Sin comerlo ni beberlo, me he encontrado con dos pelis inglesas en este pasado fin de semana, más el partido que vi con buenas amigas, debatiéndome entre la fascinación renovada por Casillas y el cabreo monumental porque no sacaran a LLorente.
En el antes y el después, me he atizado dos películas desiguales, aunque a mí me han chiflado ambas. Y sabía que me iban a gustar, por supuesto. En los dos casos eran re-visiones, porque mi deporte favorito es leer novelas o ver películas que me cautivaron en el pasado: no hay intriga pero hay placer seguro.
En la sobremesa del sábado, abuela, revistas y duermevela en el sofá, nos sorprendió Lo que queda del día, y a mí al menos me mantuvo con los ojos bien abiertos.
Amo a Emma Thompson: es una actriz inefable, inolvidable, y como por arte de magia la encuentro en todas mis películas favoritas. Mucho ruido y pocas nueces. Sentido y sensibilidad, de la que escribió también el guión, mientras rodaba Mucho ruido y estaba casada con Kenneth Brannagh, ese gran hombre... Cómo pudo dejarla escapar.
Un día vino a verme una chica mexicana que hacía la tesis con mi padre. Entre otras cosas me dijo: "me ha comentado tu padre que te gustan los ingleses". Yo pensé automáticamente en Kenneth y en Colin Firth, y me ruboricé musitando: "Qué cosas dice mi padre". Y ella continuó con naturalidad: "sí, los ingleses. Shakespeare, Oscar Wilde, Jane Austen, Chesterton..."
Lo que queda del día es deliciosa, pero triste y frustrante, lo aviso. Ya he crecido y sé disfrutar de una película triste, como la maravillosa Tierras de penumbra. Sí... pero mi tendencia al Happy end y al pastel de calidad no ha muerto.
La noche del viernes, esta vez en solitario, decidí rematar un día perfecto con treinta kilos de azúcar filmada, es decir, con Love Actually. Me avergüenzo de que me guste tanto, de haberla visto en siete ocasiones... pero es que la descubrí en pampaluna y no la puedo olvidar.
Es una película coral y por eso alguna de las historias que se narran en ella, falla. Podrían haberse ahorrado, por ejemplo, la vida del roquero pasado de vueltas y la de Colin, poseedor de un rabo gigante.
Pero tiene minutos que valen una vida. La historia de amor de los dobladores de cine porno es encantadora precisamente por el pudor que reflejan al enamorarse, por esa despedida en la puerta de la casa de ella, con un beso castísimo, un "lo que quiero eres tú" y un salto de chaval ilusionado por parte de él.
Y Colin Firth enamorándose de una portuguesa es irresistible. Os dejo con mis dos escenas favoritas:
Y, por supuesto, "To me, you are perfect". Tan imposible, tan desesperado, tan subyugado en la belleza devastadora que nunca podrá tener...
Y sí, me pierden los ingleses. Y las comedias románticas.