lunes, mayo 25, 2009

Adonáis

El pasado viernes recitaron en la Fundación de Cultura Andaluza los dos accesits del premio Adonáis 2008: María Eugenia Reyes Lindo y Alfredo Félix-Díaz.
Acabaron entonces las ansias poéticas que me habían sacudido en los últimos tiempos, algo amortiguadas ya al comienzo de la Feria del Libro sevillana, con su mágico cajón de Renacimiento y la presentación de la última antología de Carmelo Guillén Acosta. Me dispuse a disfrutar como una cría de la poesía sin más, sin aditivos ni pompas, que esperaba descubrir en la voz del poeta mejicano y que estaba segura de encontrar en la voz de Merl, que como saben casi todos es mi mejor amiga.
Arropados ambos por Carmelo y por Cabanillas (qué envidia de acompañantes), comenzó la fiesta. Pura juerga con ritmo endecasílabo.

Cabanillas habló del tiempo, de las ruinas, de cómo un poeta encuentra su propia voz... Y comenzamos a escuchar dos voces diferentes, complementarias, como uno de esos giros a dos tempos en una pieza barroca. La música sonaba desde dentro de las palabras, como debe ser. La voz de Alfredo era toda dulzura latina y nervio poético, un contraste que nos hizo perder pie y romper en un gran aplauso al terminar su poema 1928.
Ya había apuntado Jose Julio la influencia mesanziana en este poeta, pero me impresionó ver unidos el impulso épico y la garra del Nuevo Mundo, como si estuviera oyendo algo muy querido y conocido por primera vez con acordes recién creados.
Luego vino Merl, risueña y nerviosa al principio. Eligió uno de los poemas más hermosos del libro para comenzar, lo que fue un acierto ya que le ayudó a crecerse. Camino de Algeciras:

Girasoles cabizbajos al atardecer,
colinas amarillas al poniente:
Un charco de hermosura
en un yermo que se tiñe de morado.


Así fueron sucediéndose las imágenes caóticas, tiernas o preciosistas de una poeta pintora, hasta terminar en uno de los poemas que más gustan a Cabanillas y que más me gustan a mí: El anillo.

P.S.: La foto es de Alejandro Lindo.

jueves, mayo 21, 2009

Calor

el calor me lleva de la mano a las calurosas meriendas de mi niñez. En la guardería, nos daban una chocolatina del tamaño de tres onzas Nestlé, envueltas en papel de celofán azul o rojo. A lo largo del mes de mayo las chocolatinas se iban poniendo blanditas, pero no nos importaba. No teníamos prisa: nos demorábamos en la merienda, en el chocolate deshaciéndose, manchándonos los dedos, los labios, el vestido. Nos gustaba el olor a chocolate caliente y barro fresco en la piel, hacíamos pelotillas dulces.
El calor me lleva también al aroma del cloro en las piscinas. El agua era azul, y apetecible como la manzana primera. Y olía a cloro. "No pegues tragos clandestinos, que tiene cloro", decía mi madre. "Mejor, más rica", bromeaba mi padre. A mí la palabra cloro me sonaba a marciano, hola, te presento a mi amigo el marciano cloro. Y luego supe que un romano se llamaba así, Constancio cloro. No había que abrir los ojos en el agua, porque picaba el cloro. Más tarde, en clase de química, acabó de sonarme la palabra a una mezcla de alquimia y exámenes suspensos.

martes, mayo 19, 2009

Tres años

Era diecinueve de mayo, hacía calor e iban a estrenar el infausto Código Da Vinci en el cine, por lo que supongo que era viernes. Yo trabajaba en mi tesis y en el Centro Norteamericano, Calle Harinas, Sevilla. Aún no había cumplido los treinta, ni me había vuelto tan sugestivamente mayor. No es cuestión de edad, a cada uno le entra el ataque de abuelismo en tiempos distintos. Así me siento yo ahora: distinta.
Pero en cambio no os conocía. Ni a Carlos Rodríguez Morales, ARP o Batiscafo, los que llegaron al principio y permanecen; ni a Dulci, Nodisparenalpianista o María, que vinieron y se fueron, ni a Néstor y Atiza que aún se asoman a veces por aquí, ni a las chicas del foro: Adegea, Camarona, Koizumi, Sponjita, Hiss, Blanca... ni a Cantaloupe, que ni ella misma sabía que se llamaba Cantaloupe; ni a Yeste Lima, que fue un misterio para mí; ni a Máster en Nubes, Mr Peñalba, el Coco y Chocolate con trocitos; ni a Kitty que acaba de llegar ni a Benita, con la que comparto un blog dormido. Ni a los tropecientos anónimos que me han divertido o enfadado, según su grado de mordacidad.
Tampoco sabía que me gustara tanto el maquillaje. Ni las piruletas, ni las chimeneas, ni la fanta de naranja. Son palabras que componen este blog, que hoy cumple tres años.
Tengo que agradecer a Enrique García Máiquez que me animara a abrir el garito, a Don Enrique Monesterio que me urgiera a escribir, a secas, a Beades que retara en duelo a un desconocido por defenderme de la injuria, a su mujer que siempre haya estado allí,aquí. A Lord Scutum que me llevase a los acantilados y a Toi que se inventara mi nombre, corazón de ámbar. A Ale Martín Navarro le agradezco su entusiasmo filosófico y a merl, su entusiasmo de nina pekena y sabia. Y a las dos Evas, mi tía Eva y Eva B, les agradezco su condición de relámpago d´Orsiano, ya que aparecen y desaparecen. A Trancos le pido que vuelva a aparecer, con ese nombre será bienvenido.
Y, por último, a los que me han premiado y a los que me han llamado cursi para que no cayera en el peligro de serlo. Muchas, muchas gracias.
Detrás de estos tres años veo treinta y tres y trescientos treinta y tres, por algo llamamos a esta red la blogo esfera, y qué mayor esfera que la del cielo. ¡Que se escribe con el alma, y el alma nunca se muere!

martes, mayo 12, 2009

Piruletas y faltas de ortografía

Es una delicia volver del trabajo en un autobús repleto de niños chillones. Churretes, patadas y piruletas, todo se amontona en una cara pecosa y un par de coletas rubias. Sol tiene cuatro años y ya es mayor. Y yo, en cambio, al escuchar sus cuentos chinos me hago cada vez más niña, tanto que parece que el rubor nace realmente de mi piel y no del diálogo detenido con la luz en el espejo, y que el brillo de mis labios es fruto de haber saboreado lentamente un puñado de caramelos rojos...
Piruletas y faltas de ortografía llenan mi vida de nueve a cinco, y habeces llego a enfadarme cuando mis alumnas utilizan los lavios para ablar en plena clase porquesinocuentanasuamiga lo que icieron aller, rebientan.
Sin embargo, muchas otras veces me hacen reír de pura alegría, como cuando les digo que para describir bien a una persona hay que usar buenos adjetivos, y en la descripción me presentan unos labios finos y sentimentales. O cuando llenan de imágenes una página, tras aguantar estoicamente mi discurso sobre la importancia de las metáforas. Entonces, resulta que la mejor amiga de C. es morena como el carbón y delgada como una avestruz, o que el padre de P. tiene los labios lan finos como el rabillo de una pera y las orejas, blanditas como las nubes en el cielo. Una de mis alumnas me define así a su amor: es un príncipe azul, está como un queso. Y otra, completamente quevedesca, rompe así la maldición del folio en blanco: Era de tez blanquecina cual gota de nieve infectada por el acné.
Aquí hay madera, esto es la guerra.