Tomás de Aquino es mi santo favorito, junto a San Juan de la Cruz, el santo poeta.
La verdad es que no me han educado en la devoción a los santos: en este tema siempre me ha gobernado una cierta austeridad de sentimientos. Y una voz interior que me decía que, donde haya un Sagrario, que se quiten hornacinas y estampitas. Para colmo de males me asustan las estatuas: prefiero mil veces un cuadro renacentista, una virgen de Rafael o Boticcelli. Siempre me horrorizó la imaginería nacional católica de frailes lampiños y corazones traspasados.
Por eso no puedo hablar de fervor sino de simpatías, y Tomás de Aquino me parece un santo muy simpático. Ya lo dije: gordo, filósofo y autor del Adorote devote, ¿qué más se puede pedir? Ignoro qué hay de realidad en la leyenda que cuenta que tuvieron que hacer para él una mesa a medida, en forma de queso gruyere con un buen agujero que encajase con su tripa como la pieza clave de un gigantesco puzzle. Ojalá sea verdad. Qué tipo tan grande, ¡chestertoniano!
En esta predilección mía hay algo de romanticismo infantil, ya que mi Santo Tomás se corresponde con el Santo Tomás de La luz apacible, la novela que me cautivó allá por mis doce años. Recuerdo que era agosto, que estaba veraneando en casa de mis abuelos y que no hacía otra cosa que no fuera beberme el libro, regateándole a la lectura sólo las comidas reglamentarias y las ocho horas de sueño que nunca he quebrantado. Un invitado que pasaba unos días allí estaba estupefacto al verme devorar semejante ladrillo sobre el santo medieval, pero es que La luz apacible es más un libro de aventuras que una hagiografía al uso... Me imagino que convertirte en santo es ya de por sí toda una aventura. Y, por si necesitaba reafirmar mis simpatías por Tomasso, va Miguel d´Ors y le llama en sus lecciones de historia "el inmenso aventurero".
Tampoco soy de las que engranan día y noche plegarias aprendidas, pero el Adorote devote siempre me ha gustado. Por eso me gustó también que don Enrique se dedicara, jueves tras jueves, a desglosar sus versos en estos comentarios que ahora yo enlazo. Grandes personalidades han comentado esta oración eucarística, pero ninguno por internet y con tanta miga "de diario". Con palabras que intentan vestir de color lo invisible: poesía, maquillaje y vida cotidiana.
viernes, abril 17, 2009
lunes, abril 13, 2009
¡Pellizca tus mejillas!
Hoy quería hablaros del Colorete.
Porque, ¿qué sería de muchas damas sin la cajita milagro? El Rubor es algo esencial dentro del maquillaje, e incluso las que dicen no cuidarse lo suelen incluir dentro de su rutina. ¿No os suenan de algo las palabras "yo, a diario, sólo uso tapaojeras, colorete y rímel"? Suele ser la frase más utilizada por modelos, actrices y famosas en las revistas, ya que por culpa del trabajo están saturadas de prebases, precorrectores, bases e iluminadores, y en sus momentos de descanso quieren recurrir a lo mínimo, que en mi opinión son estos tres pasos.
El colorete es el encargado de alegrar la cara en invierno y de sublimar el bronceado en verano. Existen versiones en crema como el Cactus flower de Nars, un encendido rojo amapola con brillitos dorados, o en gel, como el divertido Pinch your cheeks de Origins que tantas mujeres usan. También hay cómodos tres en uno, barritas o pastillas en crema que sirven para labios, mejillas e incluso párpados: mis preferidos son el Rouge pot de Bobbi Brown en tono Calipso Coral, o el Múltiple South beach de Nars, que me trajo Pablo de Nueva York.
Sin embargo yo prefiero la clásica fórmula en polvo. El tono elegido puede ser más rosado o más naranja, o una mezcla de ambos como sucede con el Madly de Nars,

o con el Apricot Rose de L´Oreal. Este fue durante mucho tiempo mi blush favorito, y aún es muy especial para mí porque me lo regalaron mis tíos Javier y Eva en un cumpleaños. Deja un precioso color melocotón playero con subtono rosa, y un brillo ligero como de haber pasado un día en el campo.
La mayoría de mujeres adoran el colorete rosa, y a mí me parece una opción que tiene muchos riesgos: para no caer en el efecto Heidi lo mejor es elegir un rosado natural y ligero como el Rose Coup de Foudre de Bourjois o el Dame de Mac, un rosa neutro que podemos usar cuando pintamos los labios de rojo furioso, como dicen que hace Dita Von Teese, lo que significa que es muy discreto.
A mí me apasionan los coloretes de Nars, que valen su peso en oro, y siempre acabo eligiendo un tono melocotón... Dentro de mi neceser, la joya de la corona es el Luster, un melocotón con ligeras chispitas que deja un halo dorado en las mejillas sin ser excesivamente brillante. Lo compré junto a Koizumi, en esa excursión que hicimos a Pozuelo para celebrar nuestros respectivos cumpleaños.

Yo creo que el gran acierto de François Nars es haber creado coloretes que dan aspecto de moreno primaveral a las pieles claras. Tenemos el Silvana, beige camel, el Madly que ya hemos mencionado y es una mezcla perfecta de marrón y rosa y el Sertao, terracota dorado.
Después del Luster, el colorete que más uso es el Fun & Games de la colección Hello Kitty de Mac, un melocotón claro y muy alegre con el que fui débil y renuncié a mis ideas sobre las ediciones limitadas, pero es que era demasiado bonito... El tercero en la lista es el cantaloupe Pro, de Mac también: un melocotón rosado y lleno de vida. No puedo dejar de mencionar el Melba, también de Mac, un melocotón coral totalmente mate que utilicé en la defensa de mi tesis, aunque acabé regalándoselo a una amiga tras comprarme el Luster.
Las que no tienen fácil acceso a mis dos firmas fetiche me lo ponen complicado en este tema, porque no soy muy partidaria de otras marcas. Me salvan del apuro las cajitas redondas de Bourjois, ya que me gustan bastante. Sobre todo el Rose d´Or, que es todo un básico, el Rose Frisson que usaba Sarah Jessica Parker en Sexo en Nueva York y el Brun Cuivre, clon del Orchid Rose de Chanel. ¡Siempre nos quedará París!
P.S.: La foto del Luster es de Maryland, la del Madly pertenece a Miss Sir, una forera de Maccounter que no tiene blog, lo cual es una pena porque es sencillamente genial. Por cierto, he ampliado la entrada sobre el dúo Mediterranée de Nars.
Porque, ¿qué sería de muchas damas sin la cajita milagro? El Rubor es algo esencial dentro del maquillaje, e incluso las que dicen no cuidarse lo suelen incluir dentro de su rutina. ¿No os suenan de algo las palabras "yo, a diario, sólo uso tapaojeras, colorete y rímel"? Suele ser la frase más utilizada por modelos, actrices y famosas en las revistas, ya que por culpa del trabajo están saturadas de prebases, precorrectores, bases e iluminadores, y en sus momentos de descanso quieren recurrir a lo mínimo, que en mi opinión son estos tres pasos.
El colorete es el encargado de alegrar la cara en invierno y de sublimar el bronceado en verano. Existen versiones en crema como el Cactus flower de Nars, un encendido rojo amapola con brillitos dorados, o en gel, como el divertido Pinch your cheeks de Origins que tantas mujeres usan. También hay cómodos tres en uno, barritas o pastillas en crema que sirven para labios, mejillas e incluso párpados: mis preferidos son el Rouge pot de Bobbi Brown en tono Calipso Coral, o el Múltiple South beach de Nars, que me trajo Pablo de Nueva York.
Sin embargo yo prefiero la clásica fórmula en polvo. El tono elegido puede ser más rosado o más naranja, o una mezcla de ambos como sucede con el Madly de Nars,

o con el Apricot Rose de L´Oreal. Este fue durante mucho tiempo mi blush favorito, y aún es muy especial para mí porque me lo regalaron mis tíos Javier y Eva en un cumpleaños. Deja un precioso color melocotón playero con subtono rosa, y un brillo ligero como de haber pasado un día en el campo.
La mayoría de mujeres adoran el colorete rosa, y a mí me parece una opción que tiene muchos riesgos: para no caer en el efecto Heidi lo mejor es elegir un rosado natural y ligero como el Rose Coup de Foudre de Bourjois o el Dame de Mac, un rosa neutro que podemos usar cuando pintamos los labios de rojo furioso, como dicen que hace Dita Von Teese, lo que significa que es muy discreto.
A mí me apasionan los coloretes de Nars, que valen su peso en oro, y siempre acabo eligiendo un tono melocotón... Dentro de mi neceser, la joya de la corona es el Luster, un melocotón con ligeras chispitas que deja un halo dorado en las mejillas sin ser excesivamente brillante. Lo compré junto a Koizumi, en esa excursión que hicimos a Pozuelo para celebrar nuestros respectivos cumpleaños.

Yo creo que el gran acierto de François Nars es haber creado coloretes que dan aspecto de moreno primaveral a las pieles claras. Tenemos el Silvana, beige camel, el Madly que ya hemos mencionado y es una mezcla perfecta de marrón y rosa y el Sertao, terracota dorado.
Después del Luster, el colorete que más uso es el Fun & Games de la colección Hello Kitty de Mac, un melocotón claro y muy alegre con el que fui débil y renuncié a mis ideas sobre las ediciones limitadas, pero es que era demasiado bonito... El tercero en la lista es el cantaloupe Pro, de Mac también: un melocotón rosado y lleno de vida. No puedo dejar de mencionar el Melba, también de Mac, un melocotón coral totalmente mate que utilicé en la defensa de mi tesis, aunque acabé regalándoselo a una amiga tras comprarme el Luster.
Las que no tienen fácil acceso a mis dos firmas fetiche me lo ponen complicado en este tema, porque no soy muy partidaria de otras marcas. Me salvan del apuro las cajitas redondas de Bourjois, ya que me gustan bastante. Sobre todo el Rose d´Or, que es todo un básico, el Rose Frisson que usaba Sarah Jessica Parker en Sexo en Nueva York y el Brun Cuivre, clon del Orchid Rose de Chanel. ¡Siempre nos quedará París!
P.S.: La foto del Luster es de Maryland, la del Madly pertenece a Miss Sir, una forera de Maccounter que no tiene blog, lo cual es una pena porque es sencillamente genial. Por cierto, he ampliado la entrada sobre el dúo Mediterranée de Nars.
viernes, abril 10, 2009
Semana Santa en Sevilla
Dedico esta entrada a Carlos Rodríguez Morales.
De niña era yo una pequeña hereje: no me gustaba la Semana Santa. Tampoco aprendí nunca a bailar las sevillanas correctamente, ni tuve más de dos trajes de flamenca a lo largo de mi vida. Mi tesis era que uno puede ser sevillano hasta los tuétanos sin ser capillitas ni feriante. En lo segundo no he cambiado ni un átomo, pero en lo primero estoy poco a poco en camino de encontrar la verdad.
No me gustaba la Semana Santa por varias razones. La primera era que, si la pasábamos en Sevilla, tenía que privarme de las vacaciones en Logroño, que era y es mi paraíso familiar: una sola tarde con mis tíos valía para mí mucho más que todas las procesiones juntas.
Otro motivo eran las detestables bullas. Me provocaban lipotimias, me desmayaba. Las vírgenes me parecían todas iguales y además tenían cara de folklóricas. Ya digo yo que lo mío era blasfemia, pues qué tendrán que ver la Estrella con la Virgen de los gitanos, bellísimas ambas...
Y luego estaba la manía de estrenar. El Domingo de Ramos había que ir de punta en blanco, y el Jueves Santo, de punta en negro, y yo que lloraba con sólo ver un probador y que aborrecía sacar zapatos nuevos a la calle tenía mi cruz asegurada.
Y esa tristeza impuesta, porque sí. Luego fui sabiendo que no precisamente porque sí, sino porque mi Dios se moría, que es algo que tiene mucha enjundia; pero de niña me fastidiaba tanto silencio y tanta cara de zaguán recóndito.
¿Cuándo empecé a vislumbrar la verdad...? En mis años de carrera me aficioné al Cristo de Los Estudiantes, que se me aparecía como la Belleza absoluta. LLegó el Martes Santo y, tragándome la quina de la bulla, decidí acompañarlo. En algún momento vinieron mis tíos para ver la Semana Santa sevillana y nos lanzamos, la familia entera, a vivir la Madrugá. Nunca lo olvidaré, fue algo mágico. La Macarena iluminada, los balcones florecidos, el Cristo de los Gitanos cargando con su cruz... y con la mía. Terminé radiante de cansancio, llena de cera, con un par de quemazones del incienso, caminando por la Triana profunda en las primeras horas de una mañana llena de sol. Ya nada volvería a ser lo mismo.
miércoles, abril 08, 2009
Lo que me temía...
Mantengo esta entrada por respeto a Benita, que me concede el premio, pero he borrado el enlace a la red Hispania después de echarle un vistazo. Sí, soy española y españolista, pero como digo más adelante, moderada, y en los últimos tiempos, muy moderada. Frases como "siempre nos quedará la Falange" no van conmigo.Dentro de poco este blog cumplirá tres años, y eso me hace revivir momentos especiales, diálogos profundos y heridas de guerra... Y, de repente, en esta tesitura viene Benita y me concede este premio, que se llama Premio "Amor a España", ¡toma ya! Lo que me faltaba para que en Tarragona se me tache de españolista y ultraconservadora, ¿os acordáis de cuando llenaron de pasquines la ciudad mientras yo me quedaba en casa por culpa de la neumonía...?
Benita dice que me ha concedido el premio Amor a España porque "el cuidado del lenguaje empleando cada palabra con propiedad es una manera eficaz de evitar violaciones de derechos y arbitraridades", lo me recuerda a otro momento estelar: un comentarista anónimo dijo en su día "este blog es patético", ejerciendo su libertad de expresión. La Señora de Beades respondió rotundamente, usando de la misma libertad con más virulencia si cabe. Y el propio Beades zanjó el asunto diciendo que mi blog era patriótico, debido al buen uso del castellano que se hacía en él.
Está claro que amo mi idioma y creo que amo también a mi país, pero con ciertos límites. Me explico: si mi abuelo me enseñó a ser patriota, mi padre me ha enseñado a encontrarme en casa en París, en Roma, en San Juan de Puerto Rico. Él se preocupó de imprimir en mi mente la idea de que un españolismo exagerado es igual de peligroso que cualquier otro nacionalismo. No sé si esto es ser moderada o tener el famoso talante del que otrora hablaba quien tanto nos desgobierna, pero es que no puedo evitar pensar lo que pienso.
Para aceptar el premio hay que seguir unas reglas que no he querido secundar, pero aún así no me privo de nominar a tres blogs. Creo que es ab-so-lu-ta-men-te necesario conceder el premio a EGM, por su defensa de España, la democracia, la libertad y el buen humor en cada uno de sus artículos. Y a ARP, por su defensa también bienhumorada del castellano. El tercer premio voy a concedérselo a Pacotto, porque me encanta el tipo de periodismo valiente y socarrón que hace. Los tres coinciden en que se ponen muy poco solemnes y nada violentos al dejar claras sus ideas, y esa elegancia firme es todo un ejemplo para mí.
domingo, abril 05, 2009
Hombres y mitos
He leído tantas veces Orgullo y prejuicio, y he visto en tantas otras ocasiones la genial serie de la BBC, que ya no sé si el que me atrae con tanta ferocidad es Mr. Darcy, o Colin Firth en la piel de Mr. Darcy. Es en las tardes de lluvia y Navidad cuando me apetece volver a los libros de Jane Austen, eterno retorno, pero también en los primeros días de sol rotundo y azahar, en marzo. Acabo de leer en la esfera de los blogs que, en inglaterra, un doctor ha prohibido a una abuela de ciento cuatro años la visión de la famosa serie, que solía ser su favorita, porque Colin Firth le subía la tensión arterial hasta límites insospechados. Ay Colin, que provocas cataclismos.
Y eso que eres un actor camaleónico (donde el adjetivo no es un elogio sino más bien lo contrario.) Puedes aparecer deslumbrante en Love actually, "bonita Aurelia", o atractivamente atildado en La importancia de llamarse Ernesto... O arrasador y magnético en nuestra serie preferida, claro. Pero también te he visto enrojecido en Mamma mía (Por Dios, si hasta Pierce Brosnan, ¡Pierce Brosnan! parecía mucho más atractivo que tú, con esa voz de doblaje que le ponen que me hace preguntar dónde habrá un hombre así...) Y en Una familia con clase lo único que te salva es ese tango espléndido que te marcas al final, y entonces brotó en mí esa oración tan rara: "Dame Dios mío un momento estelar como ese, un tango y un caballero vestido con levita para bailar con él". Toma ya.
Un actor nada camaleónico, es decir que me arrebata en cada una de sus películas, es Robert Redford. Con esa elegancia desgarbada de hombre alto, delgado e inglés (a pesar de haber nacido en América), esa luminosidad de hombre rubio, esa ironía de buen actor, ese aire avasallador de caballero y esas manos poderosas... no subo aquí una foto porque me temo que no podría elegir sólo una. Como las patatas Lays.
Mi último descubrimiento ha sido Rufus Sewell.

Me encanta su aire despeinado, canalla, sus mejillas rojas que tienen el tono justo de las manzanas silvestres, sus ojos asombrados, su inocencia culpable.
Esa bruma de despiste y de repente ¡zas! aparece con traje de chaqueta y corbata.

Como Dios manda.
Por cierto, había olvidado a Jonh Wayne.
Y eso que eres un actor camaleónico (donde el adjetivo no es un elogio sino más bien lo contrario.) Puedes aparecer deslumbrante en Love actually, "bonita Aurelia", o atractivamente atildado en La importancia de llamarse Ernesto... O arrasador y magnético en nuestra serie preferida, claro. Pero también te he visto enrojecido en Mamma mía (Por Dios, si hasta Pierce Brosnan, ¡Pierce Brosnan! parecía mucho más atractivo que tú, con esa voz de doblaje que le ponen que me hace preguntar dónde habrá un hombre así...) Y en Una familia con clase lo único que te salva es ese tango espléndido que te marcas al final, y entonces brotó en mí esa oración tan rara: "Dame Dios mío un momento estelar como ese, un tango y un caballero vestido con levita para bailar con él". Toma ya.
Un actor nada camaleónico, es decir que me arrebata en cada una de sus películas, es Robert Redford. Con esa elegancia desgarbada de hombre alto, delgado e inglés (a pesar de haber nacido en América), esa luminosidad de hombre rubio, esa ironía de buen actor, ese aire avasallador de caballero y esas manos poderosas... no subo aquí una foto porque me temo que no podría elegir sólo una. Como las patatas Lays.
Mi último descubrimiento ha sido Rufus Sewell.

Me encanta su aire despeinado, canalla, sus mejillas rojas que tienen el tono justo de las manzanas silvestres, sus ojos asombrados, su inocencia culpable.
Esa bruma de despiste y de repente ¡zas! aparece con traje de chaqueta y corbata.

Como Dios manda.
Por cierto, había olvidado a Jonh Wayne.
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Cine a todas horas,
hombres y mitos
sábado, marzo 21, 2009
LLorar en la peluqueria
Dedico esta entrada a mi amiga Conchi Perea, y por supuesto a Meli, de Koupas, autora de mi nuevo corte de pelo.
Sobre este asunto se ha escrito mucho: las catastrofes que desatan los peluqueros al grito de "tú calla que de esto no sabes". De esto puede que no, murmuras, pero de mi pobre ser con ovalo facial más bien redondo, frente algo ancha y pomulos prominentes sé yo mas que nadie, que para algo me miro al espejo todos los días.
Pero el profesional-como-la-copa-de-un-pino continúa erre que erre, inmerso en el sadismo de las tijeras.
Ya lo he dicho más de una vez, pero lo que más me divierte de las revistas de moda es el makimarujeo que me ilustra sobre cómo se pintan, qué trapitos usan y cómo se cuidan las estrellas del astro imperante. En este apartado es Telva la que se lleva todos los premios de la loteria, con esos brillantes reportajes a toda pagina: "este verano, cuatro modelos te cuentan que reciclar, que conservar y en que invertir", o "el armario de... Patricia Conde".
Y si las it girls del momento me provocan a ira con sus sandeces sempiternas tipo "yo lo que hago es beber mucha agua y dormir ocho horas al día", me llenan de envidia cuando dicen La Frase: "Solamente pongo mi pelo en manos de Kuki, del salon Kuki Fernandez-Schmidt, en la calle Velázquez". Aleluya, pienso. Alguien ha encontrado a su coiffeur. Y me imagino a la famosa de turno cruzando a Ekseption en busca de unos pendientes de alto copete, que es la reaccion natural que te embarga cuando sales satisfecha tras varias horas de lavado + corte + color. Los ricos también lloran, y estoy segura de que aunque te llames Natalia Verbeke en algun tiempo remoto habrás sufrido torturas inenarrables hasta dar con tu media naranja peluquera.
Algunas tienen suerte y despues de mucho buscar, encuentran. Yo, por ejemplo. Despues de toda una decada de experimentos atroces, he encontrado a mi coiffeur. Esa que te escucha, te recomienda, se tira a la piscina contigo y comparte sus dudas, "ay Dios, tu madre me mata". Tanta humildad enternece, sobre todo porque lo que sale de sus manos es una obra maestra.
Se llama Meli, de la peluquería Koupas aqui en Sevilla, en frente del Hotel Colón. La primera vez que me entregué a su oficio, hace un par de años, supe que aquello sí era el comienzo de una gran amistad.
jueves, marzo 19, 2009
Poesía (...y maquillaje)
El recital en Cádiz me hacía mucha ilusión. Nada menos que la Universidad de Cádiz. Me llamó Buko, oye que nos vamos,y luego nos invitan a comer. Dije sí, y sólo dos segundos más tarde pensé dolorosamente en mis ocho horas de estudio.
En el tren, Fidel nos lanza la clásica pregunta: ¿qué estáis leyendo últimamente? El temario de la opo, se me ocurre al momento. La semana pasada compré el nuevo poemario de Carmelo, que es profundo y reflexivo. Y me apetece meterle mano de nuevo a Persuasión, de Jane Austen, y a La luz apacible, de Louis de Wolh. Claro que la primera opción es impensable, porque me he puesto por norma no leer novelas mientras duren las oposiciones. Al menos lo de Wohl lo he devorado unas dieciocho veces y sería un simple repaso. Y debo confesar que ayer me dormí con Cuando Hitler robó el conejo rosa debajo de la almohada: tengo que hacerme mirar esta pasión repentina por la literatura juvenil. Así que respondo: El temario y Judith Kerr.
En Cádiz esperan Inmaculada Moreno y Enrique García Máiquez. De nuevo hablando en verso, escuchando versos después de tanto tiempo. Los metapoemas de Enrique dan pie a un sabroso debate sobre metapoesía, ¿creación, reflexión u ombliguismo? ¿El fin último de un poeta es comunicar? Yo diría más bien crear belleza, como el pintor que pinta la lluvia o Inma Moreno recreando el Génesis: a mí también me parecen mágicas las palabras.
De vuelta, ya de noche, enciendo el ordenador y le echo un vistazo rápido al Foro Mac. En la carpeta "Nars", alguien pregunta por el colorete Gina, mi preferido junto con Luster y el primero que me compré, en París, con un dinero que me dieron por haber defendido mi tesis. Así que respondo emocionada, como una metralleta:
Perfecto, yo no sé por qué no se le hace más caso, es el Gran Desconocido. Es mate, y yo adoro los mates, pero al contrario que el Gilda le da muuuucha luz a la cara, sólo que la luz nace del color, no de la textura (brillos purpurinosos etc...) No. Es perfecto para el verano, tan alegre como un zumo de naranja, nada artificial. Parece que has tomada vitaminas y que el sol te ha sonrojado la cara pero sin bronceártela...
Envío el mensaje y tres segundos después una forera responde:
¡¡Qué descripción, parece poesia!!
En el tren, Fidel nos lanza la clásica pregunta: ¿qué estáis leyendo últimamente? El temario de la opo, se me ocurre al momento. La semana pasada compré el nuevo poemario de Carmelo, que es profundo y reflexivo. Y me apetece meterle mano de nuevo a Persuasión, de Jane Austen, y a La luz apacible, de Louis de Wolh. Claro que la primera opción es impensable, porque me he puesto por norma no leer novelas mientras duren las oposiciones. Al menos lo de Wohl lo he devorado unas dieciocho veces y sería un simple repaso. Y debo confesar que ayer me dormí con Cuando Hitler robó el conejo rosa debajo de la almohada: tengo que hacerme mirar esta pasión repentina por la literatura juvenil. Así que respondo: El temario y Judith Kerr.
En Cádiz esperan Inmaculada Moreno y Enrique García Máiquez. De nuevo hablando en verso, escuchando versos después de tanto tiempo. Los metapoemas de Enrique dan pie a un sabroso debate sobre metapoesía, ¿creación, reflexión u ombliguismo? ¿El fin último de un poeta es comunicar? Yo diría más bien crear belleza, como el pintor que pinta la lluvia o Inma Moreno recreando el Génesis: a mí también me parecen mágicas las palabras.
De vuelta, ya de noche, enciendo el ordenador y le echo un vistazo rápido al Foro Mac. En la carpeta "Nars", alguien pregunta por el colorete Gina, mi preferido junto con Luster y el primero que me compré, en París, con un dinero que me dieron por haber defendido mi tesis. Así que respondo emocionada, como una metralleta:
Perfecto, yo no sé por qué no se le hace más caso, es el Gran Desconocido. Es mate, y yo adoro los mates, pero al contrario que el Gilda le da muuuucha luz a la cara, sólo que la luz nace del color, no de la textura (brillos purpurinosos etc...) No. Es perfecto para el verano, tan alegre como un zumo de naranja, nada artificial. Parece que has tomada vitaminas y que el sol te ha sonrojado la cara pero sin bronceártela...
Envío el mensaje y tres segundos después una forera responde:
¡¡Qué descripción, parece poesia!!
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friki del maquillaje,
metaliteratura de fin de semana
jueves, marzo 12, 2009
Inventos y descubrimientos
Son las doce y media, puedo descansar un ratito y pienso, pienso en muchas cosas. En lo asombrosos y sobrecogedores que son los poemas del nuevo libro de Carmelo, ahora que no estoy para leer poesía. En lo mucho que estoy necesitando uno de esos aerosoles gigantes de agua termal de La Roche Posay, ahora que mirarse al espejo requiere diez segundos de puro lujo. Y, sobre todo, pienso en las ganas que tengo de escribir sobre cosas frívolas e importantes, por ejemplo la parafarmacia del Corte Inglés.
Sí, la parafarmacia. Después de mi último brote de granitos rojos de irritación hice un juramento: prometí no mirar a la cara a ninguna crema que no viniese convenientemente empaquetada por un farmaceútico. Aborrezco los tarros de Clinique, Clarins y Estee Lauder, pero detesto de igual manera el rollo eco bío de Lush y toda esa recua de aceites esenciales naturópatas que se han impuesto de moda. No señor; no, señor: vida nueva. Me declaro adicta a la parafarmacia del Corte Inglés.
Ahora paso a detallar los productos que han cimentado mi amor, un amor puro y firme, el sublime amor, el desolado amor... Y comienzo con La Roche posay. El agua termal de esta marca es pura magia, un milagro. Y tenemos la magnífica cremita con olor a pera, Toleriane, que hidrata sin engrasar y calma también la piel. Y los protectores Anthelios, la mejor pantalla solar del mundo en tropecientas texturas diferentes.
Después tenemos la marca Grisi con su gel de aloe vera puro al noventa y nueve por ciento del que ya he hablado tantas veces: sólo añadiré que es una maravilla. Y las toallitas desmaquillantes con aloe vera van perfectas para un apuro puntual.
Crema Biopel para los labios: ¡qué gran invento! Y digo para los labios porque para la cara no es buena: contiene petrolatum, lanolina, aceite mineral y aromas. Es un ungüento tipo alquimia que viene en un tubo hermoso: regenera los labios en un abrir y cerrar de boca, suaviza codos secos y es perfecto para zonas irritadas del cuerpo, repito, ¡no del rostro!
Y no hablo de Korres porque merece una entrada para ella sola, pero apunto aquí que también es una marca farmaceútica.
Por último dejo aquí constancia de dos cosas que sigo comprando en supermercados, excepciones a una regla de oro. El hidragel calmante y el tónico multifunción de Carla Royo Villanova, que llevan un 95% de agua de rosas búlgara y son un auténtico bálsamo para pieles cproblemáticas, y el champú sólido de Lush, que limpia el pelo como ningún otro, dándole cuerpo y sacando tirabuzones ¡sin necesidad de espuma!
Sí, la parafarmacia. Después de mi último brote de granitos rojos de irritación hice un juramento: prometí no mirar a la cara a ninguna crema que no viniese convenientemente empaquetada por un farmaceútico. Aborrezco los tarros de Clinique, Clarins y Estee Lauder, pero detesto de igual manera el rollo eco bío de Lush y toda esa recua de aceites esenciales naturópatas que se han impuesto de moda. No señor; no, señor: vida nueva. Me declaro adicta a la parafarmacia del Corte Inglés.
Ahora paso a detallar los productos que han cimentado mi amor, un amor puro y firme, el sublime amor, el desolado amor... Y comienzo con La Roche posay. El agua termal de esta marca es pura magia, un milagro. Y tenemos la magnífica cremita con olor a pera, Toleriane, que hidrata sin engrasar y calma también la piel. Y los protectores Anthelios, la mejor pantalla solar del mundo en tropecientas texturas diferentes.
Después tenemos la marca Grisi con su gel de aloe vera puro al noventa y nueve por ciento del que ya he hablado tantas veces: sólo añadiré que es una maravilla. Y las toallitas desmaquillantes con aloe vera van perfectas para un apuro puntual.
Crema Biopel para los labios: ¡qué gran invento! Y digo para los labios porque para la cara no es buena: contiene petrolatum, lanolina, aceite mineral y aromas. Es un ungüento tipo alquimia que viene en un tubo hermoso: regenera los labios en un abrir y cerrar de boca, suaviza codos secos y es perfecto para zonas irritadas del cuerpo, repito, ¡no del rostro!
Y no hablo de Korres porque merece una entrada para ella sola, pero apunto aquí que también es una marca farmaceútica.
Por último dejo aquí constancia de dos cosas que sigo comprando en supermercados, excepciones a una regla de oro. El hidragel calmante y el tónico multifunción de Carla Royo Villanova, que llevan un 95% de agua de rosas búlgara y son un auténtico bálsamo para pieles cproblemáticas, y el champú sólido de Lush, que limpia el pelo como ningún otro, dándole cuerpo y sacando tirabuzones ¡sin necesidad de espuma!
lunes, marzo 09, 2009
Fuego de opósitos
Comenzó mi vida de opositora el siete de marzo de dosmil nueve. Ya he leído, subrayado y hecho el esquema de tres temas, voy a tema por día y luego a hacerme yo misma un examen. Vaya un planecito.
Así que para celebrarlo he visto tres películas de cine, una cada fatigada noche, en un claro revival de mis días de apretada tesis. Y como nunca en la vida he sentido estas atroces ganas de dormir la siesta e incluso de escribir poesía, he rebuscado, en una de esas malditas medias horas de descanso, un poema de Ardua mediocritas, libro fotocopiado y encuadernado que me regaló un compasivo amigo poeta diz que hace ya ocho años, mare deu cómo corre el tiempo y blablabá, (ya empiezo a tararme, malo malo...)
OPOSITOR
Fuego de opósitos
Quiero escribir un poema.
Tengo que estudiar. La cama
me llama. Quema la llama
de qué vocación: dilema
entre rima, cama y tema
que me exige una elección.
El Arte en mi corazón,
La Justicia en mi cabeza,
en mi cuerpo la Pereza
y en mí la Contradicción.
Ardua Mediocritas Enrique García-Máiquez, Premio Nacional de Poesía "Mariano Roldán", 1996
Así que para celebrarlo he visto tres películas de cine, una cada fatigada noche, en un claro revival de mis días de apretada tesis. Y como nunca en la vida he sentido estas atroces ganas de dormir la siesta e incluso de escribir poesía, he rebuscado, en una de esas malditas medias horas de descanso, un poema de Ardua mediocritas, libro fotocopiado y encuadernado que me regaló un compasivo amigo poeta diz que hace ya ocho años, mare deu cómo corre el tiempo y blablabá, (ya empiezo a tararme, malo malo...)
OPOSITOR
Fuego de opósitos
Quiero escribir un poema.
Tengo que estudiar. La cama
me llama. Quema la llama
de qué vocación: dilema
entre rima, cama y tema
que me exige una elección.
El Arte en mi corazón,
La Justicia en mi cabeza,
en mi cuerpo la Pereza
y en mí la Contradicción.
Ardua Mediocritas Enrique García-Máiquez, Premio Nacional de Poesía "Mariano Roldán", 1996
miércoles, marzo 04, 2009
Fin de semana en Madrid: apuntes y digresiones
Me escribe una amiga diciéndome que ella y su marido van a disfrutar de unos días en la capital de España... y me pide algunas ideas. Con Madrid me ocurre lo mismo que me sucede con Sevilla: la conozco poco y mal. Al menos he conseguido orientarme en el metro (sigue las señales, sigue siempre las señales...), y eso me ha dado un aire de libertad, una idea tal vez errónea de que domino más esa ciudad para mí de vacaciones y compras que mi lugar de rutinas, bostezos y sol incomparable.
De cualquier modo, estas son mis direcciones no tan secretas para pasar un fin de semana de puro deleite, tanto epicúreo como hedonista.
- No puedes dejar de pasear por el Retiro, preferiblemente un domingo, comprarte un bocata de calamares en cualquier puestecillo antes de entrar al parque y comértelo sentada en un banco: ¡los gorriones de Madrid son geniales! Y después a pasear en barquita por el estanque.
- Ni de visitar la librería del Círculo de Bellas Artes, al principio de la calle Marqués de Casa Riera, se llega con la línea 2 de metro, parada Banco de España. Es una librería que lo tiene casi todo, grande pero con recovecos por lo que parecen muchas tiendas pequeñitas, tiene todas las revistas culturales, poesía, arte, guiones de Woody Allen...
-De los museos, el que más me gusta es la Casa de Sorolla, encantadora y llena de cuadros del pintor, una maravilla. Está en la calle Paseo General Martínez Campos, número 37, se llega en las líneas de metro 7 y 10, parada Gregorio Marañón.
-Mira si hay alguna exposición en la sala Mapfre, paseo de Recoletos, número 23, llegas en la línea 4 de metro, parada Colón.
-De bares y restaurantes lo que frecuento es el Barrio de Salamanca: a mí me gusta La casa del abuelo, una taberna tradicional con buenos pinchos y platos de huevos rotos deliciosos, en plena calle Goya, se llega en las líneas de metro 2 y 4, parada Goya. Es más barato que cualquier bar en Sevilla. Restaurantes, me chiflan tres: Geographic Club, en la Calle Alcalá, 141, también parada Goya, ¡no te lo puedes perder! Es colonial- étnico, con comida mejicana y de distintos países, y con un decorado exótico maravilloso. También, La Galette, en la calle del Conde de Aranda número 11, metro Retiro: restaurante vegetariano romántico y un poco de nouvelle cuisine pero comer, se come. Sugiero las croquetas de manzana, la ensalada de manzana y un plato de arroz y carne que se llama Corona de reyes. Y El inti de oro, calle Ventura de la Vega número 12, línea de metro 2, parada Sevilla. Es un peruano increíble, tiene los mejores ceviches que he probado.
-En cuanto a garitos y pubs no puedes irte sin haber entrado en el Libertad 8, calle Libertad, metro Chueca: el mítico pub de los cantautores, con algo de suerte escuchas a Tontxu o a Paco Bello como a mí me ocurrió.
- Y llegamos a la parte interesante... ¡compras! A mí me encantan los hippies de la calle Goya, junto al Corte Inglés (Metro Goya, líneas 2 y 4.) Tiene un tenderete que se llama La nave va en el que venden cosas de la india, pulseras de cobre, anillos de madera. También por la zona una tiendecita llamada Azul de mar, calle Francisca Moreno (perpendicular a Goya por la altura del Deutche Bank). Venden pendientes para boda, bolsitos joya, muñecas rusas, anillos de piedras de cristal de colores preciosos... bastante barato.
- Y si lo que quieres comprar es... maquillaje, has llegado a La Ciudad. En la misma calle Libertad, número 3, hay una tienda de maquillaje profesional que vende dos marcas buenísimas, poco conocidas e inaccesibles si no viajas a Madrid o Barcelona: Harlow (lo mejor son sus brochas profesionales a precio razonable), y Kryolán, que ofrece sombras de ojos en polvo o crema, con base de agua, en formato de pigmentos... y coloretes y bases de maquillaje de gran calidad y precios más que razonables.
Pero la calle principal para comprar cremitas en Madrid es Fuencarral: ¡me encanta! Se llega en la líneas de metro 1 y 10, parada Tribunal. Tienes Korres, Kielhs, un Sephora, Lush y... la magnífica e increíble tienda profesional de Mac.
Y por último, si tienes ánimos, toma el cercanías de Pozuelo y visita el stand de Nars en el Hipercor de Pozuelo. Creo que a partir de mayo van a colocar un corner mucho más cercano en el Corte Inglés de Goya, pero hasta entonces, si quieres ver en directo los maravillosos coloretes y múltiples de esta marca, ¡hay que lanzarse a la aventura!
Y termino con dos apuntes "soplados" por Benita: La pastelería salón de té Embassy, en el Paseo de la Castellana 12, metro Colón: un anónimo apoya la moción y añade: "mis pasteles preferidos son las barquitas de fresa. Todos los de fruta fresca son deliciosos". Creo que hay que visitarlo...
Y, ¿cómo se me pudo olvidar? La magnífica tienda de Álvarez Gómez, llena de frasquitos de violeta, jazmín, lavanda... En la calle Serrano número 14, metro Serrano, naturally.
De cualquier modo, estas son mis direcciones no tan secretas para pasar un fin de semana de puro deleite, tanto epicúreo como hedonista.
- No puedes dejar de pasear por el Retiro, preferiblemente un domingo, comprarte un bocata de calamares en cualquier puestecillo antes de entrar al parque y comértelo sentada en un banco: ¡los gorriones de Madrid son geniales! Y después a pasear en barquita por el estanque.
- Ni de visitar la librería del Círculo de Bellas Artes, al principio de la calle Marqués de Casa Riera, se llega con la línea 2 de metro, parada Banco de España. Es una librería que lo tiene casi todo, grande pero con recovecos por lo que parecen muchas tiendas pequeñitas, tiene todas las revistas culturales, poesía, arte, guiones de Woody Allen...
-De los museos, el que más me gusta es la Casa de Sorolla, encantadora y llena de cuadros del pintor, una maravilla. Está en la calle Paseo General Martínez Campos, número 37, se llega en las líneas de metro 7 y 10, parada Gregorio Marañón.
-Mira si hay alguna exposición en la sala Mapfre, paseo de Recoletos, número 23, llegas en la línea 4 de metro, parada Colón.
-De bares y restaurantes lo que frecuento es el Barrio de Salamanca: a mí me gusta La casa del abuelo, una taberna tradicional con buenos pinchos y platos de huevos rotos deliciosos, en plena calle Goya, se llega en las líneas de metro 2 y 4, parada Goya. Es más barato que cualquier bar en Sevilla. Restaurantes, me chiflan tres: Geographic Club, en la Calle Alcalá, 141, también parada Goya, ¡no te lo puedes perder! Es colonial- étnico, con comida mejicana y de distintos países, y con un decorado exótico maravilloso. También, La Galette, en la calle del Conde de Aranda número 11, metro Retiro: restaurante vegetariano romántico y un poco de nouvelle cuisine pero comer, se come. Sugiero las croquetas de manzana, la ensalada de manzana y un plato de arroz y carne que se llama Corona de reyes. Y El inti de oro, calle Ventura de la Vega número 12, línea de metro 2, parada Sevilla. Es un peruano increíble, tiene los mejores ceviches que he probado.
-En cuanto a garitos y pubs no puedes irte sin haber entrado en el Libertad 8, calle Libertad, metro Chueca: el mítico pub de los cantautores, con algo de suerte escuchas a Tontxu o a Paco Bello como a mí me ocurrió.
- Y llegamos a la parte interesante... ¡compras! A mí me encantan los hippies de la calle Goya, junto al Corte Inglés (Metro Goya, líneas 2 y 4.) Tiene un tenderete que se llama La nave va en el que venden cosas de la india, pulseras de cobre, anillos de madera. También por la zona una tiendecita llamada Azul de mar, calle Francisca Moreno (perpendicular a Goya por la altura del Deutche Bank). Venden pendientes para boda, bolsitos joya, muñecas rusas, anillos de piedras de cristal de colores preciosos... bastante barato.
- Y si lo que quieres comprar es... maquillaje, has llegado a La Ciudad. En la misma calle Libertad, número 3, hay una tienda de maquillaje profesional que vende dos marcas buenísimas, poco conocidas e inaccesibles si no viajas a Madrid o Barcelona: Harlow (lo mejor son sus brochas profesionales a precio razonable), y Kryolán, que ofrece sombras de ojos en polvo o crema, con base de agua, en formato de pigmentos... y coloretes y bases de maquillaje de gran calidad y precios más que razonables.
Pero la calle principal para comprar cremitas en Madrid es Fuencarral: ¡me encanta! Se llega en la líneas de metro 1 y 10, parada Tribunal. Tienes Korres, Kielhs, un Sephora, Lush y... la magnífica e increíble tienda profesional de Mac.
Y por último, si tienes ánimos, toma el cercanías de Pozuelo y visita el stand de Nars en el Hipercor de Pozuelo. Creo que a partir de mayo van a colocar un corner mucho más cercano en el Corte Inglés de Goya, pero hasta entonces, si quieres ver en directo los maravillosos coloretes y múltiples de esta marca, ¡hay que lanzarse a la aventura!
Y termino con dos apuntes "soplados" por Benita: La pastelería salón de té Embassy, en el Paseo de la Castellana 12, metro Colón: un anónimo apoya la moción y añade: "mis pasteles preferidos son las barquitas de fresa. Todos los de fruta fresca son deliciosos". Creo que hay que visitarlo...
Y, ¿cómo se me pudo olvidar? La magnífica tienda de Álvarez Gómez, llena de frasquitos de violeta, jazmín, lavanda... En la calle Serrano número 14, metro Serrano, naturally.
miércoles, febrero 25, 2009
301
Era de noche y volvíamos a casa. Sentadas en la parada de autobús, de incomparable marquesina de PVC transparente que en primavera, verano y mitad del otoño provoca efecto invernadero, rumiábamos los últimos minutos de un domingo más que se nos iba. Del otro lado del telón aguardaba el lunes, ya sin lluvia pero igual de negro que un paraguas de caballero. De caballero a la antigua usanza, claro, no de los que andan ahora con la corbata sembrada de piolines. Estábamos solas y calladas.
Y de lejos llegaron dos seres como metidos en un aura, ay el aura, será blanca o negra o de colores. Estos dos venían rodeados de chisporroteos de fuego alegre, si no fuera cursi diría que nimbados, deja ya el almíbar tú que te quemas, pues nada, bendito punto y aparte.
Son mimos profesionales, dijo mi madre en voz baja. Qué van a ser, lo que son es amigos o novios o qué se yo, muy besucones no eran, sólo se abrazaban, se enlazaban y bailaban. Con dos bufandas. Y reían, reían sin parar, pero con una risa como banda sonora de peli americana, de las que no molestan porque parece que van por dentro, a juego con el ambiente. Y se ponían a bailar claqué entre risas, fredasterianos, y yo le empezaba a ver ya la trampa al domingo de posguerra que me había fabricado, y la marquesina di que sí, transparente para así filtrar los rayos solares, lunáticos, el aire y el agua en danza.
Sois geniales, tíos. Tendría que haberlo dicho. Pero me iban a tomar por rara, cuando pa raros, ellos. Benditos raros.
P.S.: Esta es mi entrada número 301, pero perfectamente podría haberse tratado del número de la línea del autobús.
Y de lejos llegaron dos seres como metidos en un aura, ay el aura, será blanca o negra o de colores. Estos dos venían rodeados de chisporroteos de fuego alegre, si no fuera cursi diría que nimbados, deja ya el almíbar tú que te quemas, pues nada, bendito punto y aparte.
Son mimos profesionales, dijo mi madre en voz baja. Qué van a ser, lo que son es amigos o novios o qué se yo, muy besucones no eran, sólo se abrazaban, se enlazaban y bailaban. Con dos bufandas. Y reían, reían sin parar, pero con una risa como banda sonora de peli americana, de las que no molestan porque parece que van por dentro, a juego con el ambiente. Y se ponían a bailar claqué entre risas, fredasterianos, y yo le empezaba a ver ya la trampa al domingo de posguerra que me había fabricado, y la marquesina di que sí, transparente para así filtrar los rayos solares, lunáticos, el aire y el agua en danza.
Sois geniales, tíos. Tendría que haberlo dicho. Pero me iban a tomar por rara, cuando pa raros, ellos. Benditos raros.
P.S.: Esta es mi entrada número 301, pero perfectamente podría haberse tratado del número de la línea del autobús.
sábado, febrero 21, 2009
La maravilla difícil
Todo duele como esquinas de cristal que, de pronto, se fragmentan en mil trozos de una luz que te sorprende. Comienza la difícil maravilla. Es el vacío rápido, una espiral que ralentiza el tiempo. Y estás solo como un niño pero sin las armas mágicas que la infancia te dio. Quieres pintar un teje en el suelo y saltar las casillas cantando para encontrar la salida, inventar nombres dulces para el lobo y que así se convierta en menos lobo.
La clave está en jugar. Ofrecer lo que no es juego para transformarlo en juego, regalar lo regalado, el tiempo atemporal y lo que queda del día. Sin más droga que la música, el sol que se nos mete por las venas, la vida que se entrega en puro éxtasis.
Y el día que comienza es el potro desbocado que te conducirá, si sabes gobernarlo, a la cima.
La clave está en jugar. Ofrecer lo que no es juego para transformarlo en juego, regalar lo regalado, el tiempo atemporal y lo que queda del día. Sin más droga que la música, el sol que se nos mete por las venas, la vida que se entrega en puro éxtasis.
Y el día que comienza es el potro desbocado que te conducirá, si sabes gobernarlo, a la cima.
domingo, febrero 15, 2009
Tardes doradas en el parque
Giraba el columpio y creías que Supermán iba a aparecer de un momento a otro, llevándote en volandas para esquivar el duro suelo. El suelo sabía a adoquines con sangre y a manchas de chocolate rosa, y las rodillas repletas de barro te daban ese aura de San Jorge venciendo al dragón que tus padres nunca entendían. Y no querías llegar tarde por culpa de la mercromina, moco verde el último, y perderte el comienzo de Dragones y mazmorras. El amo del calabozo nos dio poderes a todos, y foskitos, y piruletas. Que no se entere mamá.
Y siempre cenabas tortilla porque entonces no había colesterol, y la sartén crepitaba en los fogones que estaban en un rincón recóndito, blanco, mezclado con el aroma del aceite frito. Los saleros y las cebollas. Y todos a comer.
La bañera llena de burbujas y tus primas chapoteando, y tu primo intentando entrar por alguna rendija para ver, qué querrá ver si aún tenemos cuerpo de niña, dijo alguien una noche. Sólo quiere fastidiar, para eso es chico.
De este lado del cuento, veinte años después, abro el bote redondo y granate de Moussel y la bañera va llenándose de pompas, y en cada pompa cumplo un año menos hasta rozar el agua caliente con sólo nueve inviernos a mi espalda.
Y siempre cenabas tortilla porque entonces no había colesterol, y la sartén crepitaba en los fogones que estaban en un rincón recóndito, blanco, mezclado con el aroma del aceite frito. Los saleros y las cebollas. Y todos a comer.
La bañera llena de burbujas y tus primas chapoteando, y tu primo intentando entrar por alguna rendija para ver, qué querrá ver si aún tenemos cuerpo de niña, dijo alguien una noche. Sólo quiere fastidiar, para eso es chico.
De este lado del cuento, veinte años después, abro el bote redondo y granate de Moussel y la bañera va llenándose de pompas, y en cada pompa cumplo un año menos hasta rozar el agua caliente con sólo nueve inviernos a mi espalda.
viernes, febrero 13, 2009
Nevermore (saudade, morriña, murria)
Ando llorando por las esquinas, imbuida del síndrome de Estocolmo. No volveré a subirme los miércoles, a las nueve menos cuarto, al autobús veintisiete para bajar donde se vislumbra la iglesia evangelista, reinando en el centro de un descampado de flores silvestres. No volveré a demorarme en los mil desayunos de las doce, "que se note que vamos a ser funcionarios" dice Juan María y, como a la voz de un conjuro mágico, abandonamos el departamento de lengua en busca de media tostada de tomate y una fanta de naranja, bebida azucarada y energética que me permito una vez a la semana. Hasta ahora, los miércoles.
Nunca más las tardes en el IES Nervión tragando frío y ciencia, la ciencia de enseñar, explicada en voz baja y con profusión de libros que ruedan por los pupitres. Siento tal vacío, canguelo, penita, saudade y morriña que voy a empezar a leerme la bibliografía recomendada, comenzando por Mal de escuela y Latín y mentiras.
Las clases del CAP terminaron, y yo me he quedado huérfana. Sin chanzas.
Nunca más las tardes en el IES Nervión tragando frío y ciencia, la ciencia de enseñar, explicada en voz baja y con profusión de libros que ruedan por los pupitres. Siento tal vacío, canguelo, penita, saudade y morriña que voy a empezar a leerme la bibliografía recomendada, comenzando por Mal de escuela y Latín y mentiras.
Las clases del CAP terminaron, y yo me he quedado huérfana. Sin chanzas.
martes, febrero 10, 2009
Frente al espejo
Lentamente el sábado se va, decía Sole Gimenez con dulzura cortante, y yo cada vez iba quedándome más ronca. Abrí el armario de mi habitación y vi la madeja de libros reflejada en el espejo: nunca estaremos solos. El teléfono maullaba también, gritón y acogedor. Y sonaba el piano, ese piano vecino que presta a mis tardes un doble fondo de realidad, ya lo dije, y me hace sentir como en mi propia casa.
Es el momento perfecto para maquillarme, pensé, aventurando combinaciones. Nadie me espera. Y me dispuse a abrir la bolsita de las pinturas, y a jugar, soñar, imaginar.
Con ayuda de un desmaquillador de ojos suave, salieron de mis manos dos looks diferentes. Para ambos utilicé la prebase de sombras de Art Decó, que es una maravilla barata (seis euros en perfumerías Douglas), y mantiene los colores fijos y vibrantes. También, tres pinceles básicos: uno en forma de lápiz para trabajar con tonos oscuros y trazos precisos, una brocha Smudge para difuminar y un pincelito fino y biselado para delinear. Los tres de Sephora. Y también resulta muy útil tener al alcance de la mano algunos bastoncillos de algodón, para corregir cataclismos.
Para el primer look podríamos utilizar un nombre poético, al estilo de "El resurgir de una sombra". Poético y verdadero: quería probar si con la prebase de Art Decó aguantaría bien una sombra de Mac tan bonita como caprichosa: Deep Truth, un azul oscuro, intenso y escarchado, eléctrico digo yo.

Durante mucho tiempo fue una de mis sombras favoritas, pero empezó a mostrarse difícil y a migrar por todo el párpado: una maquilladora me dijo que los pigmentos azules sufren siempre esa tentación. La saqué del fondo del baúl y la fui depositando con el pincel lápiz en la almendra del ojo, a toquecitos. Esto es algo que aprendí recientemente: cuando una sombra es muy especial y tiene reflejos, (como mi querida Beauty marked de Mac), debes extenderla a golpecitos, sin frotar ni arrastrar.
A continuación descargué el pincel y marqué la esquina externa y la banana con la sombra Knight Divine: gris oscuro con reflejos azules. Y, para que no quedaran cortes de color, difuminé ambas sombras con la smudge.
Aplicando prebase también a ras de las pestañas inferiores, me aventuré a trazar con el pincelito una línea imprecisa de sombra Knight divine. Casi nunca lo hago, me gusta dejar el párpado inferior limpio y evitar así el efecto ojera, pero me apetecía divertirme un poco, y es cierto que un auténtico ahumado requiere ese toque final. Iluminé con una sombra clara, en mi caso con el pigmento Jardín Aires de Mac, el arco de la ceja, y quedó terminado el look.
El segundo podría denominarse "Look Ala de mosca", y combina dos joyas de la corona: la sombra Greensmoke de Mac, un verde oliva ahumado lleno de misterio, y la controvertida Club, color ala de mosca, versátil y tornasolada.

En pocas palabras puedo decir que utilicé los mismos pasos (véase el caso uno, dirían aquí las instrucciones de un manual.) Prebase, Greensmoke en el párpado móvil, Club en la esquina y en el pliegue. Como toque último, me evité la siempre arriesgada acción de trazar una línea a ras de pestañas inferiores con sombra, y utlicé el mágico y mítico lápiz Orpheus de Mac, negro con reflejos bronce/dorados. Fue parte de una colección limitada, pero tenéis un clon baratito en Mercadona: Lápiz nº8 de Deliplús. No sé si la mina será tan deliciosamente blanda y manejable, pero podría valer, y para las nostálgicas siempre nos quedará Ebay.
P.S.: Las fotos pertenecen al blog de Vanesce. Completé ambos looks con la barra de labios kisskiss de Guerlain en tono Peche frivole, un rosa-melocotón que todas necesitáis. Por cierto, la Greensmoke también queda de miedo combinada con una de las nuevas sombras de esta marca, la Nuit, negra verdosa con brillos dorados.
Es el momento perfecto para maquillarme, pensé, aventurando combinaciones. Nadie me espera. Y me dispuse a abrir la bolsita de las pinturas, y a jugar, soñar, imaginar.
Con ayuda de un desmaquillador de ojos suave, salieron de mis manos dos looks diferentes. Para ambos utilicé la prebase de sombras de Art Decó, que es una maravilla barata (seis euros en perfumerías Douglas), y mantiene los colores fijos y vibrantes. También, tres pinceles básicos: uno en forma de lápiz para trabajar con tonos oscuros y trazos precisos, una brocha Smudge para difuminar y un pincelito fino y biselado para delinear. Los tres de Sephora. Y también resulta muy útil tener al alcance de la mano algunos bastoncillos de algodón, para corregir cataclismos.
Para el primer look podríamos utilizar un nombre poético, al estilo de "El resurgir de una sombra". Poético y verdadero: quería probar si con la prebase de Art Decó aguantaría bien una sombra de Mac tan bonita como caprichosa: Deep Truth, un azul oscuro, intenso y escarchado, eléctrico digo yo.

Durante mucho tiempo fue una de mis sombras favoritas, pero empezó a mostrarse difícil y a migrar por todo el párpado: una maquilladora me dijo que los pigmentos azules sufren siempre esa tentación. La saqué del fondo del baúl y la fui depositando con el pincel lápiz en la almendra del ojo, a toquecitos. Esto es algo que aprendí recientemente: cuando una sombra es muy especial y tiene reflejos, (como mi querida Beauty marked de Mac), debes extenderla a golpecitos, sin frotar ni arrastrar.
A continuación descargué el pincel y marqué la esquina externa y la banana con la sombra Knight Divine: gris oscuro con reflejos azules. Y, para que no quedaran cortes de color, difuminé ambas sombras con la smudge.
Aplicando prebase también a ras de las pestañas inferiores, me aventuré a trazar con el pincelito una línea imprecisa de sombra Knight divine. Casi nunca lo hago, me gusta dejar el párpado inferior limpio y evitar así el efecto ojera, pero me apetecía divertirme un poco, y es cierto que un auténtico ahumado requiere ese toque final. Iluminé con una sombra clara, en mi caso con el pigmento Jardín Aires de Mac, el arco de la ceja, y quedó terminado el look.
El segundo podría denominarse "Look Ala de mosca", y combina dos joyas de la corona: la sombra Greensmoke de Mac, un verde oliva ahumado lleno de misterio, y la controvertida Club, color ala de mosca, versátil y tornasolada.

En pocas palabras puedo decir que utilicé los mismos pasos (véase el caso uno, dirían aquí las instrucciones de un manual.) Prebase, Greensmoke en el párpado móvil, Club en la esquina y en el pliegue. Como toque último, me evité la siempre arriesgada acción de trazar una línea a ras de pestañas inferiores con sombra, y utlicé el mágico y mítico lápiz Orpheus de Mac, negro con reflejos bronce/dorados. Fue parte de una colección limitada, pero tenéis un clon baratito en Mercadona: Lápiz nº8 de Deliplús. No sé si la mina será tan deliciosamente blanda y manejable, pero podría valer, y para las nostálgicas siempre nos quedará Ebay.
P.S.: Las fotos pertenecen al blog de Vanesce. Completé ambos looks con la barra de labios kisskiss de Guerlain en tono Peche frivole, un rosa-melocotón que todas necesitáis. Por cierto, la Greensmoke también queda de miedo combinada con una de las nuevas sombras de esta marca, la Nuit, negra verdosa con brillos dorados.
jueves, enero 22, 2009
Cosmética en tiempos de crisis
En estos malos tiempos, me dijo un amigo, lo mejor es abrir una panadería: nadie va a dejar de comprar pan.
Nadie dejará de comprar pan, y ninguna mujer debería dejar de cuidar su piel y, por qué no, su maquillaje. En La luz apacible, Louis de Whol atribuye al inefable Tomás de Aquino un párrafo en defensa de este arte. Y si "pintarse la cara" no era pecado ni en la Edad Media, ahora sería un pecado estético no hacerlo. Toda mujer, incluso la que dice que no se arregla, tiene un arma infalible: no usará fond de teint, pero no sale de casa sin la raya negra en el ojo, o sin depilarse las cejas.
El maquillaje no sólo te hace sentir bien a ti sino que hace la vida más agradable a los demás. Una mujer que se ve guapa no irá por la vida arañando a otras mujeres, y cuando un hombre le ceda el asiento no pensará de él que es un sucio machista, sino que está deslumbrado por su belleza. Somos la mitad de la raza humana que usa tacones y rímmel, y eso nos tiene que servir de algo.
Y, comenzando por el rímmel, diré que existen máscaras fabulosas de Chanel, Givenchy, Estee Lauder y Lancôme, pero que todas tienen un ligero problema: caducan en seis meses. Enseguida empiezan a oler mal, por lo que propongo el primer ahorro del año: no inviertas en la nueva Phenomenon eyes (28 euros) sino en la Great Lash de Maybelline (unos 8 euros): el bote rosa y verde es famoso, lo usan muchas actrices americanas y por algo será.
Segundo paso: vaselina pura. Pero no los tarritos de Gal o Agatha Ruiz de la Prada, que a la larga salen muy caros, no; ve a un herbolario o tienda bío y hazte con un tarro de cincuenta mililitros. En Sevilla, en la Jaboteca (Calle Cuna), me costó a mí unos cuatro euros. Sirve no sólo para hidratar labios, sino también codos, talones, uñas y... ¡contorno de ojos! Una esteticista me dijo que la vaselina era un gran contorno de ojos: no acaba con ojeras, pero hidrata, atenúa bastante las líneas de expresión y previene las patas de gallo.
Siguiendo con esta línea, la mejor "crema" nutritiva, regeneradora y antiarrugas es el aceite de rosa mosqueta: dicen que es caro, pero el de Marnys, que es puro, no llega a los siete euros. Y siempre quedarán marcas como Olay y Deliplús: de esta última recomiendo su agua de avena, el mejor tónico para piel grasa e incluso sensible, a pesar de que al alcohol sea uno de sus ingredientes. Siempre tendrá menos alcohol que los tónicos de Clinique, y cuesta tres euros en vez de veinticinco.
Otro tónico buenísimo es el agua termal de Avene, y si tu piel es seca, el agua de rosas de Cuve, en farmacias, cuesta también cuatro euros.
Una base de maquillaje para tiempos oscuros: el fond de teint pinceau de Bourjois. Es el clon de la ya mítica base de YSL, sólo que mejorada, ya que es libre de aceites pero muy confortable. Y de larga duración: incluso la recomendaron en la revista In Style hace unos meses... Cuesta unos quince euros.
Sombras de ojos para no arruinarse: las de Art Decó. Si tienes cerca una perfumería Douglas, ¡corre hacia ella! Por cinco euros tienes clones de las sombras de Mac, y la calidad es buena. La 262 es muy parecida a la mítica Parrot, un azul turquesa loro; la 245 me recuerda a la Sumptuose olive, un verde oliva brillante; y la 92 es un clon aceptable de la preciosa sombra Shale, un malva grisáceo. Y la base de sombras de esta misma marca no te la puedes perder: cuesta seis euros y pico y logra mantener tu look todo el día, puedo asegurarlo.
Adaptando el lema de Francois Nars, también yo puedo decir: diviértete, sólo es maquillaje... barato.
Nadie dejará de comprar pan, y ninguna mujer debería dejar de cuidar su piel y, por qué no, su maquillaje. En La luz apacible, Louis de Whol atribuye al inefable Tomás de Aquino un párrafo en defensa de este arte. Y si "pintarse la cara" no era pecado ni en la Edad Media, ahora sería un pecado estético no hacerlo. Toda mujer, incluso la que dice que no se arregla, tiene un arma infalible: no usará fond de teint, pero no sale de casa sin la raya negra en el ojo, o sin depilarse las cejas.
El maquillaje no sólo te hace sentir bien a ti sino que hace la vida más agradable a los demás. Una mujer que se ve guapa no irá por la vida arañando a otras mujeres, y cuando un hombre le ceda el asiento no pensará de él que es un sucio machista, sino que está deslumbrado por su belleza. Somos la mitad de la raza humana que usa tacones y rímmel, y eso nos tiene que servir de algo.
Y, comenzando por el rímmel, diré que existen máscaras fabulosas de Chanel, Givenchy, Estee Lauder y Lancôme, pero que todas tienen un ligero problema: caducan en seis meses. Enseguida empiezan a oler mal, por lo que propongo el primer ahorro del año: no inviertas en la nueva Phenomenon eyes (28 euros) sino en la Great Lash de Maybelline (unos 8 euros): el bote rosa y verde es famoso, lo usan muchas actrices americanas y por algo será.
Segundo paso: vaselina pura. Pero no los tarritos de Gal o Agatha Ruiz de la Prada, que a la larga salen muy caros, no; ve a un herbolario o tienda bío y hazte con un tarro de cincuenta mililitros. En Sevilla, en la Jaboteca (Calle Cuna), me costó a mí unos cuatro euros. Sirve no sólo para hidratar labios, sino también codos, talones, uñas y... ¡contorno de ojos! Una esteticista me dijo que la vaselina era un gran contorno de ojos: no acaba con ojeras, pero hidrata, atenúa bastante las líneas de expresión y previene las patas de gallo.
Siguiendo con esta línea, la mejor "crema" nutritiva, regeneradora y antiarrugas es el aceite de rosa mosqueta: dicen que es caro, pero el de Marnys, que es puro, no llega a los siete euros. Y siempre quedarán marcas como Olay y Deliplús: de esta última recomiendo su agua de avena, el mejor tónico para piel grasa e incluso sensible, a pesar de que al alcohol sea uno de sus ingredientes. Siempre tendrá menos alcohol que los tónicos de Clinique, y cuesta tres euros en vez de veinticinco.
Otro tónico buenísimo es el agua termal de Avene, y si tu piel es seca, el agua de rosas de Cuve, en farmacias, cuesta también cuatro euros.
Una base de maquillaje para tiempos oscuros: el fond de teint pinceau de Bourjois. Es el clon de la ya mítica base de YSL, sólo que mejorada, ya que es libre de aceites pero muy confortable. Y de larga duración: incluso la recomendaron en la revista In Style hace unos meses... Cuesta unos quince euros.
Sombras de ojos para no arruinarse: las de Art Decó. Si tienes cerca una perfumería Douglas, ¡corre hacia ella! Por cinco euros tienes clones de las sombras de Mac, y la calidad es buena. La 262 es muy parecida a la mítica Parrot, un azul turquesa loro; la 245 me recuerda a la Sumptuose olive, un verde oliva brillante; y la 92 es un clon aceptable de la preciosa sombra Shale, un malva grisáceo. Y la base de sombras de esta misma marca no te la puedes perder: cuesta seis euros y pico y logra mantener tu look todo el día, puedo asegurarlo.
Adaptando el lema de Francois Nars, también yo puedo decir: diviértete, sólo es maquillaje... barato.
lunes, enero 19, 2009
El infierno de los réprobos
Alejandro dice, comentando la entrada anterior, que sabe que se puede dialogar conmigo. Y yo me quedo sin saber si su elogio es cierto o no, en realidad no sé si está en el alma de los españoles el don de poder debatir desapasionadamente, sin iras reconcentradas, sin prejuicios de derechas o de izquierdas, cuyo nombre es legión en ambos casos.
Sencillamente, hay cosas que me hacen daño, y detesto la polémica. A veces desearía tener en mi sangre unas gotas del humor inglés, al estilo de Enrique García Máiquez, para capear el temporal y hablar de lo que nos plazca sin salir airados ni trasquilados. Una, que no tiene vocación de vencedora ni de vencida, desearía sentarse en su cuarto de estar en los días de lluvia, encender una imaginaria chimenea y abrir una tras otra las novelas de Wilkie Collins.
Pero, mientras redacta su trabajo de didáctica general, una tropieza con la noticia de que la subvención a ciertos colegios andaluces está en el aire porque practican la "discriminación sexual". Son malos, malotes. Por supuesto se menciona al Opus Dei, pero una comentarista del blog de Batiscafo nos recuerda el caso del Colegio de las Hermanas de la Cruz que no sólo es un colegio más, sino que allí viven "las niñas que los padres no pueden atender y eso lo sabe muy bien la Junta."
A estas alturas, una ha olvidado completamente su deseo de no entrar al trapo y orillar temas espinosos en este su blog hobbítico. Que quieren, ahí me han dado. Yo estudié en uno de esos perversos colegios femeninos, y es una de las mejores cosas que pudieron hacer mis padres por mí. La verdad, no sé cuál es el problema. Vivimos en un país democrático, y por eso existen varias opciones subvencionadas para una verdadera igualdad. Nadie va a obligar a tu hija a inscribirse en Ribamar, ni a tu hijo a estudiar en Altair. Tal vez el delito tan grande de profesores como Fidel Villegas sea sacar poetas de debajo de las piedras y hacerlo a las orillas del Parque Amate.
Aquí termina mi exabrupto del lunes, y ya estoy deseando volver a mis plácidas entradas sobre buenos poemarios y coloretes de Nars.
Sencillamente, hay cosas que me hacen daño, y detesto la polémica. A veces desearía tener en mi sangre unas gotas del humor inglés, al estilo de Enrique García Máiquez, para capear el temporal y hablar de lo que nos plazca sin salir airados ni trasquilados. Una, que no tiene vocación de vencedora ni de vencida, desearía sentarse en su cuarto de estar en los días de lluvia, encender una imaginaria chimenea y abrir una tras otra las novelas de Wilkie Collins.
Pero, mientras redacta su trabajo de didáctica general, una tropieza con la noticia de que la subvención a ciertos colegios andaluces está en el aire porque practican la "discriminación sexual". Son malos, malotes. Por supuesto se menciona al Opus Dei, pero una comentarista del blog de Batiscafo nos recuerda el caso del Colegio de las Hermanas de la Cruz que no sólo es un colegio más, sino que allí viven "las niñas que los padres no pueden atender y eso lo sabe muy bien la Junta."
A estas alturas, una ha olvidado completamente su deseo de no entrar al trapo y orillar temas espinosos en este su blog hobbítico. Que quieren, ahí me han dado. Yo estudié en uno de esos perversos colegios femeninos, y es una de las mejores cosas que pudieron hacer mis padres por mí. La verdad, no sé cuál es el problema. Vivimos en un país democrático, y por eso existen varias opciones subvencionadas para una verdadera igualdad. Nadie va a obligar a tu hija a inscribirse en Ribamar, ni a tu hijo a estudiar en Altair. Tal vez el delito tan grande de profesores como Fidel Villegas sea sacar poetas de debajo de las piedras y hacerlo a las orillas del Parque Amate.
Aquí termina mi exabrupto del lunes, y ya estoy deseando volver a mis plácidas entradas sobre buenos poemarios y coloretes de Nars.
viernes, enero 16, 2009
...la hipoteca, sí.
Hoy ha sido un día de los de enmarcar con tinta morada, por lo menos. Han empezado mis clases prácticas en el instituto.
En realidad no les castigué con mi famosa unidad didáctica sobre la Literatura Medieval, que comienza cronológicamente el veintiocho de enero. Hasta entonces enhebro el rosario laico de objetivos, contenidos y competencias y voy bajando el listón como una niña buena y pedagógica, no faltaba más. Yo quería debatir con los alumnos sobre si era oscura o no la Edad Media, que por supuesto pienso lo segundo basándome en el gótico y las coplas de Jorge Manrique. Así, de paso, infiltraría el malevo currículum oculto, pero va a ser que no.
Hoy no me tocaba hacer nada de eso, sino una apacible "observancia de la práctica docente" con los chicos de tercero de eso, varios grupos recogidos en un conglomerado/ asignatura optativa llamada ICO: Información y COmunicación. Tocaba ver la peli "una historia del Bronx", que me rechifla. Como se notaba mi entusiasmo, el tutor le dijo al profesor de ICO: "esta mujer es una cinéfila." De verdad que no puedo con la life, diría si estuviera escribiendo un post en El canguro. Y entonces el sabio dedo me designó para comentar la peli. Los niños se han callado para escucharme, y la verdad es que he salido feliz de la jungla.
Para terminar nos han enseñado unos anuncios de revista que habían elaborado los alumnos. Me quedo con el de un supuesto reallity tipo "La media naranja" que decía:
El amor no es para siempre...
La hipoteca, sí.
Te ayudamos a conseguir al perfect@ compañer@ para compartir una hipoteca.
Alumnos de ICO de 3º de ESO al ruedo mediático, ¡ya! Ya están tardando en contratarlos para el Gabinete de Prensa de la Oposición.
En realidad no les castigué con mi famosa unidad didáctica sobre la Literatura Medieval, que comienza cronológicamente el veintiocho de enero. Hasta entonces enhebro el rosario laico de objetivos, contenidos y competencias y voy bajando el listón como una niña buena y pedagógica, no faltaba más. Yo quería debatir con los alumnos sobre si era oscura o no la Edad Media, que por supuesto pienso lo segundo basándome en el gótico y las coplas de Jorge Manrique. Así, de paso, infiltraría el malevo currículum oculto, pero va a ser que no.
Hoy no me tocaba hacer nada de eso, sino una apacible "observancia de la práctica docente" con los chicos de tercero de eso, varios grupos recogidos en un conglomerado/ asignatura optativa llamada ICO: Información y COmunicación. Tocaba ver la peli "una historia del Bronx", que me rechifla. Como se notaba mi entusiasmo, el tutor le dijo al profesor de ICO: "esta mujer es una cinéfila." De verdad que no puedo con la life, diría si estuviera escribiendo un post en El canguro. Y entonces el sabio dedo me designó para comentar la peli. Los niños se han callado para escucharme, y la verdad es que he salido feliz de la jungla.
Para terminar nos han enseñado unos anuncios de revista que habían elaborado los alumnos. Me quedo con el de un supuesto reallity tipo "La media naranja" que decía:
El amor no es para siempre...
La hipoteca, sí.
Te ayudamos a conseguir al perfect@ compañer@ para compartir una hipoteca.
Alumnos de ICO de 3º de ESO al ruedo mediático, ¡ya! Ya están tardando en contratarlos para el Gabinete de Prensa de la Oposición.
miércoles, enero 14, 2009
El país de las naranjas
En Sevilla, enero es un mes preadolescente. De víspera. Apagan las luces navideñas y andamos de puntillas hacia el primer naranjo, que a veces ha madrugado y se ha dejado oler a final de este mes de sol y frío.
He visto naranjas por el suelo. Y olían a verde y a ácido, a parque con flores violetas y verja de hierro oxidado. Ahora sé que se pueden inventar los olores para nombrarlos. Y me dejo empapar por el olor de las naranjas, amargo y dulce. Ya lo dijo Buko mejor que yo, rematando uno de sus mejores poemas:
Las naranjas
que recogí de niño, siguen dando
su zumo dulce y agrio como entonces.
Las naranjas en el suelo han traído a mi memoria aquella noche de invierno, en la que acudí a un recital tras regalarme unas gotas de mi perfume favorito, Aqua allegoria Mandarin basilic de Guerlain. Buko salió de debajo de un árbol y me dijo, hueles a zumo de naranja. Me pareció estupendo.
Y oler a muñeco Nenuco, a talco, a jabón, a tocador antiguo, a bodega en el mes de octubre, a lluvia.
He visto naranjas por el suelo. Y olían a verde y a ácido, a parque con flores violetas y verja de hierro oxidado. Ahora sé que se pueden inventar los olores para nombrarlos. Y me dejo empapar por el olor de las naranjas, amargo y dulce. Ya lo dijo Buko mejor que yo, rematando uno de sus mejores poemas:
Las naranjas
que recogí de niño, siguen dando
su zumo dulce y agrio como entonces.
Las naranjas en el suelo han traído a mi memoria aquella noche de invierno, en la que acudí a un recital tras regalarme unas gotas de mi perfume favorito, Aqua allegoria Mandarin basilic de Guerlain. Buko salió de debajo de un árbol y me dijo, hueles a zumo de naranja. Me pareció estupendo.
Y oler a muñeco Nenuco, a talco, a jabón, a tocador antiguo, a bodega en el mes de octubre, a lluvia.
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metaliteratura de fin de semana,
Proemas
viernes, enero 09, 2009
El niño del cibercafé
Objetivamente se llama Locutorio Calfred II, pero en mi casa le llaman el cíber de Santa Teresita, porque cruzando la calle se llega a la iglesia del mismo nombre.
La iglesia de Santa Teresita se halla en el centro de un parque, rodeada de abetos enormes y olivos diminutos que hoy están coronados de nieve, y tiene un estilo muy francés, muy siglo dieciocho, con su fachada de ladrillo y su cúpula de pizarra negra.
El cibercafé es algo caro pero muy cómodo, con un mostrador de bar de barrio, una cafetera y tres o cuatro mesas de pino barnizado y bien fregado. Y sillas de enea. Y, tras unas puertas de saloon, los ordenadores. Y al fondo la ventana, un biombo y una radio vieja.
En los días de navidad había también un niño rubio, de seis o siete años. Se escapó del brazo de su abuela y vino hacia mí dando saltitos. Conozco esos saltos entrecortados porque también forman parte de mi costumbre: son saltos de entusiasmo.
-Yo tengo un traje de Spiderman, me dijo.
-Pues yo de pequeña tuve un traje de Mary Poppins... y otro de panameña, le respondí.
-Mmmm... ¡Cómo es el traje de panameña?
-Blanco, con un volante y tres cintitas de colores.
-¿De qué colores?
Este niño, pienso, de mayor va a ser como Colin Firth, arrollador. Creo que los colores eran el rojo, el verde y el amarillo. El niño piensa un poco y me responde:
-Como la bandera de La Rioja.
La iglesia de Santa Teresita se halla en el centro de un parque, rodeada de abetos enormes y olivos diminutos que hoy están coronados de nieve, y tiene un estilo muy francés, muy siglo dieciocho, con su fachada de ladrillo y su cúpula de pizarra negra.
El cibercafé es algo caro pero muy cómodo, con un mostrador de bar de barrio, una cafetera y tres o cuatro mesas de pino barnizado y bien fregado. Y sillas de enea. Y, tras unas puertas de saloon, los ordenadores. Y al fondo la ventana, un biombo y una radio vieja.
En los días de navidad había también un niño rubio, de seis o siete años. Se escapó del brazo de su abuela y vino hacia mí dando saltitos. Conozco esos saltos entrecortados porque también forman parte de mi costumbre: son saltos de entusiasmo.
-Yo tengo un traje de Spiderman, me dijo.
-Pues yo de pequeña tuve un traje de Mary Poppins... y otro de panameña, le respondí.
-Mmmm... ¡Cómo es el traje de panameña?
-Blanco, con un volante y tres cintitas de colores.
-¿De qué colores?
Este niño, pienso, de mayor va a ser como Colin Firth, arrollador. Creo que los colores eran el rojo, el verde y el amarillo. El niño piensa un poco y me responde:
-Como la bandera de La Rioja.
miércoles, enero 07, 2009
Regalos
Los regalos que nunca olvidaré, esa cocinita de madera o el triunfante Ipod que se me había roto, se congregan como leyendas de comic en el balcón, en plena noche de Reyes, cuando pasa Baltasar por la calle y todos gritamos "¡aquí, arriba!", y el Rey Negro alza la cabeza y nos ve, muertos de frío y de ilusión en la terraza del primero, y saluda, saluda y saluda en un momento interminable.
Recuerdo mis siete años, cuando la vida era para mí un juguete que había que destripar, y me lanzaba a la tarea de investigación armada de tijeras y papel celo. Siempre necesitaba más celo, y como era niña lo decía así: "necesito celo". Y aquella mañana el salón, como un fogonazo de luz, estaba lleno de juguetes que rodeaban un pequeño paquete redondo. "Sabemos que necesitas celo", decía la tarjeta roja y dorada.
El carricoche con aquella mantita, que luego descubrí que era una servilleta de cuadros, en la que habían bordado el nombre de mi muñeca: Maite. Aquel abrigo en tonos rosas y naranjas, salmón dice mi madre, que me regalaron hace quince años y sigo usando todavía. La cadena larga y plateada terminada en una esfera, como bola del mundo, que mis amigos definieron como colgante erótico y no me atreví a utilizar de nuevo.
Un racimo de regalos luminosos se agolpan en una sola noche y resumen en un cortometraje mis treinta años. Ayer recibí un bolso de charol verde botella, grande, tipo shopping bag; un colgante de plata en forma de espiral o de sombrero mejicano, según se mire; un libro y dos cuadernos forrados de tela, calcetines marrones, una pulsera de plumas y un jabón con olor antiguo para poner sobre la ropa, entre las baldas: así, al abrir mi armario, todo huele a tocador de la abuela.
Hoy he visitado Castroviejo, por última vez en estas fiestas, y con el dinero de mi tía Carmen he comprado Armaddale, de Wilkie Collins, y el Diario de Adán y Eva, de Mark Twain.
Recuerdo mis siete años, cuando la vida era para mí un juguete que había que destripar, y me lanzaba a la tarea de investigación armada de tijeras y papel celo. Siempre necesitaba más celo, y como era niña lo decía así: "necesito celo". Y aquella mañana el salón, como un fogonazo de luz, estaba lleno de juguetes que rodeaban un pequeño paquete redondo. "Sabemos que necesitas celo", decía la tarjeta roja y dorada.
El carricoche con aquella mantita, que luego descubrí que era una servilleta de cuadros, en la que habían bordado el nombre de mi muñeca: Maite. Aquel abrigo en tonos rosas y naranjas, salmón dice mi madre, que me regalaron hace quince años y sigo usando todavía. La cadena larga y plateada terminada en una esfera, como bola del mundo, que mis amigos definieron como colgante erótico y no me atreví a utilizar de nuevo.
Un racimo de regalos luminosos se agolpan en una sola noche y resumen en un cortometraje mis treinta años. Ayer recibí un bolso de charol verde botella, grande, tipo shopping bag; un colgante de plata en forma de espiral o de sombrero mejicano, según se mire; un libro y dos cuadernos forrados de tela, calcetines marrones, una pulsera de plumas y un jabón con olor antiguo para poner sobre la ropa, entre las baldas: así, al abrir mi armario, todo huele a tocador de la abuela.
Hoy he visitado Castroviejo, por última vez en estas fiestas, y con el dinero de mi tía Carmen he comprado Armaddale, de Wilkie Collins, y el Diario de Adán y Eva, de Mark Twain.
sábado, enero 03, 2009
Platónica tomista
El mundo se divide, dijo nuestro anfitrión después de la cena, entre aristotélicos y platónicos. En ese mismo instante me proclamé como una rendida platónica, pero tres segundos más tarde recordé cuánto me gustaba Santo Tomás de Aquino. Gordo, filósofo y autor del Adorote devote, ¿se puede pedir algo más?
Entonces, platónica tomista, resumió nuestro anfitrión. Acto seguido declaró que su mujer era aristotélica volteriana. Leves murmullos de protesta emergieron del asiento que correspondía a la esposa, pero él tenía una explicación para todo. No, mira, tú leías Mafalda de niña, y si de pequeña te gusta Mafalda, es que vas a ser volteriana. Si te gusta el Capitán Trueno, serás un romántico empedernido como yo.
Bebiendo un sorbo de vino blanco, pensé en Obélix y en Ideafix: el primer perro ecologista de la historia, que aúlla de tristeza cuando cortan un árbol. Y en el bardo: no cantarás, no cantarás y no cantarás. Y es que soy platónica tomista.
Y eso explica muchas cosas.
(Por favor, rezad para que no nieve mañana, que quiero pasar en Logroño la noche y el día de Reyes, con la parafernalia de siempre, Gaunas, cabalgata, comilona y cuarto oscuro. Debe ser que soy platónica tomista.)
Entonces, platónica tomista, resumió nuestro anfitrión. Acto seguido declaró que su mujer era aristotélica volteriana. Leves murmullos de protesta emergieron del asiento que correspondía a la esposa, pero él tenía una explicación para todo. No, mira, tú leías Mafalda de niña, y si de pequeña te gusta Mafalda, es que vas a ser volteriana. Si te gusta el Capitán Trueno, serás un romántico empedernido como yo.
Bebiendo un sorbo de vino blanco, pensé en Obélix y en Ideafix: el primer perro ecologista de la historia, que aúlla de tristeza cuando cortan un árbol. Y en el bardo: no cantarás, no cantarás y no cantarás. Y es que soy platónica tomista.
Y eso explica muchas cosas.
(Por favor, rezad para que no nieve mañana, que quiero pasar en Logroño la noche y el día de Reyes, con la parafernalia de siempre, Gaunas, cabalgata, comilona y cuarto oscuro. Debe ser que soy platónica tomista.)
lunes, diciembre 29, 2008
En Navidad, chocolate
En estas tardes de diciembre el infierno dantesco no podía ser más dulce. Una sala con alta calefacción, espejos y escaleras, abrigos, polares, trencas y bufandas rampando por las señoriales sillas de dorados algo raídos, y niños niños niños berreando, perrea perrea, entre vahos de chocolate. Y mi abuela, mis tíos y yo que hemos heroicamente conseguido una mesa esquinada, la última, y resistimos ahora y siempre al invasor apretándonos contra la aristocrática pared, el aceitillo de los churros y los brazos y piernas infantiles que giran como una noria.
Eso fue en la tarde de Nochebuena. Aún no sabemos si premio o castigo, en todo caso tradición cumplida y vencida. Me regalaron una gargantilla dorada y un gel de baño de L´Occitane que huele a mimosa. Y un camafeo. A mí es que me fascinan las cosas que se abren y se cierran, dice la autora del regalo.
Unos días después el frío no importa, somos jóvenes y nos disponemos a "chiquitear" en la senda de los elefantes, calle Laurel. Todos mis tíos y yo, que soy la más joven y la que más frío tengo. "Hay que tirarse el vino encima", dice mi tío Javier. Yo pido una cocacola sin hielos.
Y brocheta de piña y langostinos en el Juan y pinchamé.
Eso fue en la tarde de Nochebuena. Aún no sabemos si premio o castigo, en todo caso tradición cumplida y vencida. Me regalaron una gargantilla dorada y un gel de baño de L´Occitane que huele a mimosa. Y un camafeo. A mí es que me fascinan las cosas que se abren y se cierran, dice la autora del regalo.
Unos días después el frío no importa, somos jóvenes y nos disponemos a "chiquitear" en la senda de los elefantes, calle Laurel. Todos mis tíos y yo, que soy la más joven y la que más frío tengo. "Hay que tirarse el vino encima", dice mi tío Javier. Yo pido una cocacola sin hielos.
Y brocheta de piña y langostinos en el Juan y pinchamé.
miércoles, diciembre 24, 2008
FELIZ NAVIDAD
"Se levantarán cantando
los moradores del polvo,
porque rocío de luz
es tu Rocío".
(Is, 26, 19, en una versión un poco libre.)
los moradores del polvo,
porque rocío de luz
es tu Rocío".
(Is, 26, 19, en una versión un poco libre.)
viernes, diciembre 19, 2008
en torno a los memes
A mucha gente no le gustan los memes. Dicen que son una memez, aunque supongo que lo que más puede fastidiarles es que de algún modo alguien dirija el proceso de creación de una entrada, ese juego de tiempo y silencio que fluye como un río, en palabras de Enrique García Máiquez.
"Yo pensaba callarme, o hablar de las actrices polacas de los años setenta, y ahora viene Fulanito pidiendo que cuente dónde guardo las llaves o cuáles son mis poetas preferidos". Así, sin anestesia. El ego se resiente un poco, el orgullo se levanta airado y nos preguntamos qué nos obliga a seguir la maldita cadena.
Pero, de alguna manera, la cadena de memes también dibuja un río, con aguas que saltan de blog a blog y ponen de relieve el nudo de relaciones en que se ha convertido la bloggosfera. Ayer dije, en la mesa redonda sobre blogs y literatura, que una bitácora sirve al mismo tiempo de cuarto de estar con chimenea (y portero automático, candado y llaves, por lo que pueda ocurrir), y de trampolín para el ejercicio estilístico, reto casi diario y aprendizaje. Hay que aprender a contar, sintetizar, relacionar. Y, a veces, a dejarse llevar y cerrar los ojos.
Todo esto me viene a la memoria porque tengo pendiente un meme: Koizumi me pide que cuente cinco o seis cosas sobre mí misma. Al principio me reí un poco, porque ya casi todos conocéis cinco o seis de mis historias, tabúes, manías. Uno de los peligros que encierran los blogs es el exhibicionismo puro, abismo que bordeo en cada entrada.
De acuerdo, cinco cosas. Qué difícil.
1. No me gusta la tele, pero soy adicta a la serie "El ala oeste de la casa blanca", que compramos por temporadas y vemos en familia.
2. Mis platos favoritos son el salmorejo, la crema de espinacas con bechamel, el arroz a la cubana y el mousse de chocolate.
3. Durante un tiempo me dediqué a hacer pendientes para mis amigas, tías y primas. Elegía los materiales, bolas de resina, cabujones, ganchos hippies, y tenía montado todo un taller artesano en mi habitación.
4. Con cuatro años me aprendí entera una canción de Mocedades llamada "Cuando te Miro": Eres el aire fresco de la mañana, de la mañana/ eres el sol caliente que a veces entra por la ventana/ eres arena blanca cuando te beso, cuando te beso/ eres sencillamente... lo que quiero . Me entusiasmaba el grupo vocálico vasco.
5. En Maestu había un baúl antiguo con disfraces apolillados, y de niños rodamos una película casera, mis primos y yo. El guión era de uno de mis tíos, novelista, y los protagonistas eran "La princesa Escarlata" y "El zorro Corro". A mí me dieron el papel de "La sabia Aris", y creo que llevaba un sombrero forrado de papel charol azul cielo, terminado en punta y con estrellitas de plata.
Os nomino a todos. Así nadie se siente molesto por ser/ no ser nominado.
"Yo pensaba callarme, o hablar de las actrices polacas de los años setenta, y ahora viene Fulanito pidiendo que cuente dónde guardo las llaves o cuáles son mis poetas preferidos". Así, sin anestesia. El ego se resiente un poco, el orgullo se levanta airado y nos preguntamos qué nos obliga a seguir la maldita cadena.
Pero, de alguna manera, la cadena de memes también dibuja un río, con aguas que saltan de blog a blog y ponen de relieve el nudo de relaciones en que se ha convertido la bloggosfera. Ayer dije, en la mesa redonda sobre blogs y literatura, que una bitácora sirve al mismo tiempo de cuarto de estar con chimenea (y portero automático, candado y llaves, por lo que pueda ocurrir), y de trampolín para el ejercicio estilístico, reto casi diario y aprendizaje. Hay que aprender a contar, sintetizar, relacionar. Y, a veces, a dejarse llevar y cerrar los ojos.
Todo esto me viene a la memoria porque tengo pendiente un meme: Koizumi me pide que cuente cinco o seis cosas sobre mí misma. Al principio me reí un poco, porque ya casi todos conocéis cinco o seis de mis historias, tabúes, manías. Uno de los peligros que encierran los blogs es el exhibicionismo puro, abismo que bordeo en cada entrada.
De acuerdo, cinco cosas. Qué difícil.
1. No me gusta la tele, pero soy adicta a la serie "El ala oeste de la casa blanca", que compramos por temporadas y vemos en familia.
2. Mis platos favoritos son el salmorejo, la crema de espinacas con bechamel, el arroz a la cubana y el mousse de chocolate.
3. Durante un tiempo me dediqué a hacer pendientes para mis amigas, tías y primas. Elegía los materiales, bolas de resina, cabujones, ganchos hippies, y tenía montado todo un taller artesano en mi habitación.
4. Con cuatro años me aprendí entera una canción de Mocedades llamada "Cuando te Miro": Eres el aire fresco de la mañana, de la mañana/ eres el sol caliente que a veces entra por la ventana/ eres arena blanca cuando te beso, cuando te beso/ eres sencillamente... lo que quiero . Me entusiasmaba el grupo vocálico vasco.
5. En Maestu había un baúl antiguo con disfraces apolillados, y de niños rodamos una película casera, mis primos y yo. El guión era de uno de mis tíos, novelista, y los protagonistas eran "La princesa Escarlata" y "El zorro Corro". A mí me dieron el papel de "La sabia Aris", y creo que llevaba un sombrero forrado de papel charol azul cielo, terminado en punta y con estrellitas de plata.
Os nomino a todos. Así nadie se siente molesto por ser/ no ser nominado.
martes, diciembre 16, 2008
Nars, gorriones y Paco Bello
Para celebrar mi cumpleaños he disfrutado de un largo y placentero fin de semana en Madrid.
Comenzó el viernes con una excursión propia de alpinista a la redacción de Telva, en la avenida de San Luis. Mirando los árboles al fondo, desiertos y azules, el frío creciente y el vértigo amarillo en las cunetas, se me amontonaban en la imaginación los versos mesancianos. Qué frío hacía.
Por la tarde fui a Fuencarral a comprarme dos sombras de Korres, una color ciruela preciosa para las navidades, de tacto aterciopelado y tono vibrante y cálido, y otra sombra color plata tornasolada, virando a verde menta. El clon perfecto del dúo Habanera, de Nars, por diez euros menos. Nos anocheció en una cafetería de Avenida de América, a la poeta Amalia Bautista y a mí, en torno a una festiva cerveza y a una fanta de naranja juguetona que no querían apagarse nunca.
El sábado por la mañana Koizumi me llevó a Pozuelo, que se ha convertido en la meca de las adictas al maquillaje gracias al corner de Nars que el Corte Inglés ha tenido a bien instalar allí. Un poco lejano, pero así pude conocer la estación de metro acristalada, el coche azul cielo y la lluvia en un sábado de centro comercial. Salí de allí con mi nuevo fond de teint, Oil free Foundation de Nars en tono Fiji (una maravilla invisible), y con el colorete Luster (otra maravilla de color melocotón dorado.)
A las dos llegaba Merl a Atocha. Ha sido un fin de semana cultural, lleno de tardes de museo: y fuera, la lluvia. En la Fundación Mapfre vimos dibujos y esculturas de Degas, y cuadros de Sorolla, Casas, Rusiñol. En el Reina Sofía, arte vanguardista; y en el Prado, Rembrant.
Entre Belleza y Belleza compramos un bocadillo de calamares y nos sentamos en un banco para comerlo. Al momento habíamos congregado a una muchedumbre de gorriones. Desmigué panes para ellos, y cuando tenía en la mano un trocito aún sin desmigar, un gorrión intrépido y hambriento aleteó hasta mis dedos. Se iban dando la vez unos a otros, todos saltando en un vuelto corto hacia mi mano. Fue un gran momento.
Noche de domingo en un garito mítico de Chueca, el Libertad 8, escuchando un concierto de Paco Bello. Fue tan bonito que el silencio después de cada canción se me hacía insoportable. Y el lunes, el Ateneo con sus rojos dorados y el triunfo de mi amiga Merl, áccesit del prestigioso premio Adonáis. Antes de despedirnos en Atocha me regaló la barra de labios Dubbonet de Mac: un tono rojo oscuro, casi vamp y muy elegante.
Hoy tengo 31 años y ha llegado a casa, por fin, el número de Nuestro Tiempo donde escribo sobre PAU y un par de ejemplares de mi tesina, ya publicada.
Comenzó el viernes con una excursión propia de alpinista a la redacción de Telva, en la avenida de San Luis. Mirando los árboles al fondo, desiertos y azules, el frío creciente y el vértigo amarillo en las cunetas, se me amontonaban en la imaginación los versos mesancianos. Qué frío hacía.
Por la tarde fui a Fuencarral a comprarme dos sombras de Korres, una color ciruela preciosa para las navidades, de tacto aterciopelado y tono vibrante y cálido, y otra sombra color plata tornasolada, virando a verde menta. El clon perfecto del dúo Habanera, de Nars, por diez euros menos. Nos anocheció en una cafetería de Avenida de América, a la poeta Amalia Bautista y a mí, en torno a una festiva cerveza y a una fanta de naranja juguetona que no querían apagarse nunca.
El sábado por la mañana Koizumi me llevó a Pozuelo, que se ha convertido en la meca de las adictas al maquillaje gracias al corner de Nars que el Corte Inglés ha tenido a bien instalar allí. Un poco lejano, pero así pude conocer la estación de metro acristalada, el coche azul cielo y la lluvia en un sábado de centro comercial. Salí de allí con mi nuevo fond de teint, Oil free Foundation de Nars en tono Fiji (una maravilla invisible), y con el colorete Luster (otra maravilla de color melocotón dorado.)
A las dos llegaba Merl a Atocha. Ha sido un fin de semana cultural, lleno de tardes de museo: y fuera, la lluvia. En la Fundación Mapfre vimos dibujos y esculturas de Degas, y cuadros de Sorolla, Casas, Rusiñol. En el Reina Sofía, arte vanguardista; y en el Prado, Rembrant.
Entre Belleza y Belleza compramos un bocadillo de calamares y nos sentamos en un banco para comerlo. Al momento habíamos congregado a una muchedumbre de gorriones. Desmigué panes para ellos, y cuando tenía en la mano un trocito aún sin desmigar, un gorrión intrépido y hambriento aleteó hasta mis dedos. Se iban dando la vez unos a otros, todos saltando en un vuelto corto hacia mi mano. Fue un gran momento.
Noche de domingo en un garito mítico de Chueca, el Libertad 8, escuchando un concierto de Paco Bello. Fue tan bonito que el silencio después de cada canción se me hacía insoportable. Y el lunes, el Ateneo con sus rojos dorados y el triunfo de mi amiga Merl, áccesit del prestigioso premio Adonáis. Antes de despedirnos en Atocha me regaló la barra de labios Dubbonet de Mac: un tono rojo oscuro, casi vamp y muy elegante.
Hoy tengo 31 años y ha llegado a casa, por fin, el número de Nuestro Tiempo donde escribo sobre PAU y un par de ejemplares de mi tesina, ya publicada.
miércoles, diciembre 10, 2008
La diversificación
La diversificación es la clave de nuestra sociedad: lo he aprendido en el Curso de Adaptación Pedagógica. Se trata de una riqueza nacional: hay que diversificarse, es más, hay que adaptarse a cada nivel de diversificación. Diversificándonos.
Por eso, yo también me diversifico entre un blog serio (sólo al 50%), y otro de pura guasa. Click.
No desatenderé este garito, de todas formas. Nobleza obliga. Portémonos cono caballeros, y no como lo que somos. Ya que no somos profundos, seamos oscuros.
Por eso, yo también me diversifico entre un blog serio (sólo al 50%), y otro de pura guasa. Click.
No desatenderé este garito, de todas formas. Nobleza obliga. Portémonos cono caballeros, y no como lo que somos. Ya que no somos profundos, seamos oscuros.
sábado, diciembre 06, 2008
Adviento en la gran ciudad
ADVIENTO EN LA GRAN CIUDAD
Un humo de castañas nos recibe.
Es la imagen de siempre, en esa esquina
que doblo y ya regreso
a los años de fiesta.
Mi madre y yo viajando en ese vértice
de calles inundadas por la luz.
El humo de castañas llena todo:
las letras encendidas de las tiendas,
el vaivén de las puertas de cristal.
Y pica en la garganta,
y es como despertar con treinta años,
pero la fiesta no termina nunca:
mi madre lleva puesto
el abrigo dorado de los cuentos antiguos.
Intentando explicar la tarde de ayer me ha salido un poema. Un poema tonto, naif y happy, de los de "más Magia, vuelta a lo mismo", pero que ha roto mi sequía. El resto de la velada ocurrió entre potingues y libros y requiere prosa, pero aquí dejo mi tímido regreso a la poesía, y sigo la entrada donde la interrumpí.
Un momento, le digo a mi madre, señalando "The Body Shop". Ella se queda en no sé qué recado de telas. Y yo me hundo en el olor de la manteca de vainilla y especias, que era lo que quería oler. Salgo al frío de la calle, al azul brillante metalizado, con el aroma de vainilla que me envuelve como un abrigo. Y llegamos a la plaza.
En la plaza nueva conviven la feria del libro viejo y un coro de la parroquia de Coca de la Piñera, que canta villancicos. Con panderetas y todo.
Una vez más, de la Feria me interesa sólo el stand de Renacimiento, y allí me dirijo. Consigo un poemario de Ángel Mendoza, otro de Jon Juaristi y un tercero de Alberto Porlán. Destiempo de Gabriel Insausti, que ya lo tengo y lo regalaré. Un par de libros de Andrés Trapiello a precios irrisorios, y encima me hacen rebaja.
Y, yendo hacia la Novena de la Inmaculada, giramos por la calle Cuna, pegamos la nariz en el maravilloso escaparate de Los Reyes Magos, tienda vintage de juguetes de mi época, y entramos en La Jaboteca para pedir un botecito de aceite esencial de lavanda. Total, me van a pedir lo mismo que en la parafarmacia del Corte inglés por uno de Sanaflore, y esta tienda es pequeña y más artesana y sufrirá un poco más con la crisis, pienso.
Hoy, sábado, me he concedido uno de esos "baños gozosos", como los llamamos en casa, con agua caliente y ocho gotas de aceite de lavanda. Toda mi casa olía a campos azules.
Un humo de castañas nos recibe.
Es la imagen de siempre, en esa esquina
que doblo y ya regreso
a los años de fiesta.
Mi madre y yo viajando en ese vértice
de calles inundadas por la luz.
El humo de castañas llena todo:
las letras encendidas de las tiendas,
el vaivén de las puertas de cristal.
Y pica en la garganta,
y es como despertar con treinta años,
pero la fiesta no termina nunca:
mi madre lleva puesto
el abrigo dorado de los cuentos antiguos.
Intentando explicar la tarde de ayer me ha salido un poema. Un poema tonto, naif y happy, de los de "más Magia, vuelta a lo mismo", pero que ha roto mi sequía. El resto de la velada ocurrió entre potingues y libros y requiere prosa, pero aquí dejo mi tímido regreso a la poesía, y sigo la entrada donde la interrumpí.
Un momento, le digo a mi madre, señalando "The Body Shop". Ella se queda en no sé qué recado de telas. Y yo me hundo en el olor de la manteca de vainilla y especias, que era lo que quería oler. Salgo al frío de la calle, al azul brillante metalizado, con el aroma de vainilla que me envuelve como un abrigo. Y llegamos a la plaza.
En la plaza nueva conviven la feria del libro viejo y un coro de la parroquia de Coca de la Piñera, que canta villancicos. Con panderetas y todo.
Una vez más, de la Feria me interesa sólo el stand de Renacimiento, y allí me dirijo. Consigo un poemario de Ángel Mendoza, otro de Jon Juaristi y un tercero de Alberto Porlán. Destiempo de Gabriel Insausti, que ya lo tengo y lo regalaré. Un par de libros de Andrés Trapiello a precios irrisorios, y encima me hacen rebaja.
Y, yendo hacia la Novena de la Inmaculada, giramos por la calle Cuna, pegamos la nariz en el maravilloso escaparate de Los Reyes Magos, tienda vintage de juguetes de mi época, y entramos en La Jaboteca para pedir un botecito de aceite esencial de lavanda. Total, me van a pedir lo mismo que en la parafarmacia del Corte inglés por uno de Sanaflore, y esta tienda es pequeña y más artesana y sufrirá un poco más con la crisis, pienso.
Hoy, sábado, me he concedido uno de esos "baños gozosos", como los llamamos en casa, con agua caliente y ocho gotas de aceite de lavanda. Toda mi casa olía a campos azules.
miércoles, diciembre 03, 2008
Cóctel de vitaminas
Yo de mayor quiero ser como Arp. Que no es que sea muy mayor (41 años), pero tiene esa capacidad de contar y recomendar cosas que antes se otorgaba a los venerables ancianos de la tribu.
Yo de pequeña dibujaba abuelitas con moño blanco, trazando círculos que confluían en la idea de un moñete muy alto y unas gafas redondas. Esa abuela tejía la lana mientras me contaba cosas y sobre todo me recomendaba gangas, tiendas de segunda mano y lecturas apropiadas para una señorita.
No, no me he vuelto loca. Todavía. Es que era fantástico el juego ese de pintar un personaje y ponerte a hablar con él. Y te daba consejos que a veces parecían los de tu madre, o no.
Me gustan esas entradas de Arp en las que se limita a encadenar una lista de enlaces. Enlaza poemas, documentos de Zenit o alguna obra de John Henry Newman, de manera que la entrada termina pareciéndose a un río de señales mágicas. Y ahora que he aprendido a hacerlo, aprovecho la ocasión.
Una de las últimas entradas de EGM podría haberla escrito yo, según un comentarista llamado Glup. Y Benita recoge una disparatada carta a los Reyes Magos de un tal Payaso Japo.
El genial Toi se gana su título hablando de los sevillanos.
Y Néstor cada vez escribe mejor, eso sí, tomándole prestado el título a Luis Rosales.
Yo de pequeña dibujaba abuelitas con moño blanco, trazando círculos que confluían en la idea de un moñete muy alto y unas gafas redondas. Esa abuela tejía la lana mientras me contaba cosas y sobre todo me recomendaba gangas, tiendas de segunda mano y lecturas apropiadas para una señorita.
No, no me he vuelto loca. Todavía. Es que era fantástico el juego ese de pintar un personaje y ponerte a hablar con él. Y te daba consejos que a veces parecían los de tu madre, o no.
Me gustan esas entradas de Arp en las que se limita a encadenar una lista de enlaces. Enlaza poemas, documentos de Zenit o alguna obra de John Henry Newman, de manera que la entrada termina pareciéndose a un río de señales mágicas. Y ahora que he aprendido a hacerlo, aprovecho la ocasión.
Una de las últimas entradas de EGM podría haberla escrito yo, según un comentarista llamado Glup. Y Benita recoge una disparatada carta a los Reyes Magos de un tal Payaso Japo.
El genial Toi se gana su título hablando de los sevillanos.
Y Néstor cada vez escribe mejor, eso sí, tomándole prestado el título a Luis Rosales.
domingo, noviembre 30, 2008
Cosas que me gustan de la Navidad
Un poco temprano para hablar de Papá Noel, ¿no, vieja?
Sí, sí, es verdad, pero ahora comienza el Adviento y me he decidido a confesarlo: lo que me gusta de la Navidad es todo. La Navidad misma.
Eso de que Dios se haga Niño, vamos a ver si lo digo en caer en lo excesivamente cursi, aún poniéndome irremediablemente roja. Eso de "jugar a muñecos con Dios". Vale, ya lo he dicho.
Desde siempre me han gustado los niños pequeños, y cuando más pequeños, más me gustan. Encontrarme, en una plaza o en una librería, con un bebé gorjeante me parece el mayor de los regalos. Mucho más que encontrarme un gato maullando mágicamente en un rincón. Y mira que me gustan los gatos.
Para algunas personas, el "tiempo fuerte" del año puede que sea la Semana Santa o la Pascua, pero para mí el Adviento y la Navidad suponen un renacer interior, un volver al seno materno como dijo Nicodemo, ¿acaso puede alguien volver al seno de su madre? Con el corazón, sí.
Y ahora que me he muerto de vergüenza, puedo hacer una lista de cosas banales, vulgares, que me vuelven loca en este tiempo tan frío y acogedor. Lo primero, el hacer y recibir regalos. Si eso fomenta el consumismo, me hago fan del consumismo desde ahora.
Algo que no es tan banal, algo que los que han crecido comiendo en casa de la abuela todos los domingos del año no pueden entender, es la fantástica nostalgia de familia que me invade, como un ladrón, cuando llega diciembre. Muero porque no muero a mil kilómetros de mis tíos, abuelos y primos, y el "vuelve a casa por Navidad" deja de ser un reclamo de marca de turrones para convertirse en alegría impaciente. Como si estuviera paladeando un caramelo que sólo tendrá sabor en mi boca dentro de veinte días.
Lo segundo, el turrón de praliné de piña. Es dulce y ácido al mismo tiempo y me recuerda a Puerto Rico. Lo tercero, los árboles de Navidad y la combinación de rojo y verde que suele adornarlos.
Y, por último, el frío. Sí, el frío, que hace más agradable el calor de los abrigos y de las chimemeas. El azul noche de la calle que contrasta con el dorado pálido de mi casa.
Sí, sí, es verdad, pero ahora comienza el Adviento y me he decidido a confesarlo: lo que me gusta de la Navidad es todo. La Navidad misma.
Eso de que Dios se haga Niño, vamos a ver si lo digo en caer en lo excesivamente cursi, aún poniéndome irremediablemente roja. Eso de "jugar a muñecos con Dios". Vale, ya lo he dicho.
Desde siempre me han gustado los niños pequeños, y cuando más pequeños, más me gustan. Encontrarme, en una plaza o en una librería, con un bebé gorjeante me parece el mayor de los regalos. Mucho más que encontrarme un gato maullando mágicamente en un rincón. Y mira que me gustan los gatos.
Para algunas personas, el "tiempo fuerte" del año puede que sea la Semana Santa o la Pascua, pero para mí el Adviento y la Navidad suponen un renacer interior, un volver al seno materno como dijo Nicodemo, ¿acaso puede alguien volver al seno de su madre? Con el corazón, sí.
Y ahora que me he muerto de vergüenza, puedo hacer una lista de cosas banales, vulgares, que me vuelven loca en este tiempo tan frío y acogedor. Lo primero, el hacer y recibir regalos. Si eso fomenta el consumismo, me hago fan del consumismo desde ahora.
Algo que no es tan banal, algo que los que han crecido comiendo en casa de la abuela todos los domingos del año no pueden entender, es la fantástica nostalgia de familia que me invade, como un ladrón, cuando llega diciembre. Muero porque no muero a mil kilómetros de mis tíos, abuelos y primos, y el "vuelve a casa por Navidad" deja de ser un reclamo de marca de turrones para convertirse en alegría impaciente. Como si estuviera paladeando un caramelo que sólo tendrá sabor en mi boca dentro de veinte días.
Lo segundo, el turrón de praliné de piña. Es dulce y ácido al mismo tiempo y me recuerda a Puerto Rico. Lo tercero, los árboles de Navidad y la combinación de rojo y verde que suele adornarlos.
Y, por último, el frío. Sí, el frío, que hace más agradable el calor de los abrigos y de las chimemeas. El azul noche de la calle que contrasta con el dorado pálido de mi casa.
viernes, noviembre 28, 2008
El primer chispazo
Una noche decidí sacar un folio blanco del cajón de madera. Quería ordenar mis ideas y emociones. Tenía dieciséis años y me salió algo parecido a un poema, porque las frases eran cortas o más bien entrecortadas, e iban una debajo de la otra como dibujando un río. Se llaman versos, me dijo la voz de mi conciencia. Y son más de las dos de la mañana, me dijo el reloj fluorescente.
Mi primer poema coincidió con el primer abrazo que me dio un hombre. No fue un momento de pasión, ni siquiera de amor, sino más bien un intento de abrigarme, porque hacía frío debajo de la luna y yo sólo llevaba puesto un mínimo jersey. Me dijo, mira que salir así, en mangas de camisa... Y en lo que duran tres puntos suspensivos, me abrazó. Esos tres puntos suspensivos me alejaron definitivamente de mi niñez, de esa nostalgia rara de jugar que a veces me inundaba por las tardes. Cuando cerraba la puerta de mi cuarto y sacaba del armario mis siete barbies solteras. Y sentía luego en todo el cuerpo la vergüenza de tener dieciséis años.
Pero me abrazaron y supe que no volvería a jugar más. Al contacto con esos brazos temblé, palidecí. Se me erizó la nuca y pensé en una ducha de agua caliente, algo a lo que te entregas y que te envuelve, como el mar cuando te enciende la piel.
Al llegar a casa decidí comprarme una barra de labios roja. Me prometí que jamás volvería a verme vestida con el uniforme del colegio. Y emborroné un folio blanco con un torrente de torpes metáforas.
Mi primer poema coincidió con el primer abrazo que me dio un hombre. No fue un momento de pasión, ni siquiera de amor, sino más bien un intento de abrigarme, porque hacía frío debajo de la luna y yo sólo llevaba puesto un mínimo jersey. Me dijo, mira que salir así, en mangas de camisa... Y en lo que duran tres puntos suspensivos, me abrazó. Esos tres puntos suspensivos me alejaron definitivamente de mi niñez, de esa nostalgia rara de jugar que a veces me inundaba por las tardes. Cuando cerraba la puerta de mi cuarto y sacaba del armario mis siete barbies solteras. Y sentía luego en todo el cuerpo la vergüenza de tener dieciséis años.
Pero me abrazaron y supe que no volvería a jugar más. Al contacto con esos brazos temblé, palidecí. Se me erizó la nuca y pensé en una ducha de agua caliente, algo a lo que te entregas y que te envuelve, como el mar cuando te enciende la piel.
Al llegar a casa decidí comprarme una barra de labios roja. Me prometí que jamás volvería a verme vestida con el uniforme del colegio. Y emborroné un folio blanco con un torrente de torpes metáforas.
martes, noviembre 25, 2008
La terrible sequía
Cuando empiezas a escribir poemas, todo es tan mágico y fluye con tanta naturalidad, en cierto modo todo pasa tan deprisa, que no te planteas seguir viviendo sin ese torrente de versos que te llueven casi a diario, por la noche, en los ojos alucinados, con todos los poros de la imaginación abiertos.
Cuando entiendes que naciste para esto, que la poesía para ti no es un refugio adolescente donde derramar lágrimas sin exigencia, tu vida es un antes y un después del huracán y lo sabes, todos lo saben. Intuyes que en algún momento se puede cerrar el grifo, y es justo ese miedo el que te ata a las musas con mucha más violencia.
Yo tuve conciencia de mi vocación cuando abrí los ojos a otro mundo, era imposible no escribir lo que allí estaba sucediendo. Hay gente a la que le duele escribir, y a mí sólo me duele no hacerlo: la sequía, la terrible sequía.
Explico esto porque, en gran medida, este blog nació para remediar este vació que empezó para mí hace casi tres años, cuando terminé mi tercer poemario, inédito, y cuando comencé a redactar mi tesis. Desde entonces he escrito apenas un par de poemas: ése que le gustó tanto a Arp, uno titulado La espada y otro que le regalé a mi padre. Mi padre, el único que no se resigna. Me dice que la poesía es trabajo, que la inspiración debe encontrarme trabajando. Y le respondo que esto no es una novela, que sin ese rayo primero o chispa mágica no hay nada que hacer.
A María se la encontró el ángel recogida en oración. Un poeta lo único que puede hacer es leer buena poesía, escuchar música clásica, aspirar el humo de diciembre, gastar los sábados en ríos o museos. Que la belleza vaya haciendo su trabajo dentro de mí.
Y mientras, inundar este blog de pequeñas piezas en prosa, o de largos reportajes sobre maquillaje.
Cuando entiendes que naciste para esto, que la poesía para ti no es un refugio adolescente donde derramar lágrimas sin exigencia, tu vida es un antes y un después del huracán y lo sabes, todos lo saben. Intuyes que en algún momento se puede cerrar el grifo, y es justo ese miedo el que te ata a las musas con mucha más violencia.
Yo tuve conciencia de mi vocación cuando abrí los ojos a otro mundo, era imposible no escribir lo que allí estaba sucediendo. Hay gente a la que le duele escribir, y a mí sólo me duele no hacerlo: la sequía, la terrible sequía.
Explico esto porque, en gran medida, este blog nació para remediar este vació que empezó para mí hace casi tres años, cuando terminé mi tercer poemario, inédito, y cuando comencé a redactar mi tesis. Desde entonces he escrito apenas un par de poemas: ése que le gustó tanto a Arp, uno titulado La espada y otro que le regalé a mi padre. Mi padre, el único que no se resigna. Me dice que la poesía es trabajo, que la inspiración debe encontrarme trabajando. Y le respondo que esto no es una novela, que sin ese rayo primero o chispa mágica no hay nada que hacer.
A María se la encontró el ángel recogida en oración. Un poeta lo único que puede hacer es leer buena poesía, escuchar música clásica, aspirar el humo de diciembre, gastar los sábados en ríos o museos. Que la belleza vaya haciendo su trabajo dentro de mí.
Y mientras, inundar este blog de pequeñas piezas en prosa, o de largos reportajes sobre maquillaje.
viernes, noviembre 21, 2008
Lavanda en tiempos de crisis
Siempre me ha gustado el olor de la lavanda. En verano, a pie de monte, recogemos racimos de espliego, lo dejamos secar y adornamos con él cualquier rincón de nuestra casa de piedra. Y las habitaciones huelen siempre a flores moradas y salvajes. Mi tía deja también jabones entre la ropa blanca de los armarios, y los dormitorios huelen entonces a jabón, a limpio.
También me gusta el color de la lavanda. Ese azul casi morado, como de cielo de verano por la noche, me trae recuerdos de la hora violeta, de cómo se encendían una a una las farolas en las noches larguísimas de mi niñez.
Me atraen los olores cítricos para despertarme, y la lavanda, el talco, el olor a bebé para relajarme. Por eso me pareció una propuesta muy interesante la de Telva, cuando sugirió un baño aromático a base de aceite de lavanda, de naranja dulce y de bergamota, los tres de Sanaflore. Y supongo que esos mismos aceites esenciales pueden servir también para inventar nuestro propio perfume, mezclando varias gotas en medio litro de agua y medio de alcohol: imagino que a eso se refieren cuando hablan de "base de alcohol en agua".
Una opción mucho más fácil es comprar la colonia Dulces sueños de Johnson´s baby, que no llega a los cuatro euros y huele a lavanda y a talco a la vez. Y, si tienes cerca una perfumería Douglas, esta navidad podrás hacerte con la fragancia Baby de Harayuku Lovers, la línea de Gwen Stefani con el delicioso envase de estética "lolita japo". Creo que saldrán por veinte euros, un precio bastante razonable. Sin embargo, el bote de colonia Johnson´s tiene también su poesía, una lírica escondida de sábados en supermercados y lavanda en tiempos de crisis.
También me gusta el color de la lavanda. Ese azul casi morado, como de cielo de verano por la noche, me trae recuerdos de la hora violeta, de cómo se encendían una a una las farolas en las noches larguísimas de mi niñez.
Me atraen los olores cítricos para despertarme, y la lavanda, el talco, el olor a bebé para relajarme. Por eso me pareció una propuesta muy interesante la de Telva, cuando sugirió un baño aromático a base de aceite de lavanda, de naranja dulce y de bergamota, los tres de Sanaflore. Y supongo que esos mismos aceites esenciales pueden servir también para inventar nuestro propio perfume, mezclando varias gotas en medio litro de agua y medio de alcohol: imagino que a eso se refieren cuando hablan de "base de alcohol en agua".
Una opción mucho más fácil es comprar la colonia Dulces sueños de Johnson´s baby, que no llega a los cuatro euros y huele a lavanda y a talco a la vez. Y, si tienes cerca una perfumería Douglas, esta navidad podrás hacerte con la fragancia Baby de Harayuku Lovers, la línea de Gwen Stefani con el delicioso envase de estética "lolita japo". Creo que saldrán por veinte euros, un precio bastante razonable. Sin embargo, el bote de colonia Johnson´s tiene también su poesía, una lírica escondida de sábados en supermercados y lavanda en tiempos de crisis.
martes, noviembre 18, 2008
Juguetes sí, juguetes no
Benita me pregunta desde su ventana por los juguetes que regalaría o los que no empaquetaría jamás. Empiezo la casa por el tejado y digo: nunca me veréis comprando videojuegos para colocarlos debajo del árbol de Navidad. Ni siquera videojuegos de elfos y enanos luchando contra orcos. No me gusta la violencia, ni siquiera la violencia mítica. Pero sí regalaría a niños y no tan niños una espada medieval, como hicieron mis amigos, con una inscripción tal vez de algún verso mesanziano. Paradojas consumistas, o caprichos personales.
Tampoco regalaría un juguete que no estimule la imaginación del niño, que le dé todo el juego hecho. Estoy pensando en esos apartamentos rosas y de gran lujo de la Barbie, con todo incluido, donde la niña sólo tiene que contemplar, quedarse embobada y presumir mucho delante de sus amigas. Compraría en cambio, con los ojos cerrados, una estructura de madera vacía, en forma de casa de muñecas con varias plantas y tejado a dos aguas, para que mis sobrinas inventaran mil y una forma de amueblarla con los muebles de las navidades anteriores.
En realidad, me gusta regalar juguetes de toda la vida, con los que jugaba yo. En la calle Cuna, aquí en Sevilla, hay una tienda llamada Los tres Reyes Magos que parece sacada de finales de los ochenta. Venden muñequitos de goma en forma de Obélix, Dumbo o Blancanieves, o muñecos pelones que huelen deliciosamente a plástico antiguo, esa mezcla de nocilla y tocador de abuela. Si no me quedase más remedio y tuviera que ejercer de Reina Maga en el Corte Inglés, elegiría el Nenuco con la bañerita aquella que hacía burbujas, para desesperación de nuestras madres y deleite nuestro.
Tampoco regalaría un juguete que no estimule la imaginación del niño, que le dé todo el juego hecho. Estoy pensando en esos apartamentos rosas y de gran lujo de la Barbie, con todo incluido, donde la niña sólo tiene que contemplar, quedarse embobada y presumir mucho delante de sus amigas. Compraría en cambio, con los ojos cerrados, una estructura de madera vacía, en forma de casa de muñecas con varias plantas y tejado a dos aguas, para que mis sobrinas inventaran mil y una forma de amueblarla con los muebles de las navidades anteriores.
En realidad, me gusta regalar juguetes de toda la vida, con los que jugaba yo. En la calle Cuna, aquí en Sevilla, hay una tienda llamada Los tres Reyes Magos que parece sacada de finales de los ochenta. Venden muñequitos de goma en forma de Obélix, Dumbo o Blancanieves, o muñecos pelones que huelen deliciosamente a plástico antiguo, esa mezcla de nocilla y tocador de abuela. Si no me quedase más remedio y tuviera que ejercer de Reina Maga en el Corte Inglés, elegiría el Nenuco con la bañerita aquella que hacía burbujas, para desesperación de nuestras madres y deleite nuestro.
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columna de opinión,
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domingo, noviembre 16, 2008
Blues del fin de semana
Qué feliz esta tristeza, que a veces no es más que modorra o cansancio descansado, que se apodera de nosotros los sábados por la mañana. Hemos trabajado duro de lunes a viernes y ahora algo se afloja dentro de nosotros, y en ese tránsito de nudos que se deshacen sobran unos minutos difíciles, como de ponerse en situación, por qué estoy en la cama a las diez y media y qué es esta luz que se filtra entre visillos sin pedir permiso a los despertadores. Quizás en el camino a la cocina nos duele esa parte del cuerpo a la que no dimos voz ni voto durante el horario laboral, hoy parece que me molesta un poco el pie izquierdo.
Pero encendemos la radio y se enciende el día, llamamos a algún amigo por teléfono, salimos a la calle en busca de esquinas oscuras donde leer libros de Chesterton o viejas historias victorianas. El sol nos hace rebullirnos en la acera.
"Eres como una culebra con un buen disfraz de ángel", susurra Nuria Fergó con voz de copla de posguerra. Y luego, antes de que se acabe la canción: "Yo fui dueña de tus ojos sin que lo supiera nadie". Yo bostezo, salgo a la terraza, digo qué frío hace y tú te ríes. Es la poesía, una liebre mágica que espera tras cada esquina para sorprendernos. Ahora nos hace guiños desde el canal Fiesta Radio de Algeciras.
Pero encendemos la radio y se enciende el día, llamamos a algún amigo por teléfono, salimos a la calle en busca de esquinas oscuras donde leer libros de Chesterton o viejas historias victorianas. El sol nos hace rebullirnos en la acera.
"Eres como una culebra con un buen disfraz de ángel", susurra Nuria Fergó con voz de copla de posguerra. Y luego, antes de que se acabe la canción: "Yo fui dueña de tus ojos sin que lo supiera nadie". Yo bostezo, salgo a la terraza, digo qué frío hace y tú te ríes. Es la poesía, una liebre mágica que espera tras cada esquina para sorprendernos. Ahora nos hace guiños desde el canal Fiesta Radio de Algeciras.
domingo, noviembre 09, 2008
La carta de Reyes Magos
Toda la mañana rodando entre bicicletas y peluches me ha dejado un sabor de fiesta a destiempo en los labios. Cuarta planta del Corte Inglés, juguetería. Manu y Jaime lo miraban todo con ojos grandes de sorpresa. Me voy haciendo mayor, pienso al ver una docena de árboles de navidad rodeados de papanoeles, ¡si todavía no ha empezado el Adviento! Pero pronto me va atrapando el encanto del espumillón, y voy adentrándome en el rosa algodón de azúcar que tanto me fascinó de niña. Y descubro que siguen existiendo los Nenucos, las Nancys y el Gusiluz. Un mundo de color, la luna fluorescente en el cielo del cuarto de jugar. Castillos que se convierten en prácticos maletines, y así puedes guardar todos tus sueños junto al bocadillo de media mañana.
Y me he descubierto dando la vuelta a una caja de cartón para mirar el precio de una muñeca repollo. Si quieres regalármela por mi cumpleaños, puedes hacerlo. Doctor, doctor, me gustan las muñecas, ¿es grave?
La velada terminó en la librería Tarsis, aspirando el olor de los comics de Hergé. Ya los tengo todos, decía Manu. Y corría con su hermano de un lado para otro buscando los libros de Jerónimo Stilton. Mientras tanto yo, en una esquina oscura, descubría el teatro completo de Oscar Wilde, que también sería un gran regalo. Muñecos y libros se dan la mano bajo el muérdago, me devuelven a mis ocho años, cuando inventaba mundos para mi hija Maite y empecé a leer aquellos inolvidables libros de pasta dura de color rosa fucsia.
Y me he descubierto dando la vuelta a una caja de cartón para mirar el precio de una muñeca repollo. Si quieres regalármela por mi cumpleaños, puedes hacerlo. Doctor, doctor, me gustan las muñecas, ¿es grave?
La velada terminó en la librería Tarsis, aspirando el olor de los comics de Hergé. Ya los tengo todos, decía Manu. Y corría con su hermano de un lado para otro buscando los libros de Jerónimo Stilton. Mientras tanto yo, en una esquina oscura, descubría el teatro completo de Oscar Wilde, que también sería un gran regalo. Muñecos y libros se dan la mano bajo el muérdago, me devuelven a mis ocho años, cuando inventaba mundos para mi hija Maite y empecé a leer aquellos inolvidables libros de pasta dura de color rosa fucsia.

lunes, noviembre 03, 2008
Retorno a Evelyn Vaugh
He terminado de leer Retorno a Brideshead. Es un libro extraño.
Comencé a hojearlo en un tren, hace unos meses. Todos me decían que era muy bueno, y en principio tenía todos los ingredientes para que me gustara. Autor inglés, como Jane Austen, Wilkie Collins, Wilde, Newman, C.S. Lewis, Chesterton. Novela escrita en primera persona. Me entusiasman las autobiografías, y un relato en primera persona se le parece. Un relato ambientado, al menos la primera parte, en Oxford. Todo decía que sí, en aquella tarde de tren en la que abrí el libro y me quedé dormida sin llegar a la novena página.
Hace unos días decidí regresar, y esta vez para siempre. La atmósfera de Brideshead me envolvió. Hubo un momento de delirium tremens literario, en el que creí estar leyendo Los pasos perdidos de Alejo Carpentier. Qué extraordinario. Cuando Charles vuelve de la América intrincada y retoma con su mujer una relación frívola, agradable, herida de muerte. ¿Me pongo la cara de dormir?, pregunta Lady Celia. Todas las mujeres sabemos qué significa eso. Desmaquillarnos frente al espejo, untar nuestra cara de crema y acostarnos luego embadurnadas en la cama compartida. Qué desagradable tiene que ser para el marido.
Leí y me cautivó lo que leía, pero aquello seguía siendo un libro extraño. Porque me habían dicho que su tema central era la Gracia divina, y yo no veía este asunto por ninguna parte. Más bien veía una visión tremendamente negativa del catolicismo en él. La religión ha hecho desgraciados a sus personajes: Lady Marchmain, santa sin la chispa de la santidad. Hierática y severa. Bridey, que quiere ser cura pero tampoco tiene vocación.
Y, sin embargo, al final la obra pasa de ser una autobiografía a ser una novela de Misterio, y vemos cómo nada era lo que parecía. Cómo Sebastian y Julia son los seres más sobrenaturales de la familia, cómo pertenecen secretamente a Dios, que respeta su libertad pero les espera detrás de cada esquina, cuando quieras volver, vuelve.
Comencé a hojearlo en un tren, hace unos meses. Todos me decían que era muy bueno, y en principio tenía todos los ingredientes para que me gustara. Autor inglés, como Jane Austen, Wilkie Collins, Wilde, Newman, C.S. Lewis, Chesterton. Novela escrita en primera persona. Me entusiasman las autobiografías, y un relato en primera persona se le parece. Un relato ambientado, al menos la primera parte, en Oxford. Todo decía que sí, en aquella tarde de tren en la que abrí el libro y me quedé dormida sin llegar a la novena página.
Hace unos días decidí regresar, y esta vez para siempre. La atmósfera de Brideshead me envolvió. Hubo un momento de delirium tremens literario, en el que creí estar leyendo Los pasos perdidos de Alejo Carpentier. Qué extraordinario. Cuando Charles vuelve de la América intrincada y retoma con su mujer una relación frívola, agradable, herida de muerte. ¿Me pongo la cara de dormir?, pregunta Lady Celia. Todas las mujeres sabemos qué significa eso. Desmaquillarnos frente al espejo, untar nuestra cara de crema y acostarnos luego embadurnadas en la cama compartida. Qué desagradable tiene que ser para el marido.
Leí y me cautivó lo que leía, pero aquello seguía siendo un libro extraño. Porque me habían dicho que su tema central era la Gracia divina, y yo no veía este asunto por ninguna parte. Más bien veía una visión tremendamente negativa del catolicismo en él. La religión ha hecho desgraciados a sus personajes: Lady Marchmain, santa sin la chispa de la santidad. Hierática y severa. Bridey, que quiere ser cura pero tampoco tiene vocación.
Y, sin embargo, al final la obra pasa de ser una autobiografía a ser una novela de Misterio, y vemos cómo nada era lo que parecía. Cómo Sebastian y Julia son los seres más sobrenaturales de la familia, cómo pertenecen secretamente a Dios, que respeta su libertad pero les espera detrás de cada esquina, cuando quieras volver, vuelve.
viernes, octubre 31, 2008
Lo que me preocupa
¿Desde cuándo te has vuelto tan ecológico?
Te lo pregunté mientras se inundaba la bañera de agua caliente. Sólo me regalo esta media hora entre espuma, aceite de lavanda y naranja dulce una vez por semana, los sábados.
Desde que soy europeo, dijiste con orgullo. Y miraste con aprensión la bañera llena de gasto energético, interrogándome: ¿a ti no te preocupa el medio ambiente?
Me puse a pensar y pensé que no era ésta la primera vez que me acusaban de no estar en la onda, de ser políticamente incorrecta. Si no votas al Pesoe ni lees el País, ¿para qué vives?, me susurraron una vez. Pensé en lo que realmente me preocupa, que el único mal verdadero es el pecado porque de él procede todo, y que yo no me siento pecadora si alguna vez se me olvida reciclar el cartón.
Te hice una lista de preocupaciones. Uno, el terrorismo. Dos, la crisis. Tres, la escalada de abortos en occidente. Cuatro, el divorcio y qué nos está ocurriendo. Cinco, el cáncer, y es que soy una aprensiva. Mejor éso que ser una desaprensiva.
Creo que el medio ambiente ocupa un sexto lugar en la escala. Y si está allí, es porque hay algo en el aire que nos envenena, nos vuelve suicidas, acerba nuestra saña, hace que cada vez vengan más niños con problemas y queramos matarlos, abre una brecha entre hombres y mujeres y, por último, provoca cáncer. Me preocupa lo que los hombres hemos hecho con el mundo y lo que este mundo puede hacer con el hombre.
Te lo pregunté mientras se inundaba la bañera de agua caliente. Sólo me regalo esta media hora entre espuma, aceite de lavanda y naranja dulce una vez por semana, los sábados.
Desde que soy europeo, dijiste con orgullo. Y miraste con aprensión la bañera llena de gasto energético, interrogándome: ¿a ti no te preocupa el medio ambiente?
Me puse a pensar y pensé que no era ésta la primera vez que me acusaban de no estar en la onda, de ser políticamente incorrecta. Si no votas al Pesoe ni lees el País, ¿para qué vives?, me susurraron una vez. Pensé en lo que realmente me preocupa, que el único mal verdadero es el pecado porque de él procede todo, y que yo no me siento pecadora si alguna vez se me olvida reciclar el cartón.
Te hice una lista de preocupaciones. Uno, el terrorismo. Dos, la crisis. Tres, la escalada de abortos en occidente. Cuatro, el divorcio y qué nos está ocurriendo. Cinco, el cáncer, y es que soy una aprensiva. Mejor éso que ser una desaprensiva.
Creo que el medio ambiente ocupa un sexto lugar en la escala. Y si está allí, es porque hay algo en el aire que nos envenena, nos vuelve suicidas, acerba nuestra saña, hace que cada vez vengan más niños con problemas y queramos matarlos, abre una brecha entre hombres y mujeres y, por último, provoca cáncer. Me preocupa lo que los hombres hemos hecho con el mundo y lo que este mundo puede hacer con el hombre.
miércoles, octubre 29, 2008
Entrada sobre Maquillaje para Koizumi y Pablo
Voy a tener que automedicarme con dos o tres meses de austeridad, porque últimamente no he parado de comprar o recibir todo tipo de maquillajes de mis dos marcas favoritas: Mac y Nars. Es verdad que casi todo han sido regalos, pero yo misma he puesto cara de perro flaco y bizco para conseguir esos regalos.
Perdí mi colorete Gina, sí, ese que compré en Paris y era el mejor del mundo mundial, en una boda en Málaga. Y mi padre estaba en algún lugar de Europa y podía conseguirlo. Así empezó todo.
En la boda de Pablo me enteré de que iba a viajar a Nueva York, donde los Múltiples de Nars son unos doce euros más baratos que en nuestras deprimidas tierras. No pude evitar encargarle el South beach, una barrita color melocotón bronce que sirve de colorete, iluminador o incluso sombra de ojos. Y de paso, el tan celebrado labial Dolcevita.
Y, de repente, surgió el delicioso viaje a Madrid. Había que visitar la calle Fuencarral, aunque me sugerí a mí misma unos sorbos de cordura. Me parece que una sombra de Nars se llama así, Cordura, pero ése es otro tema.
Lo fascinante de mi semana madrileña, aparte del aroma a lápices en la Biblioteca Nacional, fue que pude conocer a Koizumi en pleno rapto cosmético. Ella tuvo la feliz culpa de que comprase mi primera barra de labios rosita, un color que antes odiaba. Se trata del labial Angel, un rosa angelical y tierno, que tira más a bebé que a chicle, Deo gratias.
También compartió conmigo dos pigmentos de Mac, el Tan y el Green Brown, por el místico método de comprar unos tarritos de plástico en Muji y realizar un trasvase. Gracias a Dios el polvillo de los pigmentos no era blanco, porque si no, nuestros trapicheos habrían terminado en comisaría.
Todo fluye, dijo un filósofo. En el Starbucks coffee, Koizumi y yo dejamos correr las horas. Había traído sus "potis" de Nars, de los que sin duda prefiero el Lacquer Eros y el colorete Luster: son dos joyas del maquillaje. Y nos dieron las diez, y las diez y media. Ambas recordaremos aquella tarde.
El colorete Gina llegó sano y salvo a mi casa, gracias a mi padre. Es un melocotón que algunos definen como "mandarina", que alegra toda la cara iluminándola pero sin recargar, porque es mate. Y ayer se cerraba el ciclo "navidad en pleno otoño": Pablo me trajo su regalo neoyorquino en otra tarde inolvidable.
La textura del Múltiple me ha sorprendido y fascinado. Pensé que iba a ser en crema, como los Cream color base de Mac que parecen nocilla, pero no es así. El South Beach realmente tiene acabado polvo y textura polvo: no es nada graso.
Y el color... es un milagro: ni melocotón puro ni bronce puro sino una mezcla de ambos matices, el brillo que aporta no es de purpurina sino de "efecto mojado". Y no se parece en nada a los típicos bronzers, por lo que puedo darle uso en invierno. Como colorete es precioso, y como sombra realza la magia del pigmento Tan. Aquí os dejo una foto borrosa, (creo que se me da mejor describir que fotografiar...)
El Dolcevita también me ha sorprendido. En primer lugar, la textura no es tan seca como yo temía, ni huele a cera o a petróleo. No es ni color labio nude ni rojillo "boca mordida", como había leído yo muchas veces: es un rosa muy natural, que tira a frambuesa y que sublima el tono del labio, sin que parezca mordido ni desnudo. Me gusta, pero aún más me gusta el Lacquer Eros, que sí se puede definir como rojo labio mordido y que en una foto bastante fiable de Koizumi se ve así
(Por una vez, las dos primeras fotos son mías. El bodegón ha salido nítido y el "chuache", borroso: ignoro la causa. Es un símbolo de algo pero no sabemos de qué.)
viernes, octubre 24, 2008
Lápices
Había olvidado el olor de los lápices. En la sala Cervantes no se puede escribir más que con lápiz, y se oye el rumor de la mina rasgando el papel con trazos precisos, ligeros, rítmicos. Huele a los días de invierno en el colegio, con nubes de vaho en el cristal. Y colas para sacar punta a los lápices. El aroma de madera, la pasta de colores manchando el sacapuntas. Y luego volvías al pupitre con las ideas bien afiladas.
Como ahora. De tanto pasar páginas rancias con letra del siglo diecisiete, me he sumergido en la humedad del papel, templada sólo por la calidez del lápiz, los abrigos en el perchero, la calefacción. Las mejillas rojas, los caramelos de menta, la vaselina de rosas salvajes de Korres. Me la aplico con los dedos en el cuarto de baño, y tiene un ligero color fresa y un acabado transparente: por fin el ansiado efecto piruleta llegó a mi vida.
¿Has conocido a alguien?, pregunta mi prima por las noches. Ya sabes, en las bibliotecas... Me quedo pensativa, sí, he conocido un poco más a Calderón. Y me hice amiga de las guardias de seguridad. Y encontré por los pasillos a Felipe Pedraza, uno de mis calderonistas preferidos... Ella suspira con algo de decepción, cruza los dedos y espera que, en mi último día, surja de la Sala Cervantes un adonis filólogo: Lo que Calderón ha unido, que no lo separe el hombre.
Como ahora. De tanto pasar páginas rancias con letra del siglo diecisiete, me he sumergido en la humedad del papel, templada sólo por la calidez del lápiz, los abrigos en el perchero, la calefacción. Las mejillas rojas, los caramelos de menta, la vaselina de rosas salvajes de Korres. Me la aplico con los dedos en el cuarto de baño, y tiene un ligero color fresa y un acabado transparente: por fin el ansiado efecto piruleta llegó a mi vida.
¿Has conocido a alguien?, pregunta mi prima por las noches. Ya sabes, en las bibliotecas... Me quedo pensativa, sí, he conocido un poco más a Calderón. Y me hice amiga de las guardias de seguridad. Y encontré por los pasillos a Felipe Pedraza, uno de mis calderonistas preferidos... Ella suspira con algo de decepción, cruza los dedos y espera que, en mi último día, surja de la Sala Cervantes un adonis filólogo: Lo que Calderón ha unido, que no lo separe el hombre.
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lunes, octubre 20, 2008
A punto de caer en la Chiclit
Lo confieso: ha sido un día agotador, de esos en los que terminas radiante de cansancio. De las diez de la mañana a las cinco de la tarde en la Biblioteca Nacional de Madrid, cotejando ediciones del siglo diecisiete. Sin poder introducir en la Sala Cervantes una triste botella de agua. Buscando una fuente que parece no existir, ¿será la de la felicidad? Envuelta en el olor de los pergaminos.
Vuelvo a la calle Goya en metro y decido visitar mis dos tiendas favoritas del Barrio de Salamanca. Primera parada: "La nave va", un puesto de los Hippies de Goya que vende anillos de madera y pulseras de cobre traídas de la India. Fin de trayecto: "Azul de mar", en la calle Francisca Moreno, llena de bolsitos-joya, muñecas rusas y anillos con piedra de cristal centelleante. Me llevo uno que resume, en su fulgor naranja, los domingos de niña en el parque, la fanta en un vaso altísimo.
Decido, también, detenerme en el Vips y hojear la revista Telva para ver si este mes merece la pena el gasto. Que sí lo merece, aunque sólo sea porque Florinda Salinas vuelve a firmar un artículo entre sus hojas. Y, de repente, me paro en la estantería de los libros más leídos, cosa que nunca suelo hacer.
Allí está. El último libro de Marian Keyes, Un tipo encantador. Cuatro mujeres se vuelven locas al enterarse de que el hombre de sus sueños se casa. Y, a mí, me invade la tentación de comprarlo y gastar el resto de la tarde leyendo algo insustancial. Y Chiclit. Y Bestseller. Todos mis demonios reunidos. Voy a la segunda página y salta a mis ojos una cita: "¿Qué? ¿Tú también? Pensaba que era el único". CS Lewis. No está tan mal, le grito en voz baja a mi conciencia: cita a Lewis. Lo que no se ve es el precio. Si cuesta menos de quince, lo compro.
Veinte euros, silabea el hombre de la sonrisa y el traje gris. Por veinte euros puedo comprar tres anillos en Azul de mar. O dos buenos poemarios en la librería del Círculo de Bellas Artes. O una entrada de teatro: aún no he visto si hay algo de la CNTC...
¿Me lo he comprado, o no? Les dejo con la duda. Continuará...
Vuelvo a la calle Goya en metro y decido visitar mis dos tiendas favoritas del Barrio de Salamanca. Primera parada: "La nave va", un puesto de los Hippies de Goya que vende anillos de madera y pulseras de cobre traídas de la India. Fin de trayecto: "Azul de mar", en la calle Francisca Moreno, llena de bolsitos-joya, muñecas rusas y anillos con piedra de cristal centelleante. Me llevo uno que resume, en su fulgor naranja, los domingos de niña en el parque, la fanta en un vaso altísimo.
Decido, también, detenerme en el Vips y hojear la revista Telva para ver si este mes merece la pena el gasto. Que sí lo merece, aunque sólo sea porque Florinda Salinas vuelve a firmar un artículo entre sus hojas. Y, de repente, me paro en la estantería de los libros más leídos, cosa que nunca suelo hacer.
Allí está. El último libro de Marian Keyes, Un tipo encantador. Cuatro mujeres se vuelven locas al enterarse de que el hombre de sus sueños se casa. Y, a mí, me invade la tentación de comprarlo y gastar el resto de la tarde leyendo algo insustancial. Y Chiclit. Y Bestseller. Todos mis demonios reunidos. Voy a la segunda página y salta a mis ojos una cita: "¿Qué? ¿Tú también? Pensaba que era el único". CS Lewis. No está tan mal, le grito en voz baja a mi conciencia: cita a Lewis. Lo que no se ve es el precio. Si cuesta menos de quince, lo compro.
Veinte euros, silabea el hombre de la sonrisa y el traje gris. Por veinte euros puedo comprar tres anillos en Azul de mar. O dos buenos poemarios en la librería del Círculo de Bellas Artes. O una entrada de teatro: aún no he visto si hay algo de la CNTC...
¿Me lo he comprado, o no? Les dejo con la duda. Continuará...
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viernes, octubre 17, 2008
Infusión de caléndula

Como lo oyes. Que sí, que la caléndula es antiirritante. ¿Algo más, bonita?
Estoy detrás del mostrador, mirando con éxtasis los tintineantes frascos de cristal, potitos Bledina, aceite de argán, emulsión cincuenta más de Avéne. Me entusiasman las parafarmacias y ésta atesora un atractivo único: la línea de montes que divisamos tras el amplio ventanal. En la puerta, un cartel en vasco y en castellano dice: botiquín de Maestu. Y la farmaceútica, con su bata blanca y los zapatos de tacón alto, ha pedido a Santa Cruz de Campezu todo un lote de productos de Weleda y Caudalie.
Yo venía por un tubo de Biopel. Espera un momento. Mientras oigo sus pasos por la trastienda canturreo un poco. Intuyo el frufru del papel cebolla, envolviendo la caja de cartón. Y miro el bote de crema de caléndula, y los desodorantes citrus cien por cien naturales. No tienen sal de aluminio. A través de la ventana abierta me llega el olor de la hierba segada. Un hombre con mono azul entra en la farmacia. Huele a sudor limpio, tiene briznas verdes en la piel.
Ya está aquí. Tres con ochenta y cinco. ¿Y agua thermal de La Roche Posay tiene? No, pero tengo el agua de Caudalie, que es muy rica. Me la llevo.
Caudalie, marca de parafarmacia francesa que ha sido pionera en la Vinoterapia. Debí imaginármelo. En el bote aerosol puedo leer: Eau de Vigne. Y en alguna parte de la etiqueta: cincuenta por ciento Sauvignon. Huy. Llego a casa y me rocío la cara con ella, y entonces toda mi piel y la habitación entera desprenden un aroma de bodega en el mes de octubre.
Tendré que probar la infusión de caléndula.
P.D.: La foto es de Maestu, la encontré por internet.
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martes, octubre 14, 2008
Qué nos está pasando
Imagino esta pregunta como insertada en una escena de amor o de hastío, en el cine. Él, despreocupado ya y nervioso, deseando marcharse y con la cartera en la mano, de largos dedos que juguetean impacientes. Como si la cartera negra y la corbata de ejecutivo fueran a salvar su matrimonio.
Ella, aún en bata, con el salto de cama color salmón asomándose y nada, podría bailar un tango ante sus ojos y ni se enteraría.
Él, con el pelo negro brillante de gomina, estilo italiano agresivo. Ella, con sus rizos castaños y desordenados, mimosa y egocéntrica. Porque ella es egocéntrica y él, egoista. De ese cuarto oscuro vienen todos los huracanes.
Antonio Azuaga dice que, en la actualidad, navegamos por la periferia del "yo", y el hombre es un guante del revés con los forros al aire mostrando todas las costuras del yo. Eloy Sánchez Rosillo sostiene que en realidad no conocemos nuestra alma, que está muy al fondo y sólo nos atrevemos de vez en cuando a bucear en ella. Y Santa Teresa escribió que cuando comulgamos pasan cosas grandes entre Dios y nuestra alma, que nuestros ojos torpes no pueden ver.
A veces es tan sencillo como eso: esperar el romance divino, cerrar los ojos y hacer propósito de no romper el enigma. La escena de hastío se sublima así. Él se ha marchado de casa, ella se maquilla en el espejo esquivando gotas saladas de rímel, pero ambos piensan sin darse cuenta en la noche que compartirán juntos, que fundirá dos periferias en un solo centro.
Ella, aún en bata, con el salto de cama color salmón asomándose y nada, podría bailar un tango ante sus ojos y ni se enteraría.
Él, con el pelo negro brillante de gomina, estilo italiano agresivo. Ella, con sus rizos castaños y desordenados, mimosa y egocéntrica. Porque ella es egocéntrica y él, egoista. De ese cuarto oscuro vienen todos los huracanes.
Antonio Azuaga dice que, en la actualidad, navegamos por la periferia del "yo", y el hombre es un guante del revés con los forros al aire mostrando todas las costuras del yo. Eloy Sánchez Rosillo sostiene que en realidad no conocemos nuestra alma, que está muy al fondo y sólo nos atrevemos de vez en cuando a bucear en ella. Y Santa Teresa escribió que cuando comulgamos pasan cosas grandes entre Dios y nuestra alma, que nuestros ojos torpes no pueden ver.
A veces es tan sencillo como eso: esperar el romance divino, cerrar los ojos y hacer propósito de no romper el enigma. La escena de hastío se sublima así. Él se ha marchado de casa, ella se maquilla en el espejo esquivando gotas saladas de rímel, pero ambos piensan sin darse cuenta en la noche que compartirán juntos, que fundirá dos periferias en un solo centro.
viernes, octubre 10, 2008
Descubriendo a Sánchez Rosillo

Aquella tarde había visto y oído la luz en este vídeo de Youtube.
Era ya de noche cuando nos planchamos delante de una película que ofrecía la tele. En ella, Sean Connery aparecía huraño y sabio, primero oscuro y al final lleno de luz. Son las historias que me gustan, los hombres que me gustan. Y vino a mí la vena surrealista.
- Me recuerda a Eloy Sánchez Rosillo, dije señalándole.
- ¿Sííí?, arqueaste las cejas en un signo de incrédula interrogación.
- Bueno, a mí me lo recuerda, debe ser el pelo y la barba blanca...
- ¿Tan atractivo es?
- Bueno, tiene algo.
Estás loca, me dijiste. Y luego, como si ése fuera un delito menor, me miraste recordando las alabanzas que te hice alguna vez de otros escritores, y lanzaste como un dardo la acusación definitiva:
- A ti es que te gustan todos los poetas.
viernes, octubre 03, 2008
Curso de Maquillaje en Mac
Me sentaron en una silla alta, muy alta, como de estudios cinematográficos. Frente al espejo encendido la chica me preguntó que cómo quería el maquillaje, si sofisticado o natural. Lo quiero natural, le dije, pero con ojos ahumados, si puede ser en azul. Nos reímos ambas ante mi paradoja.
En la mesita iba colocando, uno a uno, los botecitos que iba a usar conmigo, como en un ritual, mientras bisbiseaba. Esto, lo otro... Quiero probar el Prep + Prime con factor cincuenta, sugerí. Ya, ya pensaba ponértelo.
El curso es individual, durante una hora dispones de una maquilladora solita para ti. Ella te pinta media cara impartiendo consejos y tú debes pintarte la otra mitad emulando su depurada técnica. Es agotador, divertido y fascinante.
Todo comenzó con el contorno de ojos. El de Mac tiene cafeína (ingrediente de moda en el cuidado de la piel), y promete un efecto flash que cumple con creces. Tras una crema hidratante sin aceite, aplicó el deseado Prep + Prime con pincel. Se trata de un primer, es decir, un producto que prepara el lienzo para trabajar en él, matiza brillos, rojeces y líneas de expresión. Aún no me he vuelto tan pija como para que estos cantos de sirena me tienten, pero es que este preparador de Mac es a la vez un protector solar muy alto, de textura translúcida y ligera, que no deja la cara blanquecina. Es el milagro que yo necesitaba.
¿Qué he aprendido en esta lección magistral? A utilizar los pinceles: trazos cortos y precisos en el corrector, suaves y largos en la base. A aplicar menos cantidad de la que yo solía usar. A elegir los colores adecuados para borrar ojeras.
Yo no padezco de este mal, afortunadamente, pero para que mi reportaje fuera completo, le pregunté. Me dijo que para ojeras azuladas van bien los pigmentos amarillos, pero que si el tono del párpado inferior es más bien gris, se necesita un corrector naranja. Sí, naranja. Ya se lo había oído a Flopsy, una maquilladora del foro Vogue. Pude confirmar una vieja idea mía: está prohibido poner corrector verde en la cara. Siempre queda raro. Las rojeces se neutralizan con pigmentos amarillos.
En mis ojos mezcló dos sombras que ya tengo, porque me encantan, así que me enseñó a sacar partido a mis propias pinturas. Difuminando un azul eléctrico en la esquina externa y un gris plata en todo el párpado móvil y trazando con la mítica Carbón una raya a ras de pestañas consiguió el look smokey blue que yo estaba buscando. Ella bajaba los ojos para trabajar y yo debía mantenerlos abiertos: nos mirábamos. Llevas puesta la Satin Taupe, ¿verdad? ¿Cómo lo sabes? Bajé la vista como una colegiala: es mi sombra preferida, la primera que compré. Aquellas navidades en Madrid...
También he aprendido algo en el manejo del colorete. Con la brocha en diagonal, comenzando casi en la oreja y difuminando mucho, logró que pareciera que el rubor me nacía bajo la piel. Usó un colorete precioso, el Dame: rosa apagado y muy favorecedor.
Mientras volvía a casa en autobús me sentía cómoda, no disfrazada. Y la luz entraba a raudales. Y nadie se quedó mirándome, porque no era para tanto, pero un chico me sonrió. Era lo que yo quería.
En la mesita iba colocando, uno a uno, los botecitos que iba a usar conmigo, como en un ritual, mientras bisbiseaba. Esto, lo otro... Quiero probar el Prep + Prime con factor cincuenta, sugerí. Ya, ya pensaba ponértelo.
El curso es individual, durante una hora dispones de una maquilladora solita para ti. Ella te pinta media cara impartiendo consejos y tú debes pintarte la otra mitad emulando su depurada técnica. Es agotador, divertido y fascinante.
Todo comenzó con el contorno de ojos. El de Mac tiene cafeína (ingrediente de moda en el cuidado de la piel), y promete un efecto flash que cumple con creces. Tras una crema hidratante sin aceite, aplicó el deseado Prep + Prime con pincel. Se trata de un primer, es decir, un producto que prepara el lienzo para trabajar en él, matiza brillos, rojeces y líneas de expresión. Aún no me he vuelto tan pija como para que estos cantos de sirena me tienten, pero es que este preparador de Mac es a la vez un protector solar muy alto, de textura translúcida y ligera, que no deja la cara blanquecina. Es el milagro que yo necesitaba.
¿Qué he aprendido en esta lección magistral? A utilizar los pinceles: trazos cortos y precisos en el corrector, suaves y largos en la base. A aplicar menos cantidad de la que yo solía usar. A elegir los colores adecuados para borrar ojeras.
Yo no padezco de este mal, afortunadamente, pero para que mi reportaje fuera completo, le pregunté. Me dijo que para ojeras azuladas van bien los pigmentos amarillos, pero que si el tono del párpado inferior es más bien gris, se necesita un corrector naranja. Sí, naranja. Ya se lo había oído a Flopsy, una maquilladora del foro Vogue. Pude confirmar una vieja idea mía: está prohibido poner corrector verde en la cara. Siempre queda raro. Las rojeces se neutralizan con pigmentos amarillos.
En mis ojos mezcló dos sombras que ya tengo, porque me encantan, así que me enseñó a sacar partido a mis propias pinturas. Difuminando un azul eléctrico en la esquina externa y un gris plata en todo el párpado móvil y trazando con la mítica Carbón una raya a ras de pestañas consiguió el look smokey blue que yo estaba buscando. Ella bajaba los ojos para trabajar y yo debía mantenerlos abiertos: nos mirábamos. Llevas puesta la Satin Taupe, ¿verdad? ¿Cómo lo sabes? Bajé la vista como una colegiala: es mi sombra preferida, la primera que compré. Aquellas navidades en Madrid...
También he aprendido algo en el manejo del colorete. Con la brocha en diagonal, comenzando casi en la oreja y difuminando mucho, logró que pareciera que el rubor me nacía bajo la piel. Usó un colorete precioso, el Dame: rosa apagado y muy favorecedor.
Mientras volvía a casa en autobús me sentía cómoda, no disfrazada. Y la luz entraba a raudales. Y nadie se quedó mirándome, porque no era para tanto, pero un chico me sonrió. Era lo que yo quería.
miércoles, octubre 01, 2008
Unas gotas de alcohol
Ayer en la sobremesa me sentí libre, con espíritu aventurero y afán explorador. Este viento un poco hippy que me había invadido, tan rápida y silenciosamente, soplaba en una única dirección: la del mueble bar. Como beber no es mi costumbre, mis familiares me miraban escépticos, pero pronto encontré la botella, al fondo y entre el ruido centelleante de cristales.
Hace siete días, mi tía Ana y yo nos deslizábamos por la calle Amor de Dios, de la que nadie me separará. Me compré un monedero al estilo de las pitilleras lady: un poco alargado, con aire retro, de boquilla metálica y estampado liberty. Amor de Dios guarda tesoros entre discos de vinilo y faldas de algodón orgánico, y guarda también mi tienda favorita de Sevilla: Isbilia, repleta de máscaras y espejos y zapatos sixties y anillos de ámbar.
Ayer acariciaba aquella tarde como una pompa de jabón: el amago de lluvia nos brindaba un aire surrealista de fin de película. También vino a mí aquel sábado en Ronda, la mezcla de lima y hierbabuena. Ese olor verde y ácido que recuerda al alma dormida, aviva el seso y despierta.
Como tenía yo en casa ambos ingredientes, quise decorar con ellos un vaso. Y esa fue la chispa, el tobogán por el que bulle, maliciosa, la imaginación. Con qué llenar el vaso, ahora que chispea la lima y me hace guiños verdes. Sobre la fruta flotaba ya un timorato refresco de limón, pero la tarde pedía unas gotas de algo un poco más fuerte. Y me cosquilleaba en la oreja la voz de un pianista que una vez me dijo: "¡Tanqueray!"
Hace siete días, mi tía Ana y yo nos deslizábamos por la calle Amor de Dios, de la que nadie me separará. Me compré un monedero al estilo de las pitilleras lady: un poco alargado, con aire retro, de boquilla metálica y estampado liberty. Amor de Dios guarda tesoros entre discos de vinilo y faldas de algodón orgánico, y guarda también mi tienda favorita de Sevilla: Isbilia, repleta de máscaras y espejos y zapatos sixties y anillos de ámbar.
Ayer acariciaba aquella tarde como una pompa de jabón: el amago de lluvia nos brindaba un aire surrealista de fin de película. También vino a mí aquel sábado en Ronda, la mezcla de lima y hierbabuena. Ese olor verde y ácido que recuerda al alma dormida, aviva el seso y despierta.
Como tenía yo en casa ambos ingredientes, quise decorar con ellos un vaso. Y esa fue la chispa, el tobogán por el que bulle, maliciosa, la imaginación. Con qué llenar el vaso, ahora que chispea la lima y me hace guiños verdes. Sobre la fruta flotaba ya un timorato refresco de limón, pero la tarde pedía unas gotas de algo un poco más fuerte. Y me cosquilleaba en la oreja la voz de un pianista que una vez me dijo: "¡Tanqueray!"
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