martes, junio 30, 2009

R.I.P. Viriato

Aquella tarde por el centro vuelve en cada página que leo y leímos juntas, Cristina y yo. Regresa en las portadas tan alegres de Renacimiento, con rayas de colores, que adornan mis estanterías. Encontramos también un librito de Charo Prados, poeta que conocí en un recital de Carmelo Guillén Acosta. Y, como la prueba del libro abierto violenta y caprichosamente no suele engañar, decidí ponerla en práctica nuevamente.
De primeras tropecé con esto:

Eres la brisa
que me besa con miedo de doncella
o el huracán que arranca árboles y niños.


Y me encantó la contraposición y la fuerza de las imágenes, porque es verdad que un hombre puede ser brisa y huracán al mismo tiempo. Y qué lírico el miedo de doncella, y qué tremendo el binomio "árboles y niños". Un poco más atónita me dejó esto:

Y sueño con tarántulas marinas
mordiéndome la carne. Y es muy dulce.


Para ser poeta hay que estar un poco loco. No lo digo como un insulto, en todo caso entraría en esa clase de insultos consoladores del tipo mal de muchos, consuelo de tontos. Ya dije una vez a una amiga que la poesía "atrae a los raritos". Hay que ser un poco visionario para llamar dulce a una manada de tarántulas que te come. Pero se entiende: lo mejor del surrealismo es que, si es bueno, se entiendo muy bien.
Como lo que estaba viendo me gustaba, decidí investigar un poco más, y llegué a este principio de poema:

De presencia y de uva, dulcísimos violines
de tu amor, estos días son un cuenco.


LLamadme caprichosa, pero adoro la palabra violines. Sólo con verla escrita en un poema, me parece que el poema es hermosísimo. (Cuidad con esto, me digo, cualquier destripador puede tambier destripar un violín en un verso.) Pero si antepones el adjetivo dulce en superlativo y la cosa no acaba en engrudo, es que hay algo que funciona muy bien. Y Cristina adoptó en el acto la frase "estos días son un cuenco", así sin más, como cajón desastre para expresar asombro o sopor.

Tuvimos oportunidad de estrenar el hallazgo esa misma tarde, porque al pasar por el pasadizo de la calle San Eloy vimos que ha desaparecido la genial tienda Viriato. Tenía anillos y pulseras de plata increíbles que solía regalarme mi madre en Navidad, y pulseras hippies de plástico que solía regalar yo a mis primas, también en navidad.
Verdaderamente, estos días son un cuenco.

1 comentario:

batiscafo dijo...

Si vieras la de veces que la he repetido estos días. Ah, pero en el cuenco de hoy que es distinto del de aquel día ¡faltas tú! Te debo un abrazo por la pérdida.