martes, octubre 26, 2010

Olor a tortilla francesa

OMELETTE

Como un ciclón invade los salones,
la casa, las alcobas, el vestíbulo,
un aroma de huevos cocinándose.

Era primero el eco de la loza
contra el rojo metal del tenedor:
ruido de castañuelas y cansancio,
el pijama de pies, las gotas de Nenuco.
Los deberes que nunca se acababan,
la lámpara flotando sobre el lunes.

Luego la lumbre se encendía, y era
el amor sin cansancio del aceite: fundirse, crepitar.

Y mi madre logrando
la redondez exacta, amarilla y brillante.
Una felicidad redonda y de diario.



(* Existe también la posibilidad (que me ha silbado Pablo Moreno), de dejar caer el último verso ("Y las barbies muriéndose de envidia") y terminar con la felicidad de diario.) P.S.: Tras todos los comentarios, he decidido hacer caso a Pablo Moreno (y a Carlos RM, ¡gracias!), y dejar caer a las barbies. Os agradezco mucho a todos vuestra ayuda en este cyber taller poético.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Sólo las madres y las abuelas tienen el don de hacer esos semicírculos dorados perfectos... Cuando sea madre dejaré de hacer huevos semidescompuestos... Bonita entrada! Un beso!

Noelia Cano dijo...

Qué capacidad para transportarme al momento en que usaba pijamas de pies y cenaba tortilla, y al mismo tiempo, recordarme a mí misma ahora cuando lo hago: un círculo de tiempo dentro de otro, la magia de tus palabras. Besos!

Er Tato dijo...

¡Uhmmm, qué bien huelen estos versos!

Saludos

E. G-Máiquez dijo...

Mi acuerdo con PM es casi total en casi todo, pero yo a las barbies las dejaría muriéndose de envidia.

Anónimo dijo...

Igual que PM y E. G-Máiquez, dejaría morir a las barbies.

AFD

Anónimo dijo...

Voto por la muerte de las Barbies

Adaldrida dijo...

Me encantan vuestros comments, pero no me entero bien.
A ver: PM desea que quite el último verso (el de las barbies), mientras EGM desea que lo deje porque le gusta y dice que ahí está la gracia del poema. Personalmente estoy con EGM, pero me encanta que opinéis.
¿Estais con PM o con EGM...?

¡Muchas gracias!

Unknown dijo...

Si aspiran a aprender algo de poesía -y así lo hacen seguro los que siguen este blog- deberían seguir a EGM. De hecho no sé si estoy de acuerdo conmigo mismo.

Quitar el último verso implica una lectura más sobria y evocadora: bastante poder tiene el aroma de la tortilla para poder sostener todo el poema.

Aunque es cierto que el verso de las barbies es un quiebro final que implica una lectura más chestertoniana. Más provchosa si el lector conoce el libro de Rocío de las "7 barbies". Sin esa lectura pierde efecto, creo. Incluso con ella, pienso que el poema pierde sutileza y poder de evocación por la rotundidad final que puede despistar al lector del meollo.

Adaldrida dijo...

¡¡¡Pablo!!!
Esto hay que celebrarlo: sé que me lees siempre, pero lo quese dice hablar...

El verso último no tienen nada que ver con mis 7 barbies solteras. De hecho podría haber hablado de la game boy, pero no me cabía en el verso y además nunca tuve ni quise tener una...
La idea, que no sé si he expresado bien, es que cualquier juguete palidecía a la luz de la tortilla de mi madre. Por eso me parece esencial el final, y no lo escribí como un quiebro curioso. Ya Beades nos previno contra los finales redondos: no quise hacer un final redondo ni epatante, quise expresar esa idea de que una simple tortilla era más que todas las muñecas juntas.

el Prendes dijo...

Ah, la envidia de las Barbies es cuestión de celos! Yo creía que era envidia-envidia porque tú, su mamá, no les hacías a ellas su tortilla.
(¿O por la dieta obligada a la que estaban, en calidad de barbies, para no acabar teniendo las dimensiones de la nancy?).
Aun a riesgo de privar a los lectores de reflexiones tan sustanciosas -y doraditas-, yo creo que queda mejor sin el último verso.

Miriam dijo...

Mi voto para las barbies muriéndose de envidia
(Genial¡¡
Me ha recordado el pasear pro la calle en mayo, al atardecer, y escuchar el ruido de los tenedores batiendo huevos, que se escapaba por las ventanas abiertas de las cocinas)

María dijo...

Me gusta con las barbies, pero sólo soy una lectora sin criterio...

Carlos RM dijo...

Haz lo que quieras, claro. O lo que las barbies te dejen. Pero leído el poema (congratulations) y los comentarios y aclaraciones, creo que el último verso quita más de lo que da. Yo había entendido otra cosa. Tras Las siete barbies solteras es imposible no recordarlas. Afortunadamente.