domingo, septiembre 20, 2009

La felicidad se llama Nars

He decidido colgar aquí esta entrada que escribí para mi otro blog delirante porque no se limita a lo concreto sino que avanza en nebulosa, a pesar de ser un post sobre maquillaje

Siempre me parecerá mágica esta marca de maquillaje.
Quizás porque al principio oía hablar de ella pero no podía ver ni tocar ninguno de sus productos. Todo estaba envuelto en ese halo de lo legendario: dicen que en San Sebastián hay una tienda en la que... parece que en Madrid, en Ekseption... Pero nunca me acercaba a la calle Velázquez para no romper el embrujo: en las revistas, las celebrities confesaban no poder vivir sin el iluminador Copacabana o el colorete Orgasm.
En esa época, las ensoñaciones bullían dentro de mi cabeza, dando forma a una esperanza serena y una fe no cumplida, una suerte de amor platónico que se decía a sí mismo: "puedo esperar": un día lejano viajaría al extranjero, o pasaría una tarde de verano en la playa de la Concha, y conocería el colorete ese de nombre sonrojante...
El momento llegó y no pudo ser más especial: fue en los días que pasé junto a mis padres en París, tras defender mi tesis. París es mucho más que el Sephora de Champs Elysées, pero tengo que reconocerlo: cuando tuve ante mis ojos el stand de Nars con sus envases sobrios y sus resplandores en melocotón y algodón de azúcar, caí enamorada. Aquello no era fruto de un capricho consumista sino de una larga búsqueda interior. Era la confirmación de todas mis intuiciones: siempre creí que el maquillaje era arte, pura imaginación hecha color y juego, y François Nars me lo estaba gritando en colores llamativos.
Del viaje más bonito de mi vida conservo dos postales enormes de la Dama del Unicornio, un anillo de plata y cuarzo en forma de lágrima y el colorete Gina, de Nars: un mandarina fresco, de textura mate y color luminoso.
Unos meses después llegó la marca al Cort Inglése. Me siento orgullosa de cada uno de los productos Nars que he adquirido, porque todos han sido pensados y comprados en compañía de gente especial. Siempre recordaré mi viaje con Araceli a Pozuelo, en medio de la lluvia, y cómo nos volvimos literalmente locas metiendo los dedos en todos los probadores. Los colores estallaban ante nuestros ojos como pompas de jabón. Entonces conseguí el colorete Luster, un melocotón dorado perfecto para marcar las mejillas en invierno.
Pablo me trajo de Nueva York el Múltiple South Beach, tan camaleónico que recrea en mis pómulos el rubor del verano, en mis ojos la fuerza del bronce y en mis labios un nude melocotón empolvado. Y otra amiga forera de San Sebastián, Cristina, me envió por correo el dúo Cordura, que contiene las dos sombras de ojos básicas que toda mujer debe guardar en su tocador:


Un marrón muy oscuro y ahumado, con ligeras chispas doradas, y un marrón medio color galleta María. La foto, que posteó Maryland en el foro Mac hace ya un tiempo, habla por sí sola.
Cuando trajeron Nars al Corte Inglés de Goya, pude conocer a Patrica, Francisco y Rafa, tres grandes artistas que, cada vez que me ven, me sientan en la silla de maquillaje para extender con toda humildad su saber ante mí. Y eso que no les dejo ningún dineral en mis visitas: fiel a mi lema "compra algo que hayas deseado largamente, y sólo para celebrar una alegría", he ido llevándome las cosas casi de una en una: el dúo Mediterranée, color vitamina, para estrenarlo en la comunión de mi primo Gonzalo. La sombra Tropic y el lápiz Dolce vita, para enmarcar el verano. Y el iluminador en polvos Albatross, ligeramente cálido, para lucirlo en la boda de mis amigos Ana y Rafa.
No quiero terminar mi entrada que empezó siendo tan etérea, hablando de sueños alcanzados, sin reconocer que los coloretes y sombras de Nars cuestan bastante dinero. Estamos hablando de maquillaje profesinal, de gama alta: a la altura de Chanel o Guerlain. Y eso tiene un precio.

5 comentarios:

Jesús Beades dijo...

Lo que no tiene precio es este post. Mira que le tengo manía a las entraditas maquilleras, pero "tan camaleónico que recrea en mis pómulos el rubor del verano, en mis ojos la fuerza del bronce y en mis labios un nude melocotón empolvado" es un toque de gracia -de fuerza- proémica.

Y tu lema "compra algo que hayas deseado largamente, y sólo para celebrar una alegría" me gusta. No creo que pueda cumplirlo, pero me gusta. Deseo y celebración.

Jesús Aparicio González dijo...

Me agrada reencontrarme con tu blog.
Mis felicitaciones.

Un abrazo

Jesús
http://jesusapariciogonzalez.blogspot.com/

Ondine dijo...

Adaldrida: ¿sabes si han llegado a los stands del CI las paletas de 6 sombras que han sacado este verano? En la página web están a 45 € y traen 6 sombras de 1, 5 gramos cada una. Me encantaría tener la Essential Eye, que trae una sombra en crema y cinco clásicos básicos en polvo: nepal, ondine, galápagos, thunderball y night star.
Por cierto, me compré el brumes el viernes y... ¡qué decepción! El color tiende a acumularse en el pliegue (incluso con prebase) y el color pierde mucha intensidad a las dos-tres horas. Probaré con diferentes bases.
Verificación de palabra: clonc

Adaldrida dijo...

Ondine, la paleta Esential Eye de la que hablas ¡tienen una pinta bárbara! Creo que he comenzado a desearla, qué peligro... No había oído hablar de ella.
El dúo Brumes lo he visto en "chuaches" que me fascinaron, pero sólo usaría la sombra azul acero, la gris humo es mate y no le iba a dar uso. Y si dices que no funciona bien...

el Coco dijo...

Ya echaba de mens estas pinceladas...