Qué enorme paradoja. Yo me había propuesto aparcar temporalmente mi blog de maquillaje: no cerrarlo, eso nunca, sino más bien entornar las persianas por unos quince días, como si me hubiese tomado vacaciones. ¿Y por qué?
Estuve haciendo cuentas poéticas, y salgo mal parada. LLevo más de dos años bajo mínimos, escribiendo muy poco. Y aunque eso no nos deba preocupar, a mí sí me preocupa. Y no porque pretenda llegar a un cierto número de versos, superar una cifra como Clooney: en esto de la poesía sucede como en lo de "sacar" novio: si no salta la chispa, no hay manera. Y lo que a mí me inquieta precisamente es eso: la ausencia de chispa.
La poesía nace de la contemplación, del silencio que uno mismo guarda para mirar las cosas, iluminadas por dentro, en su maravilla esencial. La poesía está para mirar el mundo, deslumbrarse y dejarse fascinar. Y si duelen las muelas, metáfora amorosa, como Joaquín Sabina.
Hice mi examen de conciencia. Pensé que la pintura me estaba obnubilando. Y entonces comenzaron a afluir a mi mente decenas de buenas ideas para un buen post cosmético. LLámenle tentación, pero de pronto recordé... que no había escrito nunca nada sobre esmaltes, que tenía que hablar de la Cordura, que mi deber estético era rendir honor al Betadine.
Y había desistido de mi idea primera, había renunciado al heroico retiro cuando, escribiendo sobre jabones ¡zas!, vino la musa.
LA SAVONNERIE
El jabón, derritiéndose en mis dedos
con espumosa lentitud, me lleva
como en un cine exín a mi niñez,
y me enardece luego con lujuria
cosmética.
No es gran cosa, cojea por alguna parte que no sé vislumbrar aún, tendré que corregirlo... o tirarlo sin más a la basura, pero mientras me rondaba por dentro me sentía feliz. Y un poco menos frívola, supongo.
3 comentarios:
jajjaja sabes que a mí me encantó!! A veces, los exámenes de conciencia no sirven para alumbrarnos...o igual fue él (examen) quien atrajo a la musa! Un besazo!
La musa resopla donde quiere, sí, pero soltar lastre ayuda a enfocar la imagen.
Llevo dos meses sin comprar maquillaje y espero que sea así para siempre. Tengo una sensación de asco, de hartazgo. No me aporta nada útil, no encuentro ningún valor en ello (ni siquiera estético) y empiezo a considerarlo ridículo.
Es mejor dedicarse a las cosas que merecen la pena y llenan (de verdad) el corazón. Llámalas poesía, llámalas Marcelo de Ancira.
Recomiendo, para el caso, la relectura y meditación de aquellos versos de John Keats (de su soneto "O thou whose face hath felt the winter's wind"), que dicen "He who saddens / at thought of idleness cannot be idle, / and he's awake who thinks himself asleep". O sea, en la traducción de Alejandro Valero: "Aquel que se entristece / pensando en la indolencia no puede estar ocioso, / y despierto se encuentra quien se crea dormido".
Yo he llegado a estar más tiempo sin escribir, y a creer seriamente que se había acabado para siempre. Pero vuelve. Cuando quiere, eso sí, y por motivos (a veces) aparentemente frívolos (sólo es apariencia). Vuelve.
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