Me regalan, por ejemplo, un billetero artesano hecho de hojas del otoño, que misteriosamente desaparece y vuelve a aparecer, o me compran entre todos una guitarra cuando saben que no la toco, que quizás no aprenderé a tocarla nunca, pero por si acaso la acompañan con una cejilla que hará que suene "muy medieval".
Lo primero que recibí al cumplir veintitrés años, cuando comenzaba nuestra amistad, fueron dos poemarios finitos, con tapas de cartón claro muy incómodo: Europa de Mesanza y Cárcel de amor de Amalia Bautista. Dos libros que junto a los recitales de Miguel d´Ors me impulsaron a escribir los primeros poemas de La búsqueda y la espera...
Este año los regalos comenzaron el sábado doce de diciembre, en Madrid. Kitty sacó de su bolso uno de los maravillosos bolígrafos en forma de barra de labios, de Marc Jacobs, y me dijo: "¿te gusta? Para ti. Yo tengo otro en casa."
Mis amigos poetas dicen que este regalo es un símbolo de mi blog, por eso se me ha ocurrido escribir esta entrada tan friki y exhibicionista. "El maquillador de versos", lo bautizó en seguida Beades. Y Conchi le hizo una serie de fotos de las que he rescatado esta: las dos fotografías que siguen son también suyas. (¡Gracias!)
El mismo día de mi cumpleaños Neat, mi alumno norteamericano, me grabó un disco repleto de lo que yo llamo "música de invierno": baladas a ritmo de swing que hablan de amor y parecen escritas en torno al fuego de una chimenea. No pudo elegir mejor la música.
El viernes, mi amiga Merl vino a mi casa para disfrutar de una de esas viejas "fiestas de pijama" en las que dos o varias amigas cenan, se ponen el pijama y parlotean hasta bien entrada la noche, en que saltan a sus respectivas camas para seguir parloteando sin descanso. A eso de las doce me dio sus regalos, escondiéndolos por el dormitorio y muriéndose de risa mientras me veía hacer el ridículo. Se lo perdoné todo en cuando descubrí la mariposa.
Comprada en la Feria Medieval de Algeciras, de tul con purpurina y cristalitos dorados y con mi nombre pintado, es una auténtica maravilla sólo comparable a lo que me está haciendo disfrutar su segundo regalo: la edición de Siruela de De profundis, mi libro preferido de Oscar Wilde. Lo leí durante un par de veranos en Maestu, pero el libro pertenecía a mis primo Eduardo y no me lo puede traer a mi casa de Sevilla. Ahora ya lo tengo. El último detalle fueron unos pendientes de madera, de la misma feria, en forma de triángulos y pintados en mis dos colores favoritos: dorado y azul agua.
Ayer se reunieron los poetas en mi casa. Joaquín me traía un collar de cuentas de cerámica, piedra y ámbar, con aros de metal y hojitas de cristal verde colgando. Tanta diversidad en las materias hizo que el mismo Joaquín le diera un nombre: El Collar de Todo. Nico llegó con un colgante de Tous de rosas labradas en plata a juego con el anillo y los pendientes que me había regalado en los años anteriores. Beades y la Señora de Beades me entregaron un cuaderno de Paperblanks, en tonos dorados y miel. Para el cuaderno en blanco traían un soneto de Juan Luis de Soria en el que me consolaban por la nula inspiración poética que gobierna últimamente mi vida. Y el bolígrafo más pequeño del mundo, apto sólo para haikus dijo Beades. Por último, Pablo y Conchi me habían comprado en el mercadillo de artesanía un anillo de cerámica color azul noche, otro de mis tonos preferidos, y pendientes a juego.
Este año han caído en el exceso, pero la verdad es que recibir tantos regalos fue una auténtica fiesta. Sobre todo porque todos fueron pensados, cada uno era un símbolo perfecto de estos casi diez años juntos, desde que un día lluvioso de enero del dos mil nos reunió.