La calle es gris y hay sombras de sol en los portales. Casi las nueve y media (la hora del trabajo), y batallan escobas y porteras cantando. Yo salgo del bar Génesis con un vaso de plástico de color Cocacola. La dueña del café ya me conoce, "lo quieres con dos hielos y un limón, en un vaso de plástico, ¿verdad?" Y sí, lo quiero así, subir las escaleras con el vaso bailando de alegría, y ser bebido a sorbos dulcemente junto al PC que truena.
Las horas de trabajo me parecen de ámbar. Calladas y con luz. Luego voces a coro y luego, más trabajo. La cocacola tiene sabor de medicina y de película, de metal de frambuesa, de cine de verano.
El trabajo es la chispa de la vida, ay no, la cocacola, ¿o no me equivoqué? Una risa cansada llena el tiempo. Cansados de la guerra hemos caído junto a tantos papeles cristalinos. Recuerdo los poemas ingenuos de mi libro, del primero. Era feliz entonces. Ahora lo soy más, con nubes encendidas. Como quien ha llegado de un desierto, doy gracias con temblor. Que dure mucho.
Me comprometo a escribir una vez por semana en este blog, con musa o sin musa.
Los pocos lectores que me queden son testigos.