En Sevilla los paraguas no se abren: se encienden. Porque la lluvia ataca tan gris y diagonal que debajo del paraguas te sientes a salvo, como en casa. Una casa encendida.
En Sevilla hay taxis por la calle. La luz verde grita puedes, podemos, alegría feroz. Ver un taxi libre es ver mil mundos, mil viajes por hacer. Es ver tu día que comienza, saber que tiene mil pasajeros y luz verde, las puertas infinitas en un solo minuto de trabajo.
En Sevilla hay naranjos que sonríen. Son árboles de sol, bailando siempre.
Los taxis, los naranjos y la lluvia han sido siempre motivos recurrentes en mi poesía. Y ahora me doy cuenta de que mis últimos poemas escritos en Logroño vuelven a reincidir en ellos: son un símbolo de plenitud, han trascendido. Los árboles y taxis sevillanos se mudan al Norte... en unos pocos versos.
2 comentarios:
Muy bien la entrada; pero lo de decir eso de que en los últimos poemas (inéditos, supongo) aparecen y no poner un solo ejemplo, es dejar un poco con hambre,oiga.
Habrá que esperar... aunque a lo mejor os subo un poema dentro de pronto, uno que acabo de publicar en una revista.
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