miércoles, septiembre 29, 2010

Los tres estados del alma (I)

El alma no se queda quieta nunca, atraviesa túneles de vértigo y lagos azulísimos cada día, al alma le suceden quince mil cosas por minuto y nosotros, en la periferia, nos enteramos de muy poco, de casi nada. Pero sí sabemos que hay estados de alerta, concretamente tres. Hay tres estados peligrosísismos en el alma, y para exorcizarlos les he puesto nombres de cómic, de poema, nombres cultos para expresar lo tragicómico.

Hoy hablaré del estado más placentero, que a pesar de su aparente quietud encierra un gran peligro: yo lo he bautizado como "la Tentación de las Tres Tiendas". El nombre viene de un pasaje del Nuevo Testamento: en el instante mismo de la transfiguración de Jesús, en la cumbre del monte y en medio de una nube de eternidad, Pedro medio borracho de Dios balbuce: "qué bien se está aquí: hagamos tres tiendas." Esas tres palabras resumen lo que cualquier otro ser humano hubiera querido decir. No te escapes, no te escapes, susurramos siempre a la felicidad esquiva.
La Tentación de las Tres Tiendas es el momento de máximo placer, de máxima calma, cuando el alma parece no desear otra cosa que seguir sumida en esa burbuja, auténtico spa espiritual que le ha deparado el risueño destino. Ojo, no debemos confundirlo con la mera pereza: estamos hablando de un estado del alma. Lo que sucede cada mañana a las siete y cuarto en mi cuarto no es la Tentación de las Tres Tiendas, sino más bien un ataque brutal de vaguería. Y es ése el peligro latente: como en un espejo oscuro debemos descubrir qué placeres tranquilos merecen el nombre de tentación.

La verdadera Tentación de las Tres Tiendas se desencadena en pleno recital poético de Jose Julio Cabanillas, o en plena lectura del último libro de Miguel d´Ors, o cuando lees con deliciosa lentitud el blog de Enrique García-Máiquez. También ocurre cuando escuchas por decimocuarta vez una vieja canción de Mocedades, o en medio de un concierto de Los Walkman. Sucede cuando nos rodean los buenos amigos, esos seres ante quienes nuestra alma se pone cómoda, en bata y zapatillas. Un café con Lord Scutum. Una tarde en la placita de la Juncal con Merl, entre niños que juegan con monopatines. Unas horas en la terraza del hotel Doña María con Amalia Bautista. Fernando do Vale Salteiro en la cafetería Alcázares, entre ceniceros y vasos de fanta de naranja.




Hoy, de nuevo, me ha sucedido. En el Parque de María Luisa, mientras mi sobrino Manu tiraba piedras al estanque. Y yo hacía esta foto, y la tarde se ensombrecía.

domingo, septiembre 26, 2010

El amador hippy

Yo no ligo mucho, pero cuando lo hago es a lo grande, con mayúsculas y en luces de neón. Y siempre con tipos raros: si no, no tendría gracia. ¿En qué cabeza cabe que un taxista, a la pregunta "qué se debe" me responga: "se me debe ver mañana, quedemos a tomar un café"? Sin embargo, lo más sonado me ocurrió en París, en plenos Campos Elíseos. Corría el año 2008 y mi madre y yo nos dirigíamos a los almacenes Sephora. Yo simplemente flotaba de felicidad, y sí, había notado que había alguien mirando, pero en París la gente mira mucho y no me pareció nada alarmante.
De repente, un chico se nos cruzó, dando dos pasos rápidos y adelantándonos. Se puso a lanzarme una parrafada en arrebatado francés, y yo en la luna. Pensé que me estaba pidiendo la hora, así que le enseñé mi reloj. Él desabrochó el botón de su puño para mostrarme que también tenía reloj. Y, entre muchas otras cosas que no entendí, me dijo: "Je m´apelle Henri, je suis celibataire". Celibataire significa soltero, pero yo lo traduje por célibe. Pero para ser célibe parecía tirar los trastos con gran soltura mezclada con una sonrisa tímida que lo hacía simpático. Y hablaba: yo seguía sin entender nada, aunque más o menos supuse que me estaba cortejando de una extraña manera.
Lo contemplé: tenía pinta de hippy elegante, despistado y gentil. LLevaba el pelo largo y limpísimo, castaño, le brillaba. Iba vestido con ropa de mochilero pero con clase: ya saben, colores bien combinados. Y, sobre todo, tenía una frente despejada, unos ojos risueños y una gran sonrisa de niño grande. Tenía manos grandes también.
Entre el torrente de palabras comprendí que me estaba diciendo que yo era muy dulce y que deseaba verme más. Y de pronto reparó en mi madre, me preguntó "ta mére?", y le dirigió sus respetos. Hola me llamo Henri, soy soltero y me gusta su hija. ¿Da usted su permiso?
Alucinadas, le dijimos que éramos españolas y que no entendíamos nada. Y nos despedimos haciendo adiós, adiós con la mano. LLegamos a Sephora y, entre colorete de Nars y sombra de Stila, yo intenté reponerme.
A veces pienso en Henri. Tenía buena pinta.

miércoles, septiembre 22, 2010

La musa resopla donde quiere

Qué enorme paradoja. Yo me había propuesto aparcar temporalmente mi blog de maquillaje: no cerrarlo, eso nunca, sino más bien entornar las persianas por unos quince días, como si me hubiese tomado vacaciones. ¿Y por qué?

Estuve haciendo cuentas poéticas, y salgo mal parada. LLevo más de dos años bajo mínimos, escribiendo muy poco. Y aunque eso no nos deba preocupar, a mí sí me preocupa. Y no porque pretenda llegar a un cierto número de versos, superar una cifra como Clooney: en esto de la poesía sucede como en lo de "sacar" novio: si no salta la chispa, no hay manera. Y lo que a mí me inquieta precisamente es eso: la ausencia de chispa.

La poesía nace de la contemplación, del silencio que uno mismo guarda para mirar las cosas, iluminadas por dentro, en su maravilla esencial. La poesía está para mirar el mundo, deslumbrarse y dejarse fascinar. Y si duelen las muelas, metáfora amorosa, como Joaquín Sabina.
Hice mi examen de conciencia. Pensé que la pintura me estaba obnubilando. Y entonces comenzaron a afluir a mi mente decenas de buenas ideas para un buen post cosmético. LLámenle tentación, pero de pronto recordé... que no había escrito nunca nada sobre esmaltes, que tenía que hablar de la Cordura, que mi deber estético era rendir honor al Betadine.

Y había desistido de mi idea primera, había renunciado al heroico retiro cuando, escribiendo sobre jabones ¡zas!, vino la musa.


LA SAVONNERIE

El jabón, derritiéndose en mis dedos
con espumosa lentitud, me lleva
como en un cine exín a mi niñez,
y me enardece luego con lujuria
cosmética.


No es gran cosa, cojea por alguna parte que no sé vislumbrar aún, tendré que corregirlo... o tirarlo sin más a la basura, pero mientras me rondaba por dentro me sentía feliz. Y un poco menos frívola, supongo.

lunes, septiembre 20, 2010

Ora pro nobis!

Mi alma necesitaba algo así, algo como la imagen televisada del saludo entre este Papa alemán y teólogo, al que le gustan los gatos y que pese a la que está cayendo me cae irremediablemente bien, y una reina madre con sombrerito y sonrisa, acogedora, con el ademán justo de quien invita a tomar una taza de te a un vecino estrafalario.






Me chifla el cardenal Newman. Todo comenzó en marzo del dos mil uno, en una conferencia que impartía Víctor García Ruiz en Navarra. La mano de Dios, cuánto más callada, más poderosa, recuerdo que dijo, y recuerdo muchas cosas más. Me veo bebiendo en algún rincón destartalado sus diarios publicados en Rialp, y luego sus cartas completas en Encuentro, y luego Perder y ganar: una de mis novelas favoritas. La tenéis aquí, aunque recomiendo su compra física, un buen sillón en una tarde lluviosa de domingo y escuchar el suave crujir de las páginas. Y hundirse y empaparse en el Oxford decimonónico: desayunos, debates teológicos, partidos, cotilleos, rencillas, ironías y chanzas hasta el gozo infinito del lector. Y en una página recóndita, oculta, la penumbra litúrgica, llena de poesía: tremenda luz de vela que surge de las palabras de Willis, cuando intenta describir lo que para un converso significa la Eucaristía:

"Allí hay niños pequeños y ancianos, gente ignorante y gente instruida, almas que no han pecado y almas que han pedido perdón; pero de todas esas almas distintas se alza hasta Dios un solo himno eucarístico. Y su medida y su fin son esa Acción Inefable. Y... ¡Oh, Bateman! Querido Bateman... tú me has preguntado si es una ceremonia absurda, formalista... Es... (exclamando y poniéndose en pie) ¡una maravilla! ¡una maravilla!" (Newman J. H., Perder y ganar, ed. V. García Rúiz, Madrid, Encuentro, 1994, p. 279.)

Y Arp desglosa todo el emocionante viaje del Papa aquí,y aquí deja estaa foto deliciosa de este escritor delicioso, y quería compartir mi alegría con vosotros en este lunes luminoso.

miércoles, septiembre 15, 2010

En el Bazar Belmondo

Hace un par de días me regalé una "tarde de chicas": apacible y aventurera al mismo tiempo, sin reloj ni almanaque, paladeando el deleite de perder los minutos, demorándome... Derrochar una tarde con amigos: un lujo cada vez más inasible, pero que en el reflexivo septiembre aún puede hacerse realidad. Septiembre es un mes de retales, de trozos de sol entre nubes. Un mes de tiendas y calor, helados y rebeca por la noche.

Cris y yo nos adentramos en una calle de Sevilla, la más recóndita y hippie: Amor de Dios (de la que nadie nos separará.) Y ahí, en una esquina despintada y mágica, estaba el bazar Belmondo. Una tienda muy años ochenta, en la que tiritaba nuestra infancia. Camisetas de Chupachups Kojac, vestidos abombados y cajas de lata con estampado beatle. Y, en una vitrina... ¡llaveros de Playmobil!




Cerré los ojos y vi una calle: una frondosa calle de Alemania. Y yo con siete años. Y Nacho, aquel chaval, atropellándome, montado en una bicicleta cruel. Andaba yo jugando con media docena de playmobils, algunos a caballo, y no quedó ni uno. A cámara lenta veo a la madre de Nacho llegar, palparme las piernas, gritar a su hijo...
-¡¡¡Rocío!!!




Despierto en el bazar. Sobre nuestras cabezas infantiles se mecen tres hileras de Playmobil, pegados a una cadenita de metal y una anilla. Bailan despacio girándose en su péndulo metálico, cautivándonos.






Y no eran los únicos llaveros sicodélicos: había una pelota de badminton, una pistola de trapo y un cepillo de los de la ropa, con el mango forrado de cuadritos. Era la cueva de Alí Babá, veinte años después.





Y un perro negro y feo nos miraba.

domingo, septiembre 12, 2010

Me he vuelto roja

Estupefacción.

-Es la última frase que pensé escuchar de tus labios, me dice Carlos desde el otro lado del mar y del hilo telefónico.

- Tranquilo, cariño, que sigo yendo a misa to´los días...

(Risas telefónicas.)

- Vamos, que a la pira de sotanas no llego, pero... como me enganché a Amar en tiempos revueltos...

-Y eso qué tiene que ver...

-Hombre, pues mucho... Es un daño colateral. Ya sabes: tanto va el cántaro a la fuente... Sobremesa tras sobremesa con el corazón en un puño por culpa del escritor comunista encarcelado, primo de su primo... y de su prima...

(A ver, que me desvío. Más risas telefónicas.)

-... Y encima "me" encarcelan también a "mi" Angelito...

(Cielo santo, que alguien pare esto. Empiezo a hablar como una... como una... )

-Pues eso, que he generado una enorme sensibilidad hacia la represión franquista.

(Sí, ahora arréglalo con jerga supuestamente profesional, o sea, relamida, pavisosa, insufrible, lacia y definitivamente lánguida.)

- ¿Pero tú antes eras azul o qué?

- Así a sabiendas ni azul ni roja, yo no era nada, por algo nací en el 77... Peeeero nunca podemos minimizar el riesgo que tantos prejuicios de pequeñoburguesa... proliferando... latentes...

(Hala, yo sigo a lo mío.)

-No sé, mira, creo que hasta ahora, por respeto a mis abuelos, había obviado la cara menos amable del franquismo, y de repente surge, flup, como un gigantesco lirio negro...

Carlos tiene, ante todo, una mente literaria:

-Mmmmmm... ¿Y por qué no lo escribes en el blog? Ya estoy viendo el título de la entrada, "Me He Vuelto Roja", y las visitas disparándose...

-No sé, tú... Igual pierdo el poco público que me queda.

-No creo.

-¿No?

miércoles, septiembre 08, 2010

El Ocho de Septiembre

Hoy es día grande en Haro, La Rioja. Hoy celebran la Virgen de la Vega.






Imagino la plaza llena, los bares llenos, la basílica llena de velas encendidas. Y faroles. Y olor a otoño, viento en la orquestina de la música. Y sombras en los escaparates, vestidos ya de camel y de gris.
Atrás quedó el verano, el soleado vermut y nuestros juegos. Derrochamos las tardes indolentes, en partidas de naipes infinitos; mi primo se abrió un blog,






y entre vídeos de youtube y misas de doce se nos fue el verano.
Aquí termina el idílico post nostálgico festivo y comienza la publicidad descarada, pero el lugar lo vale: Id a Haro. Es el rincón perfecto para perderse en un fin de semana otoñal. Y la Herradura es la mejor zona de pinchos de todo el Norte, porque en La esquina sirven los mejores pimientos rellenos que ha comido el Ser Humano,







y en el Benigno, las patatas más picantes y sabrosas que podáis imaginar.