Los Estudiantes, con su impresionante Cristo de la Buena Muerte. Santa María la Blanca y la capillita de la calle Sierpes, ambas tan barrocas. La capilla de la puerta de Jerez, con su Virgen renacentista sobre pan de oro. Y, por supuesto, la catedral.
No puedo evitarlo: a Dios se llega por la belleza y yo soy una pija espiritual, como se ve en este poema.de El último minuto:
HAGAMOS TRES TIENDAS
(Santa Maria in Trastevere)
Rebañito de ovejas bizantinas
que minuto a minuto yo miré
balar en esa bóveda dorada
en un silencio que también refulge:
a vuestro lado yo me quedaría
si hubiese buen pastor, como lo hay,
al calor del poder mudo y gigante
de aquella lamparita diminuta,
y no volver jamás al gris cemento.
Pero últimamente me gustan las misas de jóvenes de los domingos: si hay ambiente, el cura habla bien y el coro es bueno o, al menos, entusiasta, no me importa que el cemento me rodee.
Tres condiciones que reúne la Misa dominical en Porta Coeli, Jesuitas. Además, hay naranjos a la entrada, y los domingos a las ocho está llena hasta los topes.
Tres chicos de veinte años estaban sentados detrás de nuestro banco, y no pararon de hablar durante la ceremonia, algo que es muy católico, también.
Un poco antes de la Consagración, único momento que respetaron con un relativo silencio, pude oír este descacharrante diálogo:
-Illo, illo, yo no voy a comulgar, que no me he confesao.
-¿Cuándo fue la última vez?
-¡Ufff! - y añadía, señalando con el dedo:
-Ustedes tampoco andáis muy finos.(Sic).
-Yo no peco, zanjó un tercero.
Y el primero en hablar, que sí que andaba fino en cuestiones teológicas o morales, le rebatió:
- Illo, que la lujuria es un pecado capital...
Casi me ahogo.