El milagro no es el resultado de las elecciones en Navarra, desde luego. Todos nos hemos quedado confusos, sin que importe mucho el rumbo de nuestras debilidades políticas. El portento es un milagro cotidiano en forma de taxi: ¡un taxi en Pampaluna! Llovía y la ciudad verde se desperezaba al son de las gotas traslúcidas, que resbalaban sobre mi pelo. Y Dios se apiadó de mí, y me mandó un ángel en forma de taxi. El taxista no tenía cara de ángel, y en cuanto hube cerrado la puerta comenzó a hablarme de la idiosincracia navarra:
"Le voy a describir este pueblo en una sola frase: aquí, si dices que vas a educar a tus hijos en euskera, te llaman violento. Y si los educas en castellano, te llaman facha."
Era lunes. Yo iba a responder "pues a mí me gusta", pero habíamos llegado al campus, y tras mirar los arces cubiertos de rocío, articulé tres palabras: "¿cuánto le debo?"
"Le voy a describir este pueblo en una sola frase: aquí, si dices que vas a educar a tus hijos en euskera, te llaman violento. Y si los educas en castellano, te llaman facha."
Era lunes. Yo iba a responder "pues a mí me gusta", pero habíamos llegado al campus, y tras mirar los arces cubiertos de rocío, articulé tres palabras: "¿cuánto le debo?"