viernes, agosto 31, 2007

Libros, confitura de tomate y uvas de vendimia

Desayuno en casa de Ana. Con cada una de mis tías tengo un rito, un rito de paso que me acerca a ellas. Con Ana hago collages, me tumbo en el sofá de piel y comemos uvas negras, pequeñas. "Son de las de vendimiar". Y la mermelada es de tomate. Salimos al casco antiguo y me enseña tiendas raras, de cajas de té.
Y la mejor librería del mundo: la he encontrado hoy, en Logroño. Hay una tienda recóndita muy cerca de Portales (su plaza de corte antiguo, con la Redonda al fondo, como de tarde con lluvia en Venecia.) Se llama Castroviejo y es la joya de los siete mares, ¡tiene de todo! Y en formato pequeño, con estanterías y mesitas. He encontrado libritos de La Veleta, Renacimiento, Pre- textos. Y la colección entera de Valdemar. Y El acantilado. Mis editoriales preferidas. Libros para amar, para oler, para doblar sus páginas o guardarlas como se guarda una cubertería de plata en un arcón. Prosas de Andres Trapiello, cuentos victorianos, una novela de Jane Austen. Olían a mar y a tierra, a manzanas. Castroviejo olía a tardes en el fondo inmenso de un sillón. Volveré, le dije, cuando por dentro bailaban otras palabras, "no quiero marcharme".

miércoles, agosto 29, 2007

El amor, el lobo

UNA HISTORIA DE MIEDO

Caperucita iba caminando por una gran avenida de la ciudad al atardecer. Las farolas comenzaban a encenderse. Se le acercó el leñador, que olía a campo y llevaba una horrible camisa de cuadros, como todos los leñadores. Tenga cuidado, le dijo; tenga mucho cuidado porque por aquí puede venir el lobo.
- ¿Qué señas tiene, dígame usted, para que yo lo identifique como lobo y tenga cuidado?
- El lobo tiene buenas intenciones, eso es lo peor. El lobo no quiere ser lobo, pero es que lo lleva en la sangre. Tiene muy buenas formas y le gusta hablar. Se acerca y le habla como cualquiera. Puede hablar del tiempo o de Gustav Mahler, porque es muy culto. Es inteligente, intuitivo e imaginativo, vamos, muy “artístico”...
- Me lo está pintando usted muy bien, como para marido...
- El único problema es... no se asuste... hay un problema.
- ¿Bien?
- No debe contrariarle. No le contraríe nunca. Tampoco debe darle la razón como a los tontos y los locos porque se enfada.
- Entonces, ¿qué debo hacer?
- Ése es el problema, que uno nunca sabe qué hacer. Es como un laberinto, o como el piso de una casa antigua, uno nunca sabe dónde está la madera que cruje. Cuando dices la palabra errónea, el lobo aúlla, rompe vallas, se desborda, es una desgracia, señorita. Como el amor, pero en malo.
- ¿Cómo “como el amor”?
- Quiero decir que el amor aúlla y rompe vallas, pero eso es bueno, ¿no? Es como eso que dicen del fuego y el infierno, cuando donde hay fuego es en el cielo...
- ¿Hola?
Caperucita se está divirtiendo. El leñador teólogo sugiere que el amor es fuego, y que San Juan dice que Dios es amor.
- Así que el cielo debe ser una latitud cálida. Nada de nubes azules con angelitos tocando la bandurria, que te aburren de muerte. Lo dijo algún santo. Tomás de Aquino, creo, o Chesterton.
- Se está yendo usted por las ramas. ¿Qué hay del lobo?
El leñador piensa un poco antes de contestar.
- El lobo no existe, era una mera excusa. Quería hablar con usted un ratito para pedirle que se case conmigo. Ya ve, tengo treinta y cinco años y una profesión honrada. Soy un poco hortera vistiendo pero eso lo cambia usted en un pispás. Y soy católico como usted, hasta he citado a Juan el evangelista, a Santo Tomás de Aquino y a Chesterton...
- Pero GKC no es santo.
- Pero a usted le gusta leerlo, como a mí. Otra cosa que tenemos en común.
Caperucita mira al leñador, intrigada. Está empezando a enamorarse, pero de pronto piensa que el leñador es formal, culto e imaginativo. Muy “artístico”. Se cruza de brazos.
- No me casaré contigo, Robbie.
- ¿Por qué no, Cara? Me estás contrariando, pero para que veas que tus sucios pensamientos no son ciertos, me voy. Mañana, si te encuentro, te lo preguntaré otra vez.
Cara se queda mirándolo de lejos, tristona. El leñador es muy listo... y muy guapo. Ahora tiene miedo a que no sea él el lobo.

lunes, agosto 27, 2007

La canción del verano

En la radio suena "cien gaviotas", de Ducan dhu. La música me hace viajar a mundos recónditos. Mis diez años en Maestu. Mi prima con quince y unos walkman, y una plancha para cardar el pelo. Parecía tan mayor... yo pensaba que iba a casarse ya, a los dieciséis. Había grabado unos videos musicales que veíamos sin parar, con canciones de Wet wet wet y Glen Medeiros, y anuncios de cocacola. En uno salían dos niñitos rubios besándose y nos hacía mucha gracia, era algo así como "el primer beso", que yo a mis veintinueve aún sigo esperando. El verano entero era un video de Kylie Minoghe y Jason Donovan, specially for you. Aún tengo diez años cuando escucho los primeros acordes. Y un niño pecoso de ojos azules pasea en bicicleta, y dibujo en un cuaderno su silueta rubia, su casa tantas veces soñada.

jueves, agosto 23, 2007

LLuvia

LLuvia y frío. He vuelto a la ciudad, el campo tenía brillo de escarcha. La bruma se agarraba a las piedras y nos hacía rodar. Mi sobrina, (el duende verde), subía y bajaba los peldaños de madera barnizada conmigo de la mano. Fuerte, fuerte, atrapadas en la lluvia. Añorando el fuego. El vaho de la mañana y el abrigo de la noche me recordaban al otoño, un otoño de hojas azules.

sábado, agosto 18, 2007

Intrahistorias

"Hijo, eres el ungüento amarillo", le dice mi abuela a mi tío Jorge, que nos está arreglando los enchufes. Mi madre, tras el periódico: El rescate de la espeléologa nos ha costado veinticinco mil euros. Y remata: "de ahora en adelante que nadie se meta en una cueva". Mi padre juega con un tubito de rímel transparente que dejé yo en la mesilla. Calligraphic. Stilyng & care mascara. Astor Paris, made in UK (¡toma paradoja!) "ésto, si eres feo, ¿te lo das y se te borra la cara?", pregunta. Yo me río de los tres, ellos se ríen de mí. No me río de ti, me río contigo.
De nuestro último paseo por Haro, antes de volver a Maestu, guardo una fotografía. Huele a pan y a pasteles en torno a la confitería de mi calle, donde han colocado un cartel que dice: "Hay piruletas moradas".

martes, agosto 14, 2007

Ciruelas en Maestu


Muerdo una ciruela camino de Leorza. Sabe a dulce morado, a caramelo de niños que dejas a medias envuelto en un papel pringoso. A piruleta con sabor a ciruela. Mi padre y yo comemos fruta salvaje por el camino del monte, hay ciruelos y nogales, y más allá huertas cerradas. Hemos llegado a la casa de los enanitos, que sigue sola entre los árboles, de cuento, de miedo... pero pronto llegamos al pueblo y a la fuente. La fuente de todos los veranos.
Mis primas y yo bebemos. Tenemos ocho o nueve años y manchas de fruta en la ropa. Hay tres grifos y ellas se ríen de mí, porque aprisiono en mi boca el hilo grueso que cae en una poza pequeña y rectangular. "¡Ese es el grifo de las vacas, ahí beben las vacas!" Yo me avergüenzo un poco pero digo que vale, que las vacas beben de la poza, no del grifo. No las veo pegando lametazos al grifo, la verdad.
Hoy es agosto y veinte años más. Bebo del grifo de las vacas, haciendo cuenco con las manos, llenándome el vestido de agua. Está fría sobre el aire frío, sobre el sol frío que se diluye. De cuento de miedo.

jueves, agosto 09, 2007

Backstage de andar por casa

Claudia y yo delante del espejo encendido. Hemos volcado el neceser en la mesilla, donde ahora flotan los tubitos de rímel, coloretes, pintalabios. Es tarde con lluvia y mecedoras en el salón, qué hacemos, dice Claudia. Los naipes están cansados y los libros también.
"¿Por qué no me enseñas lo que hay en tu bolsa de pinturas?" Tris tras, ni lo ves, ni lo verás. Y estamos atrincheradas en el baño, lo hemos convertido en camerino, camarote, pasarela de fiesta de disfraces. Emborronamos discos de algodón para probar los distintos acabados. Por ejemplo el ojo dramático, con mucha máscara negra y sombra marrón fumé. Luego hacemos fotos al espejo, sonreímos al flash en la luna. Nos sonreímos de un móvil a otro, "ésta me la envías por el bluetooth."

martes, agosto 07, 2007

...Pero no cierro

Hoy he venido por venir, por abrir el chiringuito, pero estoy seca. Sin rastro de poesia, de vida, de inspiracion. Y encima, me ha tocado en este ciber uno de esos ordenadores anglosajones que no marcan acentos ni egnes. Cuando lo que yo queria decir era "sin segnales de humo". No escribo porque estoy seca y al mismo tiempo llena de voces familiares. No se que decir, no se ni poner tildes. Ni endecapixeles escribiria yo en esta tarde. A ver si se me pasa, porque definitivamente este blog no se cierra: me quedaria sin aire...

viernes, agosto 03, 2007

Vino de Haro


He estrenado mis vacaciones con la visita a una bodega. En nuestro primer paseo por el pueblo tropezamos con Isaac Muga que, por supuesto, conocía a mi abuelo: todo un señor. Mi abuelo luchó porque el buen vino se repartiera entre todos los obreros. Isaci nos invitó a bodegas Muga, el orgullo de la tradición. No ha entrado allí el acero inoxidable: huele a mosto y a madera, a años macerando el mosto... Y el vino sabe a calor de verano, y la cocinera nos obsequia con tortilla de chorizo. Y en la tienda venden la pulsera de la leyenda del vino, que le regaló mi tío Javier a su novia. La he comprado: plata y cristal de Swaroski, color vino, 35 euros.

miércoles, agosto 01, 2007

Dos en la cama

(Sigo con la novela, o algo así, la no-novela ésa que empecé y le gustó tanto a D. Enrique...)

- Marta, hija, que me haces equivocarme.
Es mi madre con las agujas de la lana, el sábado a las ocho. La luz del cuarto de estar se va apagando, y en esos ratos es cuando yo le pregunto cómo se hacen los niños, y esas cosas.
Mi prima Vicki tiene nueve años y es una fantástica. Me dijo que para que nazca un niño los padres se tienen que acostar en una misma cama. Pero no caben, dije yo, porque en el cuarto de mis padres hay dos camas estrechas, separadas por una mesita de noche. Y encima un crucifijo. Es que se ponen uno debajo y otro encima.
Que no, que no puede ser. Qué calor. Menuda cochinada, no quiero hacerme mayor para eso. Vicki se reía.
- Pues todos lo hacen, tus padres y los míos también. Y si no, nosotros ¿qué? Además es muy bonito. Se ríen.
- ¿Pero tú los has visto? Le pregunto con los ojos grandes que suelo poner en clase de matemáticas, de no entender nada.
- No porque cierran la puerta. Pero se ríen.
Siro dice que parecemos mayores, de tanto hablar. Que se nos pone la voz ésa baja como de las románticas de películas.
- A Vicki seguro que ya le gusta un niño.
¿Qué niño?, pregunto yo. Mi hermano me mira con su mirada de ya-tengo-diez-años y me dice que todas las niñas somos tontas.

sábado, julio 28, 2007

Por fin es viernes

Ya estaba tardando, yo también, en organizar en mi casa una de esas fiestecitas donde se mezclan la comida, la poesía y el cine. Buko había traído Sacrificio, de Tarkovski, pero Joaquín dijo que por qué no lo veíamos rompiendo las copas y clavándonos los cristales en los ojos. Le dimos la razón. Joaquín además teledirigía el chovendo, un chovendo que hay en mi salón, bueno, puede que a chovendo no llegue porque no lleva paraguas, pero en la peana pone chovendo. Es un cura preconciliar negro y amarillo, enjuto de carnes, violentamente cerúleo... Eso y un monaguillo lampiño de porcelana, tamaño natural, son las únicas cosas de Iglesia que me han dado miedo siempre.
Joaquín le ponía voz al Chovendo. Yo lo volvía de espaldas "para no verlo más", pero él lo giraba poco a poco rechinando como una puerta y llenándome de miedo y risa: ¡Juaquín, que luego duermo sola! Luego quise grabarlo en mi móvil en plan politono, como el gañán o Bocaseca, y entonces él se puso muy serio y dijo: "¿Pues no quiere que hable un cura de madera?" Yo casi lo mato.
Vimos el jovencito Frankestein. La peli de mis ocho, nueve, diez y once años. Buko se durmió debajo de la pantalla, pero los demás no parábamos de reír. Duendes me ayudaba a llevar vasos a la cocina, qué majo. Se había acabado el guacamole que hice yo por primera vez, sabía bien pero no era verde. Bueno, yo creía que sí era verde. Beades me dijo que yo era daltónica, y que no podría nunca nunca pilotar un avión.

viernes, julio 27, 2007

La otra cara de la luna


Adaldrida soy yo. Hoy me apetece dar explicaciones: las explicaciones son, claro, sobre mi persona. Ya hay quien dice que lo que aquí hago es striptease emocional, pero lo que a mí me preocupa no es el striptease sino la fama, se me habrá pegado algo de los caballeros de mi comedia.
Tengo mieeedo: miedo de quedar siempre bien en la foto, como Tintín en los álbumes de Hergé. Qué más quisiera yo que haber salido de la pura fantasía, como dice don Enrique Monesterio. Pero hoy no soy Adaldrida sino Rocío Arana, y no Rocío Arana la poeta, la de las fiestas, los amigos y la magia. Soy Rocío a palo seco. Incapaz de levantarse por las mañanas, incapaz de hacer régimen y controlarse un poco con los helados veraniegos. Incapaz de contar hasta diez antes de lanzar un exabrupto. Como el Capitán Haddock.

domingo, julio 22, 2007

La boda de mi mejor amigo

Ayer se casó Nico. La boda, en Sotogrande, "quizás un poco frívola", me dijo él con tono de niño que espera una reprimenda, fue fantástica. De frívola nada: se casaron en una ermita blanca, con un traje blanco [ella] y velo por la cara, como a mí me gusta. El cura, del Opus, dio bastante caña en la homilía por expreso deseo del novio, y en el momento de la Consagración la banda tocó el himno nacional, momento estelar que le valió a mi amigo el apelativo de facha durante el banquete. "Tío, pero qué facha eres".
Yo diría castizo y cosmopolita a la vez, a la vista del aperitivo, en el que reinaba el jamón ibérico, el sushi y el son de un cubanito. Y un frío aterrador, que se iba incrementado por oleadas de leyenda urbana, se dice se comenta que la cena será también al aire libre. No pude creerlo, pero al fin era verdad. Me compadecí de las espaldas desnudas y escotes generosos, que por una vez no levantaban calor sino frío. Yo sólo llevaba desnudos los brazos y la mitad de las piernas, y mi padre se ofreció a ir al hotel para traerme algo de abrigo. Pero sólo había en mi maleta una cazadora playera de rayas que no combinaba, vaya por Dios, con el vestido de Naf Naf que mi madre me había traído de París.
En la mesa, Beades hablaba hasta debajo del agua con un antiguo amigo de Altair (¿quién no conoce a Beades? ¿Quién es ése de blanco que está con Beades?...) Le oía, como en ráfagas, ir y venir de los anticonceptivos al Concilio Vaticano II y de la libertad a los designios divinos. Las mujeres decían si no podíamos hablar de lo que se habla en las bodas, o sea, trapitos, amigos comunes y menús de boda. Se lleva mucho la vieira gratinada, iba a comentar yo. Pero me venció el torrente Beades y dije: "dónde está, oh muerte, tu victoria".
Hubo música de la B.S.O de Grease, años ochenta, flamenquito. Yo bailé y bailé descalza, llevando los hermosos zapatos de Nicolás (la marca Nicolás, quiero decir), en la mano.

martes, julio 17, 2007

Beatles

Con el tiempo me va gustando más la música de Simon & Garfunkel y los Bee Gees que la de los Beatles, quién iba a decirlo. Con la obsesión que tenía por ellos a los dieciséis. Estuve todo un curso escuchando sólo dos discos, uno de los Beatles y otro de Mamas & Papas, que aunque gritan me siguen entusiasmando. Mi padre, (¡mi padre!), me dijo que la batería de Ringo suena a hojalata, y no quise escucharle. Yo estaba muy orgullosa porque habían empezado a gustarme dos meses antes de que estallase la beatlemanía, que en realidad nunca ha dejado de estallar.
Lo malo de los Beatles, lo que cansa, creo yo, es que quisieron ser algo más que cuatro buenos músicos. Quisieron ser un icono, y los iconos, si no están engarzados en el plano mágico de la realidad, acaban agotándose. Yo a una canción de Lennon & Mccartney le pido lo mismo que a un poema de Mesanza: que despierte mi alegría y mi tristeza a la vez. Por eso me gustan tanto los primeros álbumes, sin sicodelias, tristemente felices, creo que lo dijo Borges. Les pido que levanten en mí un deseo poderoso, y que no lo sacien del todo nunca, lo mismo que a un poema de Miguel d´Ors. Por eso vuelvo siempre.
Todavía hay canciones que consiguen eso conmigo: Girl, Across de universe, Ask me why, For no one. Y me río y me río con esa película tan gamberra, Qué noche la de aquel día. Pero quizás en mi discman, para escuchar un disco entero, elija a los Bee gees, o a Nena Daconte. O a Ella & Louis: Can anyone explain the wonder of love?

domingo, julio 15, 2007

La media naranja

No me gusta la cocacola light, pero es lo que suele haber en casa. Es uno de los restos de una dieta fallida, de la que sólo quedan los veinte largos diarios que nado en la piscina y el triste propósito de no picar entre horas. Es el régimen del fifty fifty: el McDonald prohibido, los helados, imprescindibles. Y de beber, cocacola light, que no me gusta.
Lo que me gusta es la fanta. Y los pastelitos de la pantera rosa, fantástica basura rosa que rescata mis veranos en Maestu, con nueve años y los bolsillos del peto blanco reventando de chuches. Porque cuando yo era niña las porquerías estaban prohibidas durante el invierno. Y durante el verano también, sólo que en Maestu la ley perdía vigencia debido al poco apoyo de mi abuela, que decía: los padres educan, los abuelos deseducan. Y financió un concurso surrealista de helados entre los primos. Ganó C. al zamparse catorce mikolosales de nata y fresa en una tarde, y es un récord recordado en la familia y elevado a la categoría de leyenda.
No me gusta la cocacola light, y por eso he inventado un remedio. Plan A, tirar la ristra de latas a la basura. Plan B: el refresco de la media naranja. Consiste en partir media naranja de zumo en cuatro gajos y dejarlos macerar en en vaso alto, con cubitos de hielo y la insípida cocacola. Diez minutos en la nevera. Así desfoga el useño refresco, se le va el gas sobrante y desprende un aroma de patio de naranjos que emborracha los sentidos. Me estoy aficionando tanto que ya me gusta más aún que la fanta de naranja...

sábado, julio 14, 2007

En El Puerto con EGM y Leonor

I. Enrique nos esperaba en el andén. Una estación puede ser la imagen viva de la soledad o de la alegría. Bajamos del vagón nosotras: Amanda, pequeña y pelirroja; Cristina, con ojos de sorna contenida y ese halo de bullicio sereno que suele acompañarle, y en este caso venía de nuestra conversación en el tren. Y yo, acalorada y envuelta en una bruma de agua termal, y con los labios pintados con el Kisskiss de Guerlain que se me está quedando en las últimas.
II. El Puerto me pareció un lugar salado y ligero, azul, con palmeras que me daban la bienvenida. La casa nueva de EGM y Leonor, un espacio blanco y luminoso, como una burbuja rodeada de árboles. Y en la que habitan ahora vi un desván lleno de libros. Había alquimia. Me sentí como en mi propia casa, sólo que en mi casa no hay escaleras suicidas ni perros que bajan y suben para convertirlo todo en un tiovivo delirante.
III. Hablamos de Alberti y de Rosales frente al mar. Un camarero italiano me dio dos besos, porque adiviné su lugar de procedencia. Las manos del mar acariciaban mi ropa, pero le dije bajito: "con este vestido de H&M no, hombre, ¿no ves que tiene tela fina?"

miércoles, julio 04, 2007

Una de sal y otra de arena

I. En cada ola canta una canción distinta, pero todas dicen lo mismo: "ríndete, entrégate." Y yo me acuerdo de aquella otra canción: "precipitó en el mar caballo y caballero, caballo y caballero..." Porque voy montada en un rulo verde y largo, de poliuretano, y al verlo el mar ha fruncido el ceño, para hacerme saber que no le gustan mis armas. No: a él le gusta tomarme por sorpresa, a la velocidad de la luna, mordiendo mi cuerpo y trazando con él dibujos en la arena... En cada surco ruge, estás en mis manos, estás en mis manos. Túneles y besos blancos se suceden a la velocidad de la luz. Y es un vaivén de alegría suicida, y yo siempre vuelvo.

II. Ha venido al mar mi primo Jots, de doce años, cabalgando en otro rulo. Bailando en el rompeolas parecemos estar en un tiovivo, pero pronto los rulos se trocan en espadas. Empieza el combate. Mejor dicho, el rulo nos sirve de acero y montura, y pronto logro tirarle del caballo. Ah, pero él me hirió en un hombro como un Nazgul. Decidimos unirnos contra el mar, al grito de "esa ola corre mucho, ¡a por ella!" La frase es de Jots, y yo la comparto.

lunes, julio 02, 2007

La votación II: Los resultados

Indiscutiblemente gana la frase 8, la de la vieja solícita: Que topas, que topas, cohones. Es la preferida de EGM, de Batiscafo, de Anacó, de Benita, de Carlos, de mi amigo Pablo... eso suman seis votos.
Mención especial quiero hacer a la escrita por Carlos RM, que en plan serio es la que más ha gustao, y a la que aporta Macarena, fuera de concurso.

domingo, julio 01, 2007

Pelirroja


Un lector anónimo y cariñoso me ha preguntado si soy pelirroja, ¡qué ilusión! Por desgracia no es ése el color de mi pelo, pero si mis palabras me dan un ligero aire pelirrojo, no seré yo quien lo niegue. Uno de los pocos pasajes que de verdad me gustaron de Los Chesterton, de Ada Jones, es aquél en que Mrs Cecil Chesterton comenta que las heroínas de GKC tenían el cabello de un tono rojizo, como símbolo de aventura.
De hecho yo me imagino así a Auristela, protagonista de mi tesis, audaz dama calderoniana, con ese aura medieval y con esos destellos de oro rojo que desprende. Y así imagino también a Olimpia, la princesa prendida en cárcel de amor, "si es que amor prende con hierros". Alguien me pidió que regalara de vez en cuando alguna esquirla de mi comedia, ahí tenéis en canto de Olimpia según Calderón:

Huye pues, huye el peligro;
mas no te olvides, huyendo
de que tú la prisión dejas
y yo en la prisión me quedo.

Si es que Amor prende con hierros. También era pequeña y pelirroja Amanda, la amiga de Cris, y por eso ayer no hacía yo otra cosa que llamarla Olimpia. Olimpia es un nombre muy in, me dijo EGM, empeñado en demostrar mi status de niña pija. Que no, Enrique, que me gusta comer piñones en la placita de la Juncal. Pero, ya que estamos, nuestra visita a El Puerto y nuestra comida con Enrique y Leonor (¡felicidades!) pide otra entrada aparte, pues, como dice un amigo mío portugués, no se puede guardar la belleza en un cajón. Otro día.

viernes, junio 29, 2007

Sugus

Manuel me regala un sugus de color azul. El azul es mi preferido, sabe a piña, a flash de verano. Manu quiere que juguemos a pollito inglés en mi casa, pero está malo y tose, y su madre no quiere que los niños corran, se acaloren o se rían. De vez en cuando vamos a mi habitación para ver mi pez naranja. Descubren tesoros escondidos, la guitarra que me regaló Beades, el palo de lluvia, las cajas de madera tallada... Abren cofres y desbordan pulseras, anillos, tobilleras de las mil y una noche por el suelo, porque somos una banda de piratas y hay que saquear la ciudad perdida, yo soy la jefa, abren cajones, nada importa. Arden las hogueras a lo lejos, y luego el mar: "nos iremos en barco".
A la hora de partir un pañuelo de lágrimas, pero Manu me convence para que duerma en su casa. Este hijo mío va para presidente de gobierno, dice su madre. A la mañana siguiente, enmarañados en la cocina, nos volvemos a encontrar. Manuel me dice, desde sus siete años, que va a traerme "los mejores libros de la biblioteca de su padre". Espero. Vuelve en pocos segundos con tres tomos gordísimos. Son la Odisea de Homero, El Señor de los Anillos y El Quijote.