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sábado, noviembre 26, 2011

Alcohol, Tomás de Aquino y eye liner

Mi amiga M. es una fuente de inspiración continua. Contemplando juntas un cuadro de Zurbarán me hizo percibir el bolsito tan cool que lleva Santa Margarita por alforja en pleno siglo XVII.
La semana pasada, desayunando en el bar Génesis, tuvo que tomarse uno de esos diabólicos sobrecitos de Frenadol y descubrió entre sus ingredientes un colorante llamado... ¡amarillo ocaso! Comenzamos el lento yermo de la mañana laboral hablando de poesía farmacéutica.
Este viernes yo tenía que impartir una sesión sobre maquillaje en una asociación cultural. Y me habían pedido que, antes de la práctica, fundamentara la necesidad de afeites cosméticos con argumentos filosóficos. En mi vida me he visto en tal aprieto.
Decidí recurrir a Santo Tomás, todo un clásico. Uno de sus famosos remedios contra la tristeza es un baño de burbujas.
...Bueno, recogí velas ante sus ojos atónitos, el santo habla de un baño, las burbujas, sales e incluso velitas las pongo yo.
De pronto, mi amiga se acuerda de un poema renacentista en el que el trovador alaba a su dama, que entra en cierta iglesia de sevilla y los monaguillos y hasta el cura se confunden y

"por decir amén, amén
decían amor, amor"

Es interesante, apunta, porque al describir a su señora habla de que en su boca había dulzor, en sus mejillas arrebol y en sus ojos... alcohol, o sea, una sustancia cosmética.
Estuvimos buscando la cita exacta en Google durante un buen rato, porque, decía ella entre risas, si juntas las palabras "Poema" y "Alcohol" en el buscador famoso, te dirige directamente a...¡Joaquín Sabina!

miércoles, septiembre 28, 2011

La edad dorada

Cuando yo tenía doce años andaba por el campo en verano, entre fresas silvestres y nogales, con mi melena rubia al viento y un peto vaquero que me permitía triscar por la pradera como un cervatillo. Mi prima iba conmigo: ella era más princesa que yo, y envidiaba mi pelo rubio... pero yo admiraba, ya por entonces, su figura esbelta y sus piernas larguísimas, de princesa.

Mis piernas eran cortas, y las piernas cortas siempre fueron un obstáculo. Porque la falda que en otras vecinitas era una monada a medio muslo, en mí quedaba tan minifaldísima que no se podía permitir.
El pelo de mi prima era liso y no se enredaba jamás. Yo hubiera dado mi brazo izquierdo porque mi cabellera se volviese castaña pero tranquila, sin esos enredos que jugaban al escondite con el peine y parecían carcajearse de mi pobre ser ante el espejo. Estaba mal visto gritar de dolor, para algo tenía ya doce años, por lo que la única vía de escape era enfurecerse recónditamente, con una ira tan concentrada que pareciera una taza de café negro del que bebían los adultos.

Los doce años son una edad mágica, lástima que una no lo sepa entonces y no lo pueda apreciar en su justo valor.
Eres todavía un niño, pero ya te enteras de casi todo, ya sabes cómo son en realidad las cosas pero aún percibes ese halo de maravilla que las rodea, y que durante tu adolescencia se eclipsará.
Quieres ser mayor, por supuesto, pero no sabes a ciencia exacta en qué consiste eso que tanto deseas, y por lo tanto no sientes miedo sino un delicioso vértigo, el veneno de la libertad recién saboreada, en monodosis, como debe ser.
Te empiezan a inquietar los chicos, pero aún no sabes sufrir por amor. Sólo sientes el pellizco de la belleza en el estómago. Y eres tan de verdad que te crees a pies juntillas que los Trascendentales van unidos siempre, siempre siempre, y que si un niño es guapo con avaricia también será soberbiamente bueno y verdadero.

Luego llegan los catorce años con su saco de malicia a cuestas: has aprendido a no estudiar, a mentir a tus padres y a saberte el patito feo que nunca será mirado con arrobado éxtasis por ningún miembro del sexo contrario. Has aprendido a no hacerte ilusiones, que es la peor enseñanza que la vida te puede endilgar.

Pero con doce años todo es dorado todavía, y siempre, siempre siempre que vuelves la vista atrás, será verano en Maestu, el eterno, feliz y último verano antes de que los hormonas iniciaran su baile, es decir, antes del comienzo del final.

domingo, julio 31, 2011

Crónicas de Patachula, III

Estuve aparcada en mi silla de ruedas en un rincón, en una tienda de sillas y mecedoras. Mi madre iba y venía por los recodos sinuosos de la tienda, en penumbra, mientras yo esperaba pacientemente en mi rincón viendo una mecedora antigua de rejilla y madera modernista. Esta me la compro, catapúm, pensaba. Es como las que tienen mis abuelos en Maestu. Sueño con un suave balanceo frente al balcón lleno de luz, con una comedia de los Álvarez Quintero en mis rodillas.

De pronto una madre joven aparca junto a mí una silleta de metal rosa y lona azulada. La aparca y se va. De la silla emerge una niña como de tres años, mejillas rojas y coletas. Que trepa por su asiento para salir o caerse o jugar al eterno balancín.


- Cuidado que te caes, le digo con angustia. Y no podré ayudarte, pienso. Ella me mira. Mira mi pierna.

- ¿Por qué no tienes un zapato?

- Porque me caí... mira, tengo una escayola.

A ella no le interesa la escayola. Gira la cabeza, mira mi silla, me sonríe gorjeando y musita:

- ... Y tienes cuatro ruedas, como yo.

Toda mi condición ontológica expresada en una sola frase, y con un clarividente dedo manchado de nocilla, señalándome.

lunes, julio 25, 2011

Crónicas de Patachula, II

Cuando ves la vida desde una silla de ruedas, comprendes muchas cosas.
Los niños y adolescentes, que no saben disimular, te miran raro. Algo hay en la silla negra y en el que va en ella, sin poder moverse, que impone respeto y temor, el temor a lo extraño y lo feo, el indecible horror a lo grotesco.
Queremos ver la calle rebosando de vida, niños jugando al sol, chicas con su rabioso piercing incitando, ojos azules y melenas rubias. Las piezas del puzzle que no encajan deberían amontonarse al otro lado de la acera, pensamos inconscientemente, sin pensar.
Del otro lado, las adorables viejecitas te saludan con una sonrisa sobre sus cuatro ruedas y un hilo de solidaridad, invisible y luminoso al mismo tiempo.


P.S.: Y a mí se me termina en unas semanas...

miércoles, julio 20, 2011

Crónicas de Patachula, I

Patachula soy yo, porque me he roto el tobillo. Dolía el suelo duro y lleno de chispas de sol. Dolía.
Ahora tengo mucho tiempo para leer y jugar a las cartas. En busca del tiempo perdido, de Proust, novelas de Agatha Christie, escaleras y tríos y el Golpe del Escorial...
Y mucha, mucha paciencia...

martes, julio 05, 2011

Elogio de las Rebajas

Yo nunca me he detenido en las rebajas de julio, y menos en las de enero: era una cuestión de principios.
En mi niñez, mis padres me inculcaron la sana idea de que no había ninguna obligación de salir en estampida y beberse la ciudad de un trago sólo porque todo estuviese un poco, o un mucho, más barato. No me gustan las mareas humanas ni las obligaciones, las fechas con caducidad. Hay personas que no le encuentran gusto a eso de estar felices porque sí en las navidades, lo ven como una imposición foránea. Y yo, que sigo aún soñando con los Reyes Magos... en medio del sofocante calor, me rebelo contra ese afán corporativista que nos sacude en los primeros días de julio porque... ¡comienzan las rebajas! Y hay que quemar suela y lanzarse a la calle con un letrero luminoso ardiendo en nuestra frente que grita: "lo quiero...¡todo!"

No piensen ni por un momento que soy contraria el consumismo: ojalá me ocurriera algo así. Me confieso pecadora, y como lo he querido todo durante todo el año, llego al borde del verano con los bolsillos vacíos y el alma libre.

Hasta ahora. En este año, el mes de julio me ha pillado mileurista... ¡por fin! Y si el dinero me impone respeto porque sé lo mucho que cuesta ganarlo, también me provoca una chispa de gozo invertirlo sabiamente, porque sé muy bien que no estoy gastando la paga de mis padres, ni el ocasional fruto de un trabajillo como correctora de pruebas o unas mal pagadas clases de literatura a extranjeros... No. Ya no.
Cuando compro un poemario o un tarro de crema, puedo ver plasmadas mis ocho horas de trabajo diario, mi placentera rutina, los bostezos de la primera hora y la luz que brilla en la última.
Y si es verdad que el tiempo es oro, por una mágica ecuación el tiempo se convierte en vestidos veraniegos, bolsitos de rafia, lujosas barras de labios... cuando llega el mes de julio.

lunes, mayo 09, 2011

Maldita poesía

En este mayo florido el polen flota por toda la ciudad, en forma de voladoras plumas blancas. Flota también una legión de narices rojas lamentándose por el terrible hecho.
Y yo tengo que esconder mi alegría: el polen me parece hermosísimo y poético. Hubo un día de la semana pasada en que fui peculiarmente feliz, el cielo estaba recién pintado de azul y las calles parecían invadidas de pompas de jabón, o de esas diminutas flores que estallan en el aire de Sevilla...
Ni lo uno ni lo otro, respondes. Es el maldito polen.
Y yo tengo que esconder mi alegría, como si de un extraño delito se tratara.

jueves, abril 28, 2011

Escritura autómata

Harta de no tener inspiración, aporreo las teclas. Recuerdo atardeceres. Y me digo a mí misma: la Fanta de Naranja nada vale, mejor la Cocacola, lo dije (sí, lo dije), en este mes de abril que se termina.

La calle es gris y hay sombras de sol en los portales. Casi las nueve y media (la hora del trabajo), y batallan escobas y porteras cantando. Yo salgo del bar Génesis con un vaso de plástico de color Cocacola. La dueña del café ya me conoce, "lo quieres con dos hielos y un limón, en un vaso de plástico, ¿verdad?" Y sí, lo quiero así, subir las escaleras con el vaso bailando de alegría, y ser bebido a sorbos dulcemente junto al PC que truena.

Las horas de trabajo me parecen de ámbar. Calladas y con luz. Luego voces a coro y luego, más trabajo. La cocacola tiene sabor de medicina y de película, de metal de frambuesa, de cine de verano.

El trabajo es la chispa de la vida, ay no, la cocacola, ¿o no me equivoqué? Una risa cansada llena el tiempo. Cansados de la guerra hemos caído junto a tantos papeles cristalinos. Recuerdo los poemas ingenuos de mi libro, del primero. Era feliz entonces. Ahora lo soy más, con nubes encendidas. Como quien ha llegado de un desierto, doy gracias con temblor. Que dure mucho.

Me comprometo a escribir una vez por semana en este blog, con musa o sin musa.
Los pocos lectores que me queden son testigos.

domingo, diciembre 19, 2010

Crónica de una tragedia largamente anunciada

Mi vida como drama por capítulos comenzó el día en que mis padres y yo decidimos vagamente pertenecer al equipo sevillista: el estadio del Sevilla Fútbol Club quedaba algo más cercano a nuestro hogar que el mítico Benito Villamarín, y eso sirvió para decantar nuestras simpatías, porque el fútbol como deporte nos daba bastante igual. En mi casa los domingos nunca fueron hipotecados delante del fuego televisivo.

Con el tiempo yo me hice futbolera pero sólo cuando jugaba España. Aprendí a amar a Casillas como todas y, aunque nunca lo haya dicho, a Pep Guardiola como ninguna. Qué hombre, qué maneras. Qué distinción, cuánta elegancia, vaya un modo de combinar un traje con barba de tres días. Creo que me estoy desviando de mi objetivo, pero es que lo que tengo que relatar es una tragedia inconclusa en la que ando metida en estos días tan entrañables, y el final inhappy se ve llegar y claro, a nadie gusta narrar una tragedia. Pero vamos alla.

Segundo capítulo del drama: corría el año dos mil tres cuando mis amigos me convencieron para hacerme del Betis. Hay que recordar que mis amigos son poetas y tienen tremendas dotes de persuasión. Me pintaron el beticismo como una filosofía de vida, y como mi padre es filósofo no pude resistirme. La pasión por el Betis se tatuó en mi alma y desde ese mágico momento me dispuse a sufrir. Y fue precisamente mi padre quien, en son de chanza pero más pertinaz que una sequía, comenzó a motejarme de traidora. ¡Traidora, yo!

Tercer capítulo: en la Nochebuena del año dos mil nueve mi madrina me regala un magno libro: la nueva Gramática de la Lengua Española, editada en dos gruesos tomos amarillos con tapas duras por la DRAE. En un momento de exaltación afirmo, prometo y creo que hasta juro leer de cabo a rabo lo que a todas luces fue concebido sólo como libro de consulta. Pónganse en situación: acababa de apurar la tradicional copa de Oporto que bebe toda mi familia en esa noche, y como yo no bebo alcohol, sólo ginebra azul y tequila con mis amigos..., se me subió el Oporto. Ocasión aprovechada por mi padre para firmar conmigo una apuesta, por la cual si en el plazo de un año yo no había llegado a mi fin tendría que abrenunciar y abjurar de mi beticismo.

Cuarto capítulo y fatal desenlace: se ha cumplido el año. Se va acercando la fecha, y huelga decir que ni siquiera he hecho ademán de abrir alguno de los dos pesados tomos amarillos. Mi padre me recuerda mi promesa y yo lloro de rodillas pidiendo remisión. Pero él me la niega, y disfruta muchísimo. Me hallo ante el abismo de mi propia libertad, en vías de elegir entre faltar a mi palabra o cambiar de equipo. Me temo que de ambas acciones se concluye un absoluto deshonor. En el fermoso panorama que diviso veo sólo una luz: he encontrado a dos insignes sevillistas que, en el caso de que lo peor suceda, aporten fundamentos metafísicos a mi regreso al equipo del Sánchez Pizjuán. Uno es el genial filósofo José María Prieto, y otro el ingeniero Rafa Valdés.

Estoy acongojada, y por eso pido el comodín del público, o sea de todos ustedes.

lunes, diciembre 13, 2010

El ego sum empírico (la alegre tropa)

Dentro de 3 días cumpliré 33 años. Me gusta el número tres. Este post está dedicado a tres bellos personajes: Lord Scutum, Fernando do Vale y Témporis.
Anoche organicé en casa una merienda recital con motivo de mi cumpleaños: un recital privado con el "núcleo duro" del grupo Númenor para declamar nuestros últimos poemas, y como estrella invitada, Lord Scutum, que desde el principio de las veladas poéticas en mi casa (marzo del 2000), ha amenizado la noche con sus aforismos geniales.

Desafortunadamente, Beades y Alejandro Martín Navarro no pudieron asistir, y Joaquín Moreno tuvo que marcharse pronto... Pero al final quedó un pequeño cenáculo: Pablo Moreno, Paco Gallardo y Lord Scutum entre ceniceros, papeles y ginebra, el verso chispeante y el tequila centelleando en las copas. Era una botella de color caramelo llamada "corazón partido", con un licor ambarino que pegaba fuerte en la garganta pero luego tenía cierta dulzura y una cogorza suavísima, melopea lírica. La sangre no llegó al río. Fluyeron los poemas: Paco y Pablo tienen sendos libros inéditos, ignotas joyas que fueron parcialmente desveladas esa noche.

Me regalaron una botella azul de Bombay Saphire que presidía la salmodia, unos bombones blancos y unos pendientes celtas, que Lord Scutum me compró en Irlanda, allá por el dos mil cuatro, luego extravió y ahora ha reencontrado. Tienen un triskell sobre dorado: son el símbolo exacto del número 33.
Pero lo mejorcito que trajo Lord Scutum consigo fue un poema de su propiedad, el único que ha escrito, en endecasílabos casi perfectos: "yo es que al leer tu libro me dije: los poemas de Rocío tiene una música, voy a seguirla". Me suelta esa frase genial con aire tímido y entrecortado. Casi me lo como.

El poema Lordescutiano dice así:


VIDA SIN MÍ

El ego sum empírico mi vida
con enamoramientos inconclusos
noctámbulos periodos sin fisuras
multívocos fragmentos irreales
de indecisiones pánicos y bríos

se rasga más completa de puntillas
mirándote de cerca con los brazos
abiertos Cristo identificatorio
por tu misericordia permanente

brillantes excepciones hoy me inician
a ser yo de verdad como yo soy
solo ante ti quizás sin los disfraces
ni los espejos que reflejan nada
sólo artificios de quien quise ser

ausente erradicado un tanto iluso
fragmento de una vida sin sentido
sin ti me anulo desenamorado
dándome igual mi lepra mi camino
mi irregular respeto de mí mismo
mi interpretar a solas este mundo

A mí me parece un poema estupendo, tal vez un tanto sobrecargado de discurso como su propio autor. Lo único que creo que necesita una nota del editor (un asterisco, diría aquí Beades el Torrente) es lo del "Cristo identificatorio". Resulta que Lord Scutum es un bohemio de penumbra litúrgica, un auténtico hedonista cristiano, y piensa que sólo Jesucristo es el que nos puede revelar a cada uno nuestra verdadera identidad. Ahí queda eso. Y el poema fue escrito y leído fervorosamente no bajo los efluvios de sacristía rancia, sino entre brindis sacros de ginebra: ¡Toma ya!

miércoles, septiembre 15, 2010

En el Bazar Belmondo

Hace un par de días me regalé una "tarde de chicas": apacible y aventurera al mismo tiempo, sin reloj ni almanaque, paladeando el deleite de perder los minutos, demorándome... Derrochar una tarde con amigos: un lujo cada vez más inasible, pero que en el reflexivo septiembre aún puede hacerse realidad. Septiembre es un mes de retales, de trozos de sol entre nubes. Un mes de tiendas y calor, helados y rebeca por la noche.

Cris y yo nos adentramos en una calle de Sevilla, la más recóndita y hippie: Amor de Dios (de la que nadie nos separará.) Y ahí, en una esquina despintada y mágica, estaba el bazar Belmondo. Una tienda muy años ochenta, en la que tiritaba nuestra infancia. Camisetas de Chupachups Kojac, vestidos abombados y cajas de lata con estampado beatle. Y, en una vitrina... ¡llaveros de Playmobil!




Cerré los ojos y vi una calle: una frondosa calle de Alemania. Y yo con siete años. Y Nacho, aquel chaval, atropellándome, montado en una bicicleta cruel. Andaba yo jugando con media docena de playmobils, algunos a caballo, y no quedó ni uno. A cámara lenta veo a la madre de Nacho llegar, palparme las piernas, gritar a su hijo...
-¡¡¡Rocío!!!




Despierto en el bazar. Sobre nuestras cabezas infantiles se mecen tres hileras de Playmobil, pegados a una cadenita de metal y una anilla. Bailan despacio girándose en su péndulo metálico, cautivándonos.






Y no eran los únicos llaveros sicodélicos: había una pelota de badminton, una pistola de trapo y un cepillo de los de la ropa, con el mango forrado de cuadritos. Era la cueva de Alí Babá, veinte años después.





Y un perro negro y feo nos miraba.

domingo, septiembre 12, 2010

Me he vuelto roja

Estupefacción.

-Es la última frase que pensé escuchar de tus labios, me dice Carlos desde el otro lado del mar y del hilo telefónico.

- Tranquilo, cariño, que sigo yendo a misa to´los días...

(Risas telefónicas.)

- Vamos, que a la pira de sotanas no llego, pero... como me enganché a Amar en tiempos revueltos...

-Y eso qué tiene que ver...

-Hombre, pues mucho... Es un daño colateral. Ya sabes: tanto va el cántaro a la fuente... Sobremesa tras sobremesa con el corazón en un puño por culpa del escritor comunista encarcelado, primo de su primo... y de su prima...

(A ver, que me desvío. Más risas telefónicas.)

-... Y encima "me" encarcelan también a "mi" Angelito...

(Cielo santo, que alguien pare esto. Empiezo a hablar como una... como una... )

-Pues eso, que he generado una enorme sensibilidad hacia la represión franquista.

(Sí, ahora arréglalo con jerga supuestamente profesional, o sea, relamida, pavisosa, insufrible, lacia y definitivamente lánguida.)

- ¿Pero tú antes eras azul o qué?

- Así a sabiendas ni azul ni roja, yo no era nada, por algo nací en el 77... Peeeero nunca podemos minimizar el riesgo que tantos prejuicios de pequeñoburguesa... proliferando... latentes...

(Hala, yo sigo a lo mío.)

-No sé, mira, creo que hasta ahora, por respeto a mis abuelos, había obviado la cara menos amable del franquismo, y de repente surge, flup, como un gigantesco lirio negro...

Carlos tiene, ante todo, una mente literaria:

-Mmmmmm... ¿Y por qué no lo escribes en el blog? Ya estoy viendo el título de la entrada, "Me He Vuelto Roja", y las visitas disparándose...

-No sé, tú... Igual pierdo el poco público que me queda.

-No creo.

-¿No?

martes, abril 27, 2010

El colgante en forma de galleta

Cuando empecé a trabajar en mi antiguo colegio, hace casi un año, una de mis mejores amigas me dijo: "tendrás que comprarte más ropa chula, porque las adolescentes se fijan en todo". Recuerdo que íbamos por la calle y que me detuve para responder: "oye, que no voy a trabajar de mono de feria". Ella hizo un gesto muy visual con las manos, "tú misma". Así que comencé por abrir mi armario y dedicarme a combinar lo que ya tenía añadiéndole algún toque especial.

Tengo un chaquetón azul noche de Adolfo Domínguez y miles de preciosos vestidos de H & M. Y una chaqueta de lana deliciosa color verde hierba que parece un campo de Irlanda. Tengo un abrigo negro y elegante, que me recordaría a Audrey Herburn si no fuera porque lo que hay debajo soy yo.

Tengo un par de trajes de lino, seriecitos y como de princesa pero sin ñoñerías, o eso espero... Tengo una chaqueta fina de picos, evasé, color berenjena que creo que es de Zara, y una corbata para mujer azul con abalorios fucsias y naranjas hecha a mano por una chica de Nueva York, que me regaló mi prima Cecilia hace dos o tres navidades. No tengo ni un zapato de tacón para diario, ni uno solo, y mido metro y medio, pero es que no puedo evitar odiarlos. No tengo medias, las aborrezco también: cuando voy a una boda en invierno me compro unas para la ocasión y luego procuro tirarlas a la basura.

Pero, después de varios meses de pavor secreto, descubrí aliviada que las adolescentes se fijan, sobre todo, en los complementos y en el maquillaje. Y en eso soy el rey del Mambo. Me lo paso pipa: llevo pulseras estrambóticas, las uñas pintadas de plata o los labios rojos. Todo para rematar un sosolook de camiseta negra y pantalones. Tenía razón mi amiga: es chulísimo.

Y, desde que conozco y amo la tienda Azul de mar de Madrid, el tobogán de genialidades ha sido imparable. Un anillo que parece de carey o de caramelo, según se mire. Una bolsita de plástico con ilustracciones naif de la torre Eiffel. Un brazalete de madera con rosas estampadas en negro, blanco y gris, haciendo juego con un pichi blanco y negro que compramos, mi madre y yo, en Mit Mat Mamá... Ahora leo esta enumeración caótica e improvisada y me recuerda al poema "Mitología casera" de Miguel d´Ors: un llavero, una fecha, una matriuska, unas callejas rancias — balcones con bombonas de butano y bicicletas de montaña —...

Lo último y la mayor locura ha sido un colgante en forma de galleta María. Me la he colgado hoy al cuello, sin pensar, y todas las lecciones han empezado de la misma forma. Es refrescante hablar de Salinger, de las perífrasis verbales o de las virtudes cardinales con una galleta flotando sobre una sencilla blusa blanca.

jueves, octubre 29, 2009

La mala vita

No tengo ganas de escribir. Supongo que vivo corriendo, como toda mujer que ha cumplido los treinta años. Y que Dante, Quevedo y Cervantes me llenan el tiempo y leo, leo, leo. No lo que me gustaría leer, sino lo que deben leer mis alumnas. Sonetos de Petrarca. Metamorfosis de Ovidio. Artículos sobre la Edad media, y si era oscura o no. Yo creo que no o que no toda, pero claro, yo no cuento porque soy platónica tomista. Y me fascinan las catedrales. Y cuando Dante se pone muy romántico pero al estilo bajomedieval, así con alegorías, a hablar de Beatriz. Al final, lo que debo leer y lo que me arrebata coinciden, pero de una manera simbólica.
Y luego llega un viernes y gasto la tarde en un congreso de científicos, sobre mente y cerebro. Sobre si todo son jugos gástricos o tenemos un alma. Y el día siguiente es sábado y vuelo hacia Madrid, al Escorial, y encuentro en un cafetín modernista mi media naranja. El cóctel de mis sueños, es decir el cóctel Japonesa, a base de zumo de naranja recién exprimido y brandy. Como diría Lord Scutum, es bebida de señora... pero qué señora.
Mañana vuelve a ser viernes. El mundo parece un viernes gigantesco como un monte, y nosotros subidos a él, "radiantes de cansancio". A ver si me sacudo la pereza y escribo un poema terrible, melancólico, de remover los cimientos y ladrar, y luego un happy end teológico de los que dan tanta rabia.
Un bello poema sobre la mala vida.

domingo, junio 14, 2009

Golpe de timón

Quiero cambiar un poco esto... no sé, devolver a mi blogg el aire metaliterario e incluso poético que antaño tuvo y, por culpa de la crisis, las vacas flacas, las Musas, Apolo o Jackobson brilla ahora por su ausencia.
He estado en Madrid. Una semana. Y he descubierto mil tienditas dando vueltas al barrio de Salamanca, como es mi costumbre: olí las aguas de tocador de Álvarez Gómez y me hice con el ansiado sérum anti rojeces de Skeyndor, que encontré en la peluquería Aire´s, en plena calle Goya. Y he conocido, ¡por fin!, los tarros entre vintage y apolillados de Paquita Ors. Aunque me abstuve de comprar tras leer opiniones adversas en el foro Vogue, fue divertido encontrar la perfumería, paseando la elegante Calle Velázquez arriba y abajo y preguntando al botones uniformado de un hotel...
Sí, he hecho todas esas cosas irremediables, me he zambullido en la calle Fuencarral y en Nars Goya, aunque sin provocar cataclismos (se ve pero no se toca, ha sido mi mantra.) Y he comprado pan de cebolla, pan de aceitunas y bollitos de sésamo en la deliciosa panadería artesana Cosmen & Keyless (Príncipe de Vergara, junto a la iglesia Maravillas.)
Pero no quería hablar de nada de esto, en realidad. Prefiero hablaros de Sorolla, de Amalia Bautista y de los nueve libros que me compré en la feria. Llamadme pedante, pero me ha entrado la vena culturalista y esto ya no hay quien lo pare. Pretendo convertir el blog, durante un mes y medio, en un cajón "desastre" de reseñas, notas, apuntes... sobre libros. Y si las Musas, Apolo o Jackobson lo propician, algún proema o incluso poema. A ver si es verdad.

...¿Y el maquillaje? Quiero resucitar al Canguro, mi otro blog delirante, para lanzar allí mis veinte quejas cosméticas y mis dos hallazgos y medio. Esto no quiere decir que a este rincón no se asomen ya las barras de labios: lo harán a ratos, mezcladas con los libros, como debe ser. El maquillaje, a pinceladas.

lunes, marzo 09, 2009

Fuego de opósitos

Comenzó mi vida de opositora el siete de marzo de dosmil nueve. Ya he leído, subrayado y hecho el esquema de tres temas, voy a tema por día y luego a hacerme yo misma un examen. Vaya un planecito.
Así que para celebrarlo he visto tres películas de cine, una cada fatigada noche, en un claro revival de mis días de apretada tesis. Y como nunca en la vida he sentido estas atroces ganas de dormir la siesta e incluso de escribir poesía, he rebuscado, en una de esas malditas medias horas de descanso, un poema de Ardua mediocritas, libro fotocopiado y encuadernado que me regaló un compasivo amigo poeta diz que hace ya ocho años, mare deu cómo corre el tiempo y blablabá, (ya empiezo a tararme, malo malo...)

OPOSITOR
Fuego de opósitos

Quiero escribir un poema.
Tengo que estudiar. La cama
me llama. Quema la llama
de qué vocación: dilema
entre rima, cama y tema
que me exige una elección.
El Arte en mi corazón,
La Justicia en mi cabeza,
en mi cuerpo la Pereza
y en mí la Contradicción.

Ardua Mediocritas Enrique García-Máiquez, Premio Nacional de Poesía "Mariano Roldán", 1996

miércoles, marzo 04, 2009

Fin de semana en Madrid: apuntes y digresiones

Me escribe una amiga diciéndome que ella y su marido van a disfrutar de unos días en la capital de España... y me pide algunas ideas. Con Madrid me ocurre lo mismo que me sucede con Sevilla: la conozco poco y mal. Al menos he conseguido orientarme en el metro (sigue las señales, sigue siempre las señales...), y eso me ha dado un aire de libertad, una idea tal vez errónea de que domino más esa ciudad para mí de vacaciones y compras que mi lugar de rutinas, bostezos y sol incomparable.
De cualquier modo, estas son mis direcciones no tan secretas para pasar un fin de semana de puro deleite, tanto epicúreo como hedonista.

- No puedes dejar de pasear por el Retiro, preferiblemente un domingo, comprarte un bocata de calamares en cualquier puestecillo antes de entrar al parque y comértelo sentada en un banco: ¡los gorriones de Madrid son geniales! Y después a pasear en barquita por el estanque.

- Ni de visitar la librería del Círculo de Bellas Artes, al principio de la calle Marqués de Casa Riera, se llega con la línea 2 de metro, parada Banco de España. Es una librería que lo tiene casi todo, grande pero con recovecos por lo que parecen muchas tiendas pequeñitas, tiene todas las revistas culturales, poesía, arte, guiones de Woody Allen...

-De los museos, el que más me gusta es la Casa de Sorolla, encantadora y llena de cuadros del pintor, una maravilla. Está en la calle Paseo General Martínez Campos, número 37, se llega en las líneas de metro 7 y 10, parada Gregorio Marañón.

-Mira si hay alguna exposición en la sala Mapfre, paseo de Recoletos, número 23, llegas en la línea 4 de metro, parada Colón.

-De bares y restaurantes lo que frecuento es el Barrio de Salamanca: a mí me gusta La casa del abuelo, una taberna tradicional con buenos pinchos y platos de huevos rotos deliciosos, en plena calle Goya, se llega en las líneas de metro 2 y 4, parada Goya. Es más barato que cualquier bar en Sevilla. Restaurantes, me chiflan tres: Geographic Club, en la Calle Alcalá, 141, también parada Goya, ¡no te lo puedes perder! Es colonial- étnico, con comida mejicana y de distintos países, y con un decorado exótico maravilloso. También, La Galette, en la calle del Conde de Aranda número 11, metro Retiro: restaurante vegetariano romántico y un poco de nouvelle cuisine pero comer, se come. Sugiero las croquetas de manzana, la ensalada de manzana y un plato de arroz y carne que se llama Corona de reyes. Y El inti de oro, calle Ventura de la Vega número 12, línea de metro 2, parada Sevilla. Es un peruano increíble, tiene los mejores ceviches que he probado.

-En cuanto a garitos y pubs no puedes irte sin haber entrado en el Libertad 8, calle Libertad, metro Chueca: el mítico pub de los cantautores, con algo de suerte escuchas a Tontxu o a Paco Bello como a mí me ocurrió.

- Y llegamos a la parte interesante... ¡compras! A mí me encantan los hippies de la calle Goya, junto al Corte Inglés (Metro Goya, líneas 2 y 4.) Tiene un tenderete que se llama La nave va en el que venden cosas de la india, pulseras de cobre, anillos de madera. También por la zona una tiendecita llamada Azul de mar, calle Francisca Moreno (perpendicular a Goya por la altura del Deutche Bank). Venden pendientes para boda, bolsitos joya, muñecas rusas, anillos de piedras de cristal de colores preciosos... bastante barato.

- Y si lo que quieres comprar es... maquillaje, has llegado a La Ciudad. En la misma calle Libertad, número 3, hay una tienda de maquillaje profesional que vende dos marcas buenísimas, poco conocidas e inaccesibles si no viajas a Madrid o Barcelona: Harlow (lo mejor son sus brochas profesionales a precio razonable), y Kryolán, que ofrece sombras de ojos en polvo o crema, con base de agua, en formato de pigmentos... y coloretes y bases de maquillaje de gran calidad y precios más que razonables.
Pero la calle principal para comprar cremitas en Madrid es Fuencarral: ¡me encanta! Se llega en la líneas de metro 1 y 10, parada Tribunal. Tienes Korres, Kielhs, un Sephora, Lush y... la magnífica e increíble tienda profesional de Mac.
Y por último, si tienes ánimos, toma el cercanías de Pozuelo y visita el stand de Nars en el Hipercor de Pozuelo. Creo que a partir de mayo van a colocar un corner mucho más cercano en el Corte Inglés de Goya, pero hasta entonces, si quieres ver en directo los maravillosos coloretes y múltiples de esta marca, ¡hay que lanzarse a la aventura!

Y termino con dos apuntes "soplados" por Benita: La pastelería salón de té Embassy, en el Paseo de la Castellana 12, metro Colón: un anónimo apoya la moción y añade: "mis pasteles preferidos son las barquitas de fresa. Todos los de fruta fresca son deliciosos". Creo que hay que visitarlo...
Y, ¿cómo se me pudo olvidar? La magnífica tienda de Álvarez Gómez, llena de frasquitos de violeta, jazmín, lavanda... En la calle Serrano número 14, metro Serrano, naturally.

jueves, junio 26, 2008

Súper Galleta


Siempre me han dado un poco de pena esos niños que desayunan donuts, bollicaos o palmeritas de chocolate. En cambio, me dan envidia las personas que toman por la mañana algo distinto: tortitas con huevos revueltos en el vips, o fruta fresca y troceada, embutido y queso en un hotel de la costa.
De pequeña, en Maestu, desayunaba con mis primos un zumito de naranja y colacao con un sinfin de galletas redondas y pobres. Antes del desayuno escenificábamos un capítulo más de la grandiosa serie, "Súper Galleta". Nuestra invencible heroína se peleaba con las galletas malvadas en un duelo cósmico sobre el tazón humeante. Una a una eran derrotadas las galletas villanas, que caían en un abismo de leche y eran trituradas por la máquina del Glópita-glópita, o sea, nosotros.
Era verano. El tiempo nos pertenecía. Y Super Galleta siempre quedaba vencedora: seca y ajada, la guardábamos en el pupitre para la batalla del día siguiente. Niña, cómete la galleta. No puedo, es la protagonista de mi serie favorita.
Pero los protagonistas éramos nosotros, y no nos dábamos cuenta.

miércoles, agosto 01, 2007

Dos en la cama

(Sigo con la novela, o algo así, la no-novela ésa que empecé y le gustó tanto a D. Enrique...)

- Marta, hija, que me haces equivocarme.
Es mi madre con las agujas de la lana, el sábado a las ocho. La luz del cuarto de estar se va apagando, y en esos ratos es cuando yo le pregunto cómo se hacen los niños, y esas cosas.
Mi prima Vicki tiene nueve años y es una fantástica. Me dijo que para que nazca un niño los padres se tienen que acostar en una misma cama. Pero no caben, dije yo, porque en el cuarto de mis padres hay dos camas estrechas, separadas por una mesita de noche. Y encima un crucifijo. Es que se ponen uno debajo y otro encima.
Que no, que no puede ser. Qué calor. Menuda cochinada, no quiero hacerme mayor para eso. Vicki se reía.
- Pues todos lo hacen, tus padres y los míos también. Y si no, nosotros ¿qué? Además es muy bonito. Se ríen.
- ¿Pero tú los has visto? Le pregunto con los ojos grandes que suelo poner en clase de matemáticas, de no entender nada.
- No porque cierran la puerta. Pero se ríen.
Siro dice que parecemos mayores, de tanto hablar. Que se nos pone la voz ésa baja como de las románticas de películas.
- A Vicki seguro que ya le gusta un niño.
¿Qué niño?, pregunto yo. Mi hermano me mira con su mirada de ya-tengo-diez-años y me dice que todas las niñas somos tontas.

viernes, julio 27, 2007

La otra cara de la luna


Adaldrida soy yo. Hoy me apetece dar explicaciones: las explicaciones son, claro, sobre mi persona. Ya hay quien dice que lo que aquí hago es striptease emocional, pero lo que a mí me preocupa no es el striptease sino la fama, se me habrá pegado algo de los caballeros de mi comedia.
Tengo mieeedo: miedo de quedar siempre bien en la foto, como Tintín en los álbumes de Hergé. Qué más quisiera yo que haber salido de la pura fantasía, como dice don Enrique Monesterio. Pero hoy no soy Adaldrida sino Rocío Arana, y no Rocío Arana la poeta, la de las fiestas, los amigos y la magia. Soy Rocío a palo seco. Incapaz de levantarse por las mañanas, incapaz de hacer régimen y controlarse un poco con los helados veraniegos. Incapaz de contar hasta diez antes de lanzar un exabrupto. Como el Capitán Haddock.