El blogg me salvó de engancharme sin remedio a Sex and the city.
En realidad, en mi casa no vemos la tele casi nunca. Vaya, algunos pueden pasar que somos una familia aburrida: no vamos de rebajas, no vemos la tele... Sin embargo viajamos a la isla de La Palma, bailamos juntos en el salón y vemos conciertos de viejas glorias como Simon & Garfunkel. Pero no vemos la tele, así que de mi vida sólo han formado parte tres o cuatro series míticas. De pequeña veía, muy de vez en cuando, Padres forzosos. Muy de vez en cuando, pero me encantaba. En verano, mis tías me malcriaban un poco y veíamos juntas Farmacia de guardia y Cristal, pero siempre como runrún de fondo, banda sonora de lecturas y conversaciones a cuatro o cinco voces, todos hablando y viendo la tele al mismo tiempo, protestas aisladas, y yo siempre con un libro en las rodillas.
Luego llegó la adolescencia: no tuve granos, no di portazos y me horrorizaban los botellones, así que de algún modo tenía yo que mostrar mi condición de adolescente... En mi caso fueron las verduras (rechazo infinito y sin concesiones) y Médico de familia (qué adicción, colega.) En Pampaluna, ya superada la primera juventud, me aficioné a Hospital central. No puedo remediarlo, ¡me gustan los personajes! Y de mes en mes me emociono con los Simpson. Esta es toda mi historia: nunca vi Verano azul, ni Topacio, ni Gran hermano ni Salsa rosa. Ni sé quién es el pavo del ocho, ni el cuñao, ni el que dice "bajo la noche nocturna", ni he soportado nunca a los Morancos.
Así las cosas, hace algo menos de un año comencé a ver sexo en Nueva York al mediodía, algunos miércoles y jueves que comía y cenaba sola. Me atrapó el glamour, esas cuatro mujeres que, de seguro, nunca se habían tropezado en la calle, ni despistado con el autobús, ni vestido algún trapito informe, ¡siempre impolutas y haciendo juego con lo que les rodeaba! Ni abierto nunca un libro, susurraba algo dentro de mí, pero seguía pegada a la pantalla. Aquellos trajes, aquellos zapatos, aquellas comidas en restaurantes, la ciudad con ese brillo...
Un buen día, Enrique García Máiquez hizo una obra de caridad conmigo y me mandó, via email, el enlace de su blog. Y desde entonces la tele es para mí poco más que invisible. Sin embargo algo bueno tiene sex and the city:el día en que una de mis tías cumplió cuarenta años, puede consolarla diciendo que, gracias a SJP, ¡los cuarenta están de moda!