miércoles, mayo 31, 2006

Triana

Hoy termina mayo, y comienza el camino de Triana al Rocío. Yo, como soy hermana, he ido a la misa de salida, oficiada nada menos que por el cardenal en el marco incomparable de la iglesia de Santa Ana, y amenizada con viejas encantadoras, trajes multicolores y ambiente de fiesta. Siguiendo el rastro de García Máiquez me quedo, les dejo con dos frases de las escuchadas durante la ceremonia: Una abuela pacífica y sonriente, que me dijo en tono de confidencia:
-Santa Ana es la Catedral de Triana.
Y el cardenal, que bajaba y subía la voz para lograr mayor efecto, al principio de la homilía:
- Cuanto más se quiere a Dios, más se le quiere querer.

7 comentarios:

Jesús Beades dijo...

El trato con alguien bueno (como el Maestro Bueno), tiene dos efectos, que van juntos:

-Cada vez te sientes más indigno.
-Y cada vez te importa menos.

Corina Dávalos dijo...

Yo acompaño a Triana desde aquí, como hermana de deseo. Con la lluvia de Pampaluna también crece el romero.

Adaldrida dijo...

Desde luego, no es bueno que cada vez te importe menos.
Anacó, gracias por seguirme desde Pampaluna

Anónimo dijo...

Mi madre dice que sí es bueno que cada vez te importe menos, porque eso significa que tienes la confianza justa para actuar no como si tuvieras una hoja de servicios que dejar limpia y perfecta, sino como alguien que necesita al Otro.

francisco aranguren dijo...

Salir de Romería en mayo, hacia las Marismas, en carriolas familiares...es una tradición que yo no he vivido (ya me hubiera gustado). Esos días de convivencia y dormida al raso, de rezo nocturno del rosario en torno a la fogata de campamento. Eso si lo he vivido algunas veces (un poco forastero invitado), como la presentación de hermandades (todo color y calor en la aldea). Convivir y compartir la vida. Y en la convivencia todos aportan algo, nadie sobra, nadie es indigno.

Juan Ignacio dijo...

Gracias por haber visitado mi blog y al respecto de este post me voy a llevar ese comentario de tu madre que me parece muy interesante. Lo pensaré.

En sí, el preocuparse mucho por ser pecador puede ser, como hacía Eloi Leclerc decir a San Francisco en el libro "Sabiduría de un pobre", un sentimiento todavía muy humano (en el no tan buen sentido).

No porque no haya que preocuparse por mejorar, sino porque esa excesiva preocupación puede enmascarar una autosuficiencia, un pensar que nosotros podemos mejorar y no ser más pecadores a fuerza de esfuerzo (valga la cacofónica redundancia).

El esfuerzo vale, pero lo mejor es alabar a Dios por su grandeza y pensar, digo yo, en algo como lo de San Agustín, diciendo a Dios: "da lo que mandas, y manda lo que quieras".

Saludos.

Adaldrida dijo...

Muchas gracias a ti. Yo creo que lo mejor es sentirse un poco niño pequeño que hace chapuzas, ayuda mucho