jueves, octubre 07, 2010

Los tres estados del alma (III)

“Dificilmente pudiera
conseguir, señora, el Sol
que la flor del girasol
su resplandor no siguiera:
Dificilmente quisiera
el Norte, fija luz clara,
que el imán no le mirara;
y el imán difícilmente
intentara que obediente
el acero le dejara.

Si el sol es vuestro esplendor,
girasol la dicha mía;
si Norte vuestra porfía
piedra imán es mi dolor;
si es imán vuestro rigor,
acero mi ardor severo;
pues ¿cómo quedarme espero,
cuando veo que se van
mi Sol, mi Norte, mi Imán,
siendo flor, piedra y acero?”


Así comienza Calderón de la Barca una de sus comedias más enredadas y líricas, Casa con dos puertas mala es de guardar. Una mujer tapada que camina por la calle. Un hombre que la sigue. Ella se vuelve, con sonrojo y apuro, y le ruega que no la siga más. Él declama unos versos que han trascendido el tiempo con Mano de música; recita la declaración amorosa más bella del mundo, y formula el tercer estado del alma: La Atracción de la Piedra Imán.

Ese estado de obsesión por la belleza que gira en un crescendo y nunca termina de llegar al anticlímax. Ese desvelo del alma humana que es capaz de prenderse en un reflejo de luz, una vez intuido y nunca visto del todo. Basta un segundo para encender nuestro corazón e iluminarlo, para llenarlo de magia, de sueños, de obsesiones. Podemos vivir toda una vida de humo, de polvo estelar, de una ráfaga que un día nos deslumbró y regresa, siempre, agazapada en la esquina más gris y cotidiana.

Un día descubrí que a esto llama la gente "fantasías", y a veces "mito erótico". Y me parece un crimen: el pulso de una vida condenado en una gota de sudor. La Atracción de la Piedra Imán puede sucedernos con un hombre imposible, sí, pero también con cierta poesía y con cierta música. Robert Redford rodando en mi cintura, vestido de los pies a la cabeza, tiene el mismo poder que cuatro versos de Eloy Sánchez Rosillo para mí.

La Piedra Imán es un peligro, también una revelación. Nos puede deslizar por un volcán maldito, hacernos desear lo que nos hace daño, pero para un poeta es algo imprescindible. Lo mismo que te abisma puede darte la luz. Ese dardo feroz y luminoso es lo que mueve el mundo de un poeta: escribir muchas veces es desear ardientemente algo, algo que brilla al fondo inaccesible, una nostalgia que te transfigura.

Lo que se recomienda en estos casos es convertir las obsesiones en pura inspiración, como dijo uin poeta. A mí me ha sucedido: el poema que cierra mi libro "Mirar el fuego" nace de un ataque agudo de Atracción de la Piedta Imán:


VIAJES

Mi corazón doméstico y descalzo,
de andar por casa, de mirar el fuego
con su magia primera, de paisajes
interiores; ventanas y ventanas,
mi corazón que duerme por el día,
que siente la llamada de las tres
tiendas, que no se quiere levantar
y vuelve cada noche al escenario,

mirándote mirar se quedaría
toda la vida, si dijeras dónde.

5 comentarios:

Noelia Cano dijo...

Adal: los pelos como escarpias. Maravilloso final.

Merl dijo...

UFF!!!qué razón tienes...en todo.

Esther Zecco dijo...

Qué tendrá este lenguaje, que me parece que me hablan en el idioma que entiendo... Gracias!

Esther Zecco dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Bárbara tu entrada y tu poética, ¡felicidades! ¿Qué tres versos de Eloy?

A F-D