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viernes, enero 29, 2010

Con una pierna vengo

Dedico este post a Merl, hojimerl, elfa gatuna.
Hoy cobré la nómina. Era bastante flaca y encima había que reservar billetes en un sobre para distintas gaitas del mes, y regalos, y viajes. Por eso decidí que la visita a L´Occitane me la iba a ahorrar y que por Benefit algo así como que no pasaba, y que Mac de reojo y...¿qué me quedaba? ¡¡¡Casa Saluita!!!
Es una droguería de la plaza Ponce de León que sabe a perfumería de barrio, con cremas de aloe vera y jalea real y secadores de pelo rodando por las vitrinas. Lo que me gusta de Casa Saluita es que vende Essence, marca alemana increíblemente barata y aceptablemente buena, con ediciones limitadas y un expositor que es un mundo abreviado.
Lo que no me gusta es que ese expositor se encuentra detrás de un mostrador de cristal y que hay catorce mil cachivaches encima, y el vendedor te tiene que ir enseñando los coloretes uno a uno. Mal, muy mal. El dueño no sabe que disponer de media hora para pintarrajearse la mano con churretes de "angel deluxe" es el paraíso de la femme fatale, y le niega su insana fantasía. Nada de tocar sin control en plan desmadre y despelote, tú me dices lo que quieres y yo te lo doy. ¿Eso qué es?
Bueno, pues tragaremos con lo que hay. Que me lo enseñen todo: aquí salta la saña sibilina de la mujer. En cuando llego veo que hay una nueva modalidad: delante de la odiosa mesa de cristal han puesto una fila de piernas de plástico, cada una embutida en una media de nailon y colgada de una percha metálica a la mesa ya mencionada. Toma ya. Avanzo un poco y una de las piernas me cae encima. la tomo entre mis brazos y me voy hasta el fondo de la tienda.
- Oiga. ¡Oiga!
- Señora puede dejar la pierna aquí.
- ¿Tienen medias de piel de gato?, pregunta un hombre que ha entrado. Se le ve cariacontecido, en plan "mi mujer me ha dicho vete abajo a por un sostén rosa con lacito y ahora yo debo entrar en este antro de perdición". Me mira raro, será por la pierna, y yo le sostengo la mirada altiva. ¡No va a darme lecciones magistrales de normalidad un tío que entra preguntando por sedas gatunas!
LLega el dependiente a poner paz.
- Aquí tiene la perchita. Eso de la piel de gato no hay, si acaso mire al fondo. No, no, no puede pasar a ver Essence, yo le enseño. ¿Qué quiere ver?
- ¡¡¡Todo!!!
Me doy cuenta de que está dispuesto a ser paciente y, lo peor, de que disfruta. Me llevo una sombra de ojos color azul hielo de la colección "Go snow"; un esmalte de uñas de color verde manzana como el de Chanel y un iluminador rosa preciosísimo de la colección de los años cincuenta. Mis ojos tropiezan con unas mascarillas de la Ligne Spa de Gisèle Denis: me llevo una de chocolate antioxidante y anti estrés. Y cuando va a cobrarme, la cuenta no pasa de los veinte euros. Y, como remate, me regala una barra de labios de Essence color rosa pastel, muy dulce. Es también de la colección del los 50s, o sea restos mortales, pero aún así me parece un gran detalle.
Me dan ganas de darle un beso a la pierna. Y de maullar como un gato.

domingo, septiembre 20, 2009

La felicidad se llama Nars

He decidido colgar aquí esta entrada que escribí para mi otro blog delirante porque no se limita a lo concreto sino que avanza en nebulosa, a pesar de ser un post sobre maquillaje

Siempre me parecerá mágica esta marca de maquillaje.
Quizás porque al principio oía hablar de ella pero no podía ver ni tocar ninguno de sus productos. Todo estaba envuelto en ese halo de lo legendario: dicen que en San Sebastián hay una tienda en la que... parece que en Madrid, en Ekseption... Pero nunca me acercaba a la calle Velázquez para no romper el embrujo: en las revistas, las celebrities confesaban no poder vivir sin el iluminador Copacabana o el colorete Orgasm.
En esa época, las ensoñaciones bullían dentro de mi cabeza, dando forma a una esperanza serena y una fe no cumplida, una suerte de amor platónico que se decía a sí mismo: "puedo esperar": un día lejano viajaría al extranjero, o pasaría una tarde de verano en la playa de la Concha, y conocería el colorete ese de nombre sonrojante...
El momento llegó y no pudo ser más especial: fue en los días que pasé junto a mis padres en París, tras defender mi tesis. París es mucho más que el Sephora de Champs Elysées, pero tengo que reconocerlo: cuando tuve ante mis ojos el stand de Nars con sus envases sobrios y sus resplandores en melocotón y algodón de azúcar, caí enamorada. Aquello no era fruto de un capricho consumista sino de una larga búsqueda interior. Era la confirmación de todas mis intuiciones: siempre creí que el maquillaje era arte, pura imaginación hecha color y juego, y François Nars me lo estaba gritando en colores llamativos.
Del viaje más bonito de mi vida conservo dos postales enormes de la Dama del Unicornio, un anillo de plata y cuarzo en forma de lágrima y el colorete Gina, de Nars: un mandarina fresco, de textura mate y color luminoso.
Unos meses después llegó la marca al Cort Inglése. Me siento orgullosa de cada uno de los productos Nars que he adquirido, porque todos han sido pensados y comprados en compañía de gente especial. Siempre recordaré mi viaje con Araceli a Pozuelo, en medio de la lluvia, y cómo nos volvimos literalmente locas metiendo los dedos en todos los probadores. Los colores estallaban ante nuestros ojos como pompas de jabón. Entonces conseguí el colorete Luster, un melocotón dorado perfecto para marcar las mejillas en invierno.
Pablo me trajo de Nueva York el Múltiple South Beach, tan camaleónico que recrea en mis pómulos el rubor del verano, en mis ojos la fuerza del bronce y en mis labios un nude melocotón empolvado. Y otra amiga forera de San Sebastián, Cristina, me envió por correo el dúo Cordura, que contiene las dos sombras de ojos básicas que toda mujer debe guardar en su tocador:


Un marrón muy oscuro y ahumado, con ligeras chispas doradas, y un marrón medio color galleta María. La foto, que posteó Maryland en el foro Mac hace ya un tiempo, habla por sí sola.
Cuando trajeron Nars al Corte Inglés de Goya, pude conocer a Patrica, Francisco y Rafa, tres grandes artistas que, cada vez que me ven, me sientan en la silla de maquillaje para extender con toda humildad su saber ante mí. Y eso que no les dejo ningún dineral en mis visitas: fiel a mi lema "compra algo que hayas deseado largamente, y sólo para celebrar una alegría", he ido llevándome las cosas casi de una en una: el dúo Mediterranée, color vitamina, para estrenarlo en la comunión de mi primo Gonzalo. La sombra Tropic y el lápiz Dolce vita, para enmarcar el verano. Y el iluminador en polvos Albatross, ligeramente cálido, para lucirlo en la boda de mis amigos Ana y Rafa.
No quiero terminar mi entrada que empezó siendo tan etérea, hablando de sueños alcanzados, sin reconocer que los coloretes y sombras de Nars cuestan bastante dinero. Estamos hablando de maquillaje profesinal, de gama alta: a la altura de Chanel o Guerlain. Y eso tiene un precio.

sábado, abril 25, 2009

La prueba de la fuente

Dedico esta entrada a Piccard y a Caipiriha, del Foro Maccounter. Y si queréis verme en el blog "Cotilleo Potinguil", pincharaquí.

Toda mujer ha realizado, a lo largo de su vida, un peregrinaje más o menos largo para encontrar la clave de su estilo, la ropa que le hace sentirse bien, el tono con el que siempre acierta. Para mí fue esclarecedor el que se pusieran de moda los vestidos mejicanos. Y entrar por vez primera en H&M. Descubrir las pashminas de Adolfo Domínguez. El color rojo en primavera y el azul marino todo el año. Y el olor a lavanda y talco de Jonsohn´s baby. Cada mujer tiene sus mitos y algunos se encuentran como jugando, al azar.

Y, sin embargo, encontrar la base de maquillaje perfecta resulta tan difícil como casarse con el príncipe azul del cuento.
En mis primeros veinte usaba el Ever Fresh Makeup de Maybelline que era barato y bueno: no llegaba a las ochocientas pesetas y luego supe que Paula Begoun, la temida crítica beauty, lo recomendaba. El problema es que solía comprar el tono 22 Cameo, que era clarísimo y tiraba a rosado. Mi madre siempre me decía, "estás muy blanca". Y entonces yo untaba mis mofletes con un rubor rojizo en crema de Clinique. Estos fueron mis dos básicos hasta que cumplí veinticinco.
Entonces hice un gran descubrimiento: el muy querido y nunca suficientemente llorado Ideal Balance de L´Oreal. Yo usaba el tono 22 Miel doré que, aunque en la mano parecía oscuro, se fundía perfectamente en mi piel. Mi amigo Nico solía decirme en esa época, "¡tienes cutis de porcelana!" Pero llegó el cruel adios, y cuando lo descatalogaron estuve muchos meses huérfana de señales, haciendo experimentos nefastos. Confundiendo el veneno con el vino, diría Miguel d´Ors.
Tras una época oscura vino la etapa Colorstay de Revlon, que ha gobernado mi vida durante mucho tiempo. Aún hoy la recomiendo a quien tenga bastante que esconder, como yo entonces: lo cubre todo, tiene buenos ingredientes y una textura muy buena. Pero acabé cansándome y pareciéndome a Sara Montiel con capa de tres centímetros y rímel corrosivo. LLegó a mi vida la nueva Double Wear Light de Estee Lauder, que es una maravilla. El único fallo es que llegó en verano, cuando utilizaba el tono dos: en octubre supe que un tono menos no me sentaba nada bien. Esto sucede a menudo, no sólo es cuestión de marcas sino de números, y según los tonos incluso la textura de la base parece que cambia.


Dicen que fondos de maquillaje hay que invertir, pero todas hemos sufrido sorpresas con elixires mágicos que luego "salen rana": a mí me ocurrió con la base oil free líquida de la famosísima Bobbi Brown. Mucho mejor es la versión compacta, auque me siga pareciendo desorbitado su precio en España.
Diez euros más baratas son las bases de Mac, y tampoco muero por ellas. Studio fix fluid de Mac tiene dos ventajas: es de larga duración y es, sobre todo, poseedora de los tonos más bonitos y variados del mercado. Dejé de usarla porque migraba con el agua.
Precisamente este asunto del agua provocó una divertida polémica en el foro Mac. Varias foreras me preguntaron que de qué manera desaforada bebía yo, cuando les dije que la Studio fix fluid dejaba "caminillos de agua en mi barbilla". Tuve que explicarle que suelo beber de una fuente, como cuando era pequeña, y creo que fui la causa de varias carcajadas ese día.
Una de mis interlocutoras me dijo que eso de "la prueba de la fuente" había que patentarlo. Y me imaginé entrando en Sephora y descolocando al megapijo personal con un "perdone, pero esta base ultra cara ¿pasaría la prueba de la fuente?"

La Double Wear Light, tono 2, lo consigue, y la Colorstay de Revlon, también. Y a un precio más económico, en textura más ligera, la Miracle Touch de Max Factor también supera la prueba de la fuente, aunque la duración no sea muy alta y la que tenga brillos en la nariz deba abtenerse.

lunes, abril 13, 2009

¡Pellizca tus mejillas!

Hoy quería hablaros del Colorete.
Porque, ¿qué sería de muchas damas sin la cajita milagro? El Rubor es algo esencial dentro del maquillaje, e incluso las que dicen no cuidarse lo suelen incluir dentro de su rutina. ¿No os suenan de algo las palabras "yo, a diario, sólo uso tapaojeras, colorete y rímel"? Suele ser la frase más utilizada por modelos, actrices y famosas en las revistas, ya que por culpa del trabajo están saturadas de prebases, precorrectores, bases e iluminadores, y en sus momentos de descanso quieren recurrir a lo mínimo, que en mi opinión son estos tres pasos.
El colorete es el encargado de alegrar la cara en invierno y de sublimar el bronceado en verano. Existen versiones en crema como el Cactus flower de Nars, un encendido rojo amapola con brillitos dorados, o en gel, como el divertido Pinch your cheeks de Origins que tantas mujeres usan. También hay cómodos tres en uno, barritas o pastillas en crema que sirven para labios, mejillas e incluso párpados: mis preferidos son el Rouge pot de Bobbi Brown en tono Calipso Coral, o el Múltiple South beach de Nars, que me trajo Pablo de Nueva York.
Sin embargo yo prefiero la clásica fórmula en polvo. El tono elegido puede ser más rosado o más naranja, o una mezcla de ambos como sucede con el Madly de Nars,

o con el Apricot Rose de L´Oreal. Este fue durante mucho tiempo mi blush favorito, y aún es muy especial para mí porque me lo regalaron mis tíos Javier y Eva en un cumpleaños. Deja un precioso color melocotón playero con subtono rosa, y un brillo ligero como de haber pasado un día en el campo.
La mayoría de mujeres adoran el colorete rosa, y a mí me parece una opción que tiene muchos riesgos: para no caer en el efecto Heidi lo mejor es elegir un rosado natural y ligero como el Rose Coup de Foudre de Bourjois o el Dame de Mac, un rosa neutro que podemos usar cuando pintamos los labios de rojo furioso, como dicen que hace Dita Von Teese, lo que significa que es muy discreto.
A mí me apasionan los coloretes de Nars, que valen su peso en oro, y siempre acabo eligiendo un tono melocotón... Dentro de mi neceser, la joya de la corona es el Luster, un melocotón con ligeras chispitas que deja un halo dorado en las mejillas sin ser excesivamente brillante. Lo compré junto a Koizumi, en esa excursión que hicimos a Pozuelo para celebrar nuestros respectivos cumpleaños.

Yo creo que el gran acierto de François Nars es haber creado coloretes que dan aspecto de moreno primaveral a las pieles claras. Tenemos el Silvana, beige camel, el Madly que ya hemos mencionado y es una mezcla perfecta de marrón y rosa y el Sertao, terracota dorado.
Después del Luster, el colorete que más uso es el Fun & Games de la colección Hello Kitty de Mac, un melocotón claro y muy alegre con el que fui débil y renuncié a mis ideas sobre las ediciones limitadas, pero es que era demasiado bonito... El tercero en la lista es el cantaloupe Pro, de Mac también: un melocotón rosado y lleno de vida. No puedo dejar de mencionar el Melba, también de Mac, un melocotón coral totalmente mate que utilicé en la defensa de mi tesis, aunque acabé regalándoselo a una amiga tras comprarme el Luster.
Las que no tienen fácil acceso a mis dos firmas fetiche me lo ponen complicado en este tema, porque no soy muy partidaria de otras marcas. Me salvan del apuro las cajitas redondas de Bourjois, ya que me gustan bastante. Sobre todo el Rose d´Or, que es todo un básico, el Rose Frisson que usaba Sarah Jessica Parker en Sexo en Nueva York y el Brun Cuivre, clon del Orchid Rose de Chanel. ¡Siempre nos quedará París!

P.S.: La foto del Luster es de Maryland, la del Madly pertenece a Miss Sir, una forera de Maccounter que no tiene blog, lo cual es una pena porque es sencillamente genial. Por cierto, he ampliado la entrada sobre el dúo Mediterranée de Nars.

sábado, marzo 21, 2009

LLorar en la peluqueria

Dedico esta entrada a mi amiga Conchi Perea, y por supuesto a Meli, de Koupas, autora de mi nuevo corte de pelo.

Sobre este asunto se ha escrito mucho: las catastrofes que desatan los peluqueros al grito de "tú calla que de esto no sabes". De esto puede que no, murmuras, pero de mi pobre ser con ovalo facial más bien redondo, frente algo ancha y pomulos prominentes sé yo mas que nadie, que para algo me miro al espejo todos los días.
Pero el profesional-como-la-copa-de-un-pino continúa erre que erre, inmerso en el sadismo de las tijeras.
Ya lo he dicho más de una vez, pero lo que más me divierte de las revistas de moda es el makimarujeo que me ilustra sobre cómo se pintan, qué trapitos usan y cómo se cuidan las estrellas del astro imperante. En este apartado es Telva la que se lleva todos los premios de la loteria, con esos brillantes reportajes a toda pagina: "este verano, cuatro modelos te cuentan que reciclar, que conservar y en que invertir", o "el armario de... Patricia Conde".
Y si las it girls del momento me provocan a ira con sus sandeces sempiternas tipo "yo lo que hago es beber mucha agua y dormir ocho horas al día", me llenan de envidia cuando dicen La Frase: "Solamente pongo mi pelo en manos de Kuki, del salon Kuki Fernandez-Schmidt, en la calle Velázquez". Aleluya, pienso. Alguien ha encontrado a su coiffeur. Y me imagino a la famosa de turno cruzando a Ekseption en busca de unos pendientes de alto copete, que es la reaccion natural que te embarga cuando sales satisfecha tras varias horas de lavado + corte + color. Los ricos también lloran, y estoy segura de que aunque te llames Natalia Verbeke en algun tiempo remoto habrás sufrido torturas inenarrables hasta dar con tu media naranja peluquera.
Algunas tienen suerte y despues de mucho buscar, encuentran. Yo, por ejemplo. Despues de toda una decada de experimentos atroces, he encontrado a mi coiffeur. Esa que te escucha, te recomienda, se tira a la piscina contigo y comparte sus dudas, "ay Dios, tu madre me mata". Tanta humildad enternece, sobre todo porque lo que sale de sus manos es una obra maestra.
Se llama Meli, de la peluquería Koupas aqui en Sevilla, en frente del Hotel Colón. La primera vez que me entregué a su oficio, hace un par de años, supe que aquello sí era el comienzo de una gran amistad.

jueves, marzo 19, 2009

Poesía (...y maquillaje)

El recital en Cádiz me hacía mucha ilusión. Nada menos que la Universidad de Cádiz. Me llamó Buko, oye que nos vamos,y luego nos invitan a comer. Dije sí, y sólo dos segundos más tarde pensé dolorosamente en mis ocho horas de estudio.
En el tren, Fidel nos lanza la clásica pregunta: ¿qué estáis leyendo últimamente? El temario de la opo, se me ocurre al momento. La semana pasada compré el nuevo poemario de Carmelo, que es profundo y reflexivo. Y me apetece meterle mano de nuevo a Persuasión, de Jane Austen, y a La luz apacible, de Louis de Wolh. Claro que la primera opción es impensable, porque me he puesto por norma no leer novelas mientras duren las oposiciones. Al menos lo de Wohl lo he devorado unas dieciocho veces y sería un simple repaso. Y debo confesar que ayer me dormí con Cuando Hitler robó el conejo rosa debajo de la almohada: tengo que hacerme mirar esta pasión repentina por la literatura juvenil. Así que respondo: El temario y Judith Kerr.
En Cádiz esperan Inmaculada Moreno y Enrique García Máiquez. De nuevo hablando en verso, escuchando versos después de tanto tiempo. Los metapoemas de Enrique dan pie a un sabroso debate sobre metapoesía, ¿creación, reflexión u ombliguismo? ¿El fin último de un poeta es comunicar? Yo diría más bien crear belleza, como el pintor que pinta la lluvia o Inma Moreno recreando el Génesis: a mí también me parecen mágicas las palabras.
De vuelta, ya de noche, enciendo el ordenador y le echo un vistazo rápido al Foro Mac. En la carpeta "Nars", alguien pregunta por el colorete Gina, mi preferido junto con Luster y el primero que me compré, en París, con un dinero que me dieron por haber defendido mi tesis. Así que respondo emocionada, como una metralleta:

Perfecto, yo no sé por qué no se le hace más caso, es el Gran Desconocido. Es mate, y yo adoro los mates, pero al contrario que el Gilda le da muuuucha luz a la cara, sólo que la luz nace del color, no de la textura (brillos purpurinosos etc...) No. Es perfecto para el verano, tan alegre como un zumo de naranja, nada artificial. Parece que has tomada vitaminas y que el sol te ha sonrojado la cara pero sin bronceártela...

Envío el mensaje y tres segundos después una forera responde:

¡¡Qué descripción, parece poesia!!

jueves, marzo 12, 2009

Inventos y descubrimientos

Son las doce y media, puedo descansar un ratito y pienso, pienso en muchas cosas. En lo asombrosos y sobrecogedores que son los poemas del nuevo libro de Carmelo, ahora que no estoy para leer poesía. En lo mucho que estoy necesitando uno de esos aerosoles gigantes de agua termal de La Roche Posay, ahora que mirarse al espejo requiere diez segundos de puro lujo. Y, sobre todo, pienso en las ganas que tengo de escribir sobre cosas frívolas e importantes, por ejemplo la parafarmacia del Corte Inglés.
Sí, la parafarmacia. Después de mi último brote de granitos rojos de irritación hice un juramento: prometí no mirar a la cara a ninguna crema que no viniese convenientemente empaquetada por un farmaceútico. Aborrezco los tarros de Clinique, Clarins y Estee Lauder, pero detesto de igual manera el rollo eco bío de Lush y toda esa recua de aceites esenciales naturópatas que se han impuesto de moda. No señor; no, señor: vida nueva. Me declaro adicta a la parafarmacia del Corte Inglés.

Ahora paso a detallar los productos que han cimentado mi amor, un amor puro y firme, el sublime amor, el desolado amor... Y comienzo con La Roche posay. El agua termal de esta marca es pura magia, un milagro. Y tenemos la magnífica cremita con olor a pera, Toleriane, que hidrata sin engrasar y calma también la piel. Y los protectores Anthelios, la mejor pantalla solar del mundo en tropecientas texturas diferentes.
Después tenemos la marca Grisi con su gel de aloe vera puro al noventa y nueve por ciento del que ya he hablado tantas veces: sólo añadiré que es una maravilla. Y las toallitas desmaquillantes con aloe vera van perfectas para un apuro puntual.
Crema Biopel para los labios: ¡qué gran invento! Y digo para los labios porque para la cara no es buena: contiene petrolatum, lanolina, aceite mineral y aromas. Es un ungüento tipo alquimia que viene en un tubo hermoso: regenera los labios en un abrir y cerrar de boca, suaviza codos secos y es perfecto para zonas irritadas del cuerpo, repito, ¡no del rostro!
Y no hablo de Korres porque merece una entrada para ella sola, pero apunto aquí que también es una marca farmaceútica.

Por último dejo aquí constancia de dos cosas que sigo comprando en supermercados, excepciones a una regla de oro. El hidragel calmante y el tónico multifunción de Carla Royo Villanova, que llevan un 95% de agua de rosas búlgara y son un auténtico bálsamo para pieles cproblemáticas, y el champú sólido de Lush, que limpia el pelo como ningún otro, dándole cuerpo y sacando tirabuzones ¡sin necesidad de espuma!

martes, febrero 10, 2009

Frente al espejo

Lentamente el sábado se va, decía Sole Gimenez con dulzura cortante, y yo cada vez iba quedándome más ronca. Abrí el armario de mi habitación y vi la madeja de libros reflejada en el espejo: nunca estaremos solos. El teléfono maullaba también, gritón y acogedor. Y sonaba el piano, ese piano vecino que presta a mis tardes un doble fondo de realidad, ya lo dije, y me hace sentir como en mi propia casa.
Es el momento perfecto para maquillarme, pensé, aventurando combinaciones. Nadie me espera. Y me dispuse a abrir la bolsita de las pinturas, y a jugar, soñar, imaginar.

Con ayuda de un desmaquillador de ojos suave, salieron de mis manos dos looks diferentes. Para ambos utilicé la prebase de sombras de Art Decó, que es una maravilla barata (seis euros en perfumerías Douglas), y mantiene los colores fijos y vibrantes. También, tres pinceles básicos: uno en forma de lápiz para trabajar con tonos oscuros y trazos precisos, una brocha Smudge para difuminar y un pincelito fino y biselado para delinear. Los tres de Sephora. Y también resulta muy útil tener al alcance de la mano algunos bastoncillos de algodón, para corregir cataclismos.

Para el primer look podríamos utilizar un nombre poético, al estilo de "El resurgir de una sombra". Poético y verdadero: quería probar si con la prebase de Art Decó aguantaría bien una sombra de Mac tan bonita como caprichosa: Deep Truth, un azul oscuro, intenso y escarchado, eléctrico digo yo.

Durante mucho tiempo fue una de mis sombras favoritas, pero empezó a mostrarse difícil y a migrar por todo el párpado: una maquilladora me dijo que los pigmentos azules sufren siempre esa tentación. La saqué del fondo del baúl y la fui depositando con el pincel lápiz en la almendra del ojo, a toquecitos. Esto es algo que aprendí recientemente: cuando una sombra es muy especial y tiene reflejos, (como mi querida Beauty marked de Mac), debes extenderla a golpecitos, sin frotar ni arrastrar.
A continuación descargué el pincel y marqué la esquina externa y la banana con la sombra Knight Divine: gris oscuro con reflejos azules. Y, para que no quedaran cortes de color, difuminé ambas sombras con la smudge.
Aplicando prebase también a ras de las pestañas inferiores, me aventuré a trazar con el pincelito una línea imprecisa de sombra Knight divine. Casi nunca lo hago, me gusta dejar el párpado inferior limpio y evitar así el efecto ojera, pero me apetecía divertirme un poco, y es cierto que un auténtico ahumado requiere ese toque final. Iluminé con una sombra clara, en mi caso con el pigmento Jardín Aires de Mac, el arco de la ceja, y quedó terminado el look.

El segundo podría denominarse "Look Ala de mosca", y combina dos joyas de la corona: la sombra Greensmoke de Mac, un verde oliva ahumado lleno de misterio, y la controvertida Club, color ala de mosca, versátil y tornasolada.

En pocas palabras puedo decir que utilicé los mismos pasos (véase el caso uno, dirían aquí las instrucciones de un manual.) Prebase, Greensmoke en el párpado móvil, Club en la esquina y en el pliegue. Como toque último, me evité la siempre arriesgada acción de trazar una línea a ras de pestañas inferiores con sombra, y utlicé el mágico y mítico lápiz Orpheus de Mac, negro con reflejos bronce/dorados. Fue parte de una colección limitada, pero tenéis un clon baratito en Mercadona: Lápiz nº8 de Deliplús. No sé si la mina será tan deliciosamente blanda y manejable, pero podría valer, y para las nostálgicas siempre nos quedará Ebay.

P.S.: Las fotos pertenecen al blog de Vanesce. Completé ambos looks con la barra de labios kisskiss de Guerlain en tono Peche frivole, un rosa-melocotón que todas necesitáis. Por cierto, la Greensmoke también queda de miedo combinada con una de las nuevas sombras de esta marca, la Nuit, negra verdosa con brillos dorados.

jueves, enero 22, 2009

Cosmética en tiempos de crisis

En estos malos tiempos, me dijo un amigo, lo mejor es abrir una panadería: nadie va a dejar de comprar pan.
Nadie dejará de comprar pan, y ninguna mujer debería dejar de cuidar su piel y, por qué no, su maquillaje. En La luz apacible, Louis de Whol atribuye al inefable Tomás de Aquino un párrafo en defensa de este arte. Y si "pintarse la cara" no era pecado ni en la Edad Media, ahora sería un pecado estético no hacerlo. Toda mujer, incluso la que dice que no se arregla, tiene un arma infalible: no usará fond de teint, pero no sale de casa sin la raya negra en el ojo, o sin depilarse las cejas.
El maquillaje no sólo te hace sentir bien a ti sino que hace la vida más agradable a los demás. Una mujer que se ve guapa no irá por la vida arañando a otras mujeres, y cuando un hombre le ceda el asiento no pensará de él que es un sucio machista, sino que está deslumbrado por su belleza. Somos la mitad de la raza humana que usa tacones y rímmel, y eso nos tiene que servir de algo.

Y, comenzando por el rímmel, diré que existen máscaras fabulosas de Chanel, Givenchy, Estee Lauder y Lancôme, pero que todas tienen un ligero problema: caducan en seis meses. Enseguida empiezan a oler mal, por lo que propongo el primer ahorro del año: no inviertas en la nueva Phenomenon eyes (28 euros) sino en la Great Lash de Maybelline (unos 8 euros): el bote rosa y verde es famoso, lo usan muchas actrices americanas y por algo será.
Segundo paso: vaselina pura. Pero no los tarritos de Gal o Agatha Ruiz de la Prada, que a la larga salen muy caros, no; ve a un herbolario o tienda bío y hazte con un tarro de cincuenta mililitros. En Sevilla, en la Jaboteca (Calle Cuna), me costó a mí unos cuatro euros. Sirve no sólo para hidratar labios, sino también codos, talones, uñas y... ¡contorno de ojos! Una esteticista me dijo que la vaselina era un gran contorno de ojos: no acaba con ojeras, pero hidrata, atenúa bastante las líneas de expresión y previene las patas de gallo.
Siguiendo con esta línea, la mejor "crema" nutritiva, regeneradora y antiarrugas es el aceite de rosa mosqueta: dicen que es caro, pero el de Marnys, que es puro, no llega a los siete euros. Y siempre quedarán marcas como Olay y Deliplús: de esta última recomiendo su agua de avena, el mejor tónico para piel grasa e incluso sensible, a pesar de que al alcohol sea uno de sus ingredientes. Siempre tendrá menos alcohol que los tónicos de Clinique, y cuesta tres euros en vez de veinticinco.
Otro tónico buenísimo es el agua termal de Avene, y si tu piel es seca, el agua de rosas de Cuve, en farmacias, cuesta también cuatro euros.
Una base de maquillaje para tiempos oscuros: el fond de teint pinceau de Bourjois. Es el clon de la ya mítica base de YSL, sólo que mejorada, ya que es libre de aceites pero muy confortable. Y de larga duración: incluso la recomendaron en la revista In Style hace unos meses... Cuesta unos quince euros.
Sombras de ojos para no arruinarse: las de Art Decó. Si tienes cerca una perfumería Douglas, ¡corre hacia ella! Por cinco euros tienes clones de las sombras de Mac, y la calidad es buena. La 262 es muy parecida a la mítica Parrot, un azul turquesa loro; la 245 me recuerda a la Sumptuose olive, un verde oliva brillante; y la 92 es un clon aceptable de la preciosa sombra Shale, un malva grisáceo. Y la base de sombras de esta misma marca no te la puedes perder: cuesta seis euros y pico y logra mantener tu look todo el día, puedo asegurarlo.
Adaptando el lema de Francois Nars, también yo puedo decir: diviértete, sólo es maquillaje... barato.

viernes, noviembre 21, 2008

Lavanda en tiempos de crisis

Siempre me ha gustado el olor de la lavanda. En verano, a pie de monte, recogemos racimos de espliego, lo dejamos secar y adornamos con él cualquier rincón de nuestra casa de piedra. Y las habitaciones huelen siempre a flores moradas y salvajes. Mi tía deja también jabones entre la ropa blanca de los armarios, y los dormitorios huelen entonces a jabón, a limpio.
También me gusta el color de la lavanda. Ese azul casi morado, como de cielo de verano por la noche, me trae recuerdos de la hora violeta, de cómo se encendían una a una las farolas en las noches larguísimas de mi niñez.
Me atraen los olores cítricos para despertarme, y la lavanda, el talco, el olor a bebé para relajarme. Por eso me pareció una propuesta muy interesante la de Telva, cuando sugirió un baño aromático a base de aceite de lavanda, de naranja dulce y de bergamota, los tres de Sanaflore. Y supongo que esos mismos aceites esenciales pueden servir también para inventar nuestro propio perfume, mezclando varias gotas en medio litro de agua y medio de alcohol: imagino que a eso se refieren cuando hablan de "base de alcohol en agua".
Una opción mucho más fácil es comprar la colonia Dulces sueños de Johnson´s baby, que no llega a los cuatro euros y huele a lavanda y a talco a la vez. Y, si tienes cerca una perfumería Douglas, esta navidad podrás hacerte con la fragancia Baby de Harayuku Lovers, la línea de Gwen Stefani con el delicioso envase de estética "lolita japo". Creo que saldrán por veinte euros, un precio bastante razonable. Sin embargo, el bote de colonia Johnson´s tiene también su poesía, una lírica escondida de sábados en supermercados y lavanda en tiempos de crisis.

miércoles, octubre 29, 2008

Entrada sobre Maquillaje para Koizumi y Pablo


Voy a tener que automedicarme con dos o tres meses de austeridad, porque últimamente no he parado de comprar o recibir todo tipo de maquillajes de mis dos marcas favoritas: Mac y Nars. Es verdad que casi todo han sido regalos, pero yo misma he puesto cara de perro flaco y bizco para conseguir esos regalos.
Perdí mi colorete Gina, sí, ese que compré en Paris y era el mejor del mundo mundial, en una boda en Málaga. Y mi padre estaba en algún lugar de Europa y podía conseguirlo. Así empezó todo.
En la boda de Pablo me enteré de que iba a viajar a Nueva York, donde los Múltiples de Nars son unos doce euros más baratos que en nuestras deprimidas tierras. No pude evitar encargarle el South beach, una barrita color melocotón bronce que sirve de colorete, iluminador o incluso sombra de ojos. Y de paso, el tan celebrado labial Dolcevita.

Y, de repente, surgió el delicioso viaje a Madrid. Había que visitar la calle Fuencarral, aunque me sugerí a mí misma unos sorbos de cordura. Me parece que una sombra de Nars se llama así, Cordura, pero ése es otro tema.
Lo fascinante de mi semana madrileña, aparte del aroma a lápices en la Biblioteca Nacional, fue que pude conocer a Koizumi en pleno rapto cosmético. Ella tuvo la feliz culpa de que comprase mi primera barra de labios rosita, un color que antes odiaba. Se trata del labial Angel, un rosa angelical y tierno, que tira más a bebé que a chicle, Deo gratias.
También compartió conmigo dos pigmentos de Mac, el Tan y el Green Brown, por el místico método de comprar unos tarritos de plástico en Muji y realizar un trasvase. Gracias a Dios el polvillo de los pigmentos no era blanco, porque si no, nuestros trapicheos habrían terminado en comisaría.
Todo fluye, dijo un filósofo. En el Starbucks coffee, Koizumi y yo dejamos correr las horas. Había traído sus "potis" de Nars, de los que sin duda prefiero el Lacquer Eros y el colorete Luster: son dos joyas del maquillaje. Y nos dieron las diez, y las diez y media. Ambas recordaremos aquella tarde.

El colorete Gina llegó sano y salvo a mi casa, gracias a mi padre. Es un melocotón que algunos definen como "mandarina", que alegra toda la cara iluminándola pero sin recargar, porque es mate. Y ayer se cerraba el ciclo "navidad en pleno otoño": Pablo me trajo su regalo neoyorquino en otra tarde inolvidable.

La textura del Múltiple me ha sorprendido y fascinado. Pensé que iba a ser en crema, como los Cream color base de Mac que parecen nocilla, pero no es así. El South Beach realmente tiene acabado polvo y textura polvo: no es nada graso.
Y el color... es un milagro: ni melocotón puro ni bronce puro sino una mezcla de ambos matices, el brillo que aporta no es de purpurina sino de "efecto mojado". Y no se parece en nada a los típicos bronzers, por lo que puedo darle uso en invierno. Como colorete es precioso, y como sombra realza la magia del pigmento Tan. Aquí os dejo una foto borrosa, (creo que se me da mejor describir que fotografiar...)

El Dolcevita también me ha sorprendido. En primer lugar, la textura no es tan seca como yo temía, ni huele a cera o a petróleo. No es ni color labio nude ni rojillo "boca mordida", como había leído yo muchas veces: es un rosa muy natural, que tira a frambuesa y que sublima el tono del labio, sin que parezca mordido ni desnudo. Me gusta, pero aún más me gusta el Lacquer Eros, que sí se puede definir como rojo labio mordido y que en una foto bastante fiable de Koizumi se ve así

(Por una vez, las dos primeras fotos son mías. El bodegón ha salido nítido y el "chuache", borroso: ignoro la causa. Es un símbolo de algo pero no sabemos de qué.)

viernes, octubre 17, 2008

Infusión de caléndula


Como lo oyes. Que sí, que la caléndula es antiirritante. ¿Algo más, bonita?
Estoy detrás del mostrador, mirando con éxtasis los tintineantes frascos de cristal, potitos Bledina, aceite de argán, emulsión cincuenta más de Avéne. Me entusiasman las parafarmacias y ésta atesora un atractivo único: la línea de montes que divisamos tras el amplio ventanal. En la puerta, un cartel en vasco y en castellano dice: botiquín de Maestu. Y la farmaceútica, con su bata blanca y los zapatos de tacón alto, ha pedido a Santa Cruz de Campezu todo un lote de productos de Weleda y Caudalie.
Yo venía por un tubo de Biopel. Espera un momento. Mientras oigo sus pasos por la trastienda canturreo un poco. Intuyo el frufru del papel cebolla, envolviendo la caja de cartón. Y miro el bote de crema de caléndula, y los desodorantes citrus cien por cien naturales. No tienen sal de aluminio. A través de la ventana abierta me llega el olor de la hierba segada. Un hombre con mono azul entra en la farmacia. Huele a sudor limpio, tiene briznas verdes en la piel.
Ya está aquí. Tres con ochenta y cinco. ¿Y agua thermal de La Roche Posay tiene? No, pero tengo el agua de Caudalie, que es muy rica. Me la llevo.
Caudalie, marca de parafarmacia francesa que ha sido pionera en la Vinoterapia. Debí imaginármelo. En el bote aerosol puedo leer: Eau de Vigne. Y en alguna parte de la etiqueta: cincuenta por ciento Sauvignon. Huy. Llego a casa y me rocío la cara con ella, y entonces toda mi piel y la habitación entera desprenden un aroma de bodega en el mes de octubre.
Tendré que probar la infusión de caléndula.


P.D.: La foto es de Maestu, la encontré por internet.

viernes, octubre 03, 2008

Curso de Maquillaje en Mac

Me sentaron en una silla alta, muy alta, como de estudios cinematográficos. Frente al espejo encendido la chica me preguntó que cómo quería el maquillaje, si sofisticado o natural. Lo quiero natural, le dije, pero con ojos ahumados, si puede ser en azul. Nos reímos ambas ante mi paradoja.
En la mesita iba colocando, uno a uno, los botecitos que iba a usar conmigo, como en un ritual, mientras bisbiseaba. Esto, lo otro... Quiero probar el Prep + Prime con factor cincuenta, sugerí. Ya, ya pensaba ponértelo.

El curso es individual, durante una hora dispones de una maquilladora solita para ti. Ella te pinta media cara impartiendo consejos y tú debes pintarte la otra mitad emulando su depurada técnica. Es agotador, divertido y fascinante.
Todo comenzó con el contorno de ojos. El de Mac tiene cafeína (ingrediente de moda en el cuidado de la piel), y promete un efecto flash que cumple con creces. Tras una crema hidratante sin aceite, aplicó el deseado Prep + Prime con pincel. Se trata de un primer, es decir, un producto que prepara el lienzo para trabajar en él, matiza brillos, rojeces y líneas de expresión. Aún no me he vuelto tan pija como para que estos cantos de sirena me tienten, pero es que este preparador de Mac es a la vez un protector solar muy alto, de textura translúcida y ligera, que no deja la cara blanquecina. Es el milagro que yo necesitaba.

¿Qué he aprendido en esta lección magistral? A utilizar los pinceles: trazos cortos y precisos en el corrector, suaves y largos en la base. A aplicar menos cantidad de la que yo solía usar. A elegir los colores adecuados para borrar ojeras.
Yo no padezco de este mal, afortunadamente, pero para que mi reportaje fuera completo, le pregunté. Me dijo que para ojeras azuladas van bien los pigmentos amarillos, pero que si el tono del párpado inferior es más bien gris, se necesita un corrector naranja. Sí, naranja. Ya se lo había oído a Flopsy, una maquilladora del foro Vogue. Pude confirmar una vieja idea mía: está prohibido poner corrector verde en la cara. Siempre queda raro. Las rojeces se neutralizan con pigmentos amarillos.

En mis ojos mezcló dos sombras que ya tengo, porque me encantan, así que me enseñó a sacar partido a mis propias pinturas. Difuminando un azul eléctrico en la esquina externa y un gris plata en todo el párpado móvil y trazando con la mítica Carbón una raya a ras de pestañas consiguió el look smokey blue que yo estaba buscando. Ella bajaba los ojos para trabajar y yo debía mantenerlos abiertos: nos mirábamos. Llevas puesta la Satin Taupe, ¿verdad? ¿Cómo lo sabes? Bajé la vista como una colegiala: es mi sombra preferida, la primera que compré. Aquellas navidades en Madrid...
También he aprendido algo en el manejo del colorete. Con la brocha en diagonal, comenzando casi en la oreja y difuminando mucho, logró que pareciera que el rubor me nacía bajo la piel. Usó un colorete precioso, el Dame: rosa apagado y muy favorecedor.

Mientras volvía a casa en autobús me sentía cómoda, no disfrazada. Y la luz entraba a raudales. Y nadie se quedó mirándome, porque no era para tanto, pero un chico me sonrió. Era lo que yo quería.

viernes, septiembre 12, 2008

Estuve en Fuencarral


Es cierto, estuve en Fuencarral. Es curioso lo que pasa con algunos planes: de tanto pensarlos y amasarlos en tu cabeza crees que nunca sucederán. Y ocurren de pronto, al pronto, cuando casi te habías olvidado de ellos.
He soñado con la calle Fuencarral desde que me hice adicta a las sombras de Mac y desde que olí por vez primera el bodymilk de vainilla y canela de Korres, pues ambas marcas míticas han instalado allí sus buques insignias, tiendas para perderse. Tenía una tarde libre en Madrid, Ekseption ya no vende Nars (me quedé sin probar el colorete Luster y el labial Dolce vita), y casi sin pensarlo, estaba cerrando la portezuela de un Taxi.
Fuencarral, ¿qué número?, pregunta el taxista. Ah, no sé, es donde están muchas perfumerías. El hombre se vuelve hacia mí con un poco de zumba en los ojos. Oye, yo no sé nada de perfumerías, y la calle Fuencarral es muy larga... Pues me deja en un extremo y ya investigaré. La recorro. Me viene bien andar. Le veo sonreír mientras murmura: mujeres... Se lo he puesto fácil.
La tienda profesional de Mac es más pequeña de lo que pensaba, pero tiene de todo. Es perfecta para cotillear: allí me entero de que, afortunadamente, van a dejar estable la colección de sombras minerales que no he podido ver. Llegará en octubre para quedarse. Me mancho llos labios con las barras Plum Dandy y Freency, y al final no me decido por ninguna de las dos. Pruebo en vivo y en directo los pigmentos famosos: son demasiado sofisticados para mí. Aunque me tienta uno plateado y otro azul noche, Naval blue. Muy bonito, pero no sabría utilizarlos. Paso de largo por el mostrador de las bases, detesto los maquillajes fluídos de Mac. Termino comprando una paleta de cuatro sombras "personalizada": tú eliges las que quieres. Pedí un clásico, Knight divine, un azul profundo y eléctrico, Deep Truth, y dos tonos de moda en este otoño: Silver ring y Honey lust, oro y plata.
En Korres me esperaba una sorpresa: los lápices de ojos, a ocho noventa, más baratos que en Bourjois. Pensé que una firma de cosmética natural, griega y de culto, iba a ser mucho más cara. Me llevé uno solo porque soy una niña buena: un verde oliva precioso, y de larga duración. No sé cómo me contuve. Me regalaron una muestra de la crema de cristales de azúcar, que es suave y sedosita, hidratante pero no grasa. No sé si es casualidad o la combinación con el gel de aloe, pero me ha solucionado el desastre que produjo en mi piel la mezcla de verano más antibióticos.
Volveré, volveré, no me hagas sufrir. He de volver, pero tengo que partir*.

(*) Es la letra de una canción, creo. La canta mi madre cuando regresamos al Sur.

domingo, julio 13, 2008

Lo prometido: entrada frívola sobre cosmética. Cremas para el verano

Necesito una crema que cuide mis pobres codos, resecos de tanto estudiar. También quiero que huela bien y perdure, porque la mayoría de perfumes tienen alcohol y es cierta la ecuación Sol + Alcohol = Fuego.
Con estas dos premisas comencé mis investigaciones.
Primer escalón: La Leche hidratante de Avena de los supermercados Más. ¿Cuál es el veredicto? Bueno, cuesta tres euros y huele realmente bien, entre vainilla y almendra, es decir que como "colonia" de verano funciona, pero... no hidrata lo suficiente las zonas difíciles (codos, rodillas, talones.)
Segundo escalón: Me dieron en el stand de Revlon una muestra generosa de la crema perfumada de la fragancia Weekend, de Burberrys. ¿Resultados? Esta cremita color natilla es una gozada: hidrata, suaviza y nutre la piel, dejándola aterciopelada. Además puede comprarse independientemente del perfume, vale veinte euros un tubo más bien grande. Peeero... no me gusta el aroma, huele a viejuna. Así que estiraré la muestra, ya que me la aplico sólo en codos y luego incluso ¡me lavo las manos!
Emprendo ahora la conquista del tercer escalón. Creo que me decidiré por la Manteca corporal de coco de The Body Shop, que huele maravillosamente a verano y es tan densa que debe nutrir bien.
Cada vez me gusta más The body shop: sus sombras nada tienen que envidiarle a Mac, (excepto la variedad y originalidad, claro) y cuestan cinco euros menos. Recomiendo la 32, color chocolate, y la 35, color lavanda. Ambas tienen acabado como de terciopelo, que las hace muy manejables. Incluso puedes ponértelas con los dedos y jugar a tizas de colores...
Las fanáticas de Mercadona me recomendarán la leche de almendras de Deliplús. He llegado a cogerle un poco de manía a esta marca: casi todo lo que venden es feo y deprimente. En Mercadona todo lo arregan a base de Paraffinum liquidum. Tuve el aceite de Aloe vera y pringaba mucho, pero mis codos siguen igual de resecos.
Son los eefectos colaterales de la tesis, me dices, sonriendo.

P.S.: La foto de productos de tbs es de Adegea, la he tomado de su blog "Macedonia vital"

viernes, junio 06, 2008

Pop + Bronce = Verano

En los años ochenta, los de mi niñez, estaba muy de moda Don Algodón entre las niñas pijas y se estilaba un maquillaje "de nubes", con sombras en azul cielo, rosa bebé y amarillo pop. En los minimalistas noventa crecimos y todas juramos que aquello era una ñoñería muy hortera, pero los colores flúor vuelven y la estética pop se tiñe de nostalgia. Se convierte en un grito de alegría, una llamarada naranja en los labios y amarilla en los ojos.
Somos las que usábamos walkman, las que escuchábamos a Michael Jackson cuando era el amo de la pista. Somos las que veíamos Fragel Rock, las mismas que suspirábamos por el rubio de A-ha o el castaño de Wet wet wet. Las que contemplábamos los vídeos aquellos en los que Jason Donovan buscaba a Kylie Minogue en un paisaje de palmeras.
Quizás comprarse una sombra amarilla hoy sea como entonar un himno. Por eso hago mi peculiar homenaje a los ochenta proponiendo un look para el verano, por supuesto de Mac.
En los ojos, podemos aplicar en todo el párpado la sombra Goldmine (dorada amarilla), y combinarla con Sumptuose olive (verde dorada) a ras de pestañas y en la esquina externa del párpado móvil. Como estamos en verano, aplicaremos un colorete melocotón-bronce, el Sunbasque.
En los labios, las más atrevidas pueden encarnar el flúor power con la barra CB96, naranja con reflejos dorados. Si no te atreves, si no te parece natural, te doy otra opción: el gloss Pink Grapefruit de la colección de verano. Como su nombre indica, es entre rosa y naranja, alegre pero correcto.
Así preparo yo el escenario de un verano pop: bolsa de playa color naranja ácido, fanta de naranja Zero y tank tops llamativos para sudar un poco con el método Curves.

domingo, junio 01, 2008

Compacto con ginebra azul

Se rompió en mil pedazos mi sombra de Mac preferida: Satin taupe, marrón grisácea, la justa medida entre una mirada limpia y unos ojos ahumados...
Resbaló al impecable suelo de vinilo blanco de la biblioteca. Pensé cantarle un réquiem y reunir dieciséis euros para conseguir una sombra nueva, pero de pronto recordé unas instrucciones para compactar sombras rotas que había leído en el blog de Paupe, Beauté a porter..
Se necesita un palito, alcohol, un pedazo de cleenex y una moneda. En casa de sons, reunidas en la cocina en torno a la sombra, íbamos recolectando los ingredientes cuando nos dimos cuenta de que no teníamos alcohol de noventayséis grados. La botella de Bombay Saphire nos presidía desde la alacena...
La sombra ha queddo bien. Una heroica grieta la surca, y un ligero aroma a ginebra habla de nuestra andanza nocturna. "Huele a fiebre de sábado noche", nos dice Chus: "alcohol y maquillaje."

lunes, mayo 26, 2008

El rito de los tres algodones

Llueve. Con la humedad, el pelo se hincha y alborota, rebelándose y haciéndome añorar un corte a lo garçon. La visita al peluquero incluiría, ya que tanto atrevimiento necesité para cortarlo, un tinte cobrizo pelirrojo, y un set de pecas artificiales para distribuir sobre mi cara. Pero no es el momento.
Para qué engañarnos, me favorece más el pelo largo y rubio. Intento domarlo recogiéndolo en una coleta, porque aborrezco los bálsamos, ceras de peinado y demás enjuages que sólo sirven para ensuciarlo más y más. Mi política es champú dos en uno, o tres en uno o cuatro en uno, pero champú a fin de cuentas, vamos, un bote por lavado. Y luego, aire libre.
La piel es otra cosa. Como soy la contradicción en persona, para la piel no me importa usar cuatro cremas diferentes, cada una con su función bien definida. Al gel de aloe vera y la pantalla solar, viejos conocidos, añado ahora el descubrimiento del año: la línea de agua de rosas búlgara de Carla Rollo Villanova. Es sencillamente buenísima para pieles sensibles o problemáticas. Yo tengo el tónico multifunción y el hidragel calmante, y son droga dura. Calman, hidratan y miman la piel sin aditivos raros, olores fuertes o texturas grasas, que hoy por hoy son mis tres enemigos cosméticos.
Por la noche empiezo ante el espejo el rito de los tres algodones, haciendo masajes en el rostro primero con un desmaquillante (la loción micelar de Vichy, por ejemplo), luego con el tónico de rosa búlgara y luego con "una nuez" de gel de aloe. Tras el rito, mi cara está limpia y puedo aplicar el hidragel calmante, unas gotas de colonia en el cuello y a dormir, a ver si soñando se me ocurre algo poético para resucitar este pobre blogg.

domingo, abril 20, 2008

La decepción

Si eres mujer y estás en edad comprendida entre los quince y los ochenta y cinco, te será familiar esta deprimente escena:
Te acercas a tu perfumería en busca del champú, cosmético o perfume de siempre, el que usaba tu madre, el que te recomendó tu amiga a los dieciséis años, el que descubriste viajando a Cuenca. Y de repente no está. Y de repente lo han retirado o, algo aún peor, lo han reformulado (¡cómo les gusta esta palabrita!) y no te gusta nada la nueva fórmula. Y te sientes insoportablemente frívola, pero se te rompe el corazón. Adios suaves reflejos a la camomila. Adios bronzer natural y a la vez brillante. Adios aroma sutil de madera, corazón de vetiver y salida fresca de bergamota. No se ha terminado un simple frasco, acaba una época de tu vida. Y si rondas la treintena, el adios se convierte en una pregunta inquietante sobre tu supuesta y cuestionada juventud.
A mí me ha ocurrido en tres ocasiones. Primero fue mi barra de labios favorita: Pour la vie de Bourjois, en tono Peche juteuse. Era un color melocotón luminoso, ni muy frío ni muy cálido, es decir, entre naranja y rosa. Lo llevé en las bodas de mis primas y en un millar de lunes cotidianos. De pronto retiraron esa colección, y yo me quedé huérfana de color y metida de lleno en una búsqueda del lipstick perfecto que aún no ha terminado. Y dejaron de fabricar un botecito de colonia de The Body Shop, que se llamaba Citrella y olía a pomelo y a naranja chispeante. Pero ésto último lo puedo perdonar, porque gracias a esa pérdida descubrí el perfume Aqua Allegoria Mandarin Basilic de Guerlain, el must have más glamouroso de mi neceser.
Hace unos meses Benita me hizo una pregunta sobre cremas solares, que deben ser su cosmético de cabecera. Y sin dudar dije: Avene no, ¡Isdin! Pues ahora digo que, aunque el de Avene no sea perfecto, es lo mejor que tenemos, ya que el gel extrem uva de Isdin ha pasado a mejor vida. Me encantaba ese fotoprotector solar: era realmente ligero, realmente eficaz y olía a bodega en el mes de octubre. La nueva fórmula promete "tacto ligero", pero obstruye los poros, provoca alergia, blanquea la piel y huele a zanahoria.
A lo mejor decidieron "mejorar" la fórmula el mismo día en que yo cumplía treinta años.

viernes, marzo 07, 2008

Fafi: naranja suave, dénim y verde lima

Hoy tuvo lugar la anunciada sesión de maquillaje en el stand de Mac en el Corte Inglés, al terminar mi segunda semana de trabajo. He probado el colorete Hipness de la colección Fafi: bonito, pero no tanto como para tentarme, como dijo Darcy en el primer capítulo de Orgullo y prejuicio.
Luego me han manchado los labios con una barra chulísima: se llama Flash´n dance y la recomiendo vivamente. De hecho no me suelen gustar los labiales rosas, pero éste me parece maravilloso, ya que no es el típico rosita baby doll (enemigo a la vista, huyamos despavoridos...), ni tampoco un fucsia de neón de bar en Las Vegas. Tiene un color vivo, fresco, que da alegría sin resultar llamativo. Como de haber comido fresas en el campo.
En todo el párpado aplicaron el Paint Bare Canvas: una base de sombras en tubo, color champán, que consigue que las sombras queden fijas, no se cuarteen, no aparezcan rayas etc... También lo recomiendo. Utilizaron después la paleta eyes 2. Yo tenía los ojos semicerrados, e intuía cómo difuminaban sobre mí distintas sombras con varios pinceles. Parecía el juego del veo veo con misterio y sorpresa al final. Al mirarme al espejo "vi" un degradado perfecto en verde lima, naranja suave y azul: un azul desteñido, como de blue jean, borraba de mis ojos el cansancio de toda la semana.