Modestamente, creo que ha merecido la pena. Tenía un arbusto por cabellera y ahora tengo estas ondas doradas, estas capas que enmarcan el óvalo a la altura de la clavícula, clavicut creo que se llamaba esto, y un pelo saneado.
El asunto es que he ido andando, he andado una hora entera. Que también podría tomar un 27, pero estaba ante el Primer Naranjo de la Tierra, hacía un sol apetecible y en mi cabeza sonaba la máxima de mi nutricionista, "haz deporte". Que sí, que ya sabemos que andar no es cardio ni parapente, que hace falta más..., pero menos da una piedra.
Yo iba despreocupada, sabiendo mi camino, hasta más o menos Menéndez Pelayo, pero en vez de entrar por los jardines de Murillo para enfilar San Fernando y luego la Constitución hasta la plaza Nueva, y al final Sierpes hasta San Eloy..., algo me hizo tomar un atajo y acabé no se sabe por qué en la plaza de la Alfafa, y antes, en la casa de Pilatos.
Buen medio día de turismo y deporte después de haber corregido cien exámenes y haber publicado las notas de mis alumnos, sí, señor. Sevilla estaba preciosa, y he aprendido que hay una calle que se llama Lirio, muy bucólica, muy yo. Que, en un pasado muy remoto, Enrique García Máiquez me llamaba Llir entre cards, Lirio entre cardos.
Todo fueron sonrisas hasta que faltaba un cuarto de hora para llegar a la peluquería y yo tenía bastante perdido el rumbo... Entonces, decidí hacer caso a mi conciencia, digo no, decidí hacer caso a mi amiga María Eugenia que siempre me anima a practicar con Google Maps, porque en realidad no sé leer mapas ni virtuales ni en papel.
Bueno, pues Google Maps quería que me metiera por este callejón... ¡Google Maps es un peligro!
Al final llegué como siempre, callejeando y PREGUNTANDO. Y sofocada. Y con la trenza desecha..., pero eso, dos horas y media después, daba ya igual.
1 comentario:
Me has hecho viajar a mi querida Sevilla.
Publicar un comentario