Ayer, inmersas en un gran atasco, un volvo gris pugnaba por adelantar..., pero lo vimos detenido al fin, como nosotras, ante uno de los muchos semáforos en rojo. Ah el poder igualador del semáforo, pensé.
Y en seguida se me vino a la mente la imagen del mar de Jorge Manrique, donde iban a morir los ríos "grandes e chicos", terrible democracia.
Últimamente pienso en la muerte, y es que a la fuerza ahorcan. Caen a mi lado mil y diez mil: ayer, un gran amigo de mi mayor amigo. Varada en el coche recité del tirón, de memoria, la última copla de Manrique, tan consoladora, con tanto señorío. "Y consiento en mi morir con voluntad placentera, clara y pura, que querer hombre vivir cuando Dios quiere que muera es locura.".
Así quiero irme, sin violencia, pero más difícil es ver marchar a los demás sin rebeldía. Manrique nos ayuda, no a resignarnos, que yo por naturaleza no soy estoica, sino hedonista... Las coplas nos enseñan a aceptar que la muerte no es una injusticia sino otro gran misterio, y que tampoco la vida de las personas que más queremos nos pertenece.