De repente me han entrado unas ganas enormes de viajar a Roma. Los libros avivan el amor y los recuerdos, y yo acabo de leer uno de Peter Seewald donde cuenta su conversión al catolicismo. Él no utiliza la palabra conversión sino una simpática perífrasis: "cuando empecé a pensar en Dios". Desde que cayó en mis manos Perder y ganar, del cardenal Newman, me bebo todas las autobiografías, biografías noveladas y libros de memorias que voy encontrando, quizás con el gusto secreto de mascullar: "To lose and to gain era aún mejor". Con Seewald me ha ocurrido lo que con todos, pero hay un párrafo que no cambio por nada: ése en que cuenta su viaje a Roma. Podéis imaginar al hombre, antiguo comunista, en pleno proceso de amor-horror ante ese mismo amor, cuando de pronto la balanza cae del buen lado y de pura alegría se pone a bailar en la plaza del Vaticano, hasta que llegan los carabinieri.
Y es que "bajo esos adoquines palpitaba la piel del mundo".
5 comentarios:
Gran título, el de esta entrada.
PD: Señorita lirio descalzo escrutadora de Garcilaso (toma ya pareado cutre), ¿para cuándo una gran fiesta donde celebrar de la vida y el mundo?
Para el viernes si Dios quiere, ¿qué tal?
Maravilloso. Me muero de ganas de veros a todos.
Oh, Roma. Cuatro días estuve, sólo cuatro, pero creo que no me he acabado de ir. Qué ciudad. La ciudad. Ahhhh.
Yo no estuve en Roma... fisicamente hablando, pero mi corazón ha viajado allí con frecuencia a ver a Pedro. Un saludo Rocio, llevo tiempo siguiendo tu blog, soy como un admirador secreto de tus palabras. Ánimo
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