jueves, enero 25, 2024

Conversaciones en Misa

A mi, en Sevilla, me gustan las iglesias del centro.


Los Estudiantes, con su impresionante Cristo de la Buena Muerte. Santa María la Blanca y la capillita de la calle Sierpes, ambas tan barrocas. La capilla de la puerta de Jerez, con su Virgen renacentista sobre pan de oro. Y, por supuesto, la catedral.
No puedo evitarlo: a Dios se llega por la belleza y yo soy una pija espiritual, como se ve en este poema.de El último minuto:


HAGAMOS TRES TIENDAS

                           (Santa Maria in Trastevere)

Rebañito de ovejas bizantinas
que minuto a minuto yo miré
balar en esa bóveda dorada
en un silencio que también refulge:
a vuestro lado yo me quedaría 
si hubiese buen pastor, como lo hay,
al calor del poder mudo y gigante
de aquella lamparita diminuta,
y no volver jamás al gris cemento.


Pero últimamente me gustan las misas de jóvenes de los domingos: si hay ambiente, el cura habla bien y el coro es bueno o, al menos, entusiasta, no me importa que el cemento me rodee.
Tres condiciones que reúne la Misa dominical en Porta Coeli, Jesuitas. Además, hay naranjos a la entrada, y los domingos a las ocho está llena hasta los topes.
Tres chicos de veinte años estaban sentados detrás de nuestro banco, y no pararon de hablar durante la ceremonia, algo que es muy católico, también.
Un poco antes de la Consagración, único momento que respetaron con un relativo silencio, pude oír este descacharrante diálogo:

-Illo, illo, yo no voy a comulgar, que no me he confesao.
-¿Cuándo fue la última vez?
-¡Ufff! - y añadía, señalando con el dedo:
-Ustedes tampoco andáis muy finos.(Sic).
-Yo no peco, zanjó un tercero.
Y el primero en hablar, que sí que andaba fino en cuestiones teológicas o morales, le rebatió:
- Illo, que la lujuria es un pecado capital...

Casi me ahogo.

martes, enero 23, 2024

Perdida entre naranjos

De Nervión al hotel Colón, en pleno centro de Sevilla, caminando. La gloriosa y guerrera calle Bailén me aguardaba, y no he querido pedir un taxi porque iba a una peluquería "de señoras", buena y carísima, y no deseé sumar otro gasto.

Modestamente, creo que ha merecido la pena. Tenía un arbusto por cabellera y ahora tengo estas ondas doradas, estas capas que enmarcan el óvalo a la altura de la clavícula, clavicut creo que se llamaba esto, y un pelo saneado.
El asunto es que he ido andando, he andado una hora entera. Que también podría tomar un 27, pero estaba ante el Primer Naranjo de la Tierra, hacía un sol apetecible y en mi cabeza sonaba la máxima de mi nutricionista, "haz deporte". Que sí, que ya sabemos que andar no es cardio ni parapente, que hace falta más..., pero menos da una piedra.

Yo iba despreocupada, sabiendo mi camino, hasta más o menos Menéndez Pelayo, pero en vez de entrar por los jardines de Murillo para enfilar San Fernando y luego la Constitución hasta la plaza Nueva, y al final Sierpes hasta San Eloy..., algo me hizo tomar un atajo y acabé no se sabe por qué en la plaza de la Alfafa, y antes, en la casa de Pilatos.

Buen medio día de turismo y deporte después de haber corregido cien exámenes y haber publicado las notas de mis alumnos, sí, señor. Sevilla estaba preciosa, y he aprendido que hay una calle que se llama Lirio, muy bucólica, muy yo. Que, en un pasado muy remoto, Enrique García Máiquez me llamaba Llir entre cards, Lirio entre cardos.

Todo fueron sonrisas hasta que faltaba un cuarto de hora para llegar a la peluquería y yo tenía bastante perdido el rumbo... Entonces, decidí hacer caso a mi conciencia, digo no, decidí hacer caso a mi amiga María Eugenia que siempre me anima a practicar con Google Maps, porque en realidad no sé leer mapas ni virtuales ni en papel.
Bueno, pues Google Maps quería que me metiera por este callejón... ¡Google Maps es un peligro!

Al final llegué como siempre, callejeando y PREGUNTANDO. Y sofocada. Y con la trenza desecha..., pero eso, dos horas y media después, daba ya igual.

sábado, enero 20, 2024

Canto para Lord Scutum

No gastaremos nunca las palabras, te escribí hace más de veinte años.
Y tú me dijiste en una carta que nuestra amistad te devolvía la más pura inocencia de cuando éramos niños, llevándote de la mano a esas tardes doradas en el parque de columpios y trenzas al sol. 

Y siempre tenías melancolía de futuro, te gustaba imaginarnos a largo plazo, dentro de diez años, de veinte, siempre juntos a través de la distancia.
Han pasado los años, más de cuatro lustros, y ya no somos niños. No lo éramos entonces, y ahora la vida nos llena de hipotecas y noches de hospital. Y hubo chaparrones, hijos, amores fallidos, amores luminosos, duelos, broncas y resacas. 

El oro manchado de barro, que lo limpias y renace, aún más refulgente. Eres tan de verdad que me das miedo, eres estar en casa y a la vez el abismo y el acantilado. Y no acabo de conocerte nunca, porque siempre me sorprendes, pero contigo me sé a salvo, abrigada, iluminada por esa luz de vela que me regalas siempre.

miércoles, enero 10, 2024

La cuesta de enero es... cuesta abajo

Eso dice mi padre, que la cuesta de enero es cuesta abajo. 
Y no hay más que deslizarse, fluir, volver amorosamente a la bendita normalidad, ¡deliciosa normalidad!
Lo cotidiano deslumbra, digo yo. El tiempo ordinario es lo nuestro, dicen los que saben.
Y entonces, ¿por qué este vacío que hay que llenar con viajes, planes,sorpresas?  Porque el corazón quiere lo que quiere, dice El mentalista. Y se lo daremos: tiempo ordinario sí, pero con viajes, planes, ¡sorpresas!

jueves, enero 04, 2024

La auténtica diversidad

He pasado el día en Vitoria, porque si no disfruto de un día en Vitoria, no paseo por el Belén de la Florida y no voy al puesto de artesanía de mi amiga Ilargi, no es Navidad 🎄.


Aquí, cumpliendo con todos los ritos.
Ilargi ha desplegado todo un mundo de broches, imanes, colgantes con los que he ejercido convenientemente de paje de los Reyes Magos...

Y al final, mi amiga artesana ha enseñado al alegre público, entre el que me encontraba yo, su última novedad: un anillo anti estrés, que consiste en una fina alianza plateada surcada por una serie de bolitas, o cuentas. Vas pasando las cuentas y te tranquiizas..., o no.

"Si tiene diez te lo compro", le he dicho, aunque no ha habido suerte. Todos los anillos tenían justamente ocho o nueve cuentas. "Ah, pero te hago uno", ha ofrecido ella, solicita. "Lo usaría para rezar el Rosario", he terminado comentando, como si tal cosa.
Y de repente todo han sido risas alrededor, pero risas bonitas, agradables, de "mira ésta que es más fresca que una lechuga". Y me he acordado de aquella vez en la que un hippie bien puesto de marihuana me estaba haciendo una trencita de hilos en el pelo, y yo mientras tanto rezaba el rosario por lo bajinis porque se me hacía tarde para ir a misa.

Entre carcajadas, Ilargi ha sentenciado: "¡ésa es la auténtica diversidad!"