Aquel tiempo de cuento en el que éramos niños, y el cielo era un lugar que solamente llenaban los abuelos. "Mi abuelo está en el cielo", decíamos, y parecía algo muy natural, aunque también misterioso, porque ya no lo podíamos ver.
Era como uno de esos juegos de prendas, sólo que con una prueba demasiado esforzada esta vez, pero el dolor era cosa de valientes y sabíamos que al final, en un final de cuento, volveríamos a encontrarnos, porque las reglas del juego eran así.
Y por la noche soñabas con el abuelo, que entraba por la puerta y decía: ¡estoy aquí!, y cuando despertabas te ponías a pensar si allá en el cielo el abuelo se había dedicado a soñar también contigo. Porque una vez tu padre te contó que esta vida pasa muy deprisa, que los del otro lado no tienen tiempo para la nostalgia, porque allí se ve la vida nuestra como un viaje veloz en ascensor.
Han pasado los años, muchos años. Se me ha llenado el cielo de gente querida y joven. Pues fueran cuales fueran sus años al morir, se fueron bien temprano. Pero el misterio sigue, y nuestro viaje. Javier, Marisa, Cris, Paquito y Alejandro, que estáis con mis abuelos... Muy pronto gozaremos de la fiesta. Vamos en ascensor hasta la Vida.
Ayer, Ramón Simonet me hizo una de sus famosas entrevistas humanistas en el cuarto de estar de su casa, y luego dimos un paseo por Sevilla la nuit...
...Y acabamos con un taco y un trago en Ta'Kool, un popular mexicano en Puerta de Jerez.
Fue una tarde inolvidable y el formato me pareció espectacular: cuatro secciones de preguntas abarcando los grandes temas universales, y en el medio varios descansos para cotillear alegremente frente a una mesa llena de comida y libros.
Alguna persona, una o dos unidades de persona, es decir, mi madre y algún amigo, me acaban de preguntar si la entrevista quedó grabada. Para conservar mi honor, la respuesta es negativa, pero os puedo contar aquí alguna de las respuestas a sus grandiosas preguntas.
Ramón se preparó a conciencia, y tal si fuera el Loco de la Colina pero aún más profundo y certero, descargó sobre mi pobre ser toda una batería de preguntas a cada cual más sonrojante..., pero yo no tengo vergüenza ninguna.
Las que más me impresionaron y por eso recuerdo qué respondí:
¿Vives?
Ahí me di cuenta de que sí, me siento viva, y hay gente que no parece sentirlo, sino dejarse arrastrar. Esta pregunta me llevó a mi adolescencia, a los felices 90 con aquello de "la chispa de la vida" que resultó ser la Coca-Cola, y a esa serie que nunca me gustó: Sensación de vivir.
Pero vivir es otra cosa. Vivir es sentirse vivido, que dirían Pedro Salinas y Alejandro Sanz. Yo me siento vivida cuando trabajo intensamente, cuando disfruto intensamente, cuando puedo estar rodeada de las personas a las que quiero, en una ciudad del Sur o del Norte, o en un pequeño pueblo de la montaña alavesa.
¿Quién es Cristo para ti?
Tremenda pregunta. Me hice un lío y empecé por Dios Padre, porque, ¿por qué no? Y conté cómo una vez, también en mi adolescencia y en Maestu, caminando por el monte estuve a punto de caer, y mi padre me tomó fuertemente de la mano y con preciosa suavidad me dijo: estoy aquí y no pienso dejar que te caigas. Y yo tuve una revelación y me dije: así es Dios. La Providencia, que no el karma. Fortiter suaviterque!
Luego Ramón me preguntó por la contemplación, porque dijo muy seguro que yo contemplaba. Tremendas declaraciones.
Me encantó que esta pregunta estuviera en la sección de Letras y no en la de trascendencia, y recordé a José Julio Cabanillas que decía que la oración y la poesía eran una sola cosa porque nacían de la contemplación.
Aquí fui un poquito políticamente incorrecta y me curé en salud diciendo que no quería yo hacer de menos nada ni a nadie, pero que está muy de moda meditar, y en mi ignorancia pienso que meditar es "meterse para adentro", mientras contemplar es volcarse hacia fuera... Pero de un modo no superficial sino profundo. Tomarse el tiempo de mirar, admirar, maravillarse ante la belleza, agradecer la maravilla.
Que la maravilla también está dentro y nos podemos contemplar a nosotros mismos, no desde el ego sino para conocernos y agradecer también, como Garcilaso que dijo "cuando me paro a contemplar mi estado". Contemplar es como respirar con el corazón en vez de los pulmones.
La entrevista duró varias horas con intervalos para cenar, y acabamos con una intensidad tremenda, radiantes de cansancio como diría Miguel d'Ors, y entonces yo dije que habíamos hecho de deporte almático, de alma en vez de cuerpo. Así que rebajo un poco la intensidad de este post con este tremendo fragmento de Aquí no hay quien viva, ¡el loco de la portería!
Ayer asistí al recital del gran poeta Jesús Cotta en el colegio Mayor Belagua de Pamplona, en el fondoso campus de la Universidad de Navarra.
El campus
El poeta y su obra
Fue brutal, pero con serlo, no quiero hablar de eso, sino de la cena que tuvimos unos pocos elegidos después. En calor y cercanía de pocos, la vida sabe mejor, y se habla de lo que realmente importa.
Lo que le importa a Jesús es Homero, y en general la cultura griega, que es de lo que vive por fuera y por dentro, lo que le alimenta el bolsillo y el corazón.
Yo le tiraba de la lengua porque lo veía en esceso tímido y balbuceante, y quería que contara en la cena las maravillas que sotto voce me había contado alguna vez a mí.
Me invitaron a hacer un poema
- Jesús piensa que Homero presiente de algún modo el cristianismo, ¿verdad?
- ¡Eso es Virgilio!, exclamó alguien entre el público.
Y yo en mis trece: si, Virgilio también, eso lo dijo Dante, pero aquí Jesús Cotta tiene sus teorías sobre Homero...
Y entonces el poeta se arrancó:
- Claro, es que en Homero brillan todas las cosas, que parecen pincharte y decir: más allá, más allá, ¡hay mucho más que esto que tus ojos ven!
Últimamente recuerdo mi niñez. O ese punto en el cual casi había dejado de ser niña pero yo fingía no saberlo.
Las Barbies... Y el Ken
El verano de mis doce años: tan intenso, tan fugaz, tan los últimos días de paraíso. Los vídeos musicales en el antiguo beta de mi abuelo. Hoy podrás beber y lamentar, pero también Madonna y Whitney Houston. Kylie Minogue en playas paradisíacas, y que no se encontraba nunca con el novio, que por supuesto la buscaba hasta el final.
Los libros de portada rosa de Puck, la revista Elle y jugar a escondidas con mi muñeca Maite. Yo sabía que por mi cumpleaños iba a pedir una barra de labios y un Ken para alguna de mis Barbies solteras.
Y ahora me preguntas por qué me gusta tanto la Coca-Cola, por qué me cuesta tanto dejar para siempre su palacio de azúcar chispeante y oscura. Y yo respondo: ¿qué hacer con la nostalgia un viernes por la tarde?
Ayer falleció Teresa Ruiz de Gauna, mi profesora de Historia, una de mis profesoras favoritas del colegio.
Nos enseñó a sentetizar, a hacer buenos esquemas y a ser buenas personas. Hablaba de los hechos pasados como si estuvieran ocurriendo hoy mismo, y así nos enseñaba. Como un cuento, pero luego había que aplicar la inteligencia y la memoria con unas técnicas concretísimas. Una profesora de las que no se olvidan.
Sin embargo, yo la recuerdo muchos años antes del bachillerato, porque era de Vitoria. Y cuando yo era niña, Teresa fue la jefa de estudios, y si me encontraba por los pasillos del colegio me decía: "¡¡¡paisana!!!" Y yo me moría de la vergüenza.
Eran años en los que, si una profesora "te cogía manía", eso te daba prestigio entre las compañeras, como heridas de una guerra colegial... Pero, ¡pobre de ti si en el aire flotaba algún átomo de amenaza de predilección!
En Navidad, en el Norte, gastábamos las tardes en pasear hasta la estatua de San Prudencio en Vitoria. Había unos chalets muy bonitos, y uno, muy cerca de Ajuria Enea, pertenecía a los Ruiz de Gauna. Mi madre, rebosando buena educación, me dijo..., "¡toca el timbre para saludarla!" Recuerdo a cámara lenta mi cara de horror, el regocijo de mis primas y mis dedos temblorosos rozando la aldaba. El portón abriéndose...
Y, en el umbral de su casa, Teresa, majestuosa y sonriente, invitándonos a una merienda de tazas de chocolate como si fuera lo más normal del mundo recibir un 27 de diciembre la visita de una colegiala que acababa de suspender, como todos los años, las matemáticas.
Llueve sobre mojado, me digo mientras las gotas rebotan en el agua de la piscina azul. Azul turquesa nublado. Y luego, soleado, pero sigue lloviendo... Una sensación que te envuelve, te atrapa, te aparta del calor en todos los sentidos y desde todas las direcciones. Agua dulce y tímida pero alegre y pertinaz. El cielo coopera con este primer día de vacaciones, y lo hace perfecto.
Este libro se merece una reseña en un sitio serio, no sé, Clarín o Fábula..., pero mientras me demoro, me deleito y procrastino para no terminar, ¡tan pronto!, su lectura, ahí van unas primeras impresiones totalmente subjetivas, es decir, nada académicas.
¿De qué trata el libro? ¡De qué no trata! El mundo en una esfera azul, de Bernardo de Claraval a Star Wars y vuelta, para glosar una llamada universal a la aristocracia..., ¡del alma!
Recuerdo a mi padre diciendo que, ante el problema de que los jamones de cerdo ibérico sean un artículo de lujo, hay quien propone que nadie coma jamón por evitar el agravio comparativo, y en cambio él desearía que todos, exactamente todos los hombres y mujeres lo pudieran disfrutar, y que en eso radica la verdadera democracia... Ahora veo, gracias al delicioso ensayo de García Máiquez, que más o menos algo así dijo Chesterton, vamos, ¡que mi padre es chestertoniano!
Leer a García Máiquez es todo un grito de afirmación. Libro suyo que cae en mis manos, libro que me hace feliz. De Mal que bien dije que recibirlo había sido como adelantar la Navidad, y ahora me estoy dejando inundar por Ejecutoria en pleno verano, en este locus amoenus veo desfilar a Séneca, a Dante y a Alonso Quijano el bueno. Y si a una cita de Mesanza le sigue una cita de Cirlot, "ahí es".
Vuelvo a tener la aguda sensación de que Enrique habla siempre de todo lo que amo, que sus referentes me reafirman, sus pensamientos ponen voz a lo que en mí son sólo pobres barruntos.
Y cierro el libro afirmando, con una sonrisa. Con la certeza de que vale la pena todo, el esfuerzo, el "vence quien se vence", el amor secreto y platónico sin aparente fruto pero capaz de fecundar toda una vida.
Después de casi dieciséis años he decidido cerrar mi blog de maquillaje.
No lo eliminaré, por supuesto, pero voy a dejarlo en standby y, por lo menos hasta septiembre, no voy a publicar nada nuevo en ese espacio. Cuando comience el próximo curso pensaré seriamente que hago con el viejo Makimarujeos de una Hobbit pija...
Mientras tanto, el blog de Adaldrida va resucitando poco a poco, y resiste ahora y siempre al invasor... Y es que mantener un blog hoy en día es un gesto absurda y absolutamente romántico, porque lo leen cuatro gatos contados, y si voy a ser romántica, prefiero serlo con este blog literario donde desbarro sobre poesía una vez al mes.
Que, ahora que me he quedado bastante libre de actividad bloguera, podría pasarme a una actualización quincenal, sobre todo si la inspiración me acompaña, porque no quiero hacer entradas de relleno. Pero cuando no haya aliento poético siempre podré hablar de los libros que estoy leyendo, un mix entre prosa poética y crítica literaria nos vendría bien...
¡Que vivan mis cuatro gatos lectores! ¡Va por vosotros!
Por los rayos dorados de junio camino ahora mismo. Bajo sus rayos azules, dejándome inundar. Mañanas plenas, tardes lentas.
Todo sonríe abierto, luminoso, el sol calienta sin herir. La tierra exhala una virilidad recia y encantadora... Y todas las cosas guardan tu nombre y me lo dicen al pasar. Todo me habla de amor y del Amor. Para Él trabajan de incógnito todos los amores, dijo Ibáñez Langlois.
Domingo de misa y vermú, casi junio aunque todavía mayo. Verde, radiante y vivido...
Me siento plena, vivida, como Salinas dijo en un par de versos interminables... Sí, qué alegría vivir sintiéndose vivida. Me viven mis amigas, mi familia, los poetas que admiro, me vive Dios por dentro.
Un Dios que baila, como una vez dijo un cura jesuita en Sevilla, rodeado de naranjos. Imagino a Dios Padre bailando en torno a Dios Hijo, y a Dios Hijo bailando en torno a Dios Padre... y que el Espíritu Santo es ese mismo baile que se (auto) dedican ambos, en un eterno y amoroso viceversa.
Que para abrir nuevas puertas habrá que cerrar ventanas no es una enseñanza fácil...
Todo el mar en mi ventana, solía decir mi madre. Tenía yo nueve años y nos gustaba venir cada domingo a la playa, como meros domingueros: nunca fue con la tortilla ni la radio con arena, pero recuerdo el cansancio. El cansancio tan azul, cansancio lleno de sal, tan "radiantes de cansancio"...
Vendimos una buhardilla y compramos todo el mar. "Todo el mar en mi ventana". Nunca me gustó la playa, no quiero hacer poesía ni mentir en mis recuerdos.
Pero te aprendí a querer, terraza azul y radiante. Eras toda una mañana de sol, eras siestá por la tarde. Eras el rumor del mar, eras mi madre feliz. Mi madre que siempre danza, contigo se queda quieta. Mi madre leyendo quieta me llenaba de esperanza...
Pero hubo nuevas ventanas, y la vida siempre avanza. Y "nos hacemos mayores", y "viene el cambio climático""... Se van imponiendo cambios como losas, como soles. Los cambios nunca son casa, pero he aprendido a amarlos también..., como amo los lunes. Mañana se cierran puertas, y puede que para siempre.
Y sin embargo la vida siempre nos empuja alto, a la alegría más honda, a nuevas puertas radiantes. ¡Abrid las puertas del cambio a las nuevas aventuras, que mi madre está esperando recuerdos llenos de viento, de claridad infinita, de cielo, de sal y viajes, y de gente por querer!
*por primera vez en mucho tiempo me ha salido un proema, un poema en prosa: se lo dedico, como no puede ser menos, a mi madre y a mi padre.
Me siento engullida por el azul turquesa, fresco y radiante gracias a la luz de este domingo soleado que entra a raudales a traves de la claraboya.
Me dejo abrazar por el agua y me parece estar sumergida en la esencia divina. Rezar y agradecer me sale solo, igual que disfrutar. Entre tanda y tanda de ejercicios, dejo momentos a la inspiración y a la meditación.
Parece, se comenta que Aitana y Sebastián Yatra se han reconciliado, viajan juntos, han pasado la noche juntos.
Noticia frívola y absolutamente baladí para cualquiera que no sean ellos dos..., pero que me interesa como exponente de esta nuestra sociedad, fiscalizadora y canceladora. Porque hemos entrado en tromba, se ha producido todo un movimiento de masas que señalan a Aitana y, cual si tuviera 15 años, la amonestan diciendo: "¡con ése no, bicho!
Bicho, por supuestísimo, él, no ella...
Todo nace de unas declaraciones en las que un demasiado sincero Sebastián dice lo que muchos jóvenes de hoy en día piensan, que le cuesta ser fiel y que se plantea en el futuro una relación abierta.
Vaya por delante que la fidelidad y la lealtad son mis valores más queridos, y que mi relación ideal es la de mis padres, totalmente monógama y que lleva durando 47 años de santo matrimonio, en el que aún se quieren y se hacen reír.
Pero más aún creo en la libertad, y como además soy todo lo que no se debe ser en esta nuestra sociedad, es decir, ingenua y romántica, pienso, como primera posibilidad, que Sebastián Yatra ha llorado lo perdido... y ha recapacitado. Que no sabes lo que de verdad quieres hasta que ya no lo tienes.
O, como segunda opción, que ella también desea un idilio moderno. No voy a caer en aquello de que si fuera Aitana quien hubiera planteado una relación abierta no caería sobre ella todo el peso del oprobio woke, o sí lo digo, oh yes.
A lo que voy es que sea lo que sea, si están juntos o no será siempre algo fruto del consenso, santo grial y vaca sagrada del siglo XXI... ¿O no? En esta sociedad nuestra, todo es consenso, hasta que tocamos algún pilar fundamental, algún dogma laico aún más irrenunciable, y entonces el consenso deja de ser algo tan, pero tan, tan importante.
Recuerdo a Rafa Alvira en Maestu, en el verde ingrávido de agosto, disfrutando de un día de verano junto a mi padre, feliz y hablando como él hablaba, entre susurros y sonrisas.
También recuerdo a Rafa Alvira en Pampaluna, un día de lluvia feroz. Llovía a raudales y salíamos de la biblioteca los dos a la vez, él tenía reservado un taxi y, con ademán de caballero un poco tímido, me dijo, ¿compartimos? Y yo lo acepté con la inconsciencia de los veinte años, sin darme cuenta del gesto tan grandioso que acababa de presenciar.
También llovía en La Rioja, quince años más tarde. Era veintiocho de enero, día de Santo Tomás de Aquino, cuando vino a impartir una conferencia sobre la esencia de la verdadera universidad, y yo me bebía sus palabras desde la primera fila..., y se nos rompió un perchero en la oficina de UNIR.
Y recuerdo a Leonardo Polo invitado a comer en mi casa de Sevilla, cuando yo era muy pequeña, y a Javier Hernández Pacheco, también en casa de mis padres, hablando de filosofía, del Rocío, del mejor vino de Jerez.
Y me siento agradecida a la vida, a la Vida con mayúsculas, porque he asistido casi sin darme cuenta a toda una generación de caballeros a los que admirar, a los que contemplar con limpieza, grandes hombres pero, sobre todo, hombres buenos que me acompañarán siempre.
El campus. La Tierra Media. Abetos, caminos verdes, estudiantes felices. Parecen felices: hobbits leyendo alegremente en el césped lejos de Mordor, esto es, lejos de mayo y los exámenes...
Mediodía: los blancos caminos serpentean entre el verde, repletos de chicos y chicas que suben hacia Iturrama. Les sigo, sudo bajo el sorprendente sol y mi abrigo de invierno.
Y atravesando plazas porticadas llego a la que fue mi calle, y encuentro la misma papelería con joyitas de plata en el escaparate y la prensa para alegrar los desayunos de sábado y domingo.
La tienda de mesas y sillas donde compré mi mesa y mi silla en mi piso de estudiantes sigue también allí, y respiro aliviada.
Y continúo mi camino, sofocada y feliz, hacia el bonito con tomate primigenio que cocina mi tía Maite.
A mi, en Sevilla, me gustan las iglesias del centro.
Los Estudiantes, con su impresionante Cristo de la Buena Muerte. Santa María la Blanca y la capillita de la calle Sierpes, ambas tan barrocas. La capilla de la puerta de Jerez, con su Virgen renacentista sobre pan de oro. Y, por supuesto, la catedral.
No puedo evitarlo: a Dios se llega por la belleza y yo soy una pija espiritual, como se ve en este poema.de El último minuto:
HAGAMOS TRES TIENDAS
(Santa Maria in Trastevere)
Rebañito de ovejas bizantinas
que minuto a minuto yo miré
balar en esa bóveda dorada
en un silencio que también refulge:
a vuestro lado yo me quedaría
si hubiese buen pastor, como lo hay,
al calor del poder mudo y gigante
de aquella lamparita diminuta,
y no volver jamás al gris cemento.
Pero últimamente me gustan las misas de jóvenes de los domingos: si hay ambiente, el cura habla bien y el coro es bueno o, al menos, entusiasta, no me importa que el cemento me rodee.
Tres condiciones que reúne la Misa dominical en Porta Coeli, Jesuitas. Además, hay naranjos a la entrada, y los domingos a las ocho está llena hasta los topes.
Tres chicos de veinte años estaban sentados detrás de nuestro banco, y no pararon de hablar durante la ceremonia, algo que es muy católico, también.
Un poco antes de la Consagración, único momento que respetaron con un relativo silencio, pude oír este descacharrante diálogo:
-Illo, illo, yo no voy a comulgar, que no me he confesao.
-¿Cuándo fue la última vez?
-¡Ufff! - y añadía, señalando con el dedo:
-Ustedes tampoco andáis muy finos.(Sic).
-Yo no peco, zanjó un tercero.
Y el primero en hablar, que sí que andaba fino en cuestiones teológicas o morales, le rebatió:
De Nervión al hotel Colón, en pleno centro de Sevilla, caminando. La gloriosa y guerrera calle Bailén me aguardaba, y no he querido pedir un taxi porque iba a una peluquería "de señoras", buena y carísima, y no deseé sumar otro gasto.
Modestamente, creo que ha merecido la pena. Tenía un arbusto por cabellera y ahora tengo estas ondas doradas, estas capas que enmarcan el óvalo a la altura de la clavícula, clavicut creo que se llamaba esto, y un pelo saneado.
El asunto es que he ido andando, he andado una hora entera. Que también podría tomar un 27, pero estaba ante el Primer Naranjo de la Tierra, hacía un sol apetecible y en mi cabeza sonaba la máxima de mi nutricionista, "haz deporte". Que sí, que ya sabemos que andar no es cardio ni parapente, que hace falta más..., pero menos da una piedra.
Yo iba despreocupada, sabiendo mi camino, hasta más o menos Menéndez Pelayo, pero en vez de entrar por los jardines de Murillo para enfilar San Fernando y luego la Constitución hasta la plaza Nueva, y al final Sierpes hasta San Eloy..., algo me hizo tomar un atajo y acabé no se sabe por qué en la plaza de la Alfafa, y antes, en la casa de Pilatos.
Buen medio día de turismo y deporte después de haber corregido cien exámenes y haber publicado las notas de mis alumnos, sí, señor. Sevilla estaba preciosa, y he aprendido que hay una calle que se llama Lirio, muy bucólica, muy yo. Que, en un pasado muy remoto, Enrique García Máiquez me llamaba Llir entre cards, Lirio entre cardos.
Todo fueron sonrisas hasta que faltaba un cuarto de hora para llegar a la peluquería y yo tenía bastante perdido el rumbo... Entonces, decidí hacer caso a mi conciencia, digo no, decidí hacer caso a mi amiga María Eugenia que siempre me anima a practicar con Google Maps, porque en realidad no sé leer mapas ni virtuales ni en papel.
Bueno, pues Google Maps quería que me metiera por este callejón... ¡Google Maps es un peligro!
Al final llegué como siempre, callejeando y PREGUNTANDO. Y sofocada. Y con la trenza desecha..., pero eso, dos horas y media después, daba ya igual.
No gastaremos nunca las palabras, te escribí hace más de veinte años.
Y tú me dijiste en una carta que nuestra amistad te devolvía la más pura inocencia de cuando éramos niños, llevándote de la mano a esas tardes doradas en el parque de columpios y trenzas al sol.
Y siempre tenías melancolía de futuro, te gustaba imaginarnos a largo plazo, dentro de diez años, de veinte, siempre juntos a través de la distancia.
Han pasado los años, más de cuatro lustros, y ya no somos niños. No lo éramos entonces, y ahora la vida nos llena de hipotecas y noches de hospital. Y hubo chaparrones, hijos, amores fallidos, amores luminosos, duelos, broncas y resacas.
El oro manchado de barro, que lo limpias y renace, aún más refulgente. Eres tan de verdad que me das miedo, eres estar en casa y a la vez el abismo y el acantilado. Y no acabo de conocerte nunca, porque siempre me sorprendes, pero contigo me sé a salvo, abrigada, iluminada por esa luz de vela que me regalas siempre.
Eso dice mi padre, que la cuesta de enero es cuesta abajo.
Y no hay más que deslizarse, fluir, volver amorosamente a la bendita normalidad, ¡deliciosa normalidad!
Lo cotidiano deslumbra, digo yo. El tiempo ordinario es lo nuestro, dicen los que saben.
Y entonces, ¿por qué este vacío que hay que llenar con viajes, planes,sorpresas? Porque el corazón quiere lo que quiere, dice El mentalista. Y se lo daremos: tiempo ordinario sí, pero con viajes, planes, ¡sorpresas!
He pasado el día en Vitoria, porque si no disfruto de un día en Vitoria, no paseo por el Belén de la Florida y no voy al puesto de artesanía de mi amiga Ilargi, no es Navidad 🎄.
Aquí, cumpliendo con todos los ritos.
Ilargi ha desplegado todo un mundo de broches, imanes, colgantes con los que he ejercido convenientemente de paje de los Reyes Magos...
Y al final, mi amiga artesana ha enseñado al alegre público, entre el que me encontraba yo, su última novedad: un anillo anti estrés, que consiste en una fina alianza plateada surcada por una serie de bolitas, o cuentas. Vas pasando las cuentas y te tranquiizas..., o no.
"Si tiene diez te lo compro", le he dicho, aunque no ha habido suerte. Todos los anillos tenían justamente ocho o nueve cuentas. "Ah, pero te hago uno", ha ofrecido ella, solicita. "Lo usaría para rezar el Rosario", he terminado comentando, como si tal cosa.
Y de repente todo han sido risas alrededor, pero risas bonitas, agradables, de "mira ésta que es más fresca que una lechuga". Y me he acordado de aquella vez en la que un hippie bien puesto de marihuana me estaba haciendo una trencita de hilos en el pelo, y yo mientras tanto rezaba el rosario por lo bajinis porque se me hacía tarde para ir a misa.
Entre carcajadas, Ilargi ha sentenciado: "¡ésa es la auténtica diversidad!"