jueves, agosto 31, 2006

En sueños

He soñado con las manos de un hombre. Esas manos eran sabias: sabían hacerme temblar y reír. Esas manos tenían sobre mí todo el poder del mundo. Recuerdo poco más, sólo que me sentía feliz, y quizás un poco asustada por la fuerza de la atracción. Desperté pensando que lo que enamora a una mujer de un hombre son sus gestos: la forma de andar, de mirar, de mover las manos, de estar en silencio.
En ese sentido suscribo completamente el verso de Neruda, "me gustas cuando callas..." Y me conmueve el hecho de que los discípulos de Emmaús reconocieran a Jesús cuando le vieron partir el pan, en "ese gesto inimitable", como dice Gómez Dávila.

miércoles, agosto 23, 2006

Más sobre matrimonio

Anoche una de mis tías disertaba sobre hombres y mujeres. Decía, en clave feminista, que en cosas del amor la mujer casi nunca podía elegir: lo hacía el hombre, el que tenía el poder, el dinero, la casa... Hasta ahora. Ahora she´s got the power.
Yo escuchaba la perorata simtiéndome rebelde. Creo que la mujer casi siempre ha elegido, callada pero poderosa. Mi padre siempre afirma que la mujer tradicional es la que dice al marido: Tú mandas en todo, yo "sólo" mando en ti. Y entre los hombres de mi familia corre un refrán, "más vale cenar dos veces que dar explicaciones". Será por algo.

lunes, agosto 21, 2006

Banquete nostálgico-festivo

El verano se acaba con gran velocidad. No puedo creer que en una semana viajo de vuelta a Sevilla. Mis bravos compañeros se alegrarán... Prometo una fiesta en mi casa como las de antes, con viandas, música, película, lectura de poemas (de otros, que míos no), cerveza helada, humo endecasílabo y alucinaciones a eso de las cinco. Me sentaré en el suelo como antaño, a reir sin coherencia ni freno. Acabaremos desayunando a las nueve en la cafetería de mi calle. Invito desde ya a Enrique García Máiquez y a Manuel Prendes, donde quiera que esté.

viernes, agosto 18, 2006

Me piden nueva entrada

Me piden nueva entrada, yo les digo...
Que mejor es hacer esperar que defraudar míseramente. No viene la musa, no viene, y eso que yo la espero. Me visto de mil colores, me hago la cínica, la ingénua (más aún), la coqueta perdida, compro barras de labios rojas, naranjas, como caramelos de limón, saco paraguas a la calle, pero no llueve nunca.
Me fui de Maestu, donde el día de la Virgen parecía navidad. El cielo gris, el pueblo entero olía a leña, menos el bar que olía "a tasca infame" (frase de mi primo Miguel, ¡toma ya!)
Mi abuela, sonámbula, repetía: este cielo es de nieve. Maestu me decía adiós.

jueves, agosto 03, 2006

El olor de las librerías

Algunos olores son como algunas músicas: tienen el poder de hacerte viajar en segundos, del limonero de tus cuatro años a la tarde con lluvia del miércoles. El olor del café, por supuesto, y el pan y la tierra húmeda y los naranjos, pero... Pero también la fruta, la madera, los polvos de talco, los pastelitos de la Pantera Rosa, el jabón Dove, los zumos de naranja, el sol por la tarde y en verano, (el sol huele, la piedra sonríe), y los libros...
Se puede aspirar el olor de los libros con las manos, del mismo modo que para ver la luz primera lo mejor es cerrar los ojos y sentir el calor en los párpados.
A veces los colores, olores y sabores se mezclan en sinestesias imposibles. A mí no me gusta el melón francés: me parece melifluo y cursi. Ayer me preguntaron el porqué de mi fobia y dije que el melón Galia sabía a niña melindrosa cuyo nombre fuera Celia. Mi padre me preguntó muy serio si había probado alguna vez una niña llamada Celia y con melindres. Acto seguido él, tan razonable, me aseguré que el melón francés le sabía a dentista.
A dentista viejo y desdentado, concluí yo.

martes, agosto 01, 2006

El regreso

Regreso al blogg antes de lo esperado, en este apacible pueblecito del norte han instalado internet, en la antigua estación de ferrocarril, ahora ayuntamiento.
Y regreso con una anécdota veraniega y una sentencia. La sentencia la dicto contra mí: veo que me he vuelto mayor. "Murió mi juventud y estoy velándola". Síntomas, dos, y muy malos. El primero: Terminé el curso cansada y estresada, y pronuncié la fatídica frase: cuánto cuesta cerrar el curso antes de irse...
Pero el síntoma definitivo me vino ayer, en forma de lata azul de Nivea. La suele comprar mi madre como crema para todo, mientras yo mascullo, qué horror... Ayer me vi con una en la mano, para mis pobres codos secos, y asumí de pronto todo el peso de la madurez recién estrenada.
Para desdramatizar, os brindo la anécdota. Hace un par de días bajaba por las escaleras de nuestra casa en Maestu. En el sótano mi primo Miguel, dieciséis años, jugaba al brillar con un huésped. Oí como se lamentaba por una mala carambola, salmodiando:
-Por flipao, por flipao, por puñetero flipao.
Se me ha grabado en la mente la salmodia, porque al momento pensé que se trataba de la versión laica del "Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa".