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domingo, julio 15, 2007

La media naranja

No me gusta la cocacola light, pero es lo que suele haber en casa. Es uno de los restos de una dieta fallida, de la que sólo quedan los veinte largos diarios que nado en la piscina y el triste propósito de no picar entre horas. Es el régimen del fifty fifty: el McDonald prohibido, los helados, imprescindibles. Y de beber, cocacola light, que no me gusta.
Lo que me gusta es la fanta. Y los pastelitos de la pantera rosa, fantástica basura rosa que rescata mis veranos en Maestu, con nueve años y los bolsillos del peto blanco reventando de chuches. Porque cuando yo era niña las porquerías estaban prohibidas durante el invierno. Y durante el verano también, sólo que en Maestu la ley perdía vigencia debido al poco apoyo de mi abuela, que decía: los padres educan, los abuelos deseducan. Y financió un concurso surrealista de helados entre los primos. Ganó C. al zamparse catorce mikolosales de nata y fresa en una tarde, y es un récord recordado en la familia y elevado a la categoría de leyenda.
No me gusta la cocacola light, y por eso he inventado un remedio. Plan A, tirar la ristra de latas a la basura. Plan B: el refresco de la media naranja. Consiste en partir media naranja de zumo en cuatro gajos y dejarlos macerar en en vaso alto, con cubitos de hielo y la insípida cocacola. Diez minutos en la nevera. Así desfoga el useño refresco, se le va el gas sobrante y desprende un aroma de patio de naranjos que emborracha los sentidos. Me estoy aficionando tanto que ya me gusta más aún que la fanta de naranja...

viernes, junio 06, 2008

Pop + Bronce = Verano

En los años ochenta, los de mi niñez, estaba muy de moda Don Algodón entre las niñas pijas y se estilaba un maquillaje "de nubes", con sombras en azul cielo, rosa bebé y amarillo pop. En los minimalistas noventa crecimos y todas juramos que aquello era una ñoñería muy hortera, pero los colores flúor vuelven y la estética pop se tiñe de nostalgia. Se convierte en un grito de alegría, una llamarada naranja en los labios y amarilla en los ojos.
Somos las que usábamos walkman, las que escuchábamos a Michael Jackson cuando era el amo de la pista. Somos las que veíamos Fragel Rock, las mismas que suspirábamos por el rubio de A-ha o el castaño de Wet wet wet. Las que contemplábamos los vídeos aquellos en los que Jason Donovan buscaba a Kylie Minogue en un paisaje de palmeras.
Quizás comprarse una sombra amarilla hoy sea como entonar un himno. Por eso hago mi peculiar homenaje a los ochenta proponiendo un look para el verano, por supuesto de Mac.
En los ojos, podemos aplicar en todo el párpado la sombra Goldmine (dorada amarilla), y combinarla con Sumptuose olive (verde dorada) a ras de pestañas y en la esquina externa del párpado móvil. Como estamos en verano, aplicaremos un colorete melocotón-bronce, el Sunbasque.
En los labios, las más atrevidas pueden encarnar el flúor power con la barra CB96, naranja con reflejos dorados. Si no te atreves, si no te parece natural, te doy otra opción: el gloss Pink Grapefruit de la colección de verano. Como su nombre indica, es entre rosa y naranja, alegre pero correcto.
Así preparo yo el escenario de un verano pop: bolsa de playa color naranja ácido, fanta de naranja Zero y tank tops llamativos para sudar un poco con el método Curves.

martes, diciembre 16, 2008

Nars, gorriones y Paco Bello

Para celebrar mi cumpleaños he disfrutado de un largo y placentero fin de semana en Madrid.
Comenzó el viernes con una excursión propia de alpinista a la redacción de Telva, en la avenida de San Luis. Mirando los árboles al fondo, desiertos y azules, el frío creciente y el vértigo amarillo en las cunetas, se me amontonaban en la imaginación los versos mesancianos. Qué frío hacía.
Por la tarde fui a Fuencarral a comprarme dos sombras de Korres, una color ciruela preciosa para las navidades, de tacto aterciopelado y tono vibrante y cálido, y otra sombra color plata tornasolada, virando a verde menta. El clon perfecto del dúo Habanera, de Nars, por diez euros menos. Nos anocheció en una cafetería de Avenida de América, a la poeta Amalia Bautista y a mí, en torno a una festiva cerveza y a una fanta de naranja juguetona que no querían apagarse nunca.
El sábado por la mañana Koizumi me llevó a Pozuelo, que se ha convertido en la meca de las adictas al maquillaje gracias al corner de Nars que el Corte Inglés ha tenido a bien instalar allí. Un poco lejano, pero así pude conocer la estación de metro acristalada, el coche azul cielo y la lluvia en un sábado de centro comercial. Salí de allí con mi nuevo fond de teint, Oil free Foundation de Nars en tono Fiji (una maravilla invisible), y con el colorete Luster (otra maravilla de color melocotón dorado.)
A las dos llegaba Merl a Atocha. Ha sido un fin de semana cultural, lleno de tardes de museo: y fuera, la lluvia. En la Fundación Mapfre vimos dibujos y esculturas de Degas, y cuadros de Sorolla, Casas, Rusiñol. En el Reina Sofía, arte vanguardista; y en el Prado, Rembrant.
Entre Belleza y Belleza compramos un bocadillo de calamares y nos sentamos en un banco para comerlo. Al momento habíamos congregado a una muchedumbre de gorriones. Desmigué panes para ellos, y cuando tenía en la mano un trocito aún sin desmigar, un gorrión intrépido y hambriento aleteó hasta mis dedos. Se iban dando la vez unos a otros, todos saltando en un vuelto corto hacia mi mano. Fue un gran momento.
Noche de domingo en un garito mítico de Chueca, el Libertad 8, escuchando un concierto de Paco Bello. Fue tan bonito que el silencio después de cada canción se me hacía insoportable. Y el lunes, el Ateneo con sus rojos dorados y el triunfo de mi amiga Merl, áccesit del prestigioso premio Adonáis. Antes de despedirnos en Atocha me regaló la barra de labios Dubbonet de Mac: un tono rojo oscuro, casi vamp y muy elegante.
Hoy tengo 31 años y ha llegado a casa, por fin, el número de Nuestro Tiempo donde escribo sobre PAU y un par de ejemplares de mi tesina, ya publicada.

miércoles, septiembre 29, 2010

Los tres estados del alma (I)

El alma no se queda quieta nunca, atraviesa túneles de vértigo y lagos azulísimos cada día, al alma le suceden quince mil cosas por minuto y nosotros, en la periferia, nos enteramos de muy poco, de casi nada. Pero sí sabemos que hay estados de alerta, concretamente tres. Hay tres estados peligrosísismos en el alma, y para exorcizarlos les he puesto nombres de cómic, de poema, nombres cultos para expresar lo tragicómico.

Hoy hablaré del estado más placentero, que a pesar de su aparente quietud encierra un gran peligro: yo lo he bautizado como "la Tentación de las Tres Tiendas". El nombre viene de un pasaje del Nuevo Testamento: en el instante mismo de la transfiguración de Jesús, en la cumbre del monte y en medio de una nube de eternidad, Pedro medio borracho de Dios balbuce: "qué bien se está aquí: hagamos tres tiendas." Esas tres palabras resumen lo que cualquier otro ser humano hubiera querido decir. No te escapes, no te escapes, susurramos siempre a la felicidad esquiva.
La Tentación de las Tres Tiendas es el momento de máximo placer, de máxima calma, cuando el alma parece no desear otra cosa que seguir sumida en esa burbuja, auténtico spa espiritual que le ha deparado el risueño destino. Ojo, no debemos confundirlo con la mera pereza: estamos hablando de un estado del alma. Lo que sucede cada mañana a las siete y cuarto en mi cuarto no es la Tentación de las Tres Tiendas, sino más bien un ataque brutal de vaguería. Y es ése el peligro latente: como en un espejo oscuro debemos descubrir qué placeres tranquilos merecen el nombre de tentación.

La verdadera Tentación de las Tres Tiendas se desencadena en pleno recital poético de Jose Julio Cabanillas, o en plena lectura del último libro de Miguel d´Ors, o cuando lees con deliciosa lentitud el blog de Enrique García-Máiquez. También ocurre cuando escuchas por decimocuarta vez una vieja canción de Mocedades, o en medio de un concierto de Los Walkman. Sucede cuando nos rodean los buenos amigos, esos seres ante quienes nuestra alma se pone cómoda, en bata y zapatillas. Un café con Lord Scutum. Una tarde en la placita de la Juncal con Merl, entre niños que juegan con monopatines. Unas horas en la terraza del hotel Doña María con Amalia Bautista. Fernando do Vale Salteiro en la cafetería Alcázares, entre ceniceros y vasos de fanta de naranja.




Hoy, de nuevo, me ha sucedido. En el Parque de María Luisa, mientras mi sobrino Manu tiraba piedras al estanque. Y yo hacía esta foto, y la tarde se ensombrecía.

domingo, enero 21, 2007

Ensalada de otoño-invierno

He vuelto, tras la fiebre navideña y los días de saudade, a mis planes tranquilos de fin de semana en Sevilla.
Sábado de librerías, fanta de naranja y tiendas pequeñas por el centro: autobús inundado de sol de colores, breve parada en la Anunciación, libros de poemas y visita al stan de Mac en el Corte inglés, donde una alemana que estudió teatro y acabó de maquilladora en España me tiñe los pómulos con un colorete dorado, hum, huele bien, ¿te gusta Calderón? Una vez maquillé a los protas de una comedia de Calderón, me dice sonriendo.
Llego a casa cargada con una bolsa de jabones para el armario: uno huele a mango tropical y es para mi madre, otro para mi piel sensible se anunciaba como Jabón sábanas de seda azul, al verlo imaginé una casa en La Rioja rodeada de viñas y mazos de espliego. Y cerca el monasterio de Cañas, con el Cristo sereno y luminoso del siglo XIV. Y dentro de la casa, cama de matrimonio con sábanas de hilo, sábanas que huelen a jabón.
Mañana de paseo, tarde de estudio. El domingo nos ha servido para seguir estudiando y para limpiar un poco la casa. Todo para acabar en misa de ocho y en el restaurante que hay en mi calle, donde sirven una ensalada templada de pato que yo he bautizado como ensalada de otoño-invierno o ensalada de Bilbo Bolsón: tiene setas, lechugas variadas, confitura de higo, jamoncitos de pato y nueces. Buen final...

sábado, diciembre 16, 2006

Veintinueve

Oh mis bravos amigos. Vinieron en racimo, Beades, Macarena, Buentes y Cerero, y llegaron a casa antes que yo. Y es que por una vez pensé mal, "hemos quedado a las nueve, llegarán a las diez". Y me dediqué a beber fanta de naranja en el bar de la esquina con Fernando do Vale y Fidel Villegas. A las nueve y cuarto suena el móvil, "oye que estamos aquí."
Me recibieron mis amigos en mi casa y supe lo que se siente al atravesar sus umbrales para una de mis fiestas. Esa luz dorada del recibidor, con revoltijo de abrigos y jazz de fondo, "mi casa, mi castillo", y todos tomándome el pelo, "imperdonable", y una rápida escapada al espejo para pintarme los labios... Macarena me dice que le gusta el color, un melocotón dorado. "Es de Revlon, tiene una esponjita y va saliendo el producto, como un tubo de golosina de cuando era pequeña, mira, te lo traigo".
Aparece Pablo con su jersey de lana rayada y una de sus bufandas en tonos azules, para que luego digan mis amigas que no me fijo en la ropa de los chicos. Me fijo cuando aparece algo digno de mención. Y Nico y Helena, que traían uno de sus regalos originales, un bonito cuerno de ciervo. "Para colgar sombreros", dice Nico. Y traían también un reloj de estos grandes, de esfera cuadrada (toma ya) y aire entre vintage y deportivo. Bebimos licor de ron y miel (Arehucas), y de pronto Beades que se pierde y viene con una ¡guitarra para mí! Subidón, subidón total. Esto de parte de todos nosotros, dice señalando a los bravos guerreros. Y rasgueo y me dice que tengo cogido el ritmo, el un dos tan difícil de explicar a veces. También dice que vamos a poner una cejilla para que me sea más fácil tocarla, y entonces sonará muy medieval.
Hoy mi padre me ha levantado al son de guitarra., qué peligro. Y es que querían hacerme el paseíllo típico de los regalos: un poncho de lana color rojo vino y una maravillosa casa de muñecas de cartón.
Acaban de llamarme mis primos. Diego, de cinco añitos, "¿cuántos cumples?" Veintinueve. "Ooooooh".

lunes, marzo 08, 2010

La Crónica

"Yo he venido a hablar de mi libro, no del libro de este petimetre, y llevamos un montón de líneas y todavía no se ha hablado de mi libro."
- Francisco Umbral, escritor y hablador de su libro.
Me siento un poco como Paco Umbral hablando de mi libro, pero a petición de Carmen, Arp y Espinelete voy a ofrecer una pequeña reseña de la presentación. ¿Qué puedo decir? La sala estaba llena de buenos amigos y de amables desconocidos (Juan Antonio González Romano ha hecho una buena crónica social.) Estaba casi todo Númenor en la primera fila, junto a Toi y Ramón Simón que disparaban flashes magistrales (las fotografías que acompañan esta entrada salieron de las manos de Ramón.) Añoré muchísimo a Carmelo Guillén Acosta, que estaba en Madrid leyendo sus poemas a un maravillado público, y a Enrique Gracía Máiquez, que temblaba en El Puerto ante la misteriosa luz de una ecografía. La ausencia de Fidel Villegas fue por mi culpa: hubo un malentendido.



Jose Julio Cabanillas dijo cosas increíbles, citó un poema de Gastón Baquero, habló de la inocencia, de lo que debe ser un poeta. Hablaba de mí con voz pausada y con largos silencios, y yo le miraba de reojo (en la foto se puede ver) pensando ¿ésa soy yo? Y luego recité.

Terminamos bebiendo champán en la azotea, en medio de una marea azul de libros por firmar. Se terminaron. Y nos fuimos a El Aguador, en la calle Alvareda, a beber fanta de naranja y a comer roscas campesinas. Luz de fiesta, ráfagas de voces encendidas. Abrigos y felicitaciones. Despedidas. Gotas de lluvia sobre el pelo. Me llevaron a casa. No quería que se terminara la noche y, sin embargo, omnia mea mecum porto. Tenía razón Pablo Moreno, en su ya famoso poema: nunca estaremos solos.

viernes, abril 25, 2008

Creación


Dios crea cada margarita separadamente, pero nunca se cansa de crearlas. Puede ser que Él tenga el apetito eterno de la infancia. Porque nosotros hemos pecado y envejecemos, pero nuestro Padre es más joven que nosotros."
-GKC-

La vida está hecha de postales, de tazas de café y servilletas que resbalan al suelo, y en el hilo de un segundo entre la mesa y las baldosas blancas, si captas el flash de una sonrisa te puedes enamorar. Ése es el juego, y ayer decidí aceptarlo.
El protagonista de mi tarde fue un niño rubio, de dos años, que miraba una silla como si fuera la primera silla en el mundo. Tal vez para él lo era. Y luego levantó la vista y me vio.
Para un niño todo es nuevo, un niño tiene siempre un poco de filósofo y otro poco de poeta. Por eso me hace pensar y me agrada el entusiasmo que algunos de mis amigos sienten por los muñecos que exhiben en sus salones. Una espada con láser infrarrojo en manos de un poeta es un símbolo: es igual a un columpio o un vaso de fanta de naranja para mí. No sólo nos devuelven una vida primera en que fuimos felices y desconocíamos palabras como Hipoteca y Atasco. Nos lleva también al origen del misterio, al primer asombro.
He dicho algunas veces que lo peor de mi vida estuvo en mi adolescencia: de los quince a los ventidos años no fui feliz, pero antes lo había sido mucho y después lo sería aún más. Ahora pienso que a los quince encerré mis muñecas en el armario y dejé de jugar por pudor, tal vez por puro sentimiento del deber. Me perdí por un camino de persona mayor y no encontré la salida del túnel hasta que comencé a tomarme en serio mi vocación de poeta. Jugar con las palabras fue mi salvación.

P.S.: La muñeca de la foto es de La boutique de Lupita.

jueves, abril 28, 2011

Escritura autómata

Harta de no tener inspiración, aporreo las teclas. Recuerdo atardeceres. Y me digo a mí misma: la Fanta de Naranja nada vale, mejor la Cocacola, lo dije (sí, lo dije), en este mes de abril que se termina.

La calle es gris y hay sombras de sol en los portales. Casi las nueve y media (la hora del trabajo), y batallan escobas y porteras cantando. Yo salgo del bar Génesis con un vaso de plástico de color Cocacola. La dueña del café ya me conoce, "lo quieres con dos hielos y un limón, en un vaso de plástico, ¿verdad?" Y sí, lo quiero así, subir las escaleras con el vaso bailando de alegría, y ser bebido a sorbos dulcemente junto al PC que truena.

Las horas de trabajo me parecen de ámbar. Calladas y con luz. Luego voces a coro y luego, más trabajo. La cocacola tiene sabor de medicina y de película, de metal de frambuesa, de cine de verano.

El trabajo es la chispa de la vida, ay no, la cocacola, ¿o no me equivoqué? Una risa cansada llena el tiempo. Cansados de la guerra hemos caído junto a tantos papeles cristalinos. Recuerdo los poemas ingenuos de mi libro, del primero. Era feliz entonces. Ahora lo soy más, con nubes encendidas. Como quien ha llegado de un desierto, doy gracias con temblor. Que dure mucho.

Me comprometo a escribir una vez por semana en este blog, con musa o sin musa.
Los pocos lectores que me queden son testigos.

lunes, septiembre 07, 2009

Conversión "ad creaturas"

Cris me acusa de haber abandonado durante el verano la Fanta de naranja por el yanki refresco de Cola. Tampoco es muy española la Fanta, ahora que lo pienso, pero en este blog que se está volviendo viejo tiene una sólida tradición como bebida que congrega todos mis recuerdos: es la bebida fantasma, la máquina del tiempo naranja... un primer sorbo dulce y artificial y ya se aparece ante mis ojos toda mi niñez en el parque. Las palomas comiéndome viva y yo tan feliz.


Pero la Cocacola, en cambio, me devuelve a mi pre-adolescencia, magníficos once, doce y trece años. Tenías muy dentro un run rún: "esto se está acabando". La última vuelta del tiovivo. Pero aún no se había hundido el Titanic y, desde luego, la orquesta tocaba a pleno pulmón. Y había fuegos artificiales, sobre todo en verano. Aquellos vídeos musicales en el antiguo aparato Beta de mi abuelo: Michael Jackson cantando y un Glenn Medeiros supercursi que me fascinaba. Mis primos se partían de risa conmigo y el "nada cambiará mi amor por ti". Y yo shhh, ssshh, y los ojos como farolas. También empezaba a gustarme un chico rubio del grupo A-ha porque al cantar se le ponía un gesto romántico en la cara. Y todo esto regado por el anuncio de Cocacola, versión de 1988: "first time, first love, Cocacola is it"...
Cocacola, la chispa de la vida, decía mi madre. Y yo, que era muy joven aún para detectar la ironía, me sentía mayor a la vista de esos vasos altos, oscuros y chispeantes. Era el color de la alegría, el color de las vacaciones.
Por todo eso, este verano he vuelto a mis orígenes. Me he convertido a mi fe de finales de los años ochenta.

lunes, octubre 20, 2008

A punto de caer en la Chiclit

Lo confieso: ha sido un día agotador, de esos en los que terminas radiante de cansancio. De las diez de la mañana a las cinco de la tarde en la Biblioteca Nacional de Madrid, cotejando ediciones del siglo diecisiete. Sin poder introducir en la Sala Cervantes una triste botella de agua. Buscando una fuente que parece no existir, ¿será la de la felicidad? Envuelta en el olor de los pergaminos.

Vuelvo a la calle Goya en metro y decido visitar mis dos tiendas favoritas del Barrio de Salamanca. Primera parada: "La nave va", un puesto de los Hippies de Goya que vende anillos de madera y pulseras de cobre traídas de la India. Fin de trayecto: "Azul de mar", en la calle Francisca Moreno, llena de bolsitos-joya, muñecas rusas y anillos con piedra de cristal centelleante. Me llevo uno que resume, en su fulgor naranja, los domingos de niña en el parque, la fanta en un vaso altísimo.

Decido, también, detenerme en el Vips y hojear la revista Telva para ver si este mes merece la pena el gasto. Que sí lo merece, aunque sólo sea porque Florinda Salinas vuelve a firmar un artículo entre sus hojas. Y, de repente, me paro en la estantería de los libros más leídos, cosa que nunca suelo hacer.
Allí está. El último libro de Marian Keyes, Un tipo encantador. Cuatro mujeres se vuelven locas al enterarse de que el hombre de sus sueños se casa. Y, a mí, me invade la tentación de comprarlo y gastar el resto de la tarde leyendo algo insustancial. Y Chiclit. Y Bestseller. Todos mis demonios reunidos. Voy a la segunda página y salta a mis ojos una cita: "¿Qué? ¿Tú también? Pensaba que era el único". CS Lewis. No está tan mal, le grito en voz baja a mi conciencia: cita a Lewis. Lo que no se ve es el precio. Si cuesta menos de quince, lo compro.
Veinte euros, silabea el hombre de la sonrisa y el traje gris. Por veinte euros puedo comprar tres anillos en Azul de mar. O dos buenos poemarios en la librería del Círculo de Bellas Artes. O una entrada de teatro: aún no he visto si hay algo de la CNTC...
¿Me lo he comprado, o no? Les dejo con la duda. Continuará...

jueves, abril 23, 2009

Dardos

No a todo me ha concedido el Premio Dardos. Se lo agradezco mucho, ya que me encanta la imagen de este blog como un dardo, no envenenado sino lleno de alegría que inyectar a mis lectores.
La imagen del premio Dardos es esta:


El premio supone un reconocimiento por la transmisión de valores culturales, éticos, literarios y personales a través de un blog, valorando la creatividad, y por todo eso yo a mi vez se lo concedo a:
Enrique García Máiquez: porque su blog es chestertoniano, es la perfecta mezcla del hombre de armas y letras moderno.
Julio Martínez Mesanza: porque nos regala Poesía con mayúsculas y con cuentagotas, y es el milagro imprevisto y más esperado de la bloggosfera.
Toi: porque es mi referente; combina a la perfeción arte y vida cotidiana. Y sus entradas logran el "efecto cuarto de estar con chimenea" que yo tanto deseo.

Por otra parte, Mamen Infante me ha concedido un Premio Meme. El de Mamen es el primer Beauty blog que leo cada día y el que más me interesa, así que imaginen mi emoción cuando leo mi nombre tras las palabras: finalmente me decido por hacer saltar a la fama a... Mamen, para mí aparecer en tu blog es un dardo de alegría, ya sabes: como un vaso de fanta de naranja, como unas gotas de olor a mandarina de Guerlain...
Y he disfrutado mucho contestando a la pregunta tres: ¿Qué es lo que más disfrutas del maquillaje? Entre otras cosas, porque lo que más me chifla es la chaladura de narrar aquí mis compras, mis descubrimientos, el golpe de adrenalina que supone mirar un stand de Mac o Nars probándolo todo.
Para no alargar el post, contesto al meme en mi otro blog delirante, y nomino a Maryland, no tanto a contestarlo, ya que este meme lleva tiempo rodando por la esfera beauty, pero sí como premio y reconocimiento al nuevo espacio que acaba de abrir, que reúne sus looks, reseñas y tutoriales, profesional cien por cien, creativo cien por cien:
Make up by Maryland.
P.S.: Beades, tú y tu reader estaréis estallando en carcajadas.

sábado, marzo 08, 2008

Mañana de sábado

Los sábados se hicieron para las librerías. Cruzas la calle pensando en poemarios mientras el aire te recibe con "los grados justos/ para salir sin el abrigo". ¿Tienen algo de Chesterton, por favor? ¿Seix barral, Antonio Gala? No hombre no: Joseph Pearce. Hombre y mito, escritores conversos. El hombre se sonríe de medio lado. Tú como siempre. Sí.
Encuentro unos cuadernitos perfectos para el bolso, rayados y en azul marino. Moleskine, los legendarios cuadernos que usaban Hemingway y Picasso.
Últimamente me ha dado fuerte por el color azul, que ya me gustaba en sus tonalidades agua, lavanda, turquesa y noche, pero ahora prefiero en tono marinero y azul gastado, dénim lavado o navy. El turquesa es un color muy versátil, según el matiz me entusiasma o me horroriza, puede ser un brocado en un palacio francés o un collar de cuentas de plástico del bazar chino. Qué horror, tendré que tomarme la temperatura al llegar a casa, pienso cosas muy raras.
Y todo eso mientras pago el moleskine, cuatro noventa. No, yo no es por Hemingway ni mucho menos por Picasso, es que tiene el tamaño perfecto, y luego el nombre que es muy chic, tener un Moleskine me acerca un poco a Carrie Bradshaw en sus días de gloria.
En la acera hay naranjos, estamos en Sevilla. Huelen a calor sin hacer calor aún, por eso me gusta tanto el mes de marzo. Huelen a colonia de Guerlain, mandarina y albahaca, a barra de labios flash´n dance, que en la página web americana de Mac se describe como intense tangerine with pink pearl.
El naranja y el rosa fuerte se unen en mi mente como un grito de alegría, y me apetece de pronto ir al parque, comprar un par de globos y beber fanta de naranja bajo un toldo de rayas azules y blancas, mientra leo a Wislawa Szymborska.

martes, mayo 19, 2009

Tres años

Era diecinueve de mayo, hacía calor e iban a estrenar el infausto Código Da Vinci en el cine, por lo que supongo que era viernes. Yo trabajaba en mi tesis y en el Centro Norteamericano, Calle Harinas, Sevilla. Aún no había cumplido los treinta, ni me había vuelto tan sugestivamente mayor. No es cuestión de edad, a cada uno le entra el ataque de abuelismo en tiempos distintos. Así me siento yo ahora: distinta.
Pero en cambio no os conocía. Ni a Carlos Rodríguez Morales, ARP o Batiscafo, los que llegaron al principio y permanecen; ni a Dulci, Nodisparenalpianista o María, que vinieron y se fueron, ni a Néstor y Atiza que aún se asoman a veces por aquí, ni a las chicas del foro: Adegea, Camarona, Koizumi, Sponjita, Hiss, Blanca... ni a Cantaloupe, que ni ella misma sabía que se llamaba Cantaloupe; ni a Yeste Lima, que fue un misterio para mí; ni a Máster en Nubes, Mr Peñalba, el Coco y Chocolate con trocitos; ni a Kitty que acaba de llegar ni a Benita, con la que comparto un blog dormido. Ni a los tropecientos anónimos que me han divertido o enfadado, según su grado de mordacidad.
Tampoco sabía que me gustara tanto el maquillaje. Ni las piruletas, ni las chimeneas, ni la fanta de naranja. Son palabras que componen este blog, que hoy cumple tres años.
Tengo que agradecer a Enrique García Máiquez que me animara a abrir el garito, a Don Enrique Monesterio que me urgiera a escribir, a secas, a Beades que retara en duelo a un desconocido por defenderme de la injuria, a su mujer que siempre haya estado allí,aquí. A Lord Scutum que me llevase a los acantilados y a Toi que se inventara mi nombre, corazón de ámbar. A Ale Martín Navarro le agradezco su entusiasmo filosófico y a merl, su entusiasmo de nina pekena y sabia. Y a las dos Evas, mi tía Eva y Eva B, les agradezco su condición de relámpago d´Orsiano, ya que aparecen y desaparecen. A Trancos le pido que vuelva a aparecer, con ese nombre será bienvenido.
Y, por último, a los que me han premiado y a los que me han llamado cursi para que no cayera en el peligro de serlo. Muchas, muchas gracias.
Detrás de estos tres años veo treinta y tres y trescientos treinta y tres, por algo llamamos a esta red la blogo esfera, y qué mayor esfera que la del cielo. ¡Que se escribe con el alma, y el alma nunca se muere!

viernes, febrero 13, 2009

Nevermore (saudade, morriña, murria)

Ando llorando por las esquinas, imbuida del síndrome de Estocolmo. No volveré a subirme los miércoles, a las nueve menos cuarto, al autobús veintisiete para bajar donde se vislumbra la iglesia evangelista, reinando en el centro de un descampado de flores silvestres. No volveré a demorarme en los mil desayunos de las doce, "que se note que vamos a ser funcionarios" dice Juan María y, como a la voz de un conjuro mágico, abandonamos el departamento de lengua en busca de media tostada de tomate y una fanta de naranja, bebida azucarada y energética que me permito una vez a la semana. Hasta ahora, los miércoles.
Nunca más las tardes en el IES Nervión tragando frío y ciencia, la ciencia de enseñar, explicada en voz baja y con profusión de libros que ruedan por los pupitres. Siento tal vacío, canguelo, penita, saudade y morriña que voy a empezar a leerme la bibliografía recomendada, comenzando por Mal de escuela y Latín y mentiras.
Las clases del CAP terminaron, y yo me he quedado huérfana. Sin chanzas.

jueves, junio 07, 2007

Ya


¡YA HAY DOS MIL/ VISUALIZACIONES DE MI PERFIL!

(digo, por aquello de la rima. Y como ya tengo más de treinta libros leídos y citados en mi tesis, sumo y sigo: ya son casi las dos,/ he bajado de la biblioteca y voy a comer/ con Anacó.

Brindaré con fanta de naranja, pediré arroz con leche en el Faustino: maderas y recuerdos, aires de taberna, personas que sonríen, huevos fritos con patatas... podrá no haber poetas pero siempre... ¡habrá poesía!