lunes, marzo 15, 2010
Botox
Resulta que se casa una amiga mía del alma, y se casa en pampaluna. Y se casa con un chico que debe ser un santo y tiene, además, nueve o diez hermanos solteros. Mi amiga, ni corta ni perezosa, se ha puesto ya (despacito y buena letra) a hacer el cálculo de probabilidades y el horóscopo para saber con cuál de sus cuñados voy a tener yo una historia de ensueño, porque eso es así, nosotras que somos amigas del alma tenemos que devenir en hermanas de hecho y de derecho canónico, y esto va a salir y si no sale mecagüentodolofucsiaconrayasrojas.
Ya me imagino comprando un vestido ideaaaaaal: miraré primero en Adolfo Domínguez para educar el gusto, y después, directa a H&M. Me veo, cómo no, planeando maratón madrileña con recorrido fijo, Nars Goya-Mac Fencarral, con la excusa del "y yo con estos pelos", qué menos que comprar un colorete bronce rosado que haga juego con el brocado de oro rosa del trajecito en cuestión. Luego sobrevienen las dudas existenciales, no será todo supercursi, este vestido ¿no parece un colgajo de tocador de alcoba? ¿Tendría que haber tirado la casa por la ventana? ¿Adolfo Domínguez será siempre Adolfdo Domínguez, mientras que "esto"...? Pfffffxxxxtttt.
Por no hablar del tema joyas, años para procesar que lo que se lleva entre la gente joven es la austeridad y la bisutería, y de repente cambian los arquetipos, lo oscuro se vuelve claro y el barroco triunfa. Para eso lo mejor es tener una pulsera fija, decidir que el broche de tu abuela es necesario, y llueva lo que llueva la moda todos saben que al menos con pulsera y broche vas a aparecer. No hay dolor.
Mi amiga cree que las lágrimas de San Lorenzo van a servirnos de poción mágica. Y me ha pedido que haga voto de no enamorarme de aquí a la boda, que es en agosto. Claro que sí, mujer: tengo la agenda repleta de amoríos pero me los voy a saltar todos por respeto a lo que me depare la Divina Providencia. Con esta vida de profesoressa que llevo tengo difícil lo de ligar, pero si tú quieres que haga botox de no enamorarme, los hago. Pongo por testigos a todos los lectores de mi blog: leyendo espero a mi fantasma azul.
martes, octubre 16, 2007
El ataque de los CBRs
Eras lo uno o eras lo otro, y si no eras nada de eso te tenían por raro, mucho más que ahora, si dices que vas a misa. En aquellos años todas íbamos a misa, a remolque de nuestros padres, aunque unas se quejaban más que otras. Se veía bastante claro quién "lo dejaría" antes de llegar a Cou, y luego estaban todos esos debates de si besar era pecado y hasta qué punto y hasta dónde podían llegar las manos para poder comulgar tranquilas el domingo. Eso las que querían comulgar.
Las pijas compraban en Globe y en Benneton y criticaban duramente los almacenes C&a. Y gritaban de horror si veían un chico en chándal y calcetines blancos: lo de los calcetines era definitivo. Algunas llamaban a sus portadores CBR, "calcetín blanco reluciente", y huían o se mofaban de ellos. O las dos cosas a la vez: un CBR, por el solo hecho de serlo, quedaba descalificado como candidato a novio.
Creo que lo que separa mi adolescencia de mi primera juventud es el hecho de que, si en aquélla escuché mil diatribas contra los canis, en ésta tuve que soportar dos mil diatribas contra los pijos. Comenzó con la facultad: cambió el mundo que me rodeaba y cambiaron las claves para transitarlo. Me vi invadida por los cebeerres y vi que no era tan trágico. Eso durante la primera semana, porque ya en la segunda descubrí que sus prejuicios eran aún más feroces que los de las compradoras de polos Ralph Laurent.
Yo nunca conseguí llegar a la categoría de pija, quizás porque la ropa me importaba bien poco. Desde luego no era cani, por mucho que en verano coqueteara con los vestidos hippies y los collares largos. Que luego se convirtieron en icono pijo. Yo no era nada, como me dijo alguna. Y me sentía bastante a gusto flotando en mi ingravidez, mezclando ropa de Naf Naf con pañuelos de mercadillo.
miércoles, octubre 10, 2007
TODO DEBERÍA SER AZUL

Todo debería ser azul. Ni el agua ni el cielo son azules, nos lo imaginamos azules. El color azul es entonces una entelequia, una quimera, una sombra que todos perseguimos... El agua es transparente, el cielo es negro. Y, sin embargo, todo es verdad: en algunas ilustraciones de cuento, la luna es azul.
Hay muchas clases de azul. Está el brillante casi malva de las farolas en verano, a las diez y media de la noche. La noche soleada de julio. La luz de la tarde noche, que siempre es misterio. Está el azul raro y lechoso del dénim lavado, el oscuro de uniforme y todos los matices de turquesas y verdes mar. El verde mar es azul. Hay el azul agua, el azul lavanda, el añil, el cobalto. El lapislázuli. El príncipe azul. El "baby, why are you blue?" Y el true blue de Madonna, que es un grito de alegría. Y Rubén Darío. Y José Pérez Olivares. Y uno de los libros que más me gustan de Miguel dÓrs es azul. Y, por supuesto, el carmín que mejor sienta a las pieles claras es el que tiene una base de azul.
sábado, junio 09, 2007
Rebajas
El problema llega de la mano de los probadores, o sea, cuando los probadores te rebajan la autoestima. Más aún. Y la ropa te estresa. Y odias Zara y Mango, y no te enamoras de repente de un vestidito de Miu Miu que viste en un escaparate... A estas alturas te ronda la cabecita una duda existencial, que viene a conjurar los tres males anteriores y formar cuarteto: es que yo... ¿no soy femenina?
Entonces llega el milagro cotidiano. Con el equipaje sin deshacer, mi madre me mira a los ojitos y me dice: "Vamos a H&M". Y luego a Adolfo Domínguez, para educar el gusto. De Adolfo Domínguez me entusiasman sus colonias, sus collares étnicos y sus pashminas. Pero H&M ha conseguido lo que parecía imposible: volverme loca por las compras, como Sophie Kinsella y como el resto de las mortales. Tengo ya tres vestidos que me sientan de maravilla y no pasan de la cuarenta y dos (tallaje alemán, pero éso no se dice...)
Hoy he vuelto a casa con un blusón de tonos verdes, sandalias para el verano y un disco de Miguel Bosé. Sevilla la nuit me sonríe a través de una lluvia imprevista. "Para calmar tu saudade", me susurra. Tan bonita, tan gitana, tan morena...
jueves, marzo 08, 2007
Todas queremos ser...
El jabón te va inundando la cabeza, acariciando tu cuero cabelludo, y un poco antes de alcanzar la quinta esfera del Nirvana te ofrecen un café, en plan local pijo-caro que va a pagar tu madre con la visa. Madre sólo hay una, y en mi caso, cita con el peluquero sólo hay dos: otoño/primavera, suficiente.
Luciendo un buen corte y un brillo especial por cortesía del gloss cristal matizador (¡toma ya!), nos dirigimos al suplicio fashion. Por primera vez, la sesión de compras con mi madre ha sido una fiesta, ¿estaré más delgada? ¡No: tenemos mejor humor! Nos reímos entre probadores mientras van cayéndose las perchas al suelo. Por suerte, C&a no es Mango, el tallaje es alemán y te sube tramposamente el ego haciéndote creer que cabes en una cuarenta, ¡adictas al made in Germany!
Además se llevan los talles altos, estilo imperio, y los escotes en uve, por fin ropa favorecedora para gente normal. Me apunto a la estética de blusón hippy y cazadora ligera con bordados indios. Mi madre mira con ojos críticos una blusa preciosa: el escote es demasiado, dice como buena madre, te lo coseré un poco. Vale, me lo coserás, no quiero ser indecente. Pero quiero que siga siendo un escote en uve, y que siga siendo sexy... Ella me mira con el asombro pintado en su cara. Vale, ya sabes que no suelo utilizar mucho esa palabra, pero toda mujer tiene su corazoncito.
miércoles, febrero 07, 2007
Ácido rosa fucsia

viernes, enero 26, 2007
¡Cincuenta años de tele! (Salvada por el blogg)

El blogg me salvó de engancharme sin remedio a Sex and the city.
En realidad, en mi casa no vemos la tele casi nunca. Vaya, algunos pueden pasar que somos una familia aburrida: no vamos de rebajas, no vemos la tele... Sin embargo viajamos a la isla de La Palma, bailamos juntos en el salón y vemos conciertos de viejas glorias como Simon & Garfunkel. Pero no vemos la tele, así que de mi vida sólo han formado parte tres o cuatro series míticas. De pequeña veía, muy de vez en cuando, Padres forzosos. Muy de vez en cuando, pero me encantaba. En verano, mis tías me malcriaban un poco y veíamos juntas Farmacia de guardia y Cristal, pero siempre como runrún de fondo, banda sonora de lecturas y conversaciones a cuatro o cinco voces, todos hablando y viendo la tele al mismo tiempo, protestas aisladas, y yo siempre con un libro en las rodillas.
Luego llegó la adolescencia: no tuve granos, no di portazos y me horrorizaban los botellones, así que de algún modo tenía yo que mostrar mi condición de adolescente... En mi caso fueron las verduras (rechazo infinito y sin concesiones) y Médico de familia (qué adicción, colega.) En Pampaluna, ya superada la primera juventud, me aficioné a Hospital central. No puedo remediarlo, ¡me gustan los personajes! Y de mes en mes me emociono con los Simpson. Esta es toda mi historia: nunca vi Verano azul, ni Topacio, ni Gran hermano ni Salsa rosa. Ni sé quién es el pavo del ocho, ni el cuñao, ni el que dice "bajo la noche nocturna", ni he soportado nunca a los Morancos.
Así las cosas, hace algo menos de un año comencé a ver sexo en Nueva York al mediodía, algunos miércoles y jueves que comía y cenaba sola. Me atrapó el glamour, esas cuatro mujeres que, de seguro, nunca se habían tropezado en la calle, ni despistado con el autobús, ni vestido algún trapito informe, ¡siempre impolutas y haciendo juego con lo que les rodeaba! Ni abierto nunca un libro, susurraba algo dentro de mí, pero seguía pegada a la pantalla. Aquellos trajes, aquellos zapatos, aquellas comidas en restaurantes, la ciudad con ese brillo...
Un buen día, Enrique García Máiquez hizo una obra de caridad conmigo y me mandó, via email, el enlace de su blog. Y desde entonces la tele es para mí poco más que invisible. Sin embargo algo bueno tiene sex and the city:el día en que una de mis tías cumplió cuarenta años, puede consolarla diciendo que, gracias a SJP, ¡los cuarenta están de moda!
lunes, enero 22, 2007
El auge del hippy chic, la invasión chic lit y la generación bobó.
Una buena película que a mí me dio miedo: no por los espíritus sino por los personajes. Por un lado Clara, (magistral Meryl Streep), que es definida como "un ser sobrenatural". Más que sobrenatural a mí me pareció paranormal, al estilo de una Galadriel decimonónica y criolla, un ser anémico perturbado por visiones que se divierte tristemente con mover las cosas de su sitio. La suya es una sobrenaturaleza sin Dios, por eso da tanto miedo, supongo. Su mundo es un Nirvana azul y sereno que la hace ser risueña pero fría.
Férula (¿pero qué nombre es ése?) sí que da miedo, tan rígida y tan ambígua, vestida siempre de negro. Sobre todo cuando entra fantasgóricamente en la hacienda y se despide de Clara con un beso.
Esteban es el típico patrón explotador que viola y saquea a las mujeres y que se mete en política, of course por el partido conservador, "los malos". Con la izquierda hemos topado. Porque, por supuesto, tanto la novela como la película tienen trasfondo político, y como no quiero que este blogg lo tenga en demasía, sólo diré una cosa: ese trasfondo, en Europa siglo XX (y siglo XXI), resulta más convencional que la boda de un notario con una niña bien de provincias.
Y es que estamos en la era del Hippy chc, vaqueros desgastados pero de Dior, y en la generación bobó, bohemios que se visten en Armani, burguesas que enarbolan la bandera de la rebeldía y a continuación se van de shopping a Pedro del Hierro.
* AVISO PARA NAVEGANTES: Las opiniones que vierto aquí son sólo acerca de la película. La novela no la he leído, y si digo que es buena es porque lo dice mi madre, que es la experta.
miércoles, septiembre 27, 2006
La moda y la desesperación
El problema llega cuando borran el color melocotón de los muestrarios de maquillaje, "¡lo que mejor me iba...!" Peor aun, cuando en tienda ninguna de todo lo visible e invisible encuentras unos pantalones con la cintura en su sitio. Es para mí un misterio, qué tendrá el lomo de excitante, si hasta los gatos lo enseñan. Me dicen los hombros, redondos y morenos en septiembre, las piernas, la garganta, lo puedo entender, pero ¿esto...? Y más cuando al final de la espalda hay que colocarse un dragoncito verde, un símbolo celta o una estrella de mar de quita y pon.
Una alumna mía norteamericana me hizo una redacción en la que veía la moda europea con ojos de estraterreste, que son los ojos más lúcidos. Como en Sueños en el umbral, ese libro-joya de Fátima Mernissi, dónde una niña cuenta con sus ojos de niña el mundo que le rodea, así mi alumna, Amanda, de larga melena rubia y mirada radiante, decía que los pantalones bajos son como pañales y que por el ombligo entra el frío en el cuerpo, mira, lo creo. También decía en su trabajo posterior que Don Álvaro, (el de don Álvaro o la fuerza del sino) era el personaje más heterodoxo dl Romanticismo español, a pesar de que en la obra se muestre tan creyente él, porque al final desconfía de su salvación y se desespera. Desesperarse es lo último para un católico, dijo Amanda, y me deslumbró. Ella, protestante, lo tenía claro: no sé si llegó sola al meollo o sacaría la frase de D. Enrique Baltanás, pero aún así le puse un nueve, sin preguntar mucho. Por original, intuitiva y profunda o por discípula aplicada y con capacidad de síntesis, daba lo mismo.