domingo, agosto 28, 2011

Un poema, ¡por fin!

MAGIA

En el monte vivimos una noche
cuando éramos niños, y vimos un fantasma.
Era un castillo verde y ojival
con ventanas abiertas y una hoja en el aire.
Volando sobre el aire, sola se mantenía
por pura magia, o eran nuestros ojos
quienes la sostenían. No había viento alguno
y un sol naranja sombras medievales
dibujaba en la tierra, ya penumbra.
De nuestros ojos un incandescente
amor mecía aquella hoja sola.
Era la prueba de que el mundo existe,
con su destello único, su fuego de Merlín:
¡No podía caer al suelo aquella hoja!





P.S.: ¡Por fin sale un poema de mi dormida musa! El último que escribí fue el de la tortilla francesa, que generó un bonito debate. Con éste espero otro tanto, y ya ha comenzado (ver P.S.3...)

P.S2.: Mi padre es el inmediato culpable de que las musas hayan vuelto a mi pobre ser: me llevó de paseo hacia el palacio de Narros, en Zarauz, me dijo que había allí un fantasma y que había una hoja suspendida en el aire (yo no la vi), y terminó diciendo: "si después de esto no escribes un poema, ¡renuncio" Luego yo se lo tuve que hacer...

P.S3.: Mi admirado E.G-M, poeta más experimentado y luminoso que yo, sugiere que elimine la primera alusión a los ojos que mantienen la hoja, porque luego se repite, y según él adquiriría más fuerza la imagen dicha una sola vez.

A mí me parece que la repetición es parte del poema, porque es elnúcleo de él, pero a lo mejor no es necesaria. ¿Qué opinan ustedes?

miércoles, agosto 24, 2011

El mismo mar, la misma lluvia




Foto tomada hoy en Zarauz: ¡se veranea!




Y mira que Zarauz es bonito: hay un mar celeste, gris plata, azul marino y azul noche, con una franja clara en el horizonte bajo la capa plomiza de nubes, y con olas enfurecidas llenando la orilla de riachuelos blancos.
Es un mar entre montañas, un azul entre verdes. Y las señoras de postín todavía recuerdan y te narran con una épica emocionante la época en que la primera línea de playa estaba señorialmente tomada por principescas villas ajardinadas y hermosísimas, en lugar de estos edificios con fachadas cubiertas de pequeños azulejos.
Y está el restaurante de Arguiñano donde, según leyenda familiar, puedes tomar un aperitivo, y el Aiteneche que sirve pequeñas croquetas deliciosas, pero siete escalones la guardan contra mi gula. Y a los calamares se les llama Rabas, que es un nombre como muy norteño, de color azul marino también.
Y aquí no hay chiringuitos sino terrazas, porque es una playa con señorío, y el paseo marítimo se llama malecón y está lleno de mujeres bien vestidas, y las terrazas tienen nombres impronunciables.
Y hay también camareros guapísimos, que sirven unas banderillas picantes y muy sabrosas que se llaman "gildas", en una cuchara de plata doblada y una nube de esquirlas de cebolla.
Y en la parroquia antigua, con rejas y piedra y verde, la liturgia es tan serena y cantan tan bien los feligreses que hasta se te olvida que la misa es en vasco y que es un funeral de córpore insepulto.
Y la casa donde vivo es blanca, con paredes blancas y visillos blancos y ventanas blancas, y esa claridad salada frente al mar me llena de una tranquilidad azul.
Y todo, todo todo tendría un brillo inaudito y vibrante de alegría... si no lloviera tanto.


domingo, agosto 07, 2011

La receta de guacamole





Creo que en algún momento prometí ofreceros una receta de Guacamole, tal y como yo lo hago. Me lo suelen pedir mi madre y mis tías en fiestas familiares y en cenas con invitados de alto copete.
Preguntaréis qué tiene que ver el guacamole con una mecedora. No es una mecedora cualquiera, sino un mueble comprado con mi última nómina, y el primer mueble de la que en octubre será, D.m., mi primera casa. Colocarla en el salón vacío y lleno de luz fue como un aldabonazo, destello de mi nueva vida..., y unos minutos después llegó Ana con una vieja minipimer que ya no utiliza, "te vendrá bien".
Mi amor por los platos que no requieren fuego, aperitivos, ensaladas, canapés o cremas es conocido ya entre mis conocidos, y mi gran pasión por la Minipimer es mundialmente famosa.

El aguacate engorda, pero está lleno de energía, vitamina y grasa de la buena, que haberla hayla. Yo necesito dos, y que sean maduros. Los pelo y los troceo sobre un vaso alto y ancho de plástico blanco, y los riego con el zumo de un limón. Después pelo y troceo un tomate rojo, pequeño y también maduro, y media cebolla. Añado unas gotas de tabasco, dos puñaditos de sal gruesa, un chorretón de aceite de oliva y unas hojas de hierbabuena fresca.

Este es el toque exótico de la receta, mi toque personal, ya que tradicionalmente se adereza este plato con cilantro. Pero yo amo la hierbabuena, le da un matiz fresco al guacamole. Otro truco: al rectificar el punto de sal, si nos hemos quedado cortos ponemos más, pero si nos hemos pasado..., agregamos otro trozo de aguacate.
Pasamos por la minipimer hasta que quede una crema fina, que decoramos con otras dos gotas de tabasco. Si tenemos que añadir aguacate mucho mejor, porque lo cortaremos en dados pequeños y lo mezclaremos con la crema para que resulte algo más rústica.
Y en vez de servir con nachos, que aportan calorías vacías al plato, lo sacamos rodeados de palitos de zanahoria cruda, y lo acompañamos de Fanta zero de limón en vasos altos, a los que añadimos muchos cubitos de hielo, unas rodajas de lima fresca, unas hojas de la hierbabuena sobrante y una gota muy gota de ginebra Bombay Sapphire.

Et voilà! Listo para regar una cena, un aperitivo... o la inauguración de una nueva casa.