martes, junio 21, 2011

Prohibido hacer "bordillito"

Tenía doce años y mezclaba muñecas con barritas de carmín. Patrick Swayze y columpios,, polveras de rubor y bastoncillos de rojo regaliz.
El verano era un túnel de sol y de agua azul. La piscina es el túnel del tiempo siempre azul. Era pisar la hierba, los efluvios del cloro que albergaban un paraíso azul, y zambullirse en olas turquesas dando saltos.
Había flotadores, burbujas, corcho rosa, pero yo era mayor. Y como era mayor, me fascinaban los chicos del bordillo. De pie sobre un poyete, con sus trajes de baño de colores y sus ojos verdosos y su voz dulce y áspera. Era una voz de estreno, oliendo a primer día. Yo quería nadar como era siempre, bucear hacia el fondo, dejar de respirar esa felicidad extraña y torpe. Y debajo del agua las voces se escuchaban como en eco.

Subidos al poyete, presumían. Querían sumergirse en la piscina como un raro delfín, desde la altura, pero estaba prohibido. A realizar el salto tan valiente lo llamaban así: "hacer un bordillito", prohibido y deseado.

Pero él conseguía realizar la proeza y mis ojos bailaban, la alegría veloz se zambullía. Pero estaba prohibido. Luego en casa, jugando con muñecas, pensaba en esos ojos: el gesto decidido, las briznas de agua azul. Mirar como miraba también era peligro: debería prohibirse, me decía.

jueves, junio 02, 2011

Lauda, por fin... ¡y yo a mil kilómetros!



A mil kilómetros..., así comenzaba una canción del cantautor Fernando Arduán. Tenía ritmo pegadizo, tenía voz rota, de susurro y luz de vela, y tenía una música inolvidable.
No supe al escucharla que algún día entonaría yo esos primeros acordes con auténtica tristeza... y con orgullo.

A mil kilómetros de mí, dentro de una hora, se presenta en la Casa del Libro de Sevilla el último libro del gran poeta Pablo Moreno, Lauda. Sólo él y yo sabemos lo mucho que he luchado por esos grandiosos poemas, cómo batallé para que no terminasen cerrados en un cajón. La Belleza sirve para celebrar el mundo, para iluminarlo.

No se hizo la luz para esconderla: yo vi esa luz en sus comienzos y la reconocí. Poco a poco, con el permiso del autor, irée desgranando aquí algunos poemas.

Por eso Pablo escribe en las dedicatorias que soy la madrina de esta nueva obra, la mejor de su trayectoria. Y yo alzo mi copa desde el Norte, con nostalgia y con orgullo... un orgullo que raya en alegría.