Ya está en las librerías el que yo llamaba "poema lituano", para mis adentros, mientras me encargaba de su redacción poética.
Por supuesto, la autora de la edición es Carmen Caro, profesora en la universidad de Vilnius, pero hace varios años me pidió que versificara la traducción en prosa. A ser posible en ritmo endecasilábico.
Casi cuatro mil versos después, la ilusión de ver nuestros esfuerzos publicados en Renacimiento nos desborda.
Ha sido un precioso juego a dos manos: como buena traductora, Carmen se aferraba a ciertos términos y giros, y yo hacìa malabares musicales para encajar la ansiada palabra en los justos acentos.
Ha sido igualmente un trabajo de introspección, un crecer para dentro. Cuando recibí el encargo, me hallaba en la más oscura sequía poética, de la que pensaba seriamente no salir nunca. La versificación me ayudó a no perder oído, y un año después, ya en Logroño, comencé a escribir La llave dorada mientras seguía versificando a Donelaitis.
He aprendido lo mucho que me queda por aprender: yo no era consciente de producir tantos hiatos en pausa, por ejemplo. En mi versión debía limar esas licencias métricas que yo misma me concedo, y eso me ayudará a encontrar en mi poesía un endecasílabo más limpio y natural.
Hoy se presenta el libro, en el instituto Goethe (Calle Zurbarán, 21, Madrid), a las seis de la tarde. Yo no podré estar allí. Si cuando me lo sugirieron yo no hubiese estado en semi paro, quizás no habría podido embarcarme en la empresa. Gracias a Dios, hoy tengo trabajo.
1 comentario:
Te doy mi enhorabuena con entusiasmo. Reconozco las sensaciones que describes, el esfuerzo y la legría explosiva. Cuánto, cuánto me alegro.
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