el colorete Orgasm.
En esa época, las ensoñaciones bullían dentro de mi cabeza, dando forma a una esperanza serena y una fe no cumplida, una suerte de amor platónico que se decía a sí mismo: "puedo esperar": un día lejano viajaría al extranjero, o pasaría una tarde de verano en la playa de la Concha, y conocería el colorete ese de nombre sonrojante...
El momento llegó y no pudo ser más especial: fue en los días que pasé junto a mis padres en París, tras defender mi tesis. París es mucho más que el Sephora de Champs Elysées, pero tengo que reconocerlo: cuando tuve ante mis ojos el stand de Nars con sus envases sobrios y sus resplandores en melocotón y algodón de azúcar, caí enamorada. Aquello no era fruto de un capricho consumista sino de una larga búsqueda interior. Era la confirmación de todas mis intuiciones: siempre creí que el maquillaje era arte, pura imaginación hecha color y juego, y François Nars me lo estaba gritando en colores llamativos.
Del viaje más bonito de mi vida conservo dos postales enormes de la Dama del Unicornio, un anillo de plata y cuarzo en forma de lágrima y el colorete Gina, de Nars: un mandarina fresco, de textura mate y color luminoso.
Unos meses después llegó la marca al Cort Inglése. Me siento orgullosa de cada uno de los productos Nars que he adquirido, porque todos han sido pensados y comprados en compañía de gente especial. Siempre recordaré mi viaje con Araceli a Pozuelo, en medio de la lluvia, y cómo nos volvimos literalmente locas metiendo los dedos en todos los probadores. Los colores estallaban ante nuestros ojos como pompas de jabón. Entonces conseguí el colorete Luster, un melocotón dorado perfecto para marcar las mejillas en invierno.
Pablo me trajo de Nueva York el Múltiple South Beach, tan camaleónico que recrea en mis pómulos el rubor del verano, en mis ojos la fuerza del bronce y en mis labios un nude melocotón empolvado. Y otra amiga forera de San Sebastián, Cristina, me envió por correo el dúo Cordura, que contiene las dos sombras de ojos básicas que toda mujer debe guardar en su tocador:


Un marrón muy oscuro y ahumado, con ligeras chispas doradas, y un marrón medio color galleta María. La foto, que posteó Maryland en el foro Mac hace ya un tiempo, habla por sí sola.
Cuando trajeron Nars al Corte Inglés de Goya, pude conocer a Patrica, Francisco y Rafa, tres grandes artistas que, cada vez que me ven, me sientan en la silla de maquillaje para extender con toda humildad su saber ante mí. Y eso que no les dejo ningún dineral en mis visitas: fiel a mi lema "compra algo que hayas deseado largamente, y sólo para celebrar una alegría", he ido llevándome las cosas casi de una en una: el dúo Mediterranée, color vitamina, para estrenarlo en la comunión de mi primo Gonzalo. La sombra Tropic y el lápiz Dolce vita, para enmarcar el verano. Y el iluminador en polvos Albatross, ligeramente cálido, para lucirlo en la boda de mis amigos Ana y Rafa.
No quiero terminar mi entrada que empezó siendo tan etérea, hablando de sueños alcanzados, sin reconocer que los coloretes y sombras de Nars cuestan bastante dinero. Estamos hablando de maquillaje profesinal, de gama alta: a la altura de Chanel o Guerlain. Y eso tiene un precio.

miércoles, septiembre 16, 2009

Tener o no tener

Las dos de la tarde, calor nublado y niños que saltan en sus asientos. El cansancio se apodera de mí y recuerdo mi uniforme sudoroso, la camisa torcida... y cerrando los ojos pienso en los niños. Son como una bandada de estorninos, lo llenan todo. Me gusta que pataleen en mi oído y escuchar sus diálogos surrealistas:
- Tú tienes cara de tomate.
- Pues tú eres un pelón.
- Pues yo ya soy mayor, tengo tres años.
- Pues yo vivo en el ocho. Vivo en el ocho vivoenelocho...
A ti es que te gusta lo que no le gusta a nadie, me dice una amiga. Y hasta el chófer, en un momento tranquilo, me clava este dardo:
- ¿A ti te gustan los niños, verdad?
Tengo que empezar a preocuparme, pienso. Y me entrego toda:
- Sí que me gustan. Si por mí fuera, tendría una buena pandilla...
Sólo me falta añadir "los que Dios mande", para mayor escándalo. Que ya lo he dicho alguna vez. Y siempre la misma respuesta: cuando llegue el momento, baby, no cantarás la misma canción...
Bueno, pero al menos la canto ahora. Por si acaso.

lunes, septiembre 07, 2009

Conversión "ad creaturas"

Cris me acusa de haber abandonado durante el verano la Fanta de naranja por el yanki refresco de Cola. Tampoco es muy española la Fanta, ahora que lo pienso, pero en este blog que se está volviendo viejo tiene una sólida tradición como bebida que congrega todos mis recuerdos: es la bebida fantasma, la máquina del tiempo naranja... un primer sorbo dulce y artificial y ya se aparece ante mis ojos toda mi niñez en el parque. Las palomas comiéndome viva y yo tan feliz.


Pero la Cocacola, en cambio, me devuelve a mi pre-adolescencia, magníficos once, doce y trece años. Tenías muy dentro un run rún: "esto se está acabando". La última vuelta del tiovivo. Pero aún no se había hundido el Titanic y, desde luego, la orquesta tocaba a pleno pulmón. Y había fuegos artificiales, sobre todo en verano. Aquellos vídeos musicales en el antiguo aparato Beta de mi abuelo: Michael Jackson cantando y un Glenn Medeiros supercursi que me fascinaba. Mis primos se partían de risa conmigo y el "nada cambiará mi amor por ti". Y yo shhh, ssshh, y los ojos como farolas. También empezaba a gustarme un chico rubio del grupo A-ha porque al cantar se le ponía un gesto romántico en la cara. Y todo esto regado por el anuncio de Cocacola, versión de 1988: "first time, first love, Cocacola is it"...
Cocacola, la chispa de la vida, decía mi madre. Y yo, que era muy joven aún para detectar la ironía, me sentía mayor a la vista de esos vasos altos, oscuros y chispeantes. Era el color de la alegría, el color de las vacaciones.
Por todo eso, este verano he vuelto a mis orígenes. Me he convertido a mi fe de finales de los años ochenta.

domingo, agosto 30, 2009

Hojas de verano

Maestu es para mí la vida retirada, mi Arcadia particular, mi Ítaca. Un Locus Amoenus que se compone de olores a leña, lluvias veraniegas y gestos ancestrales: ir por agua a la fuente o subir una montaña. Pero lo que más añoro de estos días en el campo, que ahora han acabado, es la delicia de tener ante mis ojos, reunidos, los libros y los árboles.

Ya antes de viajar al Norte pasaron por mis manos dos libros-joya, leídos frente al mar: en el mes de julio aproveché mis días de playa para realizar un trabajo que me habían encargado. A pesar de lo que me gusta bañarme en el mar, los días de playa me aburren muchísimo y siempre me busco una ocupación fuerte para esa quincena algo tonta en que estoy deseando marcharme ya a Maestu. En mis ratos libres, que eran más numerosos de lo que yo había pensado, alternaba una relectura de Lo que ha llovido con una primera lectura fascinada de Olor a yerba seca, de Alejandro LLano. Ambos libros me hicieron disfrutar intensamente: me hicieron feliz. Reconozco que adoro las memorias, los diarios, las autobiografías... es una forma refinada y culta de marujeo, supongo, pero cuando descubro que alguno de mis autores fetiche ha publicado la "historia de su vida", a retazos o en un bloque, me recorre por el cuerpo un burbujeo de placer. Son dos libros perfectos, ambos como de mesa camilla, en los que parece que el autor conversa contigo y te cuenta sus secretos más íntimos...
En Maestu me dediqué por completo a la novela. Al pasar por Castroviejo, en Logroño, el dueño y yo comenzamos a hablar de Wilkie Collins y, despreocupadamente, sacó de una estantería Marido y mujer. Sólo con ver la portada me enamoré sin remedio:

"¡Eres un tentador!" le dije antes de pasar por caja, y él sonrió sonrojándose, como dándome a entender que mi reproche era en realidad un piropo. He sido también muy feliz leyendo esta deliciosa novela, para mí la mejor del autor hasta ahora. Qué personajes, parecían salir del papel y hablar con voz propia. Qué descripciones, qué bien contada la historia. Al cerrar el libro sentí el dolor de una despedida: mi amor sigue en pie, más vivo que nunca.
En la biblioteca del ayuntamiento de Maestu encontré un libro de Álvaro Pombo, Donde las mujeres, por el que sentía mucha curiosidad: Lord Scutum llevaba años recomendándomelo. Así que me lo llevé a casa. Me entusiasmó el estilo preciosista, la forma de narrar, la voz narrativa: el personaje de la hija de Clara, que cuenta la historia ambientada en su niñez y adolescencia, y el protagonismo del mar. Sin embargo me dejó algo aturdida, el final me pareció desinflado. No esperaba un happy end (a los que soy adicta, lo confieso), pero sí algo más redondo... supongo que la culpa es mía.
Por tomarme un respiro volví a la poesía, y saqué de la maleta la antología del poeta brasileño Mario Quintana que han publicado Los papeles del Sitio: Puntos suspensivos. Una de las ventajas de la poesía es que no te obliga a una lectura lineal (aunque sí a leer entre líneas): puedes viajar hacia atrás, hacia delante... yo me detuve en un verso que decía: El día abrió su parasol bordado/ de nubes y de ramas. Y en ese otro: ¡Que toda la tristeza de los rios/ es no poder parar...! Y en poemas enteros, preciosísimos: "Acuarela despues de la lluvia", "Presencia". Y en mi poema favorito del libro, "Brasa dormida"... Pero una cosa queda,/ en lo oscuro, misterioso reflejo:/ tus labios húmedos, como frutos mordidos.
El último día de mi estancia en Maestu, mi tía Maite me hizo dos regalos inigualables: un libro y un perfume. El Libro era Anna Karénina, de Tolstoi, que estoy leyendo y descubriendo, gozando "con temblor". ¡Qué tremenda la literatura rusa, qué delicadeza de hierro...!
El Perfume es Lavande royale de Roger et Gallet, que había usado ella y a mí me había encandilado: una mezcla de lavanda y de ese olor tan característico de "tocador de dama antigua" que se consigue con notas de almizcle, y que siempre me recuerda un poco al talco, a los polvos Myrurgia... Tiene, también, notas amaderadas de cedro, es un poco masculina. Cada vez que me dispongo a dejarme fascinar un poco más por Tolstoi, disparo sobre mi cuello unas gotas de lavanda y me parece ver a mi sobrina Camila, de año y medio, corriendo aún por el jardín entre las sombras de los árboles.

jueves, agosto 13, 2009

Campo de estrellas

Eran las doce de la noche, la noche de las estrellas fugaces. Y había que bajar hasta Leorza, o al camino del Molino, donde no hay farolas y Marte y Venus brillan como gigantes a miles de años luz... No hay luna, eso es bueno, susurraba mi padre. Quizás, si hablábamos demasiado fuerte, el baile se detendría.
(Las estrellas juegan a guiñarnos el ojo para despistarnos. Y hay que llevar una chaqueta gorda, que hace frío. Y luego, al llegar a casa, nos espera el mousse de chocolate que hizo Maite Arana...)
Uno a uno, mis padres y mis tíos iban diciendo: "¡he visto una explosión!" No algo pequeño, no: un verdadero castillo de fuegos naturales. Yo era la única que no veía nada: tendré que ir a musitar mi deseo a la vela que arde a Tu lado, siempre.

lunes, agosto 03, 2009

De nuevo glad to be unhappy

JUNIO

Acuérdate, Rocío
de cómo sonreían las estrellas.
Recuerda cómo todo su poder
se derramaba en un minuto oscuro,
tristemente feliz, diciendo "nunca",
pero de qué manera tan hermosa.

jueves, julio 30, 2009

Nombres

Ya en Logroño, recorro la vieja calle Portales y me detengo, a cámara lenta, en frente de la librería Gumersindo Cerezo. A pesar de la sonoridad casi brusca del nombre, Gumersindo me sabe a gominolas. También me suena a señor en pijama, o a maestro de escuela con bigote blanco, ¿tres por dos? "¡Seis, Don Gumersindo!"
Cada nombre nos lleva a una historia. A mí, por ejemplo, el de Celia me remite a una niña melindrosa, con caramelos en los bolsillos, que dice frases como: "Gracias por el pastel, pero la crema estaba agria". Y, por más que busco en mi memoria, no logro saber de dónde vienen esas palabras a mí.
A Paula siempre me la he imaginado rubia y dulce, y cuando conozco una Paula morena y arisca, me siento incómoda. La Paula de Vigo es Vivaldi no tiene nada de arisca, pero de morena sí, y tiene unos ojos entre gallegos y gitanos. O sea, oscuros. Pero, a medida que se iban consumiendo las páginas del libro, Paula Monfá se volvía cada vez más rubia para mí, con ojos verdes y risueños, y en el último capítulo, unas cuantas pecas se atrevían a salpicar sus mejillas. Entonces supe que aquel poema de Enrique García Máiquez era la pura verdad: el lector es un fingidor.
Cuento mi vida pero lees la tuya.
De niña, el nombre de Leonor me sonaba a cara de gato y ojos verdes muy inteligentes, y supongo que conocí a alguien así. Creo que era la vecina de mi amiga Mónica: jugábamos a dramas en sus jardines. En Cou descubrí a Machado y el nombre se me vistió de literatura. Y, cuando conocí a Merl, un día la invité a casa al comienzo de nuestra amistad y hablamos de los nombres. Me gusta el de Leonor, dijo ella. Leonor, repuse, la esposa muerta de Machado... Y Merl, rápida, juguetona y felina respondió: o la mujer viva de Enrique García Máiquez.
Qué chica tan interesante, pensé yo entonces. Lee a unos autores tan raros...
Y sólo han transcurrido nueve años.

jueves, julio 16, 2009

Infancia espiritual

Para Ana y Rafa.

Era lunes y nos íbamos al Portil, a pasar un día en casa de unos amigos. La casa, un ático situado entre la playa y un bosquecillo, olía a verano con mantel de hule y vajilla tropical. De postre hubo melocotones y uvas escarchadas, cubiertas de mil cubitos de hielo que bailaban en el frutero de loza.
Por la tarde salimos a dar un paseo por las mil tienditas del pueblo, acunados por una brisa que jugaba al escondite con el tremendo calor. Nos detuvimos en Casa Saluita, una droguería que tiene también un local en Sevilla, en la plaza Ponce de León. Es la auténtica perfumería de barrio, con un expositor de Elisabeth LLorca, barras de labios Revlon, colonias de elaboración propia con olores afrutados y varias vitrinas de cristal, con los potes de cremas bien ordenados y a la vista: productos al azuleno, con aceite de rosa mosqueta o jalea real.
Yo buscaba un cepillo redondo y pequeño, y encontramos uno de la marca "Salon", antibacteria y de color "azul ultraligh", un nácar celeste que me recuerda al tocador de princesitas que tanto envidié durante mi infancia. Compré dos, uno para mi madre y otro para mí.
Luego entramos en un bazar que nos llamaba poderosamente la atención. Había unas espadas de poliuretano, enormes, que podías meter en el mar y zambullirte en una lucha sin peligro excesivo: compré cinco para mis cinco primos pequeños. El mayor cumple trece años, así que le pregunté a Rafa: "¿Tú crees que se ofenderá si le regalo esto?"
"Yo creo que esta espada emocionaría a cualquier hombre, a cualquier edad", me respondió mi amigo. Le miré: tenía los ojos encendidos y las mejillas rojas. Y pensé, con agradecimiento: "en el fondo, ellos son unos críos y lo serán siempre".
Con agradecimiento, sí. Es esa infancia interior la que hace que brillen tanto a nuestros ojos.

martes, junio 30, 2009

R.I.P. Viriato

Aquella tarde por el centro vuelve en cada página que leo y leímos juntas, Cristina y yo. Regresa en las portadas tan alegres de Renacimiento, con rayas de colores, que adornan mis estanterías. Encontramos también un librito de Charo Prados, poeta que conocí en un recital de Carmelo Guillén Acosta. Y, como la prueba del libro abierto violenta y caprichosamente no suele engañar, decidí ponerla en práctica nuevamente.
De primeras tropecé con esto:

Eres la brisa
que me besa con miedo de doncella
o el huracán que arranca árboles y niños.


Y me encantó la contraposición y la fuerza de las imágenes, porque es verdad que un hombre puede ser brisa y huracán al mismo tiempo. Y qué lírico el miedo de doncella, y qué tremendo el binomio "árboles y niños". Un poco más atónita me dejó esto:

Y sueño con tarántulas marinas
mordiéndome la carne. Y es muy dulce.


Para ser poeta hay que estar un poco loco. No lo digo como un insulto, en todo caso entraría en esa clase de insultos consoladores del tipo mal de muchos, consuelo de tontos. Ya dije una vez a una amiga que la poesía "atrae a los raritos". Hay que ser un poco visionario para llamar dulce a una manada de tarántulas que te come. Pero se entiende: lo mejor del surrealismo es que, si es bueno, se entiendo muy bien.
Como lo que estaba viendo me gustaba, decidí investigar un poco más, y llegué a este principio de poema:

De presencia y de uva, dulcísimos violines
de tu amor, estos días son un cuenco.


LLamadme caprichosa, pero adoro la palabra violines. Sólo con verla escrita en un poema, me parece que el poema es hermosísimo. (Cuidad con esto, me digo, cualquier destripador puede tambier destripar un violín en un verso.) Pero si antepones el adjetivo dulce en superlativo y la cosa no acaba en engrudo, es que hay algo que funciona muy bien. Y Cristina adoptó en el acto la frase "estos días son un cuenco", así sin más, como cajón desastre para expresar asombro o sopor.

Tuvimos oportunidad de estrenar el hallazgo esa misma tarde, porque al pasar por el pasadizo de la calle San Eloy vimos que ha desaparecido la genial tienda Viriato. Tenía anillos y pulseras de plata increíbles que solía regalarme mi madre en Navidad, y pulseras hippies de plástico que solía regalar yo a mis primas, también en navidad.
Verdaderamente, estos días son un cuenco.

domingo, junio 28, 2009

Mi abuelo

Mi abuelo ha muerto.
No quiero convertir este blogg en un paño de lágrimas virtual ni en un desagüadero adolescente: lo de escribir con el único y exclusivo fin de encontrar un desagüe emocional en mi vida se me quedó pequeño hace ya mucho tiempo.
Sólo diré que mi abuelo hacía maquetas de trenes, que disfrutaba comiendo y bebiendo buen vino, que le chiflaba la zarzuela y canturreaba Katiuska con un oído horrendo y que tenía una fe enorme, recia, concreta: era un hedonista católico, o sea, según mi amigo Pablo, un tipo chestertoniano.
Y que siempre he pensado lo que acabo de decir: recuerdo ahora este poema, aún inédito, que escribí hace unos cuatro o cinco años cenando en Maestu, en el choco que los albañiles acababan de terminar, ideado por Papote y, como él mismo dijo, su última gran obra.

EN EL CHOKO DE FELIZ MEMORIA, FUNDADO POR MI ABUELO

A Papote

Hay trenes que caminan hacia adentro.
Hay un fuego creciendo en una casa
fundada sobre roca, y al calor
de manos que trabajan y acarician,
arden todas las brasas de la noche.
Hay un hombre que teje sus memorias,
un hombre que vivió la vida buena
y que sabe decirla, celebrar
la dicha con el vino
.
Tiene manos de acero poderoso
que cincelan un monte con la luz
en la cima, tañidos de campanas,
iglesias derruidas, todo un mundo
para viajar en tren.
Hace muros, derriba la tristeza,
sonríe mientras baja con mesura
una legión de rudos escalones,
y a su lado los días se diluyen,
caramelos felices en la boca
de un niño que repite quiero más,
y nunca tiene más, y busca siempre.

miércoles, junio 24, 2009

La primera vez

Tarde lenta de esquinas en penumbra. Las horas en una librería transcurren sin sentirse, muy rápidas, y por eso mismo tienen toda la lentitud del mundo. Íbamos, Cristina y yo, sacando uno a uno los poemarios de las estanterías: Pedro Sevilla, Carlos Marzal, Rudyard Kipling.
Elena Medel: Mi primer bikini.
- ¿Qué te parece?
- Pues nunca he leído nada de ella, pero Buko no tiene muy buena opinión...
Revuelvo las primeras páginas como si hubiera viento, o como si estuviera aún medio dormida y las hojas del libro se mezclaran con las sábanas...

Tengo una enorme colección de amantes.
Me consuelan y me aman y con ellos mi ego
se expande y extramuros alcanza la azotea.


- Vale, ya he visto todo lo que quería ver.
Es injusto, me dice una alarma interior, juzgar a un poeta sólo por los primeros tres versos hallados al azar. Me pregunto qué diran de mí, si en una librería como esta abren uno de mis libros y pillan uno de esos poemas tontos, escritos en un día tonto. Pero no puedo evitarlo: de la misma forma caótica he llegado a amar para siempre a muchos autores, cuando mis ojos se cruzaron con un centelleo rápido en un poema casual. Empiezo a preguntarme cuál fue el primer verso que leí de Miguel d´Ors, el primero de Mesanza o de Eloy Sánchez Rosillo. Pero veo que eso es hacer trampa, porque los tres me deslumbraron en tres recitales, y luego, ya vencida y seducida, fui a buscar sus libros con nombre bien concreto.
Recuerdo que, cuando me regaló Miguel el precioso librito azul de Joaquín Antonio Peñalosa, tuve la suerte de leer en primer lugar la "Receta para hacer una naranja", que quedó en mi memoria como poema favorito de un poeta favorito.
Y que con Claudio Rodríguez fui de lo más formal: leí el primer verso del libro,

Siempre la claridad viene del cielo;
es un don.


Y no hizo falta nada más.
Y que de la fuerza de unos versos de José Julio Cabanillas, bebidos literalmente en un taxi cuando ya anochecía, nacieron al menos dos poemas de Magia, mi primer poemario. Los versos eran estos:

Tercos nombres sonando. Tercos nombres de qué.
Subrayados, de oro, de islas, de mujeres.
Tercos nombres sonando con un siseo de bala,
susurrando posibles e imposibles,
quemando como un lacre, sellando cada vida.


Compré Para siempre, de Rafael Juárez, y leí, en medio de la lluvia, aquello tan bonito de Hogueras en la vega,/ dragones en el cielo. Y luego:

Como una llave dulce me trajo tu desnudo
el sueño, aquella casa de habitaciones claras.
Siempre hay niños que encuentran en la noche cerrada
pasadizos ocultos.


Y de Abel Feu: Crecen mis uñas, crecen/ por más que me las como. Verso prosaico como una calle desierta, y por eso mismo hermosísimo.

Y por último Ana Ajmátova me salvó, en una mañana de lágrimas, con este delicioso poema:

Él amaba tres cosas en el mundo:
los cantos de vísperas,los pavos reales blancos
y los desgastados mapas de América.
No le gustaba el llanto de los niños,
ni el té de frambuesa,
ni la historia femenina.
... Pero yo era su esposa.

miércoles, junio 17, 2009

Feria del libro de Madrid... cómo la viví

Hacía muchísimo calor en el Retiro, y los altavoces anunciaban firmas y más firmas: medio escuché el nombre de Boris Izaguirre. Y el metro te dejaba en la otra punta del parque, por supuesto, y había que caminar entre arbolitos divisando el estanque, el palacio de cristal... el paraíso en pleno mes de junio. Luego llegabas a las casetas achicharradas y con toldo, y todo se diluía en un mar de libros y sudor. Yo empezaba a parecer irremediablemente guiri, con el pelo rubísimo por el sol y la cara rojísima por el mismo sol. Las gotas saladas iban resbalando por mis mejillas, confundiéndose con el maquillaje en polvo Revlon, y mi mal humor se encendía y ya estaba por las nubes y...

Encontré el stand de Renacimiento pegado al de Valdemar, con todos los preciosos libros del club Diógenes. Era una señal. El paraíso evaporado volvía a resurgir, venciendo a los termómetros. Me compré en dos segundos una obra de teatro de Chesterton, y la antología de Julio Mariscal, que inconscientemente había regalado a mi amiga Merl (los poemarios no se regalan los poemarios no se regalan los poemarios no...) Me enredé hojeando Teleny, la obra en que Wilde narra sus amores "prohibidos". Me entusiasma Wilde, y me fastidió un poco el adjetivo de prohibido que desde la contraportada intentaban darle al librito, ese aire de secretismo cuando cualquier bachiller de Suecia debe saber ya con quién andaba Oscar Wilde... Las primeras hojas, que son las que miré, eran una auténtica maravilla.
De allí fui saltando, de caseta en caseta, comiéndome por supuesto las de Alfaguara, El País o Fnac para detenerme en pequeñas joyas tipo El Acantilado, Alba y Veintisiete letras. En El acantilado vi que tenían Helena o el mar del verano, y yo que adoro a Julián Ayesta lo compré sin pestañear. En otro stand, cuyo nombre no recuerdo, me hice con Armadale de Wilkie Collins, ese libro enorme que conseguí en Castroviejo y que perdí durante un viaje en tren. En la caseta de la editorial Alba encontré otro Wilkie Collins titulado Marido y mujer, haciéndome guiños con tal promesa de deleite que no sé cómo me contuve... Y algunas obras de Elizabeth Gaskell, autora victoriana que me interesa muchísimo.
Encontramos a Pío Serrano, dueño de la editorial Verbum, saliendo de su caseta, y me regaló un poemario de Cummings en edición bilingüe.

Este fue mi primer día en la Feria. Hubo después un atardecer pacífico en compañía de mi padre: volví a mirar con ojos lánguidos los libros de Alba... pero el volumen, las maletas y el viaje a Sevilla pesaron más en mi conciencia. Me prometí fieramente que los buscaría a mi vuelta, en cualquier librería sevillana.
En mi última visita pude saludar a Miguel Aranguren, que me firmó su último libro: La hija del ministro. Una novela increíblemente bien contada que me fascinó desde la primera página. Y acudí a la presentación de los últimos números de La Tinta del Calamar, una pequeña editorial que ha sido fruto del máster de edición que imparte la Complutense. Como fin del acto presentaron a Firo Vázquez, un cocinero que hizo una edición del Quijote en páginas de oblea (hojuelas decía él, término más cervantino.) Impreso con tinta de calamar, fue el primer libro comestible, que alimenta el cuerpo después de alimentar el alma.

domingo, junio 14, 2009

Golpe de timón

Quiero cambiar un poco esto... no sé, devolver a mi blogg el aire metaliterario e incluso poético que antaño tuvo y, por culpa de la crisis, las vacas flacas, las Musas, Apolo o Jackobson brilla ahora por su ausencia.
He estado en Madrid. Una semana. Y he descubierto mil tienditas dando vueltas al barrio de Salamanca, como es mi costumbre: olí las aguas de tocador de Álvarez Gómez y me hice con el ansiado sérum anti rojeces de Skeyndor, que encontré en la peluquería Aire´s, en plena calle Goya. Y he conocido, ¡por fin!, los tarros entre vintage y apolillados de Paquita Ors. Aunque me abstuve de comprar tras leer opiniones adversas en el foro Vogue, fue divertido encontrar la perfumería, paseando la elegante Calle Velázquez arriba y abajo y preguntando al botones uniformado de un hotel...
Sí, he hecho todas esas cosas irremediables, me he zambullido en la calle Fuencarral y en Nars Goya, aunque sin provocar cataclismos (se ve pero no se toca, ha sido mi mantra.) Y he comprado pan de cebolla, pan de aceitunas y bollitos de sésamo en la deliciosa panadería artesana Cosmen & Keyless (Príncipe de Vergara, junto a la iglesia Maravillas.)
Pero no quería hablar de nada de esto, en realidad. Prefiero hablaros de Sorolla, de Amalia Bautista y de los nueve libros que me compré en la feria. Llamadme pedante, pero me ha entrado la vena culturalista y esto ya no hay quien lo pare. Pretendo convertir el blog, durante un mes y medio, en un cajón "desastre" de reseñas, notas, apuntes... sobre libros. Y si las Musas, Apolo o Jackobson lo propician, algún proema o incluso poema. A ver si es verdad.

...¿Y el maquillaje? Quiero resucitar al Canguro, mi otro blog delirante, para lanzar allí mis veinte quejas cosméticas y mis dos hallazgos y medio. Esto no quiere decir que a este rincón no se asomen ya las barras de labios: lo harán a ratos, mezcladas con los libros, como debe ser. El maquillaje, a pinceladas.

lunes, junio 01, 2009

La desertora

Volví de París a los dieciséis, la edad terrible, y en mi colegio había cambiado todo. Todo era el ambiente, la clase, mi pandilla. Con catorce años disfrutábamos, a escondidas, de los últimos retales de la niñez. Jugábamos al teje con un estudiado aire de aburrimiento, como diciéndonos "no hay mucho más que hacer". También nos peleábamos y dividíamos en grupitos de tres o cuatro, como se dividen las nubes. Yo solía pasear por el césped charlando de política con Vicky la pelirroja. Eran los últimos años de Felipe y estábamos en plena emoción del cambio. Yo era más bien de derechas, y mi amiga, de derechas y ecologista. Cuando nos dio por exterminar una plaga de orugas, ella dejaba oír sus protestas y barbotaba frases inconexas sobre el ciclo vital.
A los dieciséis la política, el juego, las rivalidades tontas e inofensivas habían dado paso a un único interés: el viernes por la noche. Me gustaba la costumbre de sentarnos en corro, en el duro asfalto, a charlar sobre el viernes anterior ("vimos a Jaime...") y planear el futuro viernes ("me dejan hasta la una...") Al principio eran las meriendas en el McDonalds y las piraguas en el río, al llegar el verano.
Luego vino la discoteca y los garitos pijos de Los Remedios, y maldita la gracia que tenía, al menos para mí. La noche, el humo, el carmín rojo, las prisas sudorosas. Y el alcohol malo, alcohol de quemar. Me cogía un pellizco en el estómago la idea de llegar sola a casa, por la noche.
Y el reproche sordo de mis amigas, ¿por qué te cuesta tanto salir con nosotras los viernes? Lo veo todo ahora como en cine exín, desde mis treinta años, y pienso que no debían entender nada. Para ellas era yo una desertora.

lunes, mayo 25, 2009

Adonáis

El pasado viernes recitaron en la Fundación de Cultura Andaluza los dos accesits del premio Adonáis 2008: María Eugenia Reyes Lindo y Alfredo Félix-Díaz.
Acabaron entonces las ansias poéticas que me habían sacudido en los últimos tiempos, algo amortiguadas ya al comienzo de la Feria del Libro sevillana, con su mágico cajón de Renacimiento y la presentación de la última antología de Carmelo Guillén Acosta. Me dispuse a disfrutar como una cría de la poesía sin más, sin aditivos ni pompas, que esperaba descubrir en la voz del poeta mejicano y que estaba segura de encontrar en la voz de Merl, que como saben casi todos es mi mejor amiga.
Arropados ambos por Carmelo y por Cabanillas (qué envidia de acompañantes), comenzó la fiesta. Pura juerga con ritmo endecasílabo.

Cabanillas habló del tiempo, de las ruinas, de cómo un poeta encuentra su propia voz... Y comenzamos a escuchar dos voces diferentes, complementarias, como uno de esos giros a dos tempos en una pieza barroca. La música sonaba desde dentro de las palabras, como debe ser. La voz de Alfredo era toda dulzura latina y nervio poético, un contraste que nos hizo perder pie y romper en un gran aplauso al terminar su poema 1928.
Ya había apuntado Jose Julio la influencia mesanziana en este poeta, pero me impresionó ver unidos el impulso épico y la garra del Nuevo Mundo, como si estuviera oyendo algo muy querido y conocido por primera vez con acordes recién creados.
Luego vino Merl, risueña y nerviosa al principio. Eligió uno de los poemas más hermosos del libro para comenzar, lo que fue un acierto ya que le ayudó a crecerse. Camino de Algeciras:

Girasoles cabizbajos al atardecer,
colinas amarillas al poniente:
Un charco de hermosura
en un yermo que se tiñe de morado.


Así fueron sucediéndose las imágenes caóticas, tiernas o preciosistas de una poeta pintora, hasta terminar en uno de los poemas que más gustan a Cabanillas y que más me gustan a mí: El anillo.

P.S.: La foto es de Alejandro Lindo.

jueves, mayo 21, 2009

Calor

el calor me lleva de la mano a las calurosas meriendas de mi niñez. En la guardería, nos daban una chocolatina del tamaño de tres onzas Nestlé, envueltas en papel de celofán azul o rojo. A lo largo del mes de mayo las chocolatinas se iban poniendo blanditas, pero no nos importaba. No teníamos prisa: nos demorábamos en la merienda, en el chocolate deshaciéndose, manchándonos los dedos, los labios, el vestido. Nos gustaba el olor a chocolate caliente y barro fresco en la piel, hacíamos pelotillas dulces.
El calor me lleva también al aroma del cloro en las piscinas. El agua era azul, y apetecible como la manzana primera. Y olía a cloro. "No pegues tragos clandestinos, que tiene cloro", decía mi madre. "Mejor, más rica", bromeaba mi padre. A mí la palabra cloro me sonaba a marciano, hola, te presento a mi amigo el marciano cloro. Y luego supe que un romano se llamaba así, Constancio cloro. No había que abrir los ojos en el agua, porque picaba el cloro. Más tarde, en clase de química, acabó de sonarme la palabra a una mezcla de alquimia y exámenes suspensos.

martes, mayo 19, 2009

Tres años

Era diecinueve de mayo, hacía calor e iban a estrenar el infausto Código Da Vinci en el cine, por lo que supongo que era viernes. Yo trabajaba en mi tesis y en el Centro Norteamericano, Calle Harinas, Sevilla. Aún no había cumplido los treinta, ni me había vuelto tan sugestivamente mayor. No es cuestión de edad, a cada uno le entra el ataque de abuelismo en tiempos distintos. Así me siento yo ahora: distinta.
Pero en cambio no os conocía. Ni a Carlos Rodríguez Morales, ARP o Batiscafo, los que llegaron al principio y permanecen; ni a Dulci, Nodisparenalpianista o María, que vinieron y se fueron, ni a Néstor y Atiza que aún se asoman a veces por aquí, ni a las chicas del foro: Adegea, Camarona, Koizumi, Sponjita, Hiss, Blanca... ni a Cantaloupe, que ni ella misma sabía que se llamaba Cantaloupe; ni a Yeste Lima, que fue un misterio para mí; ni a Máster en Nubes, Mr Peñalba, el Coco y Chocolate con trocitos; ni a Kitty que acaba de llegar ni a Benita, con la que comparto un blog dormido. Ni a los tropecientos anónimos que me han divertido o enfadado, según su grado de mordacidad.
Tampoco sabía que me gustara tanto el maquillaje. Ni las piruletas, ni las chimeneas, ni la fanta de naranja. Son palabras que componen este blog, que hoy cumple tres años.
Tengo que agradecer a Enrique García Máiquez que me animara a abrir el garito, a Don Enrique Monesterio que me urgiera a escribir, a secas, a Beades que retara en duelo a un desconocido por defenderme de la injuria, a su mujer que siempre haya estado allí,aquí. A Lord Scutum que me llevase a los acantilados y a Toi que se inventara mi nombre, corazón de ámbar. A Ale Martín Navarro le agradezco su entusiasmo filosófico y a merl, su entusiasmo de nina pekena y sabia. Y a las dos Evas, mi tía Eva y Eva B, les agradezco su condición de relámpago d´Orsiano, ya que aparecen y desaparecen. A Trancos le pido que vuelva a aparecer, con ese nombre será bienvenido.
Y, por último, a los que me han premiado y a los que me han llamado cursi para que no cayera en el peligro de serlo. Muchas, muchas gracias.
Detrás de estos tres años veo treinta y tres y trescientos treinta y tres, por algo llamamos a esta red la blogo esfera, y qué mayor esfera que la del cielo. ¡Que se escribe con el alma, y el alma nunca se muere!

martes, mayo 12, 2009

Piruletas y faltas de ortografía

Es una delicia volver del trabajo en un autobús repleto de niños chillones. Churretes, patadas y piruletas, todo se amontona en una cara pecosa y un par de coletas rubias. Sol tiene cuatro años y ya es mayor. Y yo, en cambio, al escuchar sus cuentos chinos me hago cada vez más niña, tanto que parece que el rubor nace realmente de mi piel y no del diálogo detenido con la luz en el espejo, y que el brillo de mis labios es fruto de haber saboreado lentamente un puñado de caramelos rojos...
Piruletas y faltas de ortografía llenan mi vida de nueve a cinco, y habeces llego a enfadarme cuando mis alumnas utilizan los lavios para ablar en plena clase porquesinocuentanasuamiga lo que icieron aller, rebientan.
Sin embargo, muchas otras veces me hacen reír de pura alegría, como cuando les digo que para describir bien a una persona hay que usar buenos adjetivos, y en la descripción me presentan unos labios finos y sentimentales. O cuando llenan de imágenes una página, tras aguantar estoicamente mi discurso sobre la importancia de las metáforas. Entonces, resulta que la mejor amiga de C. es morena como el carbón y delgada como una avestruz, o que el padre de P. tiene los labios lan finos como el rabillo de una pera y las orejas, blanditas como las nubes en el cielo. Una de mis alumnas me define así a su amor: es un príncipe azul, está como un queso. Y otra, completamente quevedesca, rompe así la maldición del folio en blanco: Era de tez blanquecina cual gota de nieve infectada por el acné.
Aquí hay madera, esto es la guerra.

martes, abril 28, 2009

Glad to be unhappy

Por fin, por fin, ¡por fin! me ha visitado la Musa. Creo que es mi primer poema tras cinco meses secos. Se lo dedico a Pablo, a Nico y a Merl

GLAD TO BE UNHAPPY

Suena como una música sin letra
mi vida tan feliz, llena de sombra.
Recordar es poner nombres antiguos
a toda mi alegría
cansada y cejijunta.
Por un instante solo me ha vencido
el deseo de ser otra persona.
Y luego me despierto,
y caigo de este lado de mi Arcadia.
Una piscina azul bajo la luna,
un fuego en el invierno,
tres palmeras que luego derribaron.
Si yo no fuera yo,
cansada y con ojeras incipientes,
aquel balcón abierto con un naranjo vivo
no sería tan nuestro como ahora.

sábado, abril 25, 2009

La prueba de la fuente

Dedico esta entrada a Piccard y a Caipiriha, del Foro Maccounter. Y si queréis verme en el blog "Cotilleo Potinguil", pincharaquí.

Toda mujer ha realizado, a lo largo de su vida, un peregrinaje más o menos largo para encontrar la clave de su estilo, la ropa que le hace sentirse bien, el tono con el que siempre acierta. Para mí fue esclarecedor el que se pusieran de moda los vestidos mejicanos. Y entrar por vez primera en H&M. Descubrir las pashminas de Adolfo Domínguez. El color rojo en primavera y el azul marino todo el año. Y el olor a lavanda y talco de Jonsohn´s baby. Cada mujer tiene sus mitos y algunos se encuentran como jugando, al azar.

Y, sin embargo, encontrar la base de maquillaje perfecta resulta tan difícil como casarse con el príncipe azul del cuento.
En mis primeros veinte usaba el Ever Fresh Makeup de Maybelline que era barato y bueno: no llegaba a las ochocientas pesetas y luego supe que Paula Begoun, la temida crítica beauty, lo recomendaba. El problema es que solía comprar el tono 22 Cameo, que era clarísimo y tiraba a rosado. Mi madre siempre me decía, "estás muy blanca". Y entonces yo untaba mis mofletes con un rubor rojizo en crema de Clinique. Estos fueron mis dos básicos hasta que cumplí veinticinco.
Entonces hice un gran descubrimiento: el muy querido y nunca suficientemente llorado Ideal Balance de L´Oreal. Yo usaba el tono 22 Miel doré que, aunque en la mano parecía oscuro, se fundía perfectamente en mi piel. Mi amigo Nico solía decirme en esa época, "¡tienes cutis de porcelana!" Pero llegó el cruel adios, y cuando lo descatalogaron estuve muchos meses huérfana de señales, haciendo experimentos nefastos. Confundiendo el veneno con el vino, diría Miguel d´Ors.
Tras una época oscura vino la etapa Colorstay de Revlon, que ha gobernado mi vida durante mucho tiempo. Aún hoy la recomiendo a quien tenga bastante que esconder, como yo entonces: lo cubre todo, tiene buenos ingredientes y una textura muy buena. Pero acabé cansándome y pareciéndome a Sara Montiel con capa de tres centímetros y rímel corrosivo. LLegó a mi vida la nueva Double Wear Light de Estee Lauder, que es una maravilla. El único fallo es que llegó en verano, cuando utilizaba el tono dos: en octubre supe que un tono menos no me sentaba nada bien. Esto sucede a menudo, no sólo es cuestión de marcas sino de números, y según los tonos incluso la textura de la base parece que cambia.


Dicen que fondos de maquillaje hay que invertir, pero todas hemos sufrido sorpresas con elixires mágicos que luego "salen rana": a mí me ocurrió con la base oil free líquida de la famosísima Bobbi Brown. Mucho mejor es la versión compacta, auque me siga pareciendo desorbitado su precio en España.
Diez euros más baratas son las bases de Mac, y tampoco muero por ellas. Studio fix fluid de Mac tiene dos ventajas: es de larga duración y es, sobre todo, poseedora de los tonos más bonitos y variados del mercado. Dejé de usarla porque migraba con el agua.
Precisamente este asunto del agua provocó una divertida polémica en el foro Mac. Varias foreras me preguntaron que de qué manera desaforada bebía yo, cuando les dije que la Studio fix fluid dejaba "caminillos de agua en mi barbilla". Tuve que explicarle que suelo beber de una fuente, como cuando era pequeña, y creo que fui la causa de varias carcajadas ese día.
Una de mis interlocutoras me dijo que eso de "la prueba de la fuente" había que patentarlo. Y me imaginé entrando en Sephora y descolocando al megapijo personal con un "perdone, pero esta base ultra cara ¿pasaría la prueba de la fuente?"

La Double Wear Light, tono 2, lo consigue, y la Colorstay de Revlon, también. Y a un precio más económico, en textura más ligera, la Miracle Touch de Max Factor también supera la prueba de la fuente, aunque la duración no sea muy alta y la que tenga brillos en la nariz deba abtenerse.

jueves, abril 23, 2009

Dardos

No a todo me ha concedido el Premio Dardos. Se lo agradezco mucho, ya que me encanta la imagen de este blog como un dardo, no envenenado sino lleno de alegría que inyectar a mis lectores.
La imagen del premio Dardos es esta:


El premio supone un reconocimiento por la transmisión de valores culturales, éticos, literarios y personales a través de un blog, valorando la creatividad, y por todo eso yo a mi vez se lo concedo a:
Enrique García Máiquez: porque su blog es chestertoniano, es la perfecta mezcla del hombre de armas y letras moderno.
Julio Martínez Mesanza: porque nos regala Poesía con mayúsculas y con cuentagotas, y es el milagro imprevisto y más esperado de la bloggosfera.
Toi: porque es mi referente; combina a la perfeción arte y vida cotidiana. Y sus entradas logran el "efecto cuarto de estar con chimenea" que yo tanto deseo.

Por otra parte, Mamen Infante me ha concedido un Premio Meme. El de Mamen es el primer Beauty blog que leo cada día y el que más me interesa, así que imaginen mi emoción cuando leo mi nombre tras las palabras: finalmente me decido por hacer saltar a la fama a... Mamen, para mí aparecer en tu blog es un dardo de alegría, ya sabes: como un vaso de fanta de naranja, como unas gotas de olor a mandarina de Guerlain...
Y he disfrutado mucho contestando a la pregunta tres: ¿Qué es lo que más disfrutas del maquillaje? Entre otras cosas, porque lo que más me chifla es la chaladura de narrar aquí mis compras, mis descubrimientos, el golpe de adrenalina que supone mirar un stand de Mac o Nars probándolo todo.
Para no alargar el post, contesto al meme en mi otro blog delirante, y nomino a Maryland, no tanto a contestarlo, ya que este meme lleva tiempo rodando por la esfera beauty, pero sí como premio y reconocimiento al nuevo espacio que acaba de abrir, que reúne sus looks, reseñas y tutoriales, profesional cien por cien, creativo cien por cien:
Make up by Maryland.
P.S.: Beades, tú y tu reader estaréis estallando en carcajadas.

viernes, abril 17, 2009

Santo Tomás

Tomás de Aquino es mi santo favorito, junto a San Juan de la Cruz, el santo poeta.
La verdad es que no me han educado en la devoción a los santos: en este tema siempre me ha gobernado una cierta austeridad de sentimientos. Y una voz interior que me decía que, donde haya un Sagrario, que se quiten hornacinas y estampitas. Para colmo de males me asustan las estatuas: prefiero mil veces un cuadro renacentista, una virgen de Rafael o Boticcelli. Siempre me horrorizó la imaginería nacional católica de frailes lampiños y corazones traspasados.
Por eso no puedo hablar de fervor sino de simpatías, y Tomás de Aquino me parece un santo muy simpático. Ya lo dije: gordo, filósofo y autor del Adorote devote, ¿qué más se puede pedir? Ignoro qué hay de realidad en la leyenda que cuenta que tuvieron que hacer para él una mesa a medida, en forma de queso gruyere con un buen agujero que encajase con su tripa como la pieza clave de un gigantesco puzzle. Ojalá sea verdad. Qué tipo tan grande, ¡chestertoniano!
En esta predilección mía hay algo de romanticismo infantil, ya que mi Santo Tomás se corresponde con el Santo Tomás de La luz apacible, la novela que me cautivó allá por mis doce años. Recuerdo que era agosto, que estaba veraneando en casa de mis abuelos y que no hacía otra cosa que no fuera beberme el libro, regateándole a la lectura sólo las comidas reglamentarias y las ocho horas de sueño que nunca he quebrantado. Un invitado que pasaba unos días allí estaba estupefacto al verme devorar semejante ladrillo sobre el santo medieval, pero es que La luz apacible es más un libro de aventuras que una hagiografía al uso... Me imagino que convertirte en santo es ya de por sí toda una aventura. Y, por si necesitaba reafirmar mis simpatías por Tomasso, va Miguel d´Ors y le llama en sus lecciones de historia "el inmenso aventurero".
Tampoco soy de las que engranan día y noche plegarias aprendidas, pero el Adorote devote siempre me ha gustado. Por eso me gustó también que don Enrique se dedicara, jueves tras jueves, a desglosar sus versos en estos comentarios que ahora yo enlazo. Grandes personalidades han comentado esta oración eucarística, pero ninguno por internet y con tanta miga "de diario". Con palabras que intentan vestir de color lo invisible: poesía, maquillaje y vida cotidiana.

lunes, abril 13, 2009

¡Pellizca tus mejillas!

Hoy quería hablaros del Colorete.
Porque, ¿qué sería de muchas damas sin la cajita milagro? El Rubor es algo esencial dentro del maquillaje, e incluso las que dicen no cuidarse lo suelen incluir dentro de su rutina. ¿No os suenan de algo las palabras "yo, a diario, sólo uso tapaojeras, colorete y rímel"? Suele ser la frase más utilizada por modelos, actrices y famosas en las revistas, ya que por culpa del trabajo están saturadas de prebases, precorrectores, bases e iluminadores, y en sus momentos de descanso quieren recurrir a lo mínimo, que en mi opinión son estos tres pasos.
El colorete es el encargado de alegrar la cara en invierno y de sublimar el bronceado en verano. Existen versiones en crema como el Cactus flower de Nars, un encendido rojo amapola con brillitos dorados, o en gel, como el divertido Pinch your cheeks de Origins que tantas mujeres usan. También hay cómodos tres en uno, barritas o pastillas en crema que sirven para labios, mejillas e incluso párpados: mis preferidos son el Rouge pot de Bobbi Brown en tono Calipso Coral, o el Múltiple South beach de Nars, que me trajo Pablo de Nueva York.
Sin embargo yo prefiero la clásica fórmula en polvo. El tono elegido puede ser más rosado o más naranja, o una mezcla de ambos como sucede con el Madly de Nars,

o con el Apricot Rose de L´Oreal. Este fue durante mucho tiempo mi blush favorito, y aún es muy especial para mí porque me lo regalaron mis tíos Javier y Eva en un cumpleaños. Deja un precioso color melocotón playero con subtono rosa, y un brillo ligero como de haber pasado un día en el campo.
La mayoría de mujeres adoran el colorete rosa, y a mí me parece una opción que tiene muchos riesgos: para no caer en el efecto Heidi lo mejor es elegir un rosado natural y ligero como el Rose Coup de Foudre de Bourjois o el Dame de Mac, un rosa neutro que podemos usar cuando pintamos los labios de rojo furioso, como dicen que hace Dita Von Teese, lo que significa que es muy discreto.
A mí me apasionan los coloretes de Nars, que valen su peso en oro, y siempre acabo eligiendo un tono melocotón... Dentro de mi neceser, la joya de la corona es el Luster, un melocotón con ligeras chispitas que deja un halo dorado en las mejillas sin ser excesivamente brillante. Lo compré junto a Koizumi, en esa excursión que hicimos a Pozuelo para celebrar nuestros respectivos cumpleaños.

Yo creo que el gran acierto de François Nars es haber creado coloretes que dan aspecto de moreno primaveral a las pieles claras. Tenemos el Silvana, beige camel, el Madly que ya hemos mencionado y es una mezcla perfecta de marrón y rosa y el Sertao, terracota dorado.
Después del Luster, el colorete que más uso es el Fun & Games de la colección Hello Kitty de Mac, un melocotón claro y muy alegre con el que fui débil y renuncié a mis ideas sobre las ediciones limitadas, pero es que era demasiado bonito... El tercero en la lista es el cantaloupe Pro, de Mac también: un melocotón rosado y lleno de vida. No puedo dejar de mencionar el Melba, también de Mac, un melocotón coral totalmente mate que utilicé en la defensa de mi tesis, aunque acabé regalándoselo a una amiga tras comprarme el Luster.
Las que no tienen fácil acceso a mis dos firmas fetiche me lo ponen complicado en este tema, porque no soy muy partidaria de otras marcas. Me salvan del apuro las cajitas redondas de Bourjois, ya que me gustan bastante. Sobre todo el Rose d´Or, que es todo un básico, el Rose Frisson que usaba Sarah Jessica Parker en Sexo en Nueva York y el Brun Cuivre, clon del Orchid Rose de Chanel. ¡Siempre nos quedará París!

P.S.: La foto del Luster es de Maryland, la del Madly pertenece a Miss Sir, una forera de Maccounter que no tiene blog, lo cual es una pena porque es sencillamente genial. Por cierto, he ampliado la entrada sobre el dúo Mediterranée de Nars.

viernes, abril 10, 2009

Semana Santa en Sevilla

Dedico esta entrada a Carlos Rodríguez Morales.

De niña era yo una pequeña hereje: no me gustaba la Semana Santa. Tampoco aprendí nunca a bailar las sevillanas correctamente, ni tuve más de dos trajes de flamenca a lo largo de mi vida. Mi tesis era que uno puede ser sevillano hasta los tuétanos sin ser capillitas ni feriante. En lo segundo no he cambiado ni un átomo, pero en lo primero estoy poco a poco en camino de encontrar la verdad.
No me gustaba la Semana Santa por varias razones. La primera era que, si la pasábamos en Sevilla, tenía que privarme de las vacaciones en Logroño, que era y es mi paraíso familiar: una sola tarde con mis tíos valía para mí mucho más que todas las procesiones juntas.
Otro motivo eran las detestables bullas. Me provocaban lipotimias, me desmayaba. Las vírgenes me parecían todas iguales y además tenían cara de folklóricas. Ya digo yo que lo mío era blasfemia, pues qué tendrán que ver la Estrella con la Virgen de los gitanos, bellísimas ambas...
Y luego estaba la manía de estrenar. El Domingo de Ramos había que ir de punta en blanco, y el Jueves Santo, de punta en negro, y yo que lloraba con sólo ver un probador y que aborrecía sacar zapatos nuevos a la calle tenía mi cruz asegurada.
Y esa tristeza impuesta, porque sí. Luego fui sabiendo que no precisamente porque sí, sino porque mi Dios se moría, que es algo que tiene mucha enjundia; pero de niña me fastidiaba tanto silencio y tanta cara de zaguán recóndito.
¿Cuándo empecé a vislumbrar la verdad...? En mis años de carrera me aficioné al Cristo de Los Estudiantes, que se me aparecía como la Belleza absoluta. LLegó el Martes Santo y, tragándome la quina de la bulla, decidí acompañarlo. En algún momento vinieron mis tíos para ver la Semana Santa sevillana y nos lanzamos, la familia entera, a vivir la Madrugá. Nunca lo olvidaré, fue algo mágico. La Macarena iluminada, los balcones florecidos, el Cristo de los Gitanos cargando con su cruz... y con la mía. Terminé radiante de cansancio, llena de cera, con un par de quemazones del incienso, caminando por la Triana profunda en las primeras horas de una mañana llena de sol. Ya nada volvería a ser lo mismo.

miércoles, abril 08, 2009

Lo que me temía...

Mantengo esta entrada por respeto a Benita, que me concede el premio, pero he borrado el enlace a la red Hispania después de echarle un vistazo. Sí, soy española y españolista, pero como digo más adelante, moderada, y en los últimos tiempos, muy moderada. Frases como "siempre nos quedará la Falange" no van conmigo.
Dentro de poco este blog cumplirá tres años, y eso me hace revivir momentos especiales, diálogos profundos y heridas de guerra... Y, de repente, en esta tesitura viene Benita y me concede este premio, que se llama Premio "Amor a España", ¡toma ya! Lo que me faltaba para que en Tarragona se me tache de españolista y ultraconservadora, ¿os acordáis de cuando llenaron de pasquines la ciudad mientras yo me quedaba en casa por culpa de la neumonía...?
Benita dice que me ha concedido el premio Amor a España porque "el cuidado del lenguaje empleando cada palabra con propiedad es una manera eficaz de evitar violaciones de derechos y arbitraridades", lo me recuerda a otro momento estelar: un comentarista anónimo dijo en su día "este blog es patético", ejerciendo su libertad de expresión. La Señora de Beades respondió rotundamente, usando de la misma libertad con más virulencia si cabe. Y el propio Beades zanjó el asunto diciendo que mi blog era patriótico, debido al buen uso del castellano que se hacía en él.
Está claro que amo mi idioma y creo que amo también a mi país, pero con ciertos límites. Me explico: si mi abuelo me enseñó a ser patriota, mi padre me ha enseñado a encontrarme en casa en París, en Roma, en San Juan de Puerto Rico. Él se preocupó de imprimir en mi mente la idea de que un españolismo exagerado es igual de peligroso que cualquier otro nacionalismo. No sé si esto es ser moderada o tener el famoso talante del que otrora hablaba quien tanto nos desgobierna, pero es que no puedo evitar pensar lo que pienso.
Para aceptar el premio hay que seguir unas reglas que no he querido secundar, pero aún así no me privo de nominar a tres blogs. Creo que es ab-so-lu-ta-men-te necesario conceder el premio a EGM, por su defensa de España, la democracia, la libertad y el buen humor en cada uno de sus artículos. Y a ARP, por su defensa también bienhumorada del castellano. El tercer premio voy a concedérselo a Pacotto, porque me encanta el tipo de periodismo valiente y socarrón que hace. Los tres coinciden en que se ponen muy poco solemnes y nada violentos al dejar claras sus ideas, y esa elegancia firme es todo un ejemplo para mí.

domingo, abril 05, 2009

Hombres y mitos

He leído tantas veces Orgullo y prejuicio, y he visto en tantas otras ocasiones la genial serie de la BBC, que ya no sé si el que me atrae con tanta ferocidad es Mr. Darcy, o Colin Firth en la piel de Mr. Darcy. Es en las tardes de lluvia y Navidad cuando me apetece volver a los libros de Jane Austen, eterno retorno, pero también en los primeros días de sol rotundo y azahar, en marzo. Acabo de leer en la esfera de los blogs que, en inglaterra, un doctor ha prohibido a una abuela de ciento cuatro años la visión de la famosa serie, que solía ser su favorita, porque Colin Firth le subía la tensión arterial hasta límites insospechados. Ay Colin, que provocas cataclismos.
Y eso que eres un actor camaleónico (donde el adjetivo no es un elogio sino más bien lo contrario.) Puedes aparecer deslumbrante en Love actually, "bonita Aurelia", o atractivamente atildado en La importancia de llamarse Ernesto... O arrasador y magnético en nuestra serie preferida, claro. Pero también te he visto enrojecido en Mamma mía (Por Dios, si hasta Pierce Brosnan, ¡Pierce Brosnan! parecía mucho más atractivo que tú, con esa voz de doblaje que le ponen que me hace preguntar dónde habrá un hombre así...) Y en Una familia con clase lo único que te salva es ese tango espléndido que te marcas al final, y entonces brotó en mí esa oración tan rara: "Dame Dios mío un momento estelar como ese, un tango y un caballero vestido con levita para bailar con él". Toma ya.
Un actor nada camaleónico, es decir que me arrebata en cada una de sus películas, es Robert Redford. Con esa elegancia desgarbada de hombre alto, delgado e inglés (a pesar de haber nacido en América), esa luminosidad de hombre rubio, esa ironía de buen actor, ese aire avasallador de caballero y esas manos poderosas... no subo aquí una foto porque me temo que no podría elegir sólo una. Como las patatas Lays.
Mi último descubrimiento ha sido Rufus Sewell.

Me encanta su aire despeinado, canalla, sus mejillas rojas que tienen el tono justo de las manzanas silvestres, sus ojos asombrados, su inocencia culpable.
Esa bruma de despiste y de repente ¡zas! aparece con traje de chaqueta y corbata.

Como Dios manda.
Por cierto, había olvidado a Jonh Wayne.

sábado, marzo 21, 2009

LLorar en la peluqueria

Dedico esta entrada a mi amiga Conchi Perea, y por supuesto a Meli, de Koupas, autora de mi nuevo corte de pelo.

Sobre este asunto se ha escrito mucho: las catastrofes que desatan los peluqueros al grito de "tú calla que de esto no sabes". De esto puede que no, murmuras, pero de mi pobre ser con ovalo facial más bien redondo, frente algo ancha y pomulos prominentes sé yo mas que nadie, que para algo me miro al espejo todos los días.
Pero el profesional-como-la-copa-de-un-pino continúa erre que erre, inmerso en el sadismo de las tijeras.
Ya lo he dicho más de una vez, pero lo que más me divierte de las revistas de moda es el makimarujeo que me ilustra sobre cómo se pintan, qué trapitos usan y cómo se cuidan las estrellas del astro imperante. En este apartado es Telva la que se lleva todos los premios de la loteria, con esos brillantes reportajes a toda pagina: "este verano, cuatro modelos te cuentan que reciclar, que conservar y en que invertir", o "el armario de... Patricia Conde".
Y si las it girls del momento me provocan a ira con sus sandeces sempiternas tipo "yo lo que hago es beber mucha agua y dormir ocho horas al día", me llenan de envidia cuando dicen La Frase: "Solamente pongo mi pelo en manos de Kuki, del salon Kuki Fernandez-Schmidt, en la calle Velázquez". Aleluya, pienso. Alguien ha encontrado a su coiffeur. Y me imagino a la famosa de turno cruzando a Ekseption en busca de unos pendientes de alto copete, que es la reaccion natural que te embarga cuando sales satisfecha tras varias horas de lavado + corte + color. Los ricos también lloran, y estoy segura de que aunque te llames Natalia Verbeke en algun tiempo remoto habrás sufrido torturas inenarrables hasta dar con tu media naranja peluquera.
Algunas tienen suerte y despues de mucho buscar, encuentran. Yo, por ejemplo. Despues de toda una decada de experimentos atroces, he encontrado a mi coiffeur. Esa que te escucha, te recomienda, se tira a la piscina contigo y comparte sus dudas, "ay Dios, tu madre me mata". Tanta humildad enternece, sobre todo porque lo que sale de sus manos es una obra maestra.
Se llama Meli, de la peluquería Koupas aqui en Sevilla, en frente del Hotel Colón. La primera vez que me entregué a su oficio, hace un par de años, supe que aquello sí era el comienzo de una gran amistad.