domingo, diciembre 21, 2025

Mi tía Maite

Cada veintidós de diciembre, día de la lotería, nos reuníamos en Madrid en un fin de semana pre navideño que sabía a promesa. 


En el cielo encenderá la cuarta vela 


Yo corría a ver juguetes con mis primas: el escaparate de Musgo en la calle Hermosilla, con papanoeles mecánicos vestidos de rojo y oro, Santa Klaus con decimonónicas lentes caladas sobre la nariz, fue antes que Cortilandia. Luego estaba "Thomas", con sus muñecos de peluche, y cuando fuimos mayores, Diorita con sus anillos de piedras semi preciosas. Y luego, L'Occitane.

El piso de Madrid tenía siempre cargamentos de gel Moussel en la repisa de la bañera, y flotaba en el aire un olor a mimosa que me embargaba y luego supe que era la esencia de ella, mi tía Maite. 


Foto cortesía de mi primo Edue


Luego llegábamos a Vitoria y era la juguetería "Kolkay", con el apartamento maletín de Chabel o la súper caravana. Era la granja de los Pinipón y comprar "chuches de luxe" en La Espejera. Yo llevaba en mi carricoche a mi muñeca Maite, que se llamaba así por ella, por mi tía. Llegaba el plato de Navidad y aparecía con su constelación de filigranas de plata, libros y objetos de tocador. Jane Austen y Tolstói oliendo a jabón de lavanda.

Tenía el don de volver acogedor todo lo que tocaba, de convertir en casa cualquier lugar donde ella estuviera.