Dos años he necesitado para hablar sobre ti.
Eras sofisticación y calidez, eras luz de vela y esa aguda sensación de estar en casa, pero a la vez eras esos planes total y absolutamente repletos de glamour que te marcabas a veces, "quedamos en la cafetería Nhube", " te llevo al chino de Carlos Telmo en el Soho Benita".
Eras la exposición de Balenciaga y luego merendar bocata de calamares en cualquier tasca de Madrid. Hablábamos de nuestros amores (con minúscula y mayúscula), y acto seguido comentábamos la última noticia chic de la temporada. Estabas al día. Tenías mirada de fotógrafa.
Te gustaba la barra de labios número 77, Asia, de Rimmel London, y te la regalé. Un rosa desnudo pero algo quemado y marrón que te sentaba divinamente. Y te veo en el cielo pintándote los labios frente a Dios, compartíamos ese gesto. Imagino a Dios riéndose a carcajadas contigo, se merece tu compañía.
Pudo elegir, y eligió. Hace dos años que disfrutan de tu risa de chimenea en el Cielo.