sábado, octubre 27, 2007

La crónica


Todo empezó el viernes diecinueve de octubre. Otoño y Sevilla. Julio Martínez Mesanza y Miguel d´Ors llegaban a Santa Justa a la misma hora, catorce treinta. En la estación, Julio me dijo: "cuéntame cosas", y es el saludo más original que he recibido en mi vida. Ya en el coche Miguel desbarraba lúcidamente con sus sátiras, en plan tiro con arco. La comida tardía en mi casa fue una piñata rellena de fuegos artificiales, y para mí tuvo el aliciente de saber, paladear que tan sólo era el principio.
Leyó primero Miguel, poemas nuevos y poemas célebres. Le he oído en varias ocasiones y creo que no soy injusta si digo que no fue su mejor recital. Yo disfruté, cómo no hacerlo con tan grandísimo poeta, pero hubiera preferido escuchar otras piezas, tal vez...
Mesanza arrasó. Deben ser hechizos de la poesía épica. Pensé que crecía en cada poema hasta convertirse en un gigante que iba a destrozar mi corazón a fuerza de belleza. Supongo que con lo que acabo de decir no aclaro nada, porque lo he expuesto de manera muy subjetiva. Pero el Paraninfo estaba lleno, Toi disparaba flashes a traición y el indecible silencio avalaba mi pobre descripción de los hechos. Al bajar del estrado, Joaquín me dijo "tengo que devolverte el libro de Calderón... y los calcetines de tu padre".
Al día siguiente estaba hecha trizas. "I go to pieces..." Y me costó recuperarme. El viernes veintiséis recogí, a las seis y media de la tarde, a Amalia Bautista, luego vi en el hotel a Enrique. Leyó primero Amalia, poemas tristísimos y hermosos como enigmas. Con Amalia me ocurre algo singular: leyéndola me siento acongojada, y hablando con ella ¡me divierto tanto...! Me emocionó "El puente", y yo estaba a su derecha, sentada en el sillón rojo como de Reyes Magos, "musa de los cafetines", dijo Beades, y no podía llorar.
Por último Enrique volvió a cautivarme con poemas de droga dura. Porque en Casa propia hay droga dura. Le descabalé pidiéndole que recitase "las moradas", destruyendo un orden difícilmente construído, ya me perdonará. El poeta tiene que hacer que los oyentes perdamos pie, y si él lo pierde también en el viaje, mucho mejor.
Llevaba una corbata con vacas diminutas estampadas, en mi honor. Y en el de Carlos, y en el de Nodisparenalpianista, le recordé.
Ahora ha terminado todo, pero todo comienza. Pronto llegará noviembre.

P.S.: La fotografía es de Toi.

15 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

Muchas gracias por la crónica y por haberla hecho tan personal, mojándote: más pena da todavía no haber estado.

Anónimo dijo...

Yo también me la perdí muy a mi pesar pero siento como si hubiera estado allí.

Nodisparenalpianista dijo...

Espero que ya que no se podrán oir los pemas en la foto, al menos podamos ver las vacas.
Envidia de la buena.

Anónimo dijo...

Qué curioso, no estuve allí, pero es lo que hubiera escrito si hubiera estado. No, no me lío, es que es así. No me parece una crónica personal sino una toma de pulso muy objetiva.

Nodisparenalpianista dijo...

Mola tu chimenea.
¿Asamos patatas?

Anónimo dijo...

Con brandy, Pianista. Trae brandy y castañas, yo me encargo de las patatas. ¿Alguien puede alargarnos un bote de mojo picón?

Benita Pérez-Pardo dijo...

Qué suerte haber estado ahí!!. Un saludo

Benita Pérez-Pardo dijo...

Me acabo de dar cuenta que has encendido la chimenea...

Enrique Baltanás dijo...

Gracias por la crónica. Algo compensa a los que no pudiemos estar.

E. G-Máiquez dijo...

Toma vaca

Anónimo dijo...

Es una buena y bella crónica prosística, por la que te felicito sinceramente. Ha sido una inteligente y hábil idea fundir ambas, confiere unidad al texto. Ánimo con tu Tesis de Calderón, que intuyo en su momento final. Y tras ella, a escribir un buen libro de versos.

Anónimo dijo...

GRACIAS a todos...

Kuky Haindl dijo...

q guapa sales en esa foto! Me gustó tu blog, original y bonito.

Agus Alonso-G. dijo...

La foto es genial.

Y lo demás.

Unknown dijo...

la foto es preciosa, pero yo me he quedado con las ganas de ver otra de las que hizo toi... fue genial, estuviste maravillosa y yo disfruté como una enana