En estos malos tiempos, me dijo un amigo, lo mejor es abrir una panadería: nadie va a dejar de comprar pan.
Nadie dejará de comprar pan, y ninguna mujer debería dejar de cuidar su piel y, por qué no, su maquillaje. En La luz apacible, Louis de Whol atribuye al inefable Tomás de Aquino un párrafo en defensa de este arte. Y si "pintarse la cara" no era pecado ni en la Edad Media, ahora sería un pecado estético no hacerlo. Toda mujer, incluso la que dice que no se arregla, tiene un arma infalible: no usará fond de teint, pero no sale de casa sin la raya negra en el ojo, o sin depilarse las cejas.
El maquillaje no sólo te hace sentir bien a ti sino que hace la vida más agradable a los demás. Una mujer que se ve guapa no irá por la vida arañando a otras mujeres, y cuando un hombre le ceda el asiento no pensará de él que es un sucio machista, sino que está deslumbrado por su belleza. Somos la mitad de la raza humana que usa tacones y rímmel, y eso nos tiene que servir de algo.
Y, comenzando por el rímmel, diré que existen máscaras fabulosas de Chanel, Givenchy, Estee Lauder y Lancôme, pero que todas tienen un ligero problema: caducan en seis meses. Enseguida empiezan a oler mal, por lo que propongo el primer ahorro del año: no inviertas en la nueva Phenomenon eyes (28 euros) sino en la Great Lash de Maybelline (unos 8 euros): el bote rosa y verde es famoso, lo usan muchas actrices americanas y por algo será.
Segundo paso: vaselina pura. Pero no los tarritos de Gal o Agatha Ruiz de la Prada, que a la larga salen muy caros, no; ve a un herbolario o tienda bío y hazte con un tarro de cincuenta mililitros. En Sevilla, en la Jaboteca (Calle Cuna), me costó a mí unos cuatro euros. Sirve no sólo para hidratar labios, sino también codos, talones, uñas y... ¡contorno de ojos! Una esteticista me dijo que la vaselina era un gran contorno de ojos: no acaba con ojeras, pero hidrata, atenúa bastante las líneas de expresión y previene las patas de gallo.
Siguiendo con esta línea, la mejor "crema" nutritiva, regeneradora y antiarrugas es el aceite de rosa mosqueta: dicen que es caro, pero el de Marnys, que es puro, no llega a los siete euros. Y siempre quedarán marcas como Olay y Deliplús: de esta última recomiendo su agua de avena, el mejor tónico para piel grasa e incluso sensible, a pesar de que al alcohol sea uno de sus ingredientes. Siempre tendrá menos alcohol que los tónicos de Clinique, y cuesta tres euros en vez de veinticinco.
Otro tónico buenísimo es el agua termal de Avene, y si tu piel es seca, el agua de rosas de Cuve, en farmacias, cuesta también cuatro euros.
Una base de maquillaje para tiempos oscuros: el fond de teint pinceau de Bourjois. Es el clon de la ya mítica base de YSL, sólo que mejorada, ya que es libre de aceites pero muy confortable. Y de larga duración: incluso la recomendaron en la revista In Style hace unos meses... Cuesta unos quince euros.
Sombras de ojos para no arruinarse: las de Art Decó. Si tienes cerca una perfumería Douglas, ¡corre hacia ella! Por cinco euros tienes clones de las sombras de Mac, y la calidad es buena. La 262 es muy parecida a la mítica Parrot, un azul turquesa loro; la 245 me recuerda a la Sumptuose olive, un verde oliva brillante; y la 92 es un clon aceptable de la preciosa sombra Shale, un malva grisáceo. Y la base de sombras de esta misma marca no te la puedes perder: cuesta seis euros y pico y logra mantener tu look todo el día, puedo asegurarlo.
Adaptando el lema de Francois Nars, también yo puedo decir: diviértete, sólo es maquillaje... barato.
jueves, enero 22, 2009
lunes, enero 19, 2009
El infierno de los réprobos
Alejandro dice, comentando la entrada anterior, que sabe que se puede dialogar conmigo. Y yo me quedo sin saber si su elogio es cierto o no, en realidad no sé si está en el alma de los españoles el don de poder debatir desapasionadamente, sin iras reconcentradas, sin prejuicios de derechas o de izquierdas, cuyo nombre es legión en ambos casos.
Sencillamente, hay cosas que me hacen daño, y detesto la polémica. A veces desearía tener en mi sangre unas gotas del humor inglés, al estilo de Enrique García Máiquez, para capear el temporal y hablar de lo que nos plazca sin salir airados ni trasquilados. Una, que no tiene vocación de vencedora ni de vencida, desearía sentarse en su cuarto de estar en los días de lluvia, encender una imaginaria chimenea y abrir una tras otra las novelas de Wilkie Collins.
Pero, mientras redacta su trabajo de didáctica general, una tropieza con la noticia de que la subvención a ciertos colegios andaluces está en el aire porque practican la "discriminación sexual". Son malos, malotes. Por supuesto se menciona al Opus Dei, pero una comentarista del blog de Batiscafo nos recuerda el caso del Colegio de las Hermanas de la Cruz que no sólo es un colegio más, sino que allí viven "las niñas que los padres no pueden atender y eso lo sabe muy bien la Junta."
A estas alturas, una ha olvidado completamente su deseo de no entrar al trapo y orillar temas espinosos en este su blog hobbítico. Que quieren, ahí me han dado. Yo estudié en uno de esos perversos colegios femeninos, y es una de las mejores cosas que pudieron hacer mis padres por mí. La verdad, no sé cuál es el problema. Vivimos en un país democrático, y por eso existen varias opciones subvencionadas para una verdadera igualdad. Nadie va a obligar a tu hija a inscribirse en Ribamar, ni a tu hijo a estudiar en Altair. Tal vez el delito tan grande de profesores como Fidel Villegas sea sacar poetas de debajo de las piedras y hacerlo a las orillas del Parque Amate.
Aquí termina mi exabrupto del lunes, y ya estoy deseando volver a mis plácidas entradas sobre buenos poemarios y coloretes de Nars.
Sencillamente, hay cosas que me hacen daño, y detesto la polémica. A veces desearía tener en mi sangre unas gotas del humor inglés, al estilo de Enrique García Máiquez, para capear el temporal y hablar de lo que nos plazca sin salir airados ni trasquilados. Una, que no tiene vocación de vencedora ni de vencida, desearía sentarse en su cuarto de estar en los días de lluvia, encender una imaginaria chimenea y abrir una tras otra las novelas de Wilkie Collins.
Pero, mientras redacta su trabajo de didáctica general, una tropieza con la noticia de que la subvención a ciertos colegios andaluces está en el aire porque practican la "discriminación sexual". Son malos, malotes. Por supuesto se menciona al Opus Dei, pero una comentarista del blog de Batiscafo nos recuerda el caso del Colegio de las Hermanas de la Cruz que no sólo es un colegio más, sino que allí viven "las niñas que los padres no pueden atender y eso lo sabe muy bien la Junta."
A estas alturas, una ha olvidado completamente su deseo de no entrar al trapo y orillar temas espinosos en este su blog hobbítico. Que quieren, ahí me han dado. Yo estudié en uno de esos perversos colegios femeninos, y es una de las mejores cosas que pudieron hacer mis padres por mí. La verdad, no sé cuál es el problema. Vivimos en un país democrático, y por eso existen varias opciones subvencionadas para una verdadera igualdad. Nadie va a obligar a tu hija a inscribirse en Ribamar, ni a tu hijo a estudiar en Altair. Tal vez el delito tan grande de profesores como Fidel Villegas sea sacar poetas de debajo de las piedras y hacerlo a las orillas del Parque Amate.
Aquí termina mi exabrupto del lunes, y ya estoy deseando volver a mis plácidas entradas sobre buenos poemarios y coloretes de Nars.
viernes, enero 16, 2009
...la hipoteca, sí.
Hoy ha sido un día de los de enmarcar con tinta morada, por lo menos. Han empezado mis clases prácticas en el instituto.
En realidad no les castigué con mi famosa unidad didáctica sobre la Literatura Medieval, que comienza cronológicamente el veintiocho de enero. Hasta entonces enhebro el rosario laico de objetivos, contenidos y competencias y voy bajando el listón como una niña buena y pedagógica, no faltaba más. Yo quería debatir con los alumnos sobre si era oscura o no la Edad Media, que por supuesto pienso lo segundo basándome en el gótico y las coplas de Jorge Manrique. Así, de paso, infiltraría el malevo currículum oculto, pero va a ser que no.
Hoy no me tocaba hacer nada de eso, sino una apacible "observancia de la práctica docente" con los chicos de tercero de eso, varios grupos recogidos en un conglomerado/ asignatura optativa llamada ICO: Información y COmunicación. Tocaba ver la peli "una historia del Bronx", que me rechifla. Como se notaba mi entusiasmo, el tutor le dijo al profesor de ICO: "esta mujer es una cinéfila." De verdad que no puedo con la life, diría si estuviera escribiendo un post en El canguro. Y entonces el sabio dedo me designó para comentar la peli. Los niños se han callado para escucharme, y la verdad es que he salido feliz de la jungla.
Para terminar nos han enseñado unos anuncios de revista que habían elaborado los alumnos. Me quedo con el de un supuesto reallity tipo "La media naranja" que decía:
El amor no es para siempre...
La hipoteca, sí.
Te ayudamos a conseguir al perfect@ compañer@ para compartir una hipoteca.
Alumnos de ICO de 3º de ESO al ruedo mediático, ¡ya! Ya están tardando en contratarlos para el Gabinete de Prensa de la Oposición.
En realidad no les castigué con mi famosa unidad didáctica sobre la Literatura Medieval, que comienza cronológicamente el veintiocho de enero. Hasta entonces enhebro el rosario laico de objetivos, contenidos y competencias y voy bajando el listón como una niña buena y pedagógica, no faltaba más. Yo quería debatir con los alumnos sobre si era oscura o no la Edad Media, que por supuesto pienso lo segundo basándome en el gótico y las coplas de Jorge Manrique. Así, de paso, infiltraría el malevo currículum oculto, pero va a ser que no.
Hoy no me tocaba hacer nada de eso, sino una apacible "observancia de la práctica docente" con los chicos de tercero de eso, varios grupos recogidos en un conglomerado/ asignatura optativa llamada ICO: Información y COmunicación. Tocaba ver la peli "una historia del Bronx", que me rechifla. Como se notaba mi entusiasmo, el tutor le dijo al profesor de ICO: "esta mujer es una cinéfila." De verdad que no puedo con la life, diría si estuviera escribiendo un post en El canguro. Y entonces el sabio dedo me designó para comentar la peli. Los niños se han callado para escucharme, y la verdad es que he salido feliz de la jungla.
Para terminar nos han enseñado unos anuncios de revista que habían elaborado los alumnos. Me quedo con el de un supuesto reallity tipo "La media naranja" que decía:
El amor no es para siempre...
La hipoteca, sí.
Te ayudamos a conseguir al perfect@ compañer@ para compartir una hipoteca.
Alumnos de ICO de 3º de ESO al ruedo mediático, ¡ya! Ya están tardando en contratarlos para el Gabinete de Prensa de la Oposición.
miércoles, enero 14, 2009
El país de las naranjas
En Sevilla, enero es un mes preadolescente. De víspera. Apagan las luces navideñas y andamos de puntillas hacia el primer naranjo, que a veces ha madrugado y se ha dejado oler a final de este mes de sol y frío.
He visto naranjas por el suelo. Y olían a verde y a ácido, a parque con flores violetas y verja de hierro oxidado. Ahora sé que se pueden inventar los olores para nombrarlos. Y me dejo empapar por el olor de las naranjas, amargo y dulce. Ya lo dijo Buko mejor que yo, rematando uno de sus mejores poemas:
Las naranjas
que recogí de niño, siguen dando
su zumo dulce y agrio como entonces.
Las naranjas en el suelo han traído a mi memoria aquella noche de invierno, en la que acudí a un recital tras regalarme unas gotas de mi perfume favorito, Aqua allegoria Mandarin basilic de Guerlain. Buko salió de debajo de un árbol y me dijo, hueles a zumo de naranja. Me pareció estupendo.
Y oler a muñeco Nenuco, a talco, a jabón, a tocador antiguo, a bodega en el mes de octubre, a lluvia.
He visto naranjas por el suelo. Y olían a verde y a ácido, a parque con flores violetas y verja de hierro oxidado. Ahora sé que se pueden inventar los olores para nombrarlos. Y me dejo empapar por el olor de las naranjas, amargo y dulce. Ya lo dijo Buko mejor que yo, rematando uno de sus mejores poemas:
Las naranjas
que recogí de niño, siguen dando
su zumo dulce y agrio como entonces.
Las naranjas en el suelo han traído a mi memoria aquella noche de invierno, en la que acudí a un recital tras regalarme unas gotas de mi perfume favorito, Aqua allegoria Mandarin basilic de Guerlain. Buko salió de debajo de un árbol y me dijo, hueles a zumo de naranja. Me pareció estupendo.
Y oler a muñeco Nenuco, a talco, a jabón, a tocador antiguo, a bodega en el mes de octubre, a lluvia.
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metaliteratura de fin de semana,
Proemas
viernes, enero 09, 2009
El niño del cibercafé
Objetivamente se llama Locutorio Calfred II, pero en mi casa le llaman el cíber de Santa Teresita, porque cruzando la calle se llega a la iglesia del mismo nombre.
La iglesia de Santa Teresita se halla en el centro de un parque, rodeada de abetos enormes y olivos diminutos que hoy están coronados de nieve, y tiene un estilo muy francés, muy siglo dieciocho, con su fachada de ladrillo y su cúpula de pizarra negra.
El cibercafé es algo caro pero muy cómodo, con un mostrador de bar de barrio, una cafetera y tres o cuatro mesas de pino barnizado y bien fregado. Y sillas de enea. Y, tras unas puertas de saloon, los ordenadores. Y al fondo la ventana, un biombo y una radio vieja.
En los días de navidad había también un niño rubio, de seis o siete años. Se escapó del brazo de su abuela y vino hacia mí dando saltitos. Conozco esos saltos entrecortados porque también forman parte de mi costumbre: son saltos de entusiasmo.
-Yo tengo un traje de Spiderman, me dijo.
-Pues yo de pequeña tuve un traje de Mary Poppins... y otro de panameña, le respondí.
-Mmmm... ¡Cómo es el traje de panameña?
-Blanco, con un volante y tres cintitas de colores.
-¿De qué colores?
Este niño, pienso, de mayor va a ser como Colin Firth, arrollador. Creo que los colores eran el rojo, el verde y el amarillo. El niño piensa un poco y me responde:
-Como la bandera de La Rioja.
La iglesia de Santa Teresita se halla en el centro de un parque, rodeada de abetos enormes y olivos diminutos que hoy están coronados de nieve, y tiene un estilo muy francés, muy siglo dieciocho, con su fachada de ladrillo y su cúpula de pizarra negra.
El cibercafé es algo caro pero muy cómodo, con un mostrador de bar de barrio, una cafetera y tres o cuatro mesas de pino barnizado y bien fregado. Y sillas de enea. Y, tras unas puertas de saloon, los ordenadores. Y al fondo la ventana, un biombo y una radio vieja.
En los días de navidad había también un niño rubio, de seis o siete años. Se escapó del brazo de su abuela y vino hacia mí dando saltitos. Conozco esos saltos entrecortados porque también forman parte de mi costumbre: son saltos de entusiasmo.
-Yo tengo un traje de Spiderman, me dijo.
-Pues yo de pequeña tuve un traje de Mary Poppins... y otro de panameña, le respondí.
-Mmmm... ¡Cómo es el traje de panameña?
-Blanco, con un volante y tres cintitas de colores.
-¿De qué colores?
Este niño, pienso, de mayor va a ser como Colin Firth, arrollador. Creo que los colores eran el rojo, el verde y el amarillo. El niño piensa un poco y me responde:
-Como la bandera de La Rioja.
miércoles, enero 07, 2009
Regalos
Los regalos que nunca olvidaré, esa cocinita de madera o el triunfante Ipod que se me había roto, se congregan como leyendas de comic en el balcón, en plena noche de Reyes, cuando pasa Baltasar por la calle y todos gritamos "¡aquí, arriba!", y el Rey Negro alza la cabeza y nos ve, muertos de frío y de ilusión en la terraza del primero, y saluda, saluda y saluda en un momento interminable.
Recuerdo mis siete años, cuando la vida era para mí un juguete que había que destripar, y me lanzaba a la tarea de investigación armada de tijeras y papel celo. Siempre necesitaba más celo, y como era niña lo decía así: "necesito celo". Y aquella mañana el salón, como un fogonazo de luz, estaba lleno de juguetes que rodeaban un pequeño paquete redondo. "Sabemos que necesitas celo", decía la tarjeta roja y dorada.
El carricoche con aquella mantita, que luego descubrí que era una servilleta de cuadros, en la que habían bordado el nombre de mi muñeca: Maite. Aquel abrigo en tonos rosas y naranjas, salmón dice mi madre, que me regalaron hace quince años y sigo usando todavía. La cadena larga y plateada terminada en una esfera, como bola del mundo, que mis amigos definieron como colgante erótico y no me atreví a utilizar de nuevo.
Un racimo de regalos luminosos se agolpan en una sola noche y resumen en un cortometraje mis treinta años. Ayer recibí un bolso de charol verde botella, grande, tipo shopping bag; un colgante de plata en forma de espiral o de sombrero mejicano, según se mire; un libro y dos cuadernos forrados de tela, calcetines marrones, una pulsera de plumas y un jabón con olor antiguo para poner sobre la ropa, entre las baldas: así, al abrir mi armario, todo huele a tocador de la abuela.
Hoy he visitado Castroviejo, por última vez en estas fiestas, y con el dinero de mi tía Carmen he comprado Armaddale, de Wilkie Collins, y el Diario de Adán y Eva, de Mark Twain.
Recuerdo mis siete años, cuando la vida era para mí un juguete que había que destripar, y me lanzaba a la tarea de investigación armada de tijeras y papel celo. Siempre necesitaba más celo, y como era niña lo decía así: "necesito celo". Y aquella mañana el salón, como un fogonazo de luz, estaba lleno de juguetes que rodeaban un pequeño paquete redondo. "Sabemos que necesitas celo", decía la tarjeta roja y dorada.
El carricoche con aquella mantita, que luego descubrí que era una servilleta de cuadros, en la que habían bordado el nombre de mi muñeca: Maite. Aquel abrigo en tonos rosas y naranjas, salmón dice mi madre, que me regalaron hace quince años y sigo usando todavía. La cadena larga y plateada terminada en una esfera, como bola del mundo, que mis amigos definieron como colgante erótico y no me atreví a utilizar de nuevo.
Un racimo de regalos luminosos se agolpan en una sola noche y resumen en un cortometraje mis treinta años. Ayer recibí un bolso de charol verde botella, grande, tipo shopping bag; un colgante de plata en forma de espiral o de sombrero mejicano, según se mire; un libro y dos cuadernos forrados de tela, calcetines marrones, una pulsera de plumas y un jabón con olor antiguo para poner sobre la ropa, entre las baldas: así, al abrir mi armario, todo huele a tocador de la abuela.
Hoy he visitado Castroviejo, por última vez en estas fiestas, y con el dinero de mi tía Carmen he comprado Armaddale, de Wilkie Collins, y el Diario de Adán y Eva, de Mark Twain.
sábado, enero 03, 2009
Platónica tomista
El mundo se divide, dijo nuestro anfitrión después de la cena, entre aristotélicos y platónicos. En ese mismo instante me proclamé como una rendida platónica, pero tres segundos más tarde recordé cuánto me gustaba Santo Tomás de Aquino. Gordo, filósofo y autor del Adorote devote, ¿se puede pedir algo más?
Entonces, platónica tomista, resumió nuestro anfitrión. Acto seguido declaró que su mujer era aristotélica volteriana. Leves murmullos de protesta emergieron del asiento que correspondía a la esposa, pero él tenía una explicación para todo. No, mira, tú leías Mafalda de niña, y si de pequeña te gusta Mafalda, es que vas a ser volteriana. Si te gusta el Capitán Trueno, serás un romántico empedernido como yo.
Bebiendo un sorbo de vino blanco, pensé en Obélix y en Ideafix: el primer perro ecologista de la historia, que aúlla de tristeza cuando cortan un árbol. Y en el bardo: no cantarás, no cantarás y no cantarás. Y es que soy platónica tomista.
Y eso explica muchas cosas.
(Por favor, rezad para que no nieve mañana, que quiero pasar en Logroño la noche y el día de Reyes, con la parafernalia de siempre, Gaunas, cabalgata, comilona y cuarto oscuro. Debe ser que soy platónica tomista.)
Entonces, platónica tomista, resumió nuestro anfitrión. Acto seguido declaró que su mujer era aristotélica volteriana. Leves murmullos de protesta emergieron del asiento que correspondía a la esposa, pero él tenía una explicación para todo. No, mira, tú leías Mafalda de niña, y si de pequeña te gusta Mafalda, es que vas a ser volteriana. Si te gusta el Capitán Trueno, serás un romántico empedernido como yo.
Bebiendo un sorbo de vino blanco, pensé en Obélix y en Ideafix: el primer perro ecologista de la historia, que aúlla de tristeza cuando cortan un árbol. Y en el bardo: no cantarás, no cantarás y no cantarás. Y es que soy platónica tomista.
Y eso explica muchas cosas.
(Por favor, rezad para que no nieve mañana, que quiero pasar en Logroño la noche y el día de Reyes, con la parafernalia de siempre, Gaunas, cabalgata, comilona y cuarto oscuro. Debe ser que soy platónica tomista.)
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