Siempre que vuelvo a Logroño sigo un ritual de caminos, una ruta iniciática que me hace ahondar en los mismos pasos. Me gusta escuchar Misa en la Iglesia de San Bartolomé, románica y silenciosa, y caminar luego por Portales, entre comercios de los años veinte y tiendas nuevas, árboles, violines, palomas y la Redonda al fondo. Las plazas de provincias del Norte tienen un aire de ciudad atemporal de puro vieja y conocida, entre vintage y de postguerra, ciudad de invierno a pesar de Julio. Esa bruma que presagia tormenta, al doblar la tienda de los sombreros, me trae el olor de las piedras más antiguas.
El tercer punto sagrado de este cuadrilátero lo forma la perfumería Idoia, en la calle San Antón. Las perfumerías del Norte son tiendas todoterreno y elegantes a la vez, y venden una mezcla de colonias, maquillaje y bisutería buena. Entran dos señoras pidiendo un pastillero o un dosificador de perfume, y luego una chica de quince años que viene a comprar una cinta para el pelo. Y yo, que vengo buscando los labiales mate de T. Leclerc. Porque en Idoia se pueden comprar productos de esta marca francesa, de envases retros y olor a polveras de la abuela, "productos de tocador". Sus polvos sueltos son los más finos del mercdo y un must have de muchas famosas, su barra líquida mate en tono "secret" tiene el matiz rosa apagado que yo buscaba.
A eso de la una llego a la librería Castroviejo. Huele a madera. Repaso en las estanterías la colección de El Acantilado, los poemarios de Pre-textos. Leo al azar trozos de novelas de Carmen Martín Gaite. El dueño me sonríe y dice, "las novedades de La Veleta están en ese rincón". Y yo pienso, "qué bueno es haber llegado".
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jueves, julio 24, 2008
viernes, mayo 09, 2008
Siempre llueve cuando compro un poemario
En la feria del libro de Sevilla sólo busco una cosa: la caseta de la librería Renacimiento. Y, en ella, el cajoncito de cartón repleto de poemarios que compro por cuatro cincuenta, cinco o seis euros, no más. Me siento como un mendigo revolviendo en un contenedor, pero lo que yo me llevo a casa son auténticos tesoros. Así conseguí hace años las Canciones del alba.
Este año se me fueron los ojos a las portadas con rombos de colores. No sé por qué, pero me alegran la vida. La felicidad es algo extraño, y a veces se concentra en un vaso de cocacola, con los hielos cantando su canción. En Pampaluna la vista de los autobuses urbanos me llenaban de una felicidad intensa e inexplicable. Y la lluvia puede producir tristeza o júbilo dependiendo de qué. Nadie lo sabe.
Compré la antología de Rudyard Kipling traducida por Benítez Ariza: es importante el detalle de quién traduce, porque leyendo Lepanto, una puede disfrutar alternativamente (páginas pares o impares) de Chesterton o de las versiones en español. "La novedad", por ejemplo, tiene el toque Máiquez, de alegría con sol, mientras que "El último disfraz" tiene el toque Cabanillas, de alegría reflexiva, noche y embrujo.
Ayer decidí buscar en el baúl de cartón el poemario de Salvago, Volver-lo a intentar. Y me puse a leerlo en el tranvía, acordándome de Girondo. En la calle abrí el libro de nuevo. Llovía. Un par de gotas salpicaron el verso "y me la fue vistiendo de hermosura". Llovía como en navidad, como en las páginas de Para siempre.
Este año se me fueron los ojos a las portadas con rombos de colores. No sé por qué, pero me alegran la vida. La felicidad es algo extraño, y a veces se concentra en un vaso de cocacola, con los hielos cantando su canción. En Pampaluna la vista de los autobuses urbanos me llenaban de una felicidad intensa e inexplicable. Y la lluvia puede producir tristeza o júbilo dependiendo de qué. Nadie lo sabe.
Compré la antología de Rudyard Kipling traducida por Benítez Ariza: es importante el detalle de quién traduce, porque leyendo Lepanto, una puede disfrutar alternativamente (páginas pares o impares) de Chesterton o de las versiones en español. "La novedad", por ejemplo, tiene el toque Máiquez, de alegría con sol, mientras que "El último disfraz" tiene el toque Cabanillas, de alegría reflexiva, noche y embrujo.
Ayer decidí buscar en el baúl de cartón el poemario de Salvago, Volver-lo a intentar. Y me puse a leerlo en el tranvía, acordándome de Girondo. En la calle abrí el libro de nuevo. Llovía. Un par de gotas salpicaron el verso "y me la fue vistiendo de hermosura". Llovía como en navidad, como en las páginas de Para siempre.
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sábado, marzo 08, 2008
Mañana de sábado

Encuentro unos cuadernitos perfectos para el bolso, rayados y en azul marino. Moleskine, los legendarios cuadernos que usaban Hemingway y Picasso.
Últimamente me ha dado fuerte por el color azul, que ya me gustaba en sus tonalidades agua, lavanda, turquesa y noche, pero ahora prefiero en tono marinero y azul gastado, dénim lavado o navy. El turquesa es un color muy versátil, según el matiz me entusiasma o me horroriza, puede ser un brocado en un palacio francés o un collar de cuentas de plástico del bazar chino. Qué horror, tendré que tomarme la temperatura al llegar a casa, pienso cosas muy raras.
Y todo eso mientras pago el moleskine, cuatro noventa. No, yo no es por Hemingway ni mucho menos por Picasso, es que tiene el tamaño perfecto, y luego el nombre que es muy chic, tener un Moleskine me acerca un poco a Carrie Bradshaw en sus días de gloria.
En la acera hay naranjos, estamos en Sevilla. Huelen a calor sin hacer calor aún, por eso me gusta tanto el mes de marzo. Huelen a colonia de Guerlain, mandarina y albahaca, a barra de labios flash´n dance, que en la página web americana de Mac se describe como intense tangerine with pink pearl.
El naranja y el rosa fuerte se unen en mi mente como un grito de alegría, y me apetece de pronto ir al parque, comprar un par de globos y beber fanta de naranja bajo un toldo de rayas azules y blancas, mientra leo a Wislawa Szymborska.
martes, diciembre 11, 2007
Libros
Descubrí en un recital al poeta granadino Rafael Juárez. En la copita que sigue al acto poético, José Julio Cabanillas me recomendó un poemario suyo, Para siempre, para luego decirme con un poco de sorna que no lo iba a encontrar, "está en la Veleta"... Ya veremos. Este puente me escapo a Logroño, y en Logroño me espera la librería Castroviejo...
Llego y hace frío. La parte vieja de la ciudad me enseña sus luces y sus árboles desnudos, el suelo de piedra antigua. Callejas y tiendas de caramelos: caramelerías. Y té, y especias. Y sombreros. Tiendas bajo los soportales con nombres solemnes, "ciudad de Londres", "Nueva antiqua". Portales despintados, "Tebriz". La calle San Juan y Castroviejo, con música india y gente que busca libros. Gente no, personas. Una madre con dos bebés, un campesino que tras comprarse un libro iba a acudir a la manifestación por los viñedos...
Oiga, ¿tienen un libro de Rafael Juárez que se llama Para siempre y que se publicó en La Veleta? El hombre me mira. No me mira con cara de "de dónde ha salido ésta" porque ya me conoció en verano. Con tristeza me dice qué va, qué más quisiera yo, ya sabes que la Veleta... Sí, ya sé que Andrés Trapiello no reedita. Pues si no lo encuentro aquí, en ningún sitio... Sonríe y mira, ¡por si acaso!, en el ordenador. Un minuto. Aquí dice que hay un ejemplar. Todo se ilumina. Todo menos él, que tras buscarlo y encontrarlo, con un deje de pena comenta, casi no te lo vendo, me lo quedo yo.
Por favor...
Y te lo vas a llevar por once euros, canalla.
Tu tienda es la mejor del mundo entero.
En la calle hace frío. Cruzo dos calles, he quedado con mi tía Carmen en una esquina. No viene. Decido sentarme en un banco para abrir el poemario, no tenía tanta urgencia por leer un libro desde que compré En lugar del mundo. Empieza a caer un tímido sirimiri norteño, como pidiendo perdón porque llegue diciembre. Y yo consigo cerrar el libro, antes de que "aquella casa de habitaciones claras" se diluya entre las gotas.
Llego y hace frío. La parte vieja de la ciudad me enseña sus luces y sus árboles desnudos, el suelo de piedra antigua. Callejas y tiendas de caramelos: caramelerías. Y té, y especias. Y sombreros. Tiendas bajo los soportales con nombres solemnes, "ciudad de Londres", "Nueva antiqua". Portales despintados, "Tebriz". La calle San Juan y Castroviejo, con música india y gente que busca libros. Gente no, personas. Una madre con dos bebés, un campesino que tras comprarse un libro iba a acudir a la manifestación por los viñedos...
Oiga, ¿tienen un libro de Rafael Juárez que se llama Para siempre y que se publicó en La Veleta? El hombre me mira. No me mira con cara de "de dónde ha salido ésta" porque ya me conoció en verano. Con tristeza me dice qué va, qué más quisiera yo, ya sabes que la Veleta... Sí, ya sé que Andrés Trapiello no reedita. Pues si no lo encuentro aquí, en ningún sitio... Sonríe y mira, ¡por si acaso!, en el ordenador. Un minuto. Aquí dice que hay un ejemplar. Todo se ilumina. Todo menos él, que tras buscarlo y encontrarlo, con un deje de pena comenta, casi no te lo vendo, me lo quedo yo.
Por favor...
Y te lo vas a llevar por once euros, canalla.
Tu tienda es la mejor del mundo entero.
En la calle hace frío. Cruzo dos calles, he quedado con mi tía Carmen en una esquina. No viene. Decido sentarme en un banco para abrir el poemario, no tenía tanta urgencia por leer un libro desde que compré En lugar del mundo. Empieza a caer un tímido sirimiri norteño, como pidiendo perdón porque llegue diciembre. Y yo consigo cerrar el libro, antes de que "aquella casa de habitaciones claras" se diluya entre las gotas.
viernes, agosto 31, 2007
Libros, confitura de tomate y uvas de vendimia
Desayuno en casa de Ana. Con cada una de mis tías tengo un rito, un rito de paso que me acerca a ellas. Con Ana hago collages, me tumbo en el sofá de piel y comemos uvas negras, pequeñas. "Son de las de vendimiar". Y la mermelada es de tomate. Salimos al casco antiguo y me enseña tiendas raras, de cajas de té.
Y la mejor librería del mundo: la he encontrado hoy, en Logroño. Hay una tienda recóndita muy cerca de Portales (su plaza de corte antiguo, con la Redonda al fondo, como de tarde con lluvia en Venecia.) Se llama Castroviejo y es la joya de los siete mares, ¡tiene de todo! Y en formato pequeño, con estanterías y mesitas. He encontrado libritos de La Veleta, Renacimiento, Pre- textos. Y la colección entera de Valdemar. Y El acantilado. Mis editoriales preferidas. Libros para amar, para oler, para doblar sus páginas o guardarlas como se guarda una cubertería de plata en un arcón. Prosas de Andres Trapiello, cuentos victorianos, una novela de Jane Austen. Olían a mar y a tierra, a manzanas. Castroviejo olía a tardes en el fondo inmenso de un sillón. Volveré, le dije, cuando por dentro bailaban otras palabras, "no quiero marcharme".
Y la mejor librería del mundo: la he encontrado hoy, en Logroño. Hay una tienda recóndita muy cerca de Portales (su plaza de corte antiguo, con la Redonda al fondo, como de tarde con lluvia en Venecia.) Se llama Castroviejo y es la joya de los siete mares, ¡tiene de todo! Y en formato pequeño, con estanterías y mesitas. He encontrado libritos de La Veleta, Renacimiento, Pre- textos. Y la colección entera de Valdemar. Y El acantilado. Mis editoriales preferidas. Libros para amar, para oler, para doblar sus páginas o guardarlas como se guarda una cubertería de plata en un arcón. Prosas de Andres Trapiello, cuentos victorianos, una novela de Jane Austen. Olían a mar y a tierra, a manzanas. Castroviejo olía a tardes en el fondo inmenso de un sillón. Volveré, le dije, cuando por dentro bailaban otras palabras, "no quiero marcharme".
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