Cuantísimas gracias debo dar a la buena gente de La Rioja que me ha abierto sus puertas a tan solo año y medio de ser forastera en esta tierra que ahora es la mía, que ahora siento tan mía.
Sí, como dijo el poeta Joaquín Antonio Peñalosa y luego repitió Miguel d´Ors
toda una vida no basta para pedir perdón, aún menos basta toda una vida para agradecer todo lo que en ella se nos ha regalado.
Esto ha sido así en mi trabajo, esto siempre fue así en mi familia, pero ha significado la revolución inesperada en la vida cultural de la capital riojana que, como decía hace casi un mes ante unos oídos atónitos y nada crédulos, es impresionante.
Primero fue Carlos Villar invitándome a colaborar en la prestigiosa revista Fábula (gracias, en parte, al genial Manuel Prendes.) Luego, Paulino Lorenzo llamándome a recitar en la mítica Jornada de Poesía en Español, un punto neurálgico de la poesía riojana. Tercera escala, Diego Marín, crítico de la seción de Cultura en el diario La Rioja, llevándome al taller de Arnedo donde tanto aprendí de mi emocionante público.
El último regalo ha sido verme en el centro del huracán del Agosto clandestino. Poetas inquietos, eficaces, con ganas de hacer cosas sin ánimo de lucro, poetas muy en la vanguardia pero que saben cocinar versos con trabajo y música interior, como se ha hecho siempre. A la fiesta que supuso verme envuelta en el viaje a Bilbao en el día de Blas de Otero, coche oficial inclusive, para recitar en el Ercilla y volver a casa a altas horas, cuando cualquier mujer honesta duerme, siguió una inolvidable velada en Rodezno.
Los poetas del Agosto clandestino siempre organizan recitales en pueblos de La Rioja, con poetas de la tierra, en un "tomarle el pulso" a qué se está escribiendo últimamente entre viñedos... por eso me emocionó particularmente esta invitación.
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El poeta Enrique Cabezón recitando, antes de mí- fotografía: Sonia San Román |
Rodezno es un pueblo riojano que cuenta con un restaurante donde la comida es pura poesía: Casa Paco.Si alguna vez recalas en esa buena casa, te recomiendo la carne en cualquiera de sus variedades y, de postre, leche asada. Fue el dueño del restaurante el que nos invitó a recitar en su patria chica, prometiéndonos una colosal cena gratis como pago, las monedas del juglar. Aún recuerdo a Enrique cabezón, mascullando entre croqueta y jamón ibérico "nunca cuatro poemas nos habían rendido tanto..."
Me emocionó lo concurrido que estuvo el acto: cincuenta personas sencillas y con ganas de escuchar poesía nos aguardaban, abarrotando el salón del edificio de usos múltiples.
Recitaron varios buenos poetas, entre ellos
Adrián Pérez, el poeta pastor. Enrique Cabezón y Carmen Beltrán, magníficos poetas y pareja (ahora tocaría decir "en la vida real"), trajeron a su hija, un bebé de meses, y se turnaron en la mesa: él leyó mientras ella daba discretamente el pecho, ella leyó mientras él intentaba que la hija durmiera tras el banquete...
Os dejo, en primicia, un poema inédito que me ha ofrecido la poeta Sonia San Román. "Mi bebé suerme y yo, como una tonta, escribo versos", me confesó. Es una de las inspiraciones más puras que han existido.
Me dedico a vivir
y a rescatar cuadernos
mientras duermes ese sueño ligero
de los niños que nacen viejos
por culpa del pensar inquieto
de sus madres.
Mis ojos venosos y cansados
piensan en ventilarte el mundo
para que entre el fresco
en la vida que te espera.
Y el mundo apesta a bolas
de alcanfor, a cerrado,
a humedad de siglos
y a polvo hecho lodo
en los cajones.
Mis dedos laten insomnes
mientras arañan briznas de sol
que regalarte.
Luz que calme la humedad
reseca de los días caducos.
Brillo que limpie el polvo
injusto de los adultos
inútiles y soberbios.
Quiero para ti los elementos.
La base que hace a la carne carne
y al ojo ojo
para que no te engañen,
para que sepas distinguir
palabras y piedras
y lances ambas
contra el telón del mundo.
Eso quiero. Eso te quiero.
Mientras tanto
pides leche.
Sonia San Román