sábado, diciembre 24, 2011

El Niño Jesús del Microondas

El Niño del Microondas...

Hace muchos, muchos años compré esta pequeña figura de escayola con la intención de pintarla, porque en mi colegio me habían enseñado a aplicar pátinas que imitaban el marfil, la madera envejecida y hasta el bronce.
Como muchos otros propósitos, éste quedó aparcado, perdiendo su sentido con el pasar del tiempo.
Hace unos pocos años, en uno de mis intentos por ordenar mi vida y mi dormitorio, apareció la figurita al fondo de un cajón, como había aparecido antes el refulgente corazón de ámbar que mis padres me trajeron de Praga y que estuvo perdido y fue hallado.
El Niño Jesús desprendía una luz más íntima y escondida, más verdadera. El tiempo, más cuidadoso que yo, había dejado su pátina en él, y era esa suciedad que ya no podía borrarse la que lo hacía aún más adorable, comestible.
Lo pusimos al lado del Microondas, para verlo al desayunar. Él es humilde y huye de espumillones y mesas de caoba. Sólo quiere que comencemos nuestro desayuno con Él, como reza aquel poema tremendamente humano de Luis Alberto de Cuenca:

«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».

martes, diciembre 20, 2011

Días de Cine

...Y no hablo de la tarde poética que disfruté en Salamanca, esa ciudad de piedra y viento (Sara Merghut lo retuitea aquí), ni a lo maravillosamente bien que me trató Elena, del servicio de actividades de la universidad, ni siquiera al divertido susto que me pegué en la bañera del hotel, que resultó ser de hidromasaje y se llenó de espuma... ¡hasta el techo!

...Tampoco hablo de la preciosa casita con chimenea y vistas al mar de mi amiga merl en Algeciras, con aquel olor a miel y leña, y el sol de diciembre dorando nuestras caras mientras ondeaba la bufanda al viento...

Los días de cine están por llegar: la cartelera se nos presenta en estas navidades de lo más golosa. Me perdí El árbol de la vida, por lo que a Dios pongo por testigo de que no me perderé el Tintín de Spielberg (aquí una magnífica reseña de navascués), el Gato con botas (una amante de los gatos no puede faltar a la cita), Jane Eyre (amo la novela inglesa y las pelis de época... Fukunawa está gritando mi nombre con letras de neón) y Un dios salvaje.

He visto, de una sentada, la serie de la BBC Daniel Deronda que me regaló mi amiga Ana Marco. Mi padre la ha encontrado infumable (por si acaso, no se retiró hasta el final.) Mi madre la califica como "un folletín de altura" (pero no despegó los ojos a lo largo de las tres horas y media, al igual que yo.)
Yo pienso que no es fácil superar la mejor, la invencible serie de la BBC Orgullo y prejuicio, pero he disfrutado de la fotografía y de la genial actuación de Romola Garai. El actor en cambio me ha parecido un niño, incapaz de despertar una pasión tan delicada y salvaje. Claro que Darcy es un rival imbatible, y Colin Firth será siempre Colin Firth.
Siempre nos quedará Colin Firth.

viernes, diciembre 09, 2011

Quiero ser surrealista

Decimos que algo es surrealista, frunciendo los labios... y, por mucho que nuestra voz quiera mostrar desprecio siempre flota al fondo un deje de envidia.
Ojalá todos pudiéramos pintar nuestros sueños. Los relojes derretidos del cuadro de Dalí me han recordado hoy a las pizzas de casa tarradellas. Surrealista, ¿no?
Y cuando decimos que una persona tiene salidas surrealistas, en realidad lo que queremos decir es que brilla por encima de lo cotidiano, con un fulgor de sorpresa, de relámpago azul.
El amor es siempre surrealista. Duele con destellos, como una joya de puntas afiladas.
Quiero ser surrealista.

jueves, diciembre 01, 2011

La Felicidad...

Una felicidad de andar por casa, con bata y zapatillas.
Una felicidad a mi medida, una felicidad que no perdura... y que regresa siempre.

Enciendo el ordenador. La chica de audiovisuales está allí, con su sonrisa que no acaba y su melena rubia. Y me va a ayudar a ajustar el altavoz, subir el documento y mantener la conexión. Esas cosas tontas que yo no sé hacer.
Se ilumina la pantalla con el power point, mi imagen y la casilla donde ellos, mis alumnos, chatean.  Ya comienzan a saludar, buenos días, y yo escribo algo completamente estúpido: en dos minutos empezamos. Aún no pueden verme.
Tengo que hablar de la fantasía. O de los géneros literarios. Tengo que hablar de lo que más me apasiona en este mundo y transmitir por medio de ondas magnéticas esta misma pasión. Una llama se enciende, mi deber es no apagarla.
La clase fluye, minuto a minuto. Preguntan, contesto, sugiero, responden, se ríen, me río. Muerta de risa delante de la pantalla, ante la avalancha de jajajajajas en mayúsculas que se me viene encima pienso, "esto no es serio". Pero es lo más serio del mundo.

Hoy hablábamos del Mito. El paso del mito al logos. Decía yo que la filosofía nace del asombro, y recordé a Jostein Gaarder, que decía lo mismo. La poesía también nace del asombro, al final el mito y el logos se parecen. Solo que el poeta se asombra ante la belleza, y el filósofo, ante el conocimiento, supongo.
De pronto, en el chat, alguien comenta que todo esto le recuerda a El mundo de Sofía.
Y otra alumna dice que lleva todas estas semanas viendo las clases en diferido y que sentía envida "¡qué bien lo pasáis!".
Es la felicidad... silenciosa y cotidiana.