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sábado, septiembre 26, 2009

Justicia poética

Una de las mejores cosas que ha hecho Joaquín Sabina en su vida es llamar a la mujer amada "dolor de muelas". Qué hombre, qué maestría. Porque es así: el dolor de muelas es fino amante, fiel hasta el final. Y no se olvida de doler, como una pena de amor. Esto lo llevo yo padeciendo en muela propia cerca ya de setenta y dos horas, y lo peor de todo es que lo vaticiné.
En los días anteriores a mi visita al dentista, cálidas y mojadas tardes del reflexivo mes de septiembre, me sentía yo como alguien a quien de un momento a otro va a caer una piedra de lo alto. Era una de esas sensaciones agudas que no se pueden evitar, así que intenté sobrellevarla con buen humor. El buen humor consistía en encogerme un poco aguardando la pedrada y, como remedio final, recordar y leer de nuevo aquel poema de Miguel d´Ors en el que con tanta lucidez se expone la Maldición de la Piedra, Pues vaya con la divina Providencia:

[...] Imaginad ahora
una piedra salida
de la Mano Divina
cruzando siglos-luz por los que rotan
con música callada las esferas,
una piedra en el vasto
silencio de los mundos.

Pues yo apuesto un millón
a que adivino en qué cabeza cae.


¡Es eso! ¡Es eso!, pensaba yo mientras me adentraba en el intrincado mundo de la limpieza bucal. Unos minutos más tarde me confirmaban que tenían que sacarme la muela del juicio. Ya está aquí: la Piedra. Pedí cita resignada y me dispuse a hacer un pedido a Lush para que las cremitas, jabones y bálsamos suavizaran el inminente golpe.


Y entonces la Justicia poética entró en juego: el mismo día en que me quedé sin juicio, llegó el oloroso camión de reparto a la verja verde de mi casa, con cacao al chocolate para mis doloridos labios, y con un frasquito de crema americana para aromatizar mi apaleado cuerpo y mi electrizada cabellera...
Y es que Dios castiga sin palo ni piedra, vale, pero acaricia sin palo ni piedra también.

lunes, junio 23, 2008

Hormonas

"Estoy apática", digo. "Serán las hormonas", me respondes. "Las hormonas lo son todo". Las hormonas juegan malas pasadas a las mujeres. Y a los hombres, me respondes. Hormonas y hormonos.
Un anónimo o anónima me pregunta que dónde me meto. Ay. Un poco de paciencia con mis hormonas, Anónimo. ¿Dónde me meto? Ay, eso quisiera saber yo. Si me encontráis por alguna parte, llamadme al instante para decírmelo.
Y no: lo peor, peor es que no es ningún chiste de Gila.

lunes, abril 28, 2008

Planto cibernético

He borrado de un plumazo, sin darme cuenta, todos los mensajes que atesoraba en mi móvil. Ya sé que es una tontería, pero me cuesta mucho desprenderme de ese saco de palabras digitales que, desde la pequeña pantalla, gritaba que era mío. Mío.
Tú no lo entiendes, y me dices que sueles borrar cada mensaje que lees como si fuera a autodestruirse en cuatro tres dos uno*. Pero si Bécquer pensaba que un poema era la memoria viva de lo que se ha sentido, yo creo que cada sms era un pedazo vivo de mi historia.
En uno de ellos, Pablo me daba la gran noticia: era finalista del Adonáis. Enrique me amonestaba, ¿vienes al Puerto o no vienes?, y Cris susurraba aquello de "sólo tienes que tirarte del balcón". La señora de Beades me invitaba a comer en su nueva casa. Nico me anunciaba que estaba esperando un hijo.
Sonsoles me dijo "ven al Policarpo, se me está ocurriendo una idea", y aquella noche cemanos bajo las estrellas un cuarto de libra con queso. Una muchedumbre de amigos me felicitaron por mi tesis recién defendida, alguno incluso entonó el Gaudeamus igitur. Y Merl me felicitó por mi cumpleaños a las cero cero cinco del día quince con un "quería ser la primera"...
-No sigas, no sigas, que me deprimo.
-¿Lo entiendes ahora...?

(*) Esto lo he copiado de una entrada en algún blog, pero no recuerdo cuál.

jueves, enero 31, 2008

Númenor en NT


Leo Nuestro Tiempo desde que era niña: recuerdo los ejemplares en el revistero de mi salón y yo con doce años hojeándolos, sin entender gran cosa pero fascinada. Pensaba que los traía mi padre a casa, y como él es filósofo, pensaba que hablaban de filosofía. Algo muy grande y profundo. Luego me di cuenta de que más bien tenían que ver con el mundo de la comunicación: un asunto igual de importante. Ya estaba enganchada: al formato, a las firmas, a los dibujos tan originales...
En junio del 2007 llegué a Pampaluna y me presentaron a Sonsoles, la redactora- jefe. Este es un blog público y la amistad es algo público y privado al mismo tiempo, así que lo que llegó a ser ella para mí en pocas semanas lo guardo o, al menos, lo salvaguardo. Sólo diré lo que es público: que gracias a que leía mi blog me alojó en su piso, y que gracias a nuestra amistad llegué a colaborar en la revista que tando admiré en mi primera juventud.
Lo hice con un artículo sobre Númenor, y por mi culpa se coló una pequeña errata que me he adelantado a subsanar. Quien esté interesado en los libros de Númenor (los últimos son la antología de Carmelo Guillén Acosta y las ópera primas de Cerero y María Eugenia Reyes Lindo, debe dirigirse a:

ediciones@fundacionculturaandaluza.org.


Actualizo: Mañana, 6 de febrero de 2008, a las 11:30 horas de la mañana, y en el aula de grados de la Facultad de Filología, ¡¡¡Defiendo mi tesis doctoral!!!

lunes, noviembre 12, 2007

amenaza surmenage

La ciudad me parece que está hecha de espejismos. El paraíso está en la otra esquina, una esquina que se escapa. Cuando era niña creía llegar al paraíso cuando entraba en la tienda de juguetes más próxima: "si no os hacéis como niños..." Yo ahora no pido un otoño explendente, un calor dorado y atardecido ni una boina en los días de lluvia. Sólo pido que no se esconda el tiempo pintándome puertas de trampa y cartón: si dije esta semana, esta semana debe ser. Y de vez en cuando esconderme en este cuarto con chimenea, para poder decir tonterías hermosas sin rigor alguno.

jueves, noviembre 08, 2007

Sueños inocentes...


Hoy he soñado con la guardería a la que fui de niña: espacio imposible, porque lo derribaron hace tiempo. En el sueño se había convertido en una dependencia de la Junta, y caminaba yo por aburridas salas de funcionarios que sellaban carnets, diciendo "aquí me manché un dedo con pintura azul". El funcionario con cara de ratón y gafas redondas levantaba la vista, sorprendido. "Y aquí había un columpio blanco, porque ésto era el jardín".
De ese columpio nos caímos una vez. Era grande y de metal blanco forjado, con remates dorados en las esquina, y cabían unas cuatro personas. Pero nosotros éramos cuarenta, todos en tropel. Buscando cochinillas por el suelo lleno de barro. Olía a una mezcla de barro, vida submarina y pastelitos de la Pantera Rosa.
Y había también una escalera negra, de mármol: la teníamos que bajar a las cinco de la tarde para merendar tres onzas de chocolate con pan. Había carreras y tropezones, yo bailé por aquellos peldaños en sentido inverso. Dolían. Pero luego el chocolate sabía a cielo después del purgatorio. Con nueve años pensé en aquella tarde y me dije que el purgatorio era una escalera negra que había que bajar rodando, si luego querías chocolate: el purgatorio o la vida.

martes, febrero 20, 2007

Mis aventuras con el ordenador


El ordenador es un ser complejo, caprichoso y categórico. El ordenador no es nada listo, a pesar de lo que diga mi padre. Mi padre siempre dice que los ordenadores son lógicos, que las que no somos lógicas somos mi madre y yo... Gracias, gracias. ¡Por supuesto que somos ilógicas, somos mujeres! Pero tenemos un mínimo sentido común que nos ha regalado la naturaleza, para poder llevar una casa adelante y apretar el botón correcto de la lavadora. (Como me oiga una fan de Simone de Beauvoir, me la cargo.)
El ordenador es como un niño pequeño: hay que contemplarlo minuto a minuto. Como algunos amores: estaba bien y dos minutos más tarde sucede el cataclismo. En fin, el ordenador comete la mayor de las osadías: cuando se va la luz, ¡muere! Que es lo que hoy me ha ocurrido: y, ¿cual ha sido mi respuesta? Pues la reacción de una persona razonable. Galletas (cinco o seis) y libros (seis o siete.) Ahora estoy un poco más gorda y mis bolsillos un poco más vacíos, pero ¡oh, la sabiduría! No hay pena que la despensa de mi casa y la librería de mi calle no puedan ahuyentar.
*
Redondeo la sublime mañana con una encuesta, cómo no, sobre libros. Esta es la pregunta:
Un libro para regalar, un libro para divertirse y un libro para disfrutar.
Y ésta, mi elección: Requiem, de Tabucchi; No hay burlas con el amor, de Calderón de la Barca ( o Las joyas de la Castafiore, de Hérgé), y Emma, de Jane Austen.