martes, junio 04, 2024
Los rayos de junio
domingo, mayo 26, 2024
Un Dios que nunca deja de bailar
sábado, abril 20, 2024
Ventanas nuevas
domingo, abril 14, 2024
El turquesa me abraza
viernes, marzo 22, 2024
Aitana, Sebastián y la cultura de la cancelación
sábado, marzo 02, 2024
Rafa Alvira, in memoriam
miércoles, febrero 21, 2024
En Pampaluna
jueves, enero 25, 2024
Conversaciones en Misa
martes, enero 23, 2024
Perdida entre naranjos
sábado, enero 20, 2024
Canto para Lord Scutum
miércoles, enero 10, 2024
La cuesta de enero es... cuesta abajo
jueves, enero 04, 2024
La auténtica diversidad
domingo, diciembre 24, 2023
¡Feliz Navidad 🎄!
martes, diciembre 19, 2023
Navidad en Maestu
viernes, diciembre 01, 2023
Uno de diciembre
domingo, noviembre 26, 2023
Lo que más me gusta del sol es la sombra
viernes, noviembre 17, 2023
POQUITAMENTE
Cunde la opinión de que un filólogo tiene que estar hablando siempre bien, casi en endecasílabos y de forma correctísima, vamos, que si estudiaste filología debes dar la impresión de haberte tragado el diccionario de la Real Academia Española en su versión más actualizada. Ni un desliz se te permite..., ¡y yo amo la creatividad!
Pues me rebelo, y me revelo como inventora de palabras. Y además, cuando menos te lo esperas.
En los últimos tribunales de TFM, ya nos habíamos quedado solas entre alumno y alumno mi compañera y yo, hay bastante "buen rollo" entre ambas, y quería decirle que podíamos esperar un poco a la siguiente sesión, tomarnos un pequeño descanso, que había tiempo. Ella me preguntó ¿cómo vamos?, y yo respondí casi sin pensármelo: poquitamente.
Poquitamente: me entendió a la perfección. Poquitamente es un estado mental y físico. Lo patento. Poquitamente se vive mejor...
Poquitamente, tra tra.
martes, noviembre 14, 2023
De pequeña me gustaban los robots
En invierno vuelvo a mi niñez, como si una puerta entreabierta me tentara con los primeros fulgores de una chimenea que se vislumbra al fondo.
Cuando menos lo espero, vienen a mi memoria retazos, retales de mi infancia. Los juegos en el jardín de mi urbanización, con tablones de madera. El despliegue de ejércitos de pitufos, cinco buenos y cinco malos, que montábamos Antoñito y yo para luchar toda la tarde: te ves a Papá Pitufo de malvado sencillamente porque tenía barba... azul. O espera, no: azul era el gorro.
Y hoy, "radiante de cansancio" tras un montón de tribunales de TFM, he recordado que hubo una época, en torno a los diez años, en la que me dio fuerte por los robots y los Transformers, influida por Antoñito también.
Los pedía por mi cumpleaños y Navidad: eran feos pero brillaban y se podían poner en mil posiciones. Fantaseaba un par de horas con el coche de montaña que si le volvías una pieza del revés era un dragón con dientes infernales ,y luego, antes del baño y la cena, me dedicaba a acunar con dulzura a mi muñeca Maite.