En estas tardes de diciembre el infierno dantesco no podía ser más dulce. Una sala con alta calefacción, espejos y escaleras, abrigos, polares, trencas y bufandas rampando por las señoriales sillas de dorados algo raídos, y niños niños niños berreando, perrea perrea, entre vahos de chocolate. Y mi abuela, mis tíos y yo que hemos heroicamente conseguido una mesa esquinada, la última, y resistimos ahora y siempre al invasor apretándonos contra la aristocrática pared, el aceitillo de los churros y los brazos y piernas infantiles que giran como una noria.
Eso fue en la tarde de Nochebuena. Aún no sabemos si premio o castigo, en todo caso tradición cumplida y vencida. Me regalaron una gargantilla dorada y un gel de baño de L´Occitane que huele a mimosa. Y un camafeo. A mí es que me fascinan las cosas que se abren y se cierran, dice la autora del regalo.
Unos días después el frío no importa, somos jóvenes y nos disponemos a "chiquitear" en la senda de los elefantes, calle Laurel. Todos mis tíos y yo, que soy la más joven y la que más frío tengo. "Hay que tirarse el vino encima", dice mi tío Javier. Yo pido una cocacola sin hielos.
Y brocheta de piña y langostinos en el Juan y pinchamé.
lunes, diciembre 29, 2008
miércoles, diciembre 24, 2008
FELIZ NAVIDAD
"Se levantarán cantando
los moradores del polvo,
porque rocío de luz
es tu Rocío".
(Is, 26, 19, en una versión un poco libre.)
los moradores del polvo,
porque rocío de luz
es tu Rocío".
(Is, 26, 19, en una versión un poco libre.)
viernes, diciembre 19, 2008
en torno a los memes
A mucha gente no le gustan los memes. Dicen que son una memez, aunque supongo que lo que más puede fastidiarles es que de algún modo alguien dirija el proceso de creación de una entrada, ese juego de tiempo y silencio que fluye como un río, en palabras de Enrique García Máiquez.
"Yo pensaba callarme, o hablar de las actrices polacas de los años setenta, y ahora viene Fulanito pidiendo que cuente dónde guardo las llaves o cuáles son mis poetas preferidos". Así, sin anestesia. El ego se resiente un poco, el orgullo se levanta airado y nos preguntamos qué nos obliga a seguir la maldita cadena.
Pero, de alguna manera, la cadena de memes también dibuja un río, con aguas que saltan de blog a blog y ponen de relieve el nudo de relaciones en que se ha convertido la bloggosfera. Ayer dije, en la mesa redonda sobre blogs y literatura, que una bitácora sirve al mismo tiempo de cuarto de estar con chimenea (y portero automático, candado y llaves, por lo que pueda ocurrir), y de trampolín para el ejercicio estilístico, reto casi diario y aprendizaje. Hay que aprender a contar, sintetizar, relacionar. Y, a veces, a dejarse llevar y cerrar los ojos.
Todo esto me viene a la memoria porque tengo pendiente un meme: Koizumi me pide que cuente cinco o seis cosas sobre mí misma. Al principio me reí un poco, porque ya casi todos conocéis cinco o seis de mis historias, tabúes, manías. Uno de los peligros que encierran los blogs es el exhibicionismo puro, abismo que bordeo en cada entrada.
De acuerdo, cinco cosas. Qué difícil.
1. No me gusta la tele, pero soy adicta a la serie "El ala oeste de la casa blanca", que compramos por temporadas y vemos en familia.
2. Mis platos favoritos son el salmorejo, la crema de espinacas con bechamel, el arroz a la cubana y el mousse de chocolate.
3. Durante un tiempo me dediqué a hacer pendientes para mis amigas, tías y primas. Elegía los materiales, bolas de resina, cabujones, ganchos hippies, y tenía montado todo un taller artesano en mi habitación.
4. Con cuatro años me aprendí entera una canción de Mocedades llamada "Cuando te Miro": Eres el aire fresco de la mañana, de la mañana/ eres el sol caliente que a veces entra por la ventana/ eres arena blanca cuando te beso, cuando te beso/ eres sencillamente... lo que quiero . Me entusiasmaba el grupo vocálico vasco.
5. En Maestu había un baúl antiguo con disfraces apolillados, y de niños rodamos una película casera, mis primos y yo. El guión era de uno de mis tíos, novelista, y los protagonistas eran "La princesa Escarlata" y "El zorro Corro". A mí me dieron el papel de "La sabia Aris", y creo que llevaba un sombrero forrado de papel charol azul cielo, terminado en punta y con estrellitas de plata.
Os nomino a todos. Así nadie se siente molesto por ser/ no ser nominado.
"Yo pensaba callarme, o hablar de las actrices polacas de los años setenta, y ahora viene Fulanito pidiendo que cuente dónde guardo las llaves o cuáles son mis poetas preferidos". Así, sin anestesia. El ego se resiente un poco, el orgullo se levanta airado y nos preguntamos qué nos obliga a seguir la maldita cadena.
Pero, de alguna manera, la cadena de memes también dibuja un río, con aguas que saltan de blog a blog y ponen de relieve el nudo de relaciones en que se ha convertido la bloggosfera. Ayer dije, en la mesa redonda sobre blogs y literatura, que una bitácora sirve al mismo tiempo de cuarto de estar con chimenea (y portero automático, candado y llaves, por lo que pueda ocurrir), y de trampolín para el ejercicio estilístico, reto casi diario y aprendizaje. Hay que aprender a contar, sintetizar, relacionar. Y, a veces, a dejarse llevar y cerrar los ojos.
Todo esto me viene a la memoria porque tengo pendiente un meme: Koizumi me pide que cuente cinco o seis cosas sobre mí misma. Al principio me reí un poco, porque ya casi todos conocéis cinco o seis de mis historias, tabúes, manías. Uno de los peligros que encierran los blogs es el exhibicionismo puro, abismo que bordeo en cada entrada.
De acuerdo, cinco cosas. Qué difícil.
1. No me gusta la tele, pero soy adicta a la serie "El ala oeste de la casa blanca", que compramos por temporadas y vemos en familia.
2. Mis platos favoritos son el salmorejo, la crema de espinacas con bechamel, el arroz a la cubana y el mousse de chocolate.
3. Durante un tiempo me dediqué a hacer pendientes para mis amigas, tías y primas. Elegía los materiales, bolas de resina, cabujones, ganchos hippies, y tenía montado todo un taller artesano en mi habitación.
4. Con cuatro años me aprendí entera una canción de Mocedades llamada "Cuando te Miro": Eres el aire fresco de la mañana, de la mañana/ eres el sol caliente que a veces entra por la ventana/ eres arena blanca cuando te beso, cuando te beso/ eres sencillamente... lo que quiero . Me entusiasmaba el grupo vocálico vasco.
5. En Maestu había un baúl antiguo con disfraces apolillados, y de niños rodamos una película casera, mis primos y yo. El guión era de uno de mis tíos, novelista, y los protagonistas eran "La princesa Escarlata" y "El zorro Corro". A mí me dieron el papel de "La sabia Aris", y creo que llevaba un sombrero forrado de papel charol azul cielo, terminado en punta y con estrellitas de plata.
Os nomino a todos. Así nadie se siente molesto por ser/ no ser nominado.
martes, diciembre 16, 2008
Nars, gorriones y Paco Bello
Para celebrar mi cumpleaños he disfrutado de un largo y placentero fin de semana en Madrid.
Comenzó el viernes con una excursión propia de alpinista a la redacción de Telva, en la avenida de San Luis. Mirando los árboles al fondo, desiertos y azules, el frío creciente y el vértigo amarillo en las cunetas, se me amontonaban en la imaginación los versos mesancianos. Qué frío hacía.
Por la tarde fui a Fuencarral a comprarme dos sombras de Korres, una color ciruela preciosa para las navidades, de tacto aterciopelado y tono vibrante y cálido, y otra sombra color plata tornasolada, virando a verde menta. El clon perfecto del dúo Habanera, de Nars, por diez euros menos. Nos anocheció en una cafetería de Avenida de América, a la poeta Amalia Bautista y a mí, en torno a una festiva cerveza y a una fanta de naranja juguetona que no querían apagarse nunca.
El sábado por la mañana Koizumi me llevó a Pozuelo, que se ha convertido en la meca de las adictas al maquillaje gracias al corner de Nars que el Corte Inglés ha tenido a bien instalar allí. Un poco lejano, pero así pude conocer la estación de metro acristalada, el coche azul cielo y la lluvia en un sábado de centro comercial. Salí de allí con mi nuevo fond de teint, Oil free Foundation de Nars en tono Fiji (una maravilla invisible), y con el colorete Luster (otra maravilla de color melocotón dorado.)
A las dos llegaba Merl a Atocha. Ha sido un fin de semana cultural, lleno de tardes de museo: y fuera, la lluvia. En la Fundación Mapfre vimos dibujos y esculturas de Degas, y cuadros de Sorolla, Casas, Rusiñol. En el Reina Sofía, arte vanguardista; y en el Prado, Rembrant.
Entre Belleza y Belleza compramos un bocadillo de calamares y nos sentamos en un banco para comerlo. Al momento habíamos congregado a una muchedumbre de gorriones. Desmigué panes para ellos, y cuando tenía en la mano un trocito aún sin desmigar, un gorrión intrépido y hambriento aleteó hasta mis dedos. Se iban dando la vez unos a otros, todos saltando en un vuelto corto hacia mi mano. Fue un gran momento.
Noche de domingo en un garito mítico de Chueca, el Libertad 8, escuchando un concierto de Paco Bello. Fue tan bonito que el silencio después de cada canción se me hacía insoportable. Y el lunes, el Ateneo con sus rojos dorados y el triunfo de mi amiga Merl, áccesit del prestigioso premio Adonáis. Antes de despedirnos en Atocha me regaló la barra de labios Dubbonet de Mac: un tono rojo oscuro, casi vamp y muy elegante.
Hoy tengo 31 años y ha llegado a casa, por fin, el número de Nuestro Tiempo donde escribo sobre PAU y un par de ejemplares de mi tesina, ya publicada.
Comenzó el viernes con una excursión propia de alpinista a la redacción de Telva, en la avenida de San Luis. Mirando los árboles al fondo, desiertos y azules, el frío creciente y el vértigo amarillo en las cunetas, se me amontonaban en la imaginación los versos mesancianos. Qué frío hacía.
Por la tarde fui a Fuencarral a comprarme dos sombras de Korres, una color ciruela preciosa para las navidades, de tacto aterciopelado y tono vibrante y cálido, y otra sombra color plata tornasolada, virando a verde menta. El clon perfecto del dúo Habanera, de Nars, por diez euros menos. Nos anocheció en una cafetería de Avenida de América, a la poeta Amalia Bautista y a mí, en torno a una festiva cerveza y a una fanta de naranja juguetona que no querían apagarse nunca.
El sábado por la mañana Koizumi me llevó a Pozuelo, que se ha convertido en la meca de las adictas al maquillaje gracias al corner de Nars que el Corte Inglés ha tenido a bien instalar allí. Un poco lejano, pero así pude conocer la estación de metro acristalada, el coche azul cielo y la lluvia en un sábado de centro comercial. Salí de allí con mi nuevo fond de teint, Oil free Foundation de Nars en tono Fiji (una maravilla invisible), y con el colorete Luster (otra maravilla de color melocotón dorado.)
A las dos llegaba Merl a Atocha. Ha sido un fin de semana cultural, lleno de tardes de museo: y fuera, la lluvia. En la Fundación Mapfre vimos dibujos y esculturas de Degas, y cuadros de Sorolla, Casas, Rusiñol. En el Reina Sofía, arte vanguardista; y en el Prado, Rembrant.
Entre Belleza y Belleza compramos un bocadillo de calamares y nos sentamos en un banco para comerlo. Al momento habíamos congregado a una muchedumbre de gorriones. Desmigué panes para ellos, y cuando tenía en la mano un trocito aún sin desmigar, un gorrión intrépido y hambriento aleteó hasta mis dedos. Se iban dando la vez unos a otros, todos saltando en un vuelto corto hacia mi mano. Fue un gran momento.
Noche de domingo en un garito mítico de Chueca, el Libertad 8, escuchando un concierto de Paco Bello. Fue tan bonito que el silencio después de cada canción se me hacía insoportable. Y el lunes, el Ateneo con sus rojos dorados y el triunfo de mi amiga Merl, áccesit del prestigioso premio Adonáis. Antes de despedirnos en Atocha me regaló la barra de labios Dubbonet de Mac: un tono rojo oscuro, casi vamp y muy elegante.
Hoy tengo 31 años y ha llegado a casa, por fin, el número de Nuestro Tiempo donde escribo sobre PAU y un par de ejemplares de mi tesina, ya publicada.
miércoles, diciembre 10, 2008
La diversificación
La diversificación es la clave de nuestra sociedad: lo he aprendido en el Curso de Adaptación Pedagógica. Se trata de una riqueza nacional: hay que diversificarse, es más, hay que adaptarse a cada nivel de diversificación. Diversificándonos.
Por eso, yo también me diversifico entre un blog serio (sólo al 50%), y otro de pura guasa. Click.
No desatenderé este garito, de todas formas. Nobleza obliga. Portémonos cono caballeros, y no como lo que somos. Ya que no somos profundos, seamos oscuros.
Por eso, yo también me diversifico entre un blog serio (sólo al 50%), y otro de pura guasa. Click.
No desatenderé este garito, de todas formas. Nobleza obliga. Portémonos cono caballeros, y no como lo que somos. Ya que no somos profundos, seamos oscuros.
sábado, diciembre 06, 2008
Adviento en la gran ciudad
ADVIENTO EN LA GRAN CIUDAD
Un humo de castañas nos recibe.
Es la imagen de siempre, en esa esquina
que doblo y ya regreso
a los años de fiesta.
Mi madre y yo viajando en ese vértice
de calles inundadas por la luz.
El humo de castañas llena todo:
las letras encendidas de las tiendas,
el vaivén de las puertas de cristal.
Y pica en la garganta,
y es como despertar con treinta años,
pero la fiesta no termina nunca:
mi madre lleva puesto
el abrigo dorado de los cuentos antiguos.
Intentando explicar la tarde de ayer me ha salido un poema. Un poema tonto, naif y happy, de los de "más Magia, vuelta a lo mismo", pero que ha roto mi sequía. El resto de la velada ocurrió entre potingues y libros y requiere prosa, pero aquí dejo mi tímido regreso a la poesía, y sigo la entrada donde la interrumpí.
Un momento, le digo a mi madre, señalando "The Body Shop". Ella se queda en no sé qué recado de telas. Y yo me hundo en el olor de la manteca de vainilla y especias, que era lo que quería oler. Salgo al frío de la calle, al azul brillante metalizado, con el aroma de vainilla que me envuelve como un abrigo. Y llegamos a la plaza.
En la plaza nueva conviven la feria del libro viejo y un coro de la parroquia de Coca de la Piñera, que canta villancicos. Con panderetas y todo.
Una vez más, de la Feria me interesa sólo el stand de Renacimiento, y allí me dirijo. Consigo un poemario de Ángel Mendoza, otro de Jon Juaristi y un tercero de Alberto Porlán. Destiempo de Gabriel Insausti, que ya lo tengo y lo regalaré. Un par de libros de Andrés Trapiello a precios irrisorios, y encima me hacen rebaja.
Y, yendo hacia la Novena de la Inmaculada, giramos por la calle Cuna, pegamos la nariz en el maravilloso escaparate de Los Reyes Magos, tienda vintage de juguetes de mi época, y entramos en La Jaboteca para pedir un botecito de aceite esencial de lavanda. Total, me van a pedir lo mismo que en la parafarmacia del Corte inglés por uno de Sanaflore, y esta tienda es pequeña y más artesana y sufrirá un poco más con la crisis, pienso.
Hoy, sábado, me he concedido uno de esos "baños gozosos", como los llamamos en casa, con agua caliente y ocho gotas de aceite de lavanda. Toda mi casa olía a campos azules.
Un humo de castañas nos recibe.
Es la imagen de siempre, en esa esquina
que doblo y ya regreso
a los años de fiesta.
Mi madre y yo viajando en ese vértice
de calles inundadas por la luz.
El humo de castañas llena todo:
las letras encendidas de las tiendas,
el vaivén de las puertas de cristal.
Y pica en la garganta,
y es como despertar con treinta años,
pero la fiesta no termina nunca:
mi madre lleva puesto
el abrigo dorado de los cuentos antiguos.
Intentando explicar la tarde de ayer me ha salido un poema. Un poema tonto, naif y happy, de los de "más Magia, vuelta a lo mismo", pero que ha roto mi sequía. El resto de la velada ocurrió entre potingues y libros y requiere prosa, pero aquí dejo mi tímido regreso a la poesía, y sigo la entrada donde la interrumpí.
Un momento, le digo a mi madre, señalando "The Body Shop". Ella se queda en no sé qué recado de telas. Y yo me hundo en el olor de la manteca de vainilla y especias, que era lo que quería oler. Salgo al frío de la calle, al azul brillante metalizado, con el aroma de vainilla que me envuelve como un abrigo. Y llegamos a la plaza.
En la plaza nueva conviven la feria del libro viejo y un coro de la parroquia de Coca de la Piñera, que canta villancicos. Con panderetas y todo.
Una vez más, de la Feria me interesa sólo el stand de Renacimiento, y allí me dirijo. Consigo un poemario de Ángel Mendoza, otro de Jon Juaristi y un tercero de Alberto Porlán. Destiempo de Gabriel Insausti, que ya lo tengo y lo regalaré. Un par de libros de Andrés Trapiello a precios irrisorios, y encima me hacen rebaja.
Y, yendo hacia la Novena de la Inmaculada, giramos por la calle Cuna, pegamos la nariz en el maravilloso escaparate de Los Reyes Magos, tienda vintage de juguetes de mi época, y entramos en La Jaboteca para pedir un botecito de aceite esencial de lavanda. Total, me van a pedir lo mismo que en la parafarmacia del Corte inglés por uno de Sanaflore, y esta tienda es pequeña y más artesana y sufrirá un poco más con la crisis, pienso.
Hoy, sábado, me he concedido uno de esos "baños gozosos", como los llamamos en casa, con agua caliente y ocho gotas de aceite de lavanda. Toda mi casa olía a campos azules.
miércoles, diciembre 03, 2008
Cóctel de vitaminas
Yo de mayor quiero ser como Arp. Que no es que sea muy mayor (41 años), pero tiene esa capacidad de contar y recomendar cosas que antes se otorgaba a los venerables ancianos de la tribu.
Yo de pequeña dibujaba abuelitas con moño blanco, trazando círculos que confluían en la idea de un moñete muy alto y unas gafas redondas. Esa abuela tejía la lana mientras me contaba cosas y sobre todo me recomendaba gangas, tiendas de segunda mano y lecturas apropiadas para una señorita.
No, no me he vuelto loca. Todavía. Es que era fantástico el juego ese de pintar un personaje y ponerte a hablar con él. Y te daba consejos que a veces parecían los de tu madre, o no.
Me gustan esas entradas de Arp en las que se limita a encadenar una lista de enlaces. Enlaza poemas, documentos de Zenit o alguna obra de John Henry Newman, de manera que la entrada termina pareciéndose a un río de señales mágicas. Y ahora que he aprendido a hacerlo, aprovecho la ocasión.
Una de las últimas entradas de EGM podría haberla escrito yo, según un comentarista llamado Glup. Y Benita recoge una disparatada carta a los Reyes Magos de un tal Payaso Japo.
El genial Toi se gana su título hablando de los sevillanos.
Y Néstor cada vez escribe mejor, eso sí, tomándole prestado el título a Luis Rosales.
Yo de pequeña dibujaba abuelitas con moño blanco, trazando círculos que confluían en la idea de un moñete muy alto y unas gafas redondas. Esa abuela tejía la lana mientras me contaba cosas y sobre todo me recomendaba gangas, tiendas de segunda mano y lecturas apropiadas para una señorita.
No, no me he vuelto loca. Todavía. Es que era fantástico el juego ese de pintar un personaje y ponerte a hablar con él. Y te daba consejos que a veces parecían los de tu madre, o no.
Me gustan esas entradas de Arp en las que se limita a encadenar una lista de enlaces. Enlaza poemas, documentos de Zenit o alguna obra de John Henry Newman, de manera que la entrada termina pareciéndose a un río de señales mágicas. Y ahora que he aprendido a hacerlo, aprovecho la ocasión.
Una de las últimas entradas de EGM podría haberla escrito yo, según un comentarista llamado Glup. Y Benita recoge una disparatada carta a los Reyes Magos de un tal Payaso Japo.
El genial Toi se gana su título hablando de los sevillanos.
Y Néstor cada vez escribe mejor, eso sí, tomándole prestado el título a Luis Rosales.
domingo, noviembre 30, 2008
Cosas que me gustan de la Navidad
Un poco temprano para hablar de Papá Noel, ¿no, vieja?
Sí, sí, es verdad, pero ahora comienza el Adviento y me he decidido a confesarlo: lo que me gusta de la Navidad es todo. La Navidad misma.
Eso de que Dios se haga Niño, vamos a ver si lo digo en caer en lo excesivamente cursi, aún poniéndome irremediablemente roja. Eso de "jugar a muñecos con Dios". Vale, ya lo he dicho.
Desde siempre me han gustado los niños pequeños, y cuando más pequeños, más me gustan. Encontrarme, en una plaza o en una librería, con un bebé gorjeante me parece el mayor de los regalos. Mucho más que encontrarme un gato maullando mágicamente en un rincón. Y mira que me gustan los gatos.
Para algunas personas, el "tiempo fuerte" del año puede que sea la Semana Santa o la Pascua, pero para mí el Adviento y la Navidad suponen un renacer interior, un volver al seno materno como dijo Nicodemo, ¿acaso puede alguien volver al seno de su madre? Con el corazón, sí.
Y ahora que me he muerto de vergüenza, puedo hacer una lista de cosas banales, vulgares, que me vuelven loca en este tiempo tan frío y acogedor. Lo primero, el hacer y recibir regalos. Si eso fomenta el consumismo, me hago fan del consumismo desde ahora.
Algo que no es tan banal, algo que los que han crecido comiendo en casa de la abuela todos los domingos del año no pueden entender, es la fantástica nostalgia de familia que me invade, como un ladrón, cuando llega diciembre. Muero porque no muero a mil kilómetros de mis tíos, abuelos y primos, y el "vuelve a casa por Navidad" deja de ser un reclamo de marca de turrones para convertirse en alegría impaciente. Como si estuviera paladeando un caramelo que sólo tendrá sabor en mi boca dentro de veinte días.
Lo segundo, el turrón de praliné de piña. Es dulce y ácido al mismo tiempo y me recuerda a Puerto Rico. Lo tercero, los árboles de Navidad y la combinación de rojo y verde que suele adornarlos.
Y, por último, el frío. Sí, el frío, que hace más agradable el calor de los abrigos y de las chimemeas. El azul noche de la calle que contrasta con el dorado pálido de mi casa.
Sí, sí, es verdad, pero ahora comienza el Adviento y me he decidido a confesarlo: lo que me gusta de la Navidad es todo. La Navidad misma.
Eso de que Dios se haga Niño, vamos a ver si lo digo en caer en lo excesivamente cursi, aún poniéndome irremediablemente roja. Eso de "jugar a muñecos con Dios". Vale, ya lo he dicho.
Desde siempre me han gustado los niños pequeños, y cuando más pequeños, más me gustan. Encontrarme, en una plaza o en una librería, con un bebé gorjeante me parece el mayor de los regalos. Mucho más que encontrarme un gato maullando mágicamente en un rincón. Y mira que me gustan los gatos.
Para algunas personas, el "tiempo fuerte" del año puede que sea la Semana Santa o la Pascua, pero para mí el Adviento y la Navidad suponen un renacer interior, un volver al seno materno como dijo Nicodemo, ¿acaso puede alguien volver al seno de su madre? Con el corazón, sí.
Y ahora que me he muerto de vergüenza, puedo hacer una lista de cosas banales, vulgares, que me vuelven loca en este tiempo tan frío y acogedor. Lo primero, el hacer y recibir regalos. Si eso fomenta el consumismo, me hago fan del consumismo desde ahora.
Algo que no es tan banal, algo que los que han crecido comiendo en casa de la abuela todos los domingos del año no pueden entender, es la fantástica nostalgia de familia que me invade, como un ladrón, cuando llega diciembre. Muero porque no muero a mil kilómetros de mis tíos, abuelos y primos, y el "vuelve a casa por Navidad" deja de ser un reclamo de marca de turrones para convertirse en alegría impaciente. Como si estuviera paladeando un caramelo que sólo tendrá sabor en mi boca dentro de veinte días.
Lo segundo, el turrón de praliné de piña. Es dulce y ácido al mismo tiempo y me recuerda a Puerto Rico. Lo tercero, los árboles de Navidad y la combinación de rojo y verde que suele adornarlos.
Y, por último, el frío. Sí, el frío, que hace más agradable el calor de los abrigos y de las chimemeas. El azul noche de la calle que contrasta con el dorado pálido de mi casa.
viernes, noviembre 28, 2008
El primer chispazo
Una noche decidí sacar un folio blanco del cajón de madera. Quería ordenar mis ideas y emociones. Tenía dieciséis años y me salió algo parecido a un poema, porque las frases eran cortas o más bien entrecortadas, e iban una debajo de la otra como dibujando un río. Se llaman versos, me dijo la voz de mi conciencia. Y son más de las dos de la mañana, me dijo el reloj fluorescente.
Mi primer poema coincidió con el primer abrazo que me dio un hombre. No fue un momento de pasión, ni siquiera de amor, sino más bien un intento de abrigarme, porque hacía frío debajo de la luna y yo sólo llevaba puesto un mínimo jersey. Me dijo, mira que salir así, en mangas de camisa... Y en lo que duran tres puntos suspensivos, me abrazó. Esos tres puntos suspensivos me alejaron definitivamente de mi niñez, de esa nostalgia rara de jugar que a veces me inundaba por las tardes. Cuando cerraba la puerta de mi cuarto y sacaba del armario mis siete barbies solteras. Y sentía luego en todo el cuerpo la vergüenza de tener dieciséis años.
Pero me abrazaron y supe que no volvería a jugar más. Al contacto con esos brazos temblé, palidecí. Se me erizó la nuca y pensé en una ducha de agua caliente, algo a lo que te entregas y que te envuelve, como el mar cuando te enciende la piel.
Al llegar a casa decidí comprarme una barra de labios roja. Me prometí que jamás volvería a verme vestida con el uniforme del colegio. Y emborroné un folio blanco con un torrente de torpes metáforas.
Mi primer poema coincidió con el primer abrazo que me dio un hombre. No fue un momento de pasión, ni siquiera de amor, sino más bien un intento de abrigarme, porque hacía frío debajo de la luna y yo sólo llevaba puesto un mínimo jersey. Me dijo, mira que salir así, en mangas de camisa... Y en lo que duran tres puntos suspensivos, me abrazó. Esos tres puntos suspensivos me alejaron definitivamente de mi niñez, de esa nostalgia rara de jugar que a veces me inundaba por las tardes. Cuando cerraba la puerta de mi cuarto y sacaba del armario mis siete barbies solteras. Y sentía luego en todo el cuerpo la vergüenza de tener dieciséis años.
Pero me abrazaron y supe que no volvería a jugar más. Al contacto con esos brazos temblé, palidecí. Se me erizó la nuca y pensé en una ducha de agua caliente, algo a lo que te entregas y que te envuelve, como el mar cuando te enciende la piel.
Al llegar a casa decidí comprarme una barra de labios roja. Me prometí que jamás volvería a verme vestida con el uniforme del colegio. Y emborroné un folio blanco con un torrente de torpes metáforas.
martes, noviembre 25, 2008
La terrible sequía
Cuando empiezas a escribir poemas, todo es tan mágico y fluye con tanta naturalidad, en cierto modo todo pasa tan deprisa, que no te planteas seguir viviendo sin ese torrente de versos que te llueven casi a diario, por la noche, en los ojos alucinados, con todos los poros de la imaginación abiertos.
Cuando entiendes que naciste para esto, que la poesía para ti no es un refugio adolescente donde derramar lágrimas sin exigencia, tu vida es un antes y un después del huracán y lo sabes, todos lo saben. Intuyes que en algún momento se puede cerrar el grifo, y es justo ese miedo el que te ata a las musas con mucha más violencia.
Yo tuve conciencia de mi vocación cuando abrí los ojos a otro mundo, era imposible no escribir lo que allí estaba sucediendo. Hay gente a la que le duele escribir, y a mí sólo me duele no hacerlo: la sequía, la terrible sequía.
Explico esto porque, en gran medida, este blog nació para remediar este vació que empezó para mí hace casi tres años, cuando terminé mi tercer poemario, inédito, y cuando comencé a redactar mi tesis. Desde entonces he escrito apenas un par de poemas: ése que le gustó tanto a Arp, uno titulado La espada y otro que le regalé a mi padre. Mi padre, el único que no se resigna. Me dice que la poesía es trabajo, que la inspiración debe encontrarme trabajando. Y le respondo que esto no es una novela, que sin ese rayo primero o chispa mágica no hay nada que hacer.
A María se la encontró el ángel recogida en oración. Un poeta lo único que puede hacer es leer buena poesía, escuchar música clásica, aspirar el humo de diciembre, gastar los sábados en ríos o museos. Que la belleza vaya haciendo su trabajo dentro de mí.
Y mientras, inundar este blog de pequeñas piezas en prosa, o de largos reportajes sobre maquillaje.
Cuando entiendes que naciste para esto, que la poesía para ti no es un refugio adolescente donde derramar lágrimas sin exigencia, tu vida es un antes y un después del huracán y lo sabes, todos lo saben. Intuyes que en algún momento se puede cerrar el grifo, y es justo ese miedo el que te ata a las musas con mucha más violencia.
Yo tuve conciencia de mi vocación cuando abrí los ojos a otro mundo, era imposible no escribir lo que allí estaba sucediendo. Hay gente a la que le duele escribir, y a mí sólo me duele no hacerlo: la sequía, la terrible sequía.
Explico esto porque, en gran medida, este blog nació para remediar este vació que empezó para mí hace casi tres años, cuando terminé mi tercer poemario, inédito, y cuando comencé a redactar mi tesis. Desde entonces he escrito apenas un par de poemas: ése que le gustó tanto a Arp, uno titulado La espada y otro que le regalé a mi padre. Mi padre, el único que no se resigna. Me dice que la poesía es trabajo, que la inspiración debe encontrarme trabajando. Y le respondo que esto no es una novela, que sin ese rayo primero o chispa mágica no hay nada que hacer.
A María se la encontró el ángel recogida en oración. Un poeta lo único que puede hacer es leer buena poesía, escuchar música clásica, aspirar el humo de diciembre, gastar los sábados en ríos o museos. Que la belleza vaya haciendo su trabajo dentro de mí.
Y mientras, inundar este blog de pequeñas piezas en prosa, o de largos reportajes sobre maquillaje.
viernes, noviembre 21, 2008
Lavanda en tiempos de crisis
Siempre me ha gustado el olor de la lavanda. En verano, a pie de monte, recogemos racimos de espliego, lo dejamos secar y adornamos con él cualquier rincón de nuestra casa de piedra. Y las habitaciones huelen siempre a flores moradas y salvajes. Mi tía deja también jabones entre la ropa blanca de los armarios, y los dormitorios huelen entonces a jabón, a limpio.
También me gusta el color de la lavanda. Ese azul casi morado, como de cielo de verano por la noche, me trae recuerdos de la hora violeta, de cómo se encendían una a una las farolas en las noches larguísimas de mi niñez.
Me atraen los olores cítricos para despertarme, y la lavanda, el talco, el olor a bebé para relajarme. Por eso me pareció una propuesta muy interesante la de Telva, cuando sugirió un baño aromático a base de aceite de lavanda, de naranja dulce y de bergamota, los tres de Sanaflore. Y supongo que esos mismos aceites esenciales pueden servir también para inventar nuestro propio perfume, mezclando varias gotas en medio litro de agua y medio de alcohol: imagino que a eso se refieren cuando hablan de "base de alcohol en agua".
Una opción mucho más fácil es comprar la colonia Dulces sueños de Johnson´s baby, que no llega a los cuatro euros y huele a lavanda y a talco a la vez. Y, si tienes cerca una perfumería Douglas, esta navidad podrás hacerte con la fragancia Baby de Harayuku Lovers, la línea de Gwen Stefani con el delicioso envase de estética "lolita japo". Creo que saldrán por veinte euros, un precio bastante razonable. Sin embargo, el bote de colonia Johnson´s tiene también su poesía, una lírica escondida de sábados en supermercados y lavanda en tiempos de crisis.
También me gusta el color de la lavanda. Ese azul casi morado, como de cielo de verano por la noche, me trae recuerdos de la hora violeta, de cómo se encendían una a una las farolas en las noches larguísimas de mi niñez.
Me atraen los olores cítricos para despertarme, y la lavanda, el talco, el olor a bebé para relajarme. Por eso me pareció una propuesta muy interesante la de Telva, cuando sugirió un baño aromático a base de aceite de lavanda, de naranja dulce y de bergamota, los tres de Sanaflore. Y supongo que esos mismos aceites esenciales pueden servir también para inventar nuestro propio perfume, mezclando varias gotas en medio litro de agua y medio de alcohol: imagino que a eso se refieren cuando hablan de "base de alcohol en agua".
Una opción mucho más fácil es comprar la colonia Dulces sueños de Johnson´s baby, que no llega a los cuatro euros y huele a lavanda y a talco a la vez. Y, si tienes cerca una perfumería Douglas, esta navidad podrás hacerte con la fragancia Baby de Harayuku Lovers, la línea de Gwen Stefani con el delicioso envase de estética "lolita japo". Creo que saldrán por veinte euros, un precio bastante razonable. Sin embargo, el bote de colonia Johnson´s tiene también su poesía, una lírica escondida de sábados en supermercados y lavanda en tiempos de crisis.
martes, noviembre 18, 2008
Juguetes sí, juguetes no
Benita me pregunta desde su ventana por los juguetes que regalaría o los que no empaquetaría jamás. Empiezo la casa por el tejado y digo: nunca me veréis comprando videojuegos para colocarlos debajo del árbol de Navidad. Ni siquera videojuegos de elfos y enanos luchando contra orcos. No me gusta la violencia, ni siquiera la violencia mítica. Pero sí regalaría a niños y no tan niños una espada medieval, como hicieron mis amigos, con una inscripción tal vez de algún verso mesanziano. Paradojas consumistas, o caprichos personales.
Tampoco regalaría un juguete que no estimule la imaginación del niño, que le dé todo el juego hecho. Estoy pensando en esos apartamentos rosas y de gran lujo de la Barbie, con todo incluido, donde la niña sólo tiene que contemplar, quedarse embobada y presumir mucho delante de sus amigas. Compraría en cambio, con los ojos cerrados, una estructura de madera vacía, en forma de casa de muñecas con varias plantas y tejado a dos aguas, para que mis sobrinas inventaran mil y una forma de amueblarla con los muebles de las navidades anteriores.
En realidad, me gusta regalar juguetes de toda la vida, con los que jugaba yo. En la calle Cuna, aquí en Sevilla, hay una tienda llamada Los tres Reyes Magos que parece sacada de finales de los ochenta. Venden muñequitos de goma en forma de Obélix, Dumbo o Blancanieves, o muñecos pelones que huelen deliciosamente a plástico antiguo, esa mezcla de nocilla y tocador de abuela. Si no me quedase más remedio y tuviera que ejercer de Reina Maga en el Corte Inglés, elegiría el Nenuco con la bañerita aquella que hacía burbujas, para desesperación de nuestras madres y deleite nuestro.
Tampoco regalaría un juguete que no estimule la imaginación del niño, que le dé todo el juego hecho. Estoy pensando en esos apartamentos rosas y de gran lujo de la Barbie, con todo incluido, donde la niña sólo tiene que contemplar, quedarse embobada y presumir mucho delante de sus amigas. Compraría en cambio, con los ojos cerrados, una estructura de madera vacía, en forma de casa de muñecas con varias plantas y tejado a dos aguas, para que mis sobrinas inventaran mil y una forma de amueblarla con los muebles de las navidades anteriores.
En realidad, me gusta regalar juguetes de toda la vida, con los que jugaba yo. En la calle Cuna, aquí en Sevilla, hay una tienda llamada Los tres Reyes Magos que parece sacada de finales de los ochenta. Venden muñequitos de goma en forma de Obélix, Dumbo o Blancanieves, o muñecos pelones que huelen deliciosamente a plástico antiguo, esa mezcla de nocilla y tocador de abuela. Si no me quedase más remedio y tuviera que ejercer de Reina Maga en el Corte Inglés, elegiría el Nenuco con la bañerita aquella que hacía burbujas, para desesperación de nuestras madres y deleite nuestro.
domingo, noviembre 16, 2008
Blues del fin de semana
Qué feliz esta tristeza, que a veces no es más que modorra o cansancio descansado, que se apodera de nosotros los sábados por la mañana. Hemos trabajado duro de lunes a viernes y ahora algo se afloja dentro de nosotros, y en ese tránsito de nudos que se deshacen sobran unos minutos difíciles, como de ponerse en situación, por qué estoy en la cama a las diez y media y qué es esta luz que se filtra entre visillos sin pedir permiso a los despertadores. Quizás en el camino a la cocina nos duele esa parte del cuerpo a la que no dimos voz ni voto durante el horario laboral, hoy parece que me molesta un poco el pie izquierdo.
Pero encendemos la radio y se enciende el día, llamamos a algún amigo por teléfono, salimos a la calle en busca de esquinas oscuras donde leer libros de Chesterton o viejas historias victorianas. El sol nos hace rebullirnos en la acera.
"Eres como una culebra con un buen disfraz de ángel", susurra Nuria Fergó con voz de copla de posguerra. Y luego, antes de que se acabe la canción: "Yo fui dueña de tus ojos sin que lo supiera nadie". Yo bostezo, salgo a la terraza, digo qué frío hace y tú te ríes. Es la poesía, una liebre mágica que espera tras cada esquina para sorprendernos. Ahora nos hace guiños desde el canal Fiesta Radio de Algeciras.
Pero encendemos la radio y se enciende el día, llamamos a algún amigo por teléfono, salimos a la calle en busca de esquinas oscuras donde leer libros de Chesterton o viejas historias victorianas. El sol nos hace rebullirnos en la acera.
"Eres como una culebra con un buen disfraz de ángel", susurra Nuria Fergó con voz de copla de posguerra. Y luego, antes de que se acabe la canción: "Yo fui dueña de tus ojos sin que lo supiera nadie". Yo bostezo, salgo a la terraza, digo qué frío hace y tú te ríes. Es la poesía, una liebre mágica que espera tras cada esquina para sorprendernos. Ahora nos hace guiños desde el canal Fiesta Radio de Algeciras.
domingo, noviembre 09, 2008
La carta de Reyes Magos
Toda la mañana rodando entre bicicletas y peluches me ha dejado un sabor de fiesta a destiempo en los labios. Cuarta planta del Corte Inglés, juguetería. Manu y Jaime lo miraban todo con ojos grandes de sorpresa. Me voy haciendo mayor, pienso al ver una docena de árboles de navidad rodeados de papanoeles, ¡si todavía no ha empezado el Adviento! Pero pronto me va atrapando el encanto del espumillón, y voy adentrándome en el rosa algodón de azúcar que tanto me fascinó de niña. Y descubro que siguen existiendo los Nenucos, las Nancys y el Gusiluz. Un mundo de color, la luna fluorescente en el cielo del cuarto de jugar. Castillos que se convierten en prácticos maletines, y así puedes guardar todos tus sueños junto al bocadillo de media mañana.
Y me he descubierto dando la vuelta a una caja de cartón para mirar el precio de una muñeca repollo. Si quieres regalármela por mi cumpleaños, puedes hacerlo. Doctor, doctor, me gustan las muñecas, ¿es grave?
La velada terminó en la librería Tarsis, aspirando el olor de los comics de Hergé. Ya los tengo todos, decía Manu. Y corría con su hermano de un lado para otro buscando los libros de Jerónimo Stilton. Mientras tanto yo, en una esquina oscura, descubría el teatro completo de Oscar Wilde, que también sería un gran regalo. Muñecos y libros se dan la mano bajo el muérdago, me devuelven a mis ocho años, cuando inventaba mundos para mi hija Maite y empecé a leer aquellos inolvidables libros de pasta dura de color rosa fucsia.
Y me he descubierto dando la vuelta a una caja de cartón para mirar el precio de una muñeca repollo. Si quieres regalármela por mi cumpleaños, puedes hacerlo. Doctor, doctor, me gustan las muñecas, ¿es grave?
La velada terminó en la librería Tarsis, aspirando el olor de los comics de Hergé. Ya los tengo todos, decía Manu. Y corría con su hermano de un lado para otro buscando los libros de Jerónimo Stilton. Mientras tanto yo, en una esquina oscura, descubría el teatro completo de Oscar Wilde, que también sería un gran regalo. Muñecos y libros se dan la mano bajo el muérdago, me devuelven a mis ocho años, cuando inventaba mundos para mi hija Maite y empecé a leer aquellos inolvidables libros de pasta dura de color rosa fucsia.
lunes, noviembre 03, 2008
Retorno a Evelyn Vaugh
He terminado de leer Retorno a Brideshead. Es un libro extraño.
Comencé a hojearlo en un tren, hace unos meses. Todos me decían que era muy bueno, y en principio tenía todos los ingredientes para que me gustara. Autor inglés, como Jane Austen, Wilkie Collins, Wilde, Newman, C.S. Lewis, Chesterton. Novela escrita en primera persona. Me entusiasman las autobiografías, y un relato en primera persona se le parece. Un relato ambientado, al menos la primera parte, en Oxford. Todo decía que sí, en aquella tarde de tren en la que abrí el libro y me quedé dormida sin llegar a la novena página.
Hace unos días decidí regresar, y esta vez para siempre. La atmósfera de Brideshead me envolvió. Hubo un momento de delirium tremens literario, en el que creí estar leyendo Los pasos perdidos de Alejo Carpentier. Qué extraordinario. Cuando Charles vuelve de la América intrincada y retoma con su mujer una relación frívola, agradable, herida de muerte. ¿Me pongo la cara de dormir?, pregunta Lady Celia. Todas las mujeres sabemos qué significa eso. Desmaquillarnos frente al espejo, untar nuestra cara de crema y acostarnos luego embadurnadas en la cama compartida. Qué desagradable tiene que ser para el marido.
Leí y me cautivó lo que leía, pero aquello seguía siendo un libro extraño. Porque me habían dicho que su tema central era la Gracia divina, y yo no veía este asunto por ninguna parte. Más bien veía una visión tremendamente negativa del catolicismo en él. La religión ha hecho desgraciados a sus personajes: Lady Marchmain, santa sin la chispa de la santidad. Hierática y severa. Bridey, que quiere ser cura pero tampoco tiene vocación.
Y, sin embargo, al final la obra pasa de ser una autobiografía a ser una novela de Misterio, y vemos cómo nada era lo que parecía. Cómo Sebastian y Julia son los seres más sobrenaturales de la familia, cómo pertenecen secretamente a Dios, que respeta su libertad pero les espera detrás de cada esquina, cuando quieras volver, vuelve.
Comencé a hojearlo en un tren, hace unos meses. Todos me decían que era muy bueno, y en principio tenía todos los ingredientes para que me gustara. Autor inglés, como Jane Austen, Wilkie Collins, Wilde, Newman, C.S. Lewis, Chesterton. Novela escrita en primera persona. Me entusiasman las autobiografías, y un relato en primera persona se le parece. Un relato ambientado, al menos la primera parte, en Oxford. Todo decía que sí, en aquella tarde de tren en la que abrí el libro y me quedé dormida sin llegar a la novena página.
Hace unos días decidí regresar, y esta vez para siempre. La atmósfera de Brideshead me envolvió. Hubo un momento de delirium tremens literario, en el que creí estar leyendo Los pasos perdidos de Alejo Carpentier. Qué extraordinario. Cuando Charles vuelve de la América intrincada y retoma con su mujer una relación frívola, agradable, herida de muerte. ¿Me pongo la cara de dormir?, pregunta Lady Celia. Todas las mujeres sabemos qué significa eso. Desmaquillarnos frente al espejo, untar nuestra cara de crema y acostarnos luego embadurnadas en la cama compartida. Qué desagradable tiene que ser para el marido.
Leí y me cautivó lo que leía, pero aquello seguía siendo un libro extraño. Porque me habían dicho que su tema central era la Gracia divina, y yo no veía este asunto por ninguna parte. Más bien veía una visión tremendamente negativa del catolicismo en él. La religión ha hecho desgraciados a sus personajes: Lady Marchmain, santa sin la chispa de la santidad. Hierática y severa. Bridey, que quiere ser cura pero tampoco tiene vocación.
Y, sin embargo, al final la obra pasa de ser una autobiografía a ser una novela de Misterio, y vemos cómo nada era lo que parecía. Cómo Sebastian y Julia son los seres más sobrenaturales de la familia, cómo pertenecen secretamente a Dios, que respeta su libertad pero les espera detrás de cada esquina, cuando quieras volver, vuelve.
viernes, octubre 31, 2008
Lo que me preocupa
¿Desde cuándo te has vuelto tan ecológico?
Te lo pregunté mientras se inundaba la bañera de agua caliente. Sólo me regalo esta media hora entre espuma, aceite de lavanda y naranja dulce una vez por semana, los sábados.
Desde que soy europeo, dijiste con orgullo. Y miraste con aprensión la bañera llena de gasto energético, interrogándome: ¿a ti no te preocupa el medio ambiente?
Me puse a pensar y pensé que no era ésta la primera vez que me acusaban de no estar en la onda, de ser políticamente incorrecta. Si no votas al Pesoe ni lees el País, ¿para qué vives?, me susurraron una vez. Pensé en lo que realmente me preocupa, que el único mal verdadero es el pecado porque de él procede todo, y que yo no me siento pecadora si alguna vez se me olvida reciclar el cartón.
Te hice una lista de preocupaciones. Uno, el terrorismo. Dos, la crisis. Tres, la escalada de abortos en occidente. Cuatro, el divorcio y qué nos está ocurriendo. Cinco, el cáncer, y es que soy una aprensiva. Mejor éso que ser una desaprensiva.
Creo que el medio ambiente ocupa un sexto lugar en la escala. Y si está allí, es porque hay algo en el aire que nos envenena, nos vuelve suicidas, acerba nuestra saña, hace que cada vez vengan más niños con problemas y queramos matarlos, abre una brecha entre hombres y mujeres y, por último, provoca cáncer. Me preocupa lo que los hombres hemos hecho con el mundo y lo que este mundo puede hacer con el hombre.
Te lo pregunté mientras se inundaba la bañera de agua caliente. Sólo me regalo esta media hora entre espuma, aceite de lavanda y naranja dulce una vez por semana, los sábados.
Desde que soy europeo, dijiste con orgullo. Y miraste con aprensión la bañera llena de gasto energético, interrogándome: ¿a ti no te preocupa el medio ambiente?
Me puse a pensar y pensé que no era ésta la primera vez que me acusaban de no estar en la onda, de ser políticamente incorrecta. Si no votas al Pesoe ni lees el País, ¿para qué vives?, me susurraron una vez. Pensé en lo que realmente me preocupa, que el único mal verdadero es el pecado porque de él procede todo, y que yo no me siento pecadora si alguna vez se me olvida reciclar el cartón.
Te hice una lista de preocupaciones. Uno, el terrorismo. Dos, la crisis. Tres, la escalada de abortos en occidente. Cuatro, el divorcio y qué nos está ocurriendo. Cinco, el cáncer, y es que soy una aprensiva. Mejor éso que ser una desaprensiva.
Creo que el medio ambiente ocupa un sexto lugar en la escala. Y si está allí, es porque hay algo en el aire que nos envenena, nos vuelve suicidas, acerba nuestra saña, hace que cada vez vengan más niños con problemas y queramos matarlos, abre una brecha entre hombres y mujeres y, por último, provoca cáncer. Me preocupa lo que los hombres hemos hecho con el mundo y lo que este mundo puede hacer con el hombre.
miércoles, octubre 29, 2008
Entrada sobre Maquillaje para Koizumi y Pablo
Voy a tener que automedicarme con dos o tres meses de austeridad, porque últimamente no he parado de comprar o recibir todo tipo de maquillajes de mis dos marcas favoritas: Mac y Nars. Es verdad que casi todo han sido regalos, pero yo misma he puesto cara de perro flaco y bizco para conseguir esos regalos.
Perdí mi colorete Gina, sí, ese que compré en Paris y era el mejor del mundo mundial, en una boda en Málaga. Y mi padre estaba en algún lugar de Europa y podía conseguirlo. Así empezó todo.
En la boda de Pablo me enteré de que iba a viajar a Nueva York, donde los Múltiples de Nars son unos doce euros más baratos que en nuestras deprimidas tierras. No pude evitar encargarle el South beach, una barrita color melocotón bronce que sirve de colorete, iluminador o incluso sombra de ojos. Y de paso, el tan celebrado labial Dolcevita.
Y, de repente, surgió el delicioso viaje a Madrid. Había que visitar la calle Fuencarral, aunque me sugerí a mí misma unos sorbos de cordura. Me parece que una sombra de Nars se llama así, Cordura, pero ése es otro tema.
Lo fascinante de mi semana madrileña, aparte del aroma a lápices en la Biblioteca Nacional, fue que pude conocer a Koizumi en pleno rapto cosmético. Ella tuvo la feliz culpa de que comprase mi primera barra de labios rosita, un color que antes odiaba. Se trata del labial Angel, un rosa angelical y tierno, que tira más a bebé que a chicle, Deo gratias.
También compartió conmigo dos pigmentos de Mac, el Tan y el Green Brown, por el místico método de comprar unos tarritos de plástico en Muji y realizar un trasvase. Gracias a Dios el polvillo de los pigmentos no era blanco, porque si no, nuestros trapicheos habrían terminado en comisaría.
Todo fluye, dijo un filósofo. En el Starbucks coffee, Koizumi y yo dejamos correr las horas. Había traído sus "potis" de Nars, de los que sin duda prefiero el Lacquer Eros y el colorete Luster: son dos joyas del maquillaje. Y nos dieron las diez, y las diez y media. Ambas recordaremos aquella tarde.
El colorete Gina llegó sano y salvo a mi casa, gracias a mi padre. Es un melocotón que algunos definen como "mandarina", que alegra toda la cara iluminándola pero sin recargar, porque es mate. Y ayer se cerraba el ciclo "navidad en pleno otoño": Pablo me trajo su regalo neoyorquino en otra tarde inolvidable.
La textura del Múltiple me ha sorprendido y fascinado. Pensé que iba a ser en crema, como los Cream color base de Mac que parecen nocilla, pero no es así. El South Beach realmente tiene acabado polvo y textura polvo: no es nada graso.
Y el color... es un milagro: ni melocotón puro ni bronce puro sino una mezcla de ambos matices, el brillo que aporta no es de purpurina sino de "efecto mojado". Y no se parece en nada a los típicos bronzers, por lo que puedo darle uso en invierno. Como colorete es precioso, y como sombra realza la magia del pigmento Tan. Aquí os dejo una foto borrosa, (creo que se me da mejor describir que fotografiar...)
El Dolcevita también me ha sorprendido. En primer lugar, la textura no es tan seca como yo temía, ni huele a cera o a petróleo. No es ni color labio nude ni rojillo "boca mordida", como había leído yo muchas veces: es un rosa muy natural, que tira a frambuesa y que sublima el tono del labio, sin que parezca mordido ni desnudo. Me gusta, pero aún más me gusta el Lacquer Eros, que sí se puede definir como rojo labio mordido y que en una foto bastante fiable de Koizumi se ve así
(Por una vez, las dos primeras fotos son mías. El bodegón ha salido nítido y el "chuache", borroso: ignoro la causa. Es un símbolo de algo pero no sabemos de qué.)
viernes, octubre 24, 2008
Lápices
Había olvidado el olor de los lápices. En la sala Cervantes no se puede escribir más que con lápiz, y se oye el rumor de la mina rasgando el papel con trazos precisos, ligeros, rítmicos. Huele a los días de invierno en el colegio, con nubes de vaho en el cristal. Y colas para sacar punta a los lápices. El aroma de madera, la pasta de colores manchando el sacapuntas. Y luego volvías al pupitre con las ideas bien afiladas.
Como ahora. De tanto pasar páginas rancias con letra del siglo diecisiete, me he sumergido en la humedad del papel, templada sólo por la calidez del lápiz, los abrigos en el perchero, la calefacción. Las mejillas rojas, los caramelos de menta, la vaselina de rosas salvajes de Korres. Me la aplico con los dedos en el cuarto de baño, y tiene un ligero color fresa y un acabado transparente: por fin el ansiado efecto piruleta llegó a mi vida.
¿Has conocido a alguien?, pregunta mi prima por las noches. Ya sabes, en las bibliotecas... Me quedo pensativa, sí, he conocido un poco más a Calderón. Y me hice amiga de las guardias de seguridad. Y encontré por los pasillos a Felipe Pedraza, uno de mis calderonistas preferidos... Ella suspira con algo de decepción, cruza los dedos y espera que, en mi último día, surja de la Sala Cervantes un adonis filólogo: Lo que Calderón ha unido, que no lo separe el hombre.
Como ahora. De tanto pasar páginas rancias con letra del siglo diecisiete, me he sumergido en la humedad del papel, templada sólo por la calidez del lápiz, los abrigos en el perchero, la calefacción. Las mejillas rojas, los caramelos de menta, la vaselina de rosas salvajes de Korres. Me la aplico con los dedos en el cuarto de baño, y tiene un ligero color fresa y un acabado transparente: por fin el ansiado efecto piruleta llegó a mi vida.
¿Has conocido a alguien?, pregunta mi prima por las noches. Ya sabes, en las bibliotecas... Me quedo pensativa, sí, he conocido un poco más a Calderón. Y me hice amiga de las guardias de seguridad. Y encontré por los pasillos a Felipe Pedraza, uno de mis calderonistas preferidos... Ella suspira con algo de decepción, cruza los dedos y espera que, en mi último día, surja de la Sala Cervantes un adonis filólogo: Lo que Calderón ha unido, que no lo separe el hombre.
lunes, octubre 20, 2008
A punto de caer en la Chiclit
Lo confieso: ha sido un día agotador, de esos en los que terminas radiante de cansancio. De las diez de la mañana a las cinco de la tarde en la Biblioteca Nacional de Madrid, cotejando ediciones del siglo diecisiete. Sin poder introducir en la Sala Cervantes una triste botella de agua. Buscando una fuente que parece no existir, ¿será la de la felicidad? Envuelta en el olor de los pergaminos.
Vuelvo a la calle Goya en metro y decido visitar mis dos tiendas favoritas del Barrio de Salamanca. Primera parada: "La nave va", un puesto de los Hippies de Goya que vende anillos de madera y pulseras de cobre traídas de la India. Fin de trayecto: "Azul de mar", en la calle Francisca Moreno, llena de bolsitos-joya, muñecas rusas y anillos con piedra de cristal centelleante. Me llevo uno que resume, en su fulgor naranja, los domingos de niña en el parque, la fanta en un vaso altísimo.
Decido, también, detenerme en el Vips y hojear la revista Telva para ver si este mes merece la pena el gasto. Que sí lo merece, aunque sólo sea porque Florinda Salinas vuelve a firmar un artículo entre sus hojas. Y, de repente, me paro en la estantería de los libros más leídos, cosa que nunca suelo hacer.
Allí está. El último libro de Marian Keyes, Un tipo encantador. Cuatro mujeres se vuelven locas al enterarse de que el hombre de sus sueños se casa. Y, a mí, me invade la tentación de comprarlo y gastar el resto de la tarde leyendo algo insustancial. Y Chiclit. Y Bestseller. Todos mis demonios reunidos. Voy a la segunda página y salta a mis ojos una cita: "¿Qué? ¿Tú también? Pensaba que era el único". CS Lewis. No está tan mal, le grito en voz baja a mi conciencia: cita a Lewis. Lo que no se ve es el precio. Si cuesta menos de quince, lo compro.
Veinte euros, silabea el hombre de la sonrisa y el traje gris. Por veinte euros puedo comprar tres anillos en Azul de mar. O dos buenos poemarios en la librería del Círculo de Bellas Artes. O una entrada de teatro: aún no he visto si hay algo de la CNTC...
¿Me lo he comprado, o no? Les dejo con la duda. Continuará...
Vuelvo a la calle Goya en metro y decido visitar mis dos tiendas favoritas del Barrio de Salamanca. Primera parada: "La nave va", un puesto de los Hippies de Goya que vende anillos de madera y pulseras de cobre traídas de la India. Fin de trayecto: "Azul de mar", en la calle Francisca Moreno, llena de bolsitos-joya, muñecas rusas y anillos con piedra de cristal centelleante. Me llevo uno que resume, en su fulgor naranja, los domingos de niña en el parque, la fanta en un vaso altísimo.
Decido, también, detenerme en el Vips y hojear la revista Telva para ver si este mes merece la pena el gasto. Que sí lo merece, aunque sólo sea porque Florinda Salinas vuelve a firmar un artículo entre sus hojas. Y, de repente, me paro en la estantería de los libros más leídos, cosa que nunca suelo hacer.
Allí está. El último libro de Marian Keyes, Un tipo encantador. Cuatro mujeres se vuelven locas al enterarse de que el hombre de sus sueños se casa. Y, a mí, me invade la tentación de comprarlo y gastar el resto de la tarde leyendo algo insustancial. Y Chiclit. Y Bestseller. Todos mis demonios reunidos. Voy a la segunda página y salta a mis ojos una cita: "¿Qué? ¿Tú también? Pensaba que era el único". CS Lewis. No está tan mal, le grito en voz baja a mi conciencia: cita a Lewis. Lo que no se ve es el precio. Si cuesta menos de quince, lo compro.
Veinte euros, silabea el hombre de la sonrisa y el traje gris. Por veinte euros puedo comprar tres anillos en Azul de mar. O dos buenos poemarios en la librería del Círculo de Bellas Artes. O una entrada de teatro: aún no he visto si hay algo de la CNTC...
¿Me lo he comprado, o no? Les dejo con la duda. Continuará...
viernes, octubre 17, 2008
Infusión de caléndula
Como lo oyes. Que sí, que la caléndula es antiirritante. ¿Algo más, bonita?
Estoy detrás del mostrador, mirando con éxtasis los tintineantes frascos de cristal, potitos Bledina, aceite de argán, emulsión cincuenta más de Avéne. Me entusiasman las parafarmacias y ésta atesora un atractivo único: la línea de montes que divisamos tras el amplio ventanal. En la puerta, un cartel en vasco y en castellano dice: botiquín de Maestu. Y la farmaceútica, con su bata blanca y los zapatos de tacón alto, ha pedido a Santa Cruz de Campezu todo un lote de productos de Weleda y Caudalie.
Yo venía por un tubo de Biopel. Espera un momento. Mientras oigo sus pasos por la trastienda canturreo un poco. Intuyo el frufru del papel cebolla, envolviendo la caja de cartón. Y miro el bote de crema de caléndula, y los desodorantes citrus cien por cien naturales. No tienen sal de aluminio. A través de la ventana abierta me llega el olor de la hierba segada. Un hombre con mono azul entra en la farmacia. Huele a sudor limpio, tiene briznas verdes en la piel.
Ya está aquí. Tres con ochenta y cinco. ¿Y agua thermal de La Roche Posay tiene? No, pero tengo el agua de Caudalie, que es muy rica. Me la llevo.
Caudalie, marca de parafarmacia francesa que ha sido pionera en la Vinoterapia. Debí imaginármelo. En el bote aerosol puedo leer: Eau de Vigne. Y en alguna parte de la etiqueta: cincuenta por ciento Sauvignon. Huy. Llego a casa y me rocío la cara con ella, y entonces toda mi piel y la habitación entera desprenden un aroma de bodega en el mes de octubre.
Tendré que probar la infusión de caléndula.
P.D.: La foto es de Maestu, la encontré por internet.
martes, octubre 14, 2008
Qué nos está pasando
Imagino esta pregunta como insertada en una escena de amor o de hastío, en el cine. Él, despreocupado ya y nervioso, deseando marcharse y con la cartera en la mano, de largos dedos que juguetean impacientes. Como si la cartera negra y la corbata de ejecutivo fueran a salvar su matrimonio.
Ella, aún en bata, con el salto de cama color salmón asomándose y nada, podría bailar un tango ante sus ojos y ni se enteraría.
Él, con el pelo negro brillante de gomina, estilo italiano agresivo. Ella, con sus rizos castaños y desordenados, mimosa y egocéntrica. Porque ella es egocéntrica y él, egoista. De ese cuarto oscuro vienen todos los huracanes.
Antonio Azuaga dice que, en la actualidad, navegamos por la periferia del "yo", y el hombre es un guante del revés con los forros al aire mostrando todas las costuras del yo. Eloy Sánchez Rosillo sostiene que en realidad no conocemos nuestra alma, que está muy al fondo y sólo nos atrevemos de vez en cuando a bucear en ella. Y Santa Teresa escribió que cuando comulgamos pasan cosas grandes entre Dios y nuestra alma, que nuestros ojos torpes no pueden ver.
A veces es tan sencillo como eso: esperar el romance divino, cerrar los ojos y hacer propósito de no romper el enigma. La escena de hastío se sublima así. Él se ha marchado de casa, ella se maquilla en el espejo esquivando gotas saladas de rímel, pero ambos piensan sin darse cuenta en la noche que compartirán juntos, que fundirá dos periferias en un solo centro.
Ella, aún en bata, con el salto de cama color salmón asomándose y nada, podría bailar un tango ante sus ojos y ni se enteraría.
Él, con el pelo negro brillante de gomina, estilo italiano agresivo. Ella, con sus rizos castaños y desordenados, mimosa y egocéntrica. Porque ella es egocéntrica y él, egoista. De ese cuarto oscuro vienen todos los huracanes.
Antonio Azuaga dice que, en la actualidad, navegamos por la periferia del "yo", y el hombre es un guante del revés con los forros al aire mostrando todas las costuras del yo. Eloy Sánchez Rosillo sostiene que en realidad no conocemos nuestra alma, que está muy al fondo y sólo nos atrevemos de vez en cuando a bucear en ella. Y Santa Teresa escribió que cuando comulgamos pasan cosas grandes entre Dios y nuestra alma, que nuestros ojos torpes no pueden ver.
A veces es tan sencillo como eso: esperar el romance divino, cerrar los ojos y hacer propósito de no romper el enigma. La escena de hastío se sublima así. Él se ha marchado de casa, ella se maquilla en el espejo esquivando gotas saladas de rímel, pero ambos piensan sin darse cuenta en la noche que compartirán juntos, que fundirá dos periferias en un solo centro.
viernes, octubre 10, 2008
Descubriendo a Sánchez Rosillo
Aquella tarde había visto y oído la luz en este vídeo de Youtube.
Era ya de noche cuando nos planchamos delante de una película que ofrecía la tele. En ella, Sean Connery aparecía huraño y sabio, primero oscuro y al final lleno de luz. Son las historias que me gustan, los hombres que me gustan. Y vino a mí la vena surrealista.
- Me recuerda a Eloy Sánchez Rosillo, dije señalándole.
- ¿Sííí?, arqueaste las cejas en un signo de incrédula interrogación.
- Bueno, a mí me lo recuerda, debe ser el pelo y la barba blanca...
- ¿Tan atractivo es?
- Bueno, tiene algo.
Estás loca, me dijiste. Y luego, como si ése fuera un delito menor, me miraste recordando las alabanzas que te hice alguna vez de otros escritores, y lanzaste como un dardo la acusación definitiva:
- A ti es que te gustan todos los poetas.
viernes, octubre 03, 2008
Curso de Maquillaje en Mac
Me sentaron en una silla alta, muy alta, como de estudios cinematográficos. Frente al espejo encendido la chica me preguntó que cómo quería el maquillaje, si sofisticado o natural. Lo quiero natural, le dije, pero con ojos ahumados, si puede ser en azul. Nos reímos ambas ante mi paradoja.
En la mesita iba colocando, uno a uno, los botecitos que iba a usar conmigo, como en un ritual, mientras bisbiseaba. Esto, lo otro... Quiero probar el Prep + Prime con factor cincuenta, sugerí. Ya, ya pensaba ponértelo.
El curso es individual, durante una hora dispones de una maquilladora solita para ti. Ella te pinta media cara impartiendo consejos y tú debes pintarte la otra mitad emulando su depurada técnica. Es agotador, divertido y fascinante.
Todo comenzó con el contorno de ojos. El de Mac tiene cafeína (ingrediente de moda en el cuidado de la piel), y promete un efecto flash que cumple con creces. Tras una crema hidratante sin aceite, aplicó el deseado Prep + Prime con pincel. Se trata de un primer, es decir, un producto que prepara el lienzo para trabajar en él, matiza brillos, rojeces y líneas de expresión. Aún no me he vuelto tan pija como para que estos cantos de sirena me tienten, pero es que este preparador de Mac es a la vez un protector solar muy alto, de textura translúcida y ligera, que no deja la cara blanquecina. Es el milagro que yo necesitaba.
¿Qué he aprendido en esta lección magistral? A utilizar los pinceles: trazos cortos y precisos en el corrector, suaves y largos en la base. A aplicar menos cantidad de la que yo solía usar. A elegir los colores adecuados para borrar ojeras.
Yo no padezco de este mal, afortunadamente, pero para que mi reportaje fuera completo, le pregunté. Me dijo que para ojeras azuladas van bien los pigmentos amarillos, pero que si el tono del párpado inferior es más bien gris, se necesita un corrector naranja. Sí, naranja. Ya se lo había oído a Flopsy, una maquilladora del foro Vogue. Pude confirmar una vieja idea mía: está prohibido poner corrector verde en la cara. Siempre queda raro. Las rojeces se neutralizan con pigmentos amarillos.
En mis ojos mezcló dos sombras que ya tengo, porque me encantan, así que me enseñó a sacar partido a mis propias pinturas. Difuminando un azul eléctrico en la esquina externa y un gris plata en todo el párpado móvil y trazando con la mítica Carbón una raya a ras de pestañas consiguió el look smokey blue que yo estaba buscando. Ella bajaba los ojos para trabajar y yo debía mantenerlos abiertos: nos mirábamos. Llevas puesta la Satin Taupe, ¿verdad? ¿Cómo lo sabes? Bajé la vista como una colegiala: es mi sombra preferida, la primera que compré. Aquellas navidades en Madrid...
También he aprendido algo en el manejo del colorete. Con la brocha en diagonal, comenzando casi en la oreja y difuminando mucho, logró que pareciera que el rubor me nacía bajo la piel. Usó un colorete precioso, el Dame: rosa apagado y muy favorecedor.
Mientras volvía a casa en autobús me sentía cómoda, no disfrazada. Y la luz entraba a raudales. Y nadie se quedó mirándome, porque no era para tanto, pero un chico me sonrió. Era lo que yo quería.
En la mesita iba colocando, uno a uno, los botecitos que iba a usar conmigo, como en un ritual, mientras bisbiseaba. Esto, lo otro... Quiero probar el Prep + Prime con factor cincuenta, sugerí. Ya, ya pensaba ponértelo.
El curso es individual, durante una hora dispones de una maquilladora solita para ti. Ella te pinta media cara impartiendo consejos y tú debes pintarte la otra mitad emulando su depurada técnica. Es agotador, divertido y fascinante.
Todo comenzó con el contorno de ojos. El de Mac tiene cafeína (ingrediente de moda en el cuidado de la piel), y promete un efecto flash que cumple con creces. Tras una crema hidratante sin aceite, aplicó el deseado Prep + Prime con pincel. Se trata de un primer, es decir, un producto que prepara el lienzo para trabajar en él, matiza brillos, rojeces y líneas de expresión. Aún no me he vuelto tan pija como para que estos cantos de sirena me tienten, pero es que este preparador de Mac es a la vez un protector solar muy alto, de textura translúcida y ligera, que no deja la cara blanquecina. Es el milagro que yo necesitaba.
¿Qué he aprendido en esta lección magistral? A utilizar los pinceles: trazos cortos y precisos en el corrector, suaves y largos en la base. A aplicar menos cantidad de la que yo solía usar. A elegir los colores adecuados para borrar ojeras.
Yo no padezco de este mal, afortunadamente, pero para que mi reportaje fuera completo, le pregunté. Me dijo que para ojeras azuladas van bien los pigmentos amarillos, pero que si el tono del párpado inferior es más bien gris, se necesita un corrector naranja. Sí, naranja. Ya se lo había oído a Flopsy, una maquilladora del foro Vogue. Pude confirmar una vieja idea mía: está prohibido poner corrector verde en la cara. Siempre queda raro. Las rojeces se neutralizan con pigmentos amarillos.
En mis ojos mezcló dos sombras que ya tengo, porque me encantan, así que me enseñó a sacar partido a mis propias pinturas. Difuminando un azul eléctrico en la esquina externa y un gris plata en todo el párpado móvil y trazando con la mítica Carbón una raya a ras de pestañas consiguió el look smokey blue que yo estaba buscando. Ella bajaba los ojos para trabajar y yo debía mantenerlos abiertos: nos mirábamos. Llevas puesta la Satin Taupe, ¿verdad? ¿Cómo lo sabes? Bajé la vista como una colegiala: es mi sombra preferida, la primera que compré. Aquellas navidades en Madrid...
También he aprendido algo en el manejo del colorete. Con la brocha en diagonal, comenzando casi en la oreja y difuminando mucho, logró que pareciera que el rubor me nacía bajo la piel. Usó un colorete precioso, el Dame: rosa apagado y muy favorecedor.
Mientras volvía a casa en autobús me sentía cómoda, no disfrazada. Y la luz entraba a raudales. Y nadie se quedó mirándome, porque no era para tanto, pero un chico me sonrió. Era lo que yo quería.
miércoles, octubre 01, 2008
Unas gotas de alcohol
Ayer en la sobremesa me sentí libre, con espíritu aventurero y afán explorador. Este viento un poco hippy que me había invadido, tan rápida y silenciosamente, soplaba en una única dirección: la del mueble bar. Como beber no es mi costumbre, mis familiares me miraban escépticos, pero pronto encontré la botella, al fondo y entre el ruido centelleante de cristales.
Hace siete días, mi tía Ana y yo nos deslizábamos por la calle Amor de Dios, de la que nadie me separará. Me compré un monedero al estilo de las pitilleras lady: un poco alargado, con aire retro, de boquilla metálica y estampado liberty. Amor de Dios guarda tesoros entre discos de vinilo y faldas de algodón orgánico, y guarda también mi tienda favorita de Sevilla: Isbilia, repleta de máscaras y espejos y zapatos sixties y anillos de ámbar.
Ayer acariciaba aquella tarde como una pompa de jabón: el amago de lluvia nos brindaba un aire surrealista de fin de película. También vino a mí aquel sábado en Ronda, la mezcla de lima y hierbabuena. Ese olor verde y ácido que recuerda al alma dormida, aviva el seso y despierta.
Como tenía yo en casa ambos ingredientes, quise decorar con ellos un vaso. Y esa fue la chispa, el tobogán por el que bulle, maliciosa, la imaginación. Con qué llenar el vaso, ahora que chispea la lima y me hace guiños verdes. Sobre la fruta flotaba ya un timorato refresco de limón, pero la tarde pedía unas gotas de algo un poco más fuerte. Y me cosquilleaba en la oreja la voz de un pianista que una vez me dijo: "¡Tanqueray!"
Hace siete días, mi tía Ana y yo nos deslizábamos por la calle Amor de Dios, de la que nadie me separará. Me compré un monedero al estilo de las pitilleras lady: un poco alargado, con aire retro, de boquilla metálica y estampado liberty. Amor de Dios guarda tesoros entre discos de vinilo y faldas de algodón orgánico, y guarda también mi tienda favorita de Sevilla: Isbilia, repleta de máscaras y espejos y zapatos sixties y anillos de ámbar.
Ayer acariciaba aquella tarde como una pompa de jabón: el amago de lluvia nos brindaba un aire surrealista de fin de película. También vino a mí aquel sábado en Ronda, la mezcla de lima y hierbabuena. Ese olor verde y ácido que recuerda al alma dormida, aviva el seso y despierta.
Como tenía yo en casa ambos ingredientes, quise decorar con ellos un vaso. Y esa fue la chispa, el tobogán por el que bulle, maliciosa, la imaginación. Con qué llenar el vaso, ahora que chispea la lima y me hace guiños verdes. Sobre la fruta flotaba ya un timorato refresco de limón, pero la tarde pedía unas gotas de algo un poco más fuerte. Y me cosquilleaba en la oreja la voz de un pianista que una vez me dijo: "¡Tanqueray!"
lunes, septiembre 29, 2008
Flashback en la lluvia
Octubre comienza, y pronto empezaré a deslizarme dulcemente hacia el Adviento, hacia el aroma del humo, hacia mis sueños parisinos que se diluyen a medida que arrecia la crisis. Adios, Dama del Unicornio. Adios, ignorado colorete de Nars. Adios, calles llovidas, piedras decimonónicas. Os doy el pésame en mi pensamiento, donde todo duele, donde todo es real.
Este domingo de lluvia me lleva a la orilla de mis domingos en Pampaluna. La radio en la cocina, la luz en los visillos. El gato en un rincón, jugando con una bola que tenía luz por dentro. Fluorescente, que significa "iluminado por dentro".
El tiempo no existía. Las horas fluían líquidas entre las sábanas blancas, y luego en la cocina, con el runrún acogedor de la radio. Si hacía sol, me imaginaba un limonero plantado en las baldosas. Visitado por la luz vertical de los cristales. Si llovía, me veía en medio de la eterna lluvia de París.
Y luego me demoraba en el Obrador, que olía a café y a bollos, a frío amortiguado y a leña. Con una enorme revista en el regazo. A la una y media, misa en Santa Vicenta María, con aquel coro que tocaba una música como de Navidad en el medievo, y salmodiaba aquella letanía consoladora: "nada nos separará del amor de Dios". Música sobre música.
P.S.: El cuadro es de Merl.
domingo, septiembre 21, 2008
Tejados y caipirinha
Para Lalo y María
"Hace sol y viento, pero va a llover". Digo, y salgo a la terraza. Estoy en Ronda y me invade la visión de los tejados con el fondo de árboles y rocas. La torre de alguna iglesia. Y, en primer plano, un estanque con peces naranjas. Es que, si no pones peces en un estanque, se te llena de insectos, me dices tú. El sol se va enfriando como en una película de terror, el cuento de Caperucita. Y se hizo de noche en el bosque... El sol, cada vez más pequeño y naranja, forma un pliegue en el visillo y alguien enciende la tele. Ya son las ocho.
Cenamos bacalao al pil pil, arroz con pasas y caipirinha. La caipirinha, como el tequila, tiene su rito. La lima verde, ácida y fresca, se cubre de azúcar y se muele con un mortero. Después se completa el vaso alto, de cristal grueso, con hielo picado a mano. Y, al final, un golpe de limonada, dos hojas de hierbabuena y un trago de vodka. En verdad es con Cachaça, aclaras con honradez. Pero no me importa. La habitación se ha ido llenando, lentamente, de sol y burbujas verdes lima.
"Hace sol y viento, pero va a llover". Digo, y salgo a la terraza. Estoy en Ronda y me invade la visión de los tejados con el fondo de árboles y rocas. La torre de alguna iglesia. Y, en primer plano, un estanque con peces naranjas. Es que, si no pones peces en un estanque, se te llena de insectos, me dices tú. El sol se va enfriando como en una película de terror, el cuento de Caperucita. Y se hizo de noche en el bosque... El sol, cada vez más pequeño y naranja, forma un pliegue en el visillo y alguien enciende la tele. Ya son las ocho.
Cenamos bacalao al pil pil, arroz con pasas y caipirinha. La caipirinha, como el tequila, tiene su rito. La lima verde, ácida y fresca, se cubre de azúcar y se muele con un mortero. Después se completa el vaso alto, de cristal grueso, con hielo picado a mano. Y, al final, un golpe de limonada, dos hojas de hierbabuena y un trago de vodka. En verdad es con Cachaça, aclaras con honradez. Pero no me importa. La habitación se ha ido llenando, lentamente, de sol y burbujas verdes lima.
viernes, septiembre 12, 2008
Estuve en Fuencarral
Es cierto, estuve en Fuencarral. Es curioso lo que pasa con algunos planes: de tanto pensarlos y amasarlos en tu cabeza crees que nunca sucederán. Y ocurren de pronto, al pronto, cuando casi te habías olvidado de ellos.
He soñado con la calle Fuencarral desde que me hice adicta a las sombras de Mac y desde que olí por vez primera el bodymilk de vainilla y canela de Korres, pues ambas marcas míticas han instalado allí sus buques insignias, tiendas para perderse. Tenía una tarde libre en Madrid, Ekseption ya no vende Nars (me quedé sin probar el colorete Luster y el labial Dolce vita), y casi sin pensarlo, estaba cerrando la portezuela de un Taxi.
Fuencarral, ¿qué número?, pregunta el taxista. Ah, no sé, es donde están muchas perfumerías. El hombre se vuelve hacia mí con un poco de zumba en los ojos. Oye, yo no sé nada de perfumerías, y la calle Fuencarral es muy larga... Pues me deja en un extremo y ya investigaré. La recorro. Me viene bien andar. Le veo sonreír mientras murmura: mujeres... Se lo he puesto fácil.
La tienda profesional de Mac es más pequeña de lo que pensaba, pero tiene de todo. Es perfecta para cotillear: allí me entero de que, afortunadamente, van a dejar estable la colección de sombras minerales que no he podido ver. Llegará en octubre para quedarse. Me mancho llos labios con las barras Plum Dandy y Freency, y al final no me decido por ninguna de las dos. Pruebo en vivo y en directo los pigmentos famosos: son demasiado sofisticados para mí. Aunque me tienta uno plateado y otro azul noche, Naval blue. Muy bonito, pero no sabría utilizarlos. Paso de largo por el mostrador de las bases, detesto los maquillajes fluídos de Mac. Termino comprando una paleta de cuatro sombras "personalizada": tú eliges las que quieres. Pedí un clásico, Knight divine, un azul profundo y eléctrico, Deep Truth, y dos tonos de moda en este otoño: Silver ring y Honey lust, oro y plata.
En Korres me esperaba una sorpresa: los lápices de ojos, a ocho noventa, más baratos que en Bourjois. Pensé que una firma de cosmética natural, griega y de culto, iba a ser mucho más cara. Me llevé uno solo porque soy una niña buena: un verde oliva precioso, y de larga duración. No sé cómo me contuve. Me regalaron una muestra de la crema de cristales de azúcar, que es suave y sedosita, hidratante pero no grasa. No sé si es casualidad o la combinación con el gel de aloe, pero me ha solucionado el desastre que produjo en mi piel la mezcla de verano más antibióticos.
Volveré, volveré, no me hagas sufrir. He de volver, pero tengo que partir*.
(*) Es la letra de una canción, creo. La canta mi madre cuando regresamos al Sur.
viernes, septiembre 05, 2008
Poética nocturna
Hoy me he despertado tarde, feliz y despeinada. Soñé intensamente, durante la primera parte de la noche, con una casa circular llena de luz. En el centro de la casa, el salón estaba lleno de poetas.
Ayer compartí los primeros versos telefónicos del curso con Jesús Beades, y hablamos de nuestra mutua pasión por Julio Martínez Mesanza. Él se mostraba tan obsesionado como yo: suspiré pensando, "no estoy tan enferma como yo creía". El famoso ¿tú también? electrizaba las ondas hertzianas, borrando los meses de calor.
Confusamente, en plena madrugada, me dije que uno no puede andar por el mundo escribiendo versos como Es poder una torre sobre rocas, y luego pensar que el mundo no ha cambiado. Y luego me dormí de nuevo y soñé con una torre.
Una vez conocí a un hombre que vivía en un faro. La torre de mi sueño era como un faro, y por dentro había un hotel con vistas al mar. En la última planta, había también un restaurante con miradores acristalados. Era de noche. El mar respiraba negro, denso, con luces al fondo como un pozo. Dentro se oía murmullo de música y voces amortiguadas. Ráfagas de luz de vela. Estoy sentada delante de un hombre que no conozco, pero conozco sus manos de otros sueños. Una vez creí que eran las manos de Aragorn. Manos poderosas, manos viajeras por mi pelo.
Manos que no llegan nunca: El sueño termina aquí, como una peli de postguerra con censura.
Ayer compartí los primeros versos telefónicos del curso con Jesús Beades, y hablamos de nuestra mutua pasión por Julio Martínez Mesanza. Él se mostraba tan obsesionado como yo: suspiré pensando, "no estoy tan enferma como yo creía". El famoso ¿tú también? electrizaba las ondas hertzianas, borrando los meses de calor.
Confusamente, en plena madrugada, me dije que uno no puede andar por el mundo escribiendo versos como Es poder una torre sobre rocas, y luego pensar que el mundo no ha cambiado. Y luego me dormí de nuevo y soñé con una torre.
Una vez conocí a un hombre que vivía en un faro. La torre de mi sueño era como un faro, y por dentro había un hotel con vistas al mar. En la última planta, había también un restaurante con miradores acristalados. Era de noche. El mar respiraba negro, denso, con luces al fondo como un pozo. Dentro se oía murmullo de música y voces amortiguadas. Ráfagas de luz de vela. Estoy sentada delante de un hombre que no conozco, pero conozco sus manos de otros sueños. Una vez creí que eran las manos de Aragorn. Manos poderosas, manos viajeras por mi pelo.
Manos que no llegan nunca: El sueño termina aquí, como una peli de postguerra con censura.
jueves, agosto 28, 2008
Los adioses
Pronto dejaré Maestu, y son muchos los detalles que añoraré.
El olor a leña que desprenden ciertos rincones del pueblo, incluso en verano. El fondo de montes azules. El silencio tranquilo de las noches. El gesto ancestral de buscar agua en la fuente, con botellas de cristal antiguo, como de lechería.
Nieves despiezando magistralmente un conejo, entre olores de sangre, fruta y dulce de membrillo. Las ermitas perdidas en el valle, "mañana domingo misa en Apellániz." Hay cien angelitos en este retablo, dice mi tía Maite.
La hierba, el heno, los polvos de talco, el jabón Dove.
Septiembre traerá sus propios aromas nuevos.
El olor a leña que desprenden ciertos rincones del pueblo, incluso en verano. El fondo de montes azules. El silencio tranquilo de las noches. El gesto ancestral de buscar agua en la fuente, con botellas de cristal antiguo, como de lechería.
Nieves despiezando magistralmente un conejo, entre olores de sangre, fruta y dulce de membrillo. Las ermitas perdidas en el valle, "mañana domingo misa en Apellániz." Hay cien angelitos en este retablo, dice mi tía Maite.
La hierba, el heno, los polvos de talco, el jabón Dove.
Septiembre traerá sus propios aromas nuevos.
sábado, agosto 23, 2008
Sigo
Han terminado los días de lluvia y hace un sol picajoso, arisco, frío por las mañanas, que provoca toses maléficas. Mi bisabuela solía exclamar, "¡aprieta, costipao!", y en el pueblo de uno de mis tíos le llaman andancio al mal de tripas... Así estoy yo, prisionera entre ambos males, con algo que me sube del estómago a la garganta y no me deja respirar. Aprieta, costipao, que viene el Andancio.
Y, entre medias, la sequía. Pero eso no es novedad: me ocurre en todos los veranos.
Sigo.
Y, entre medias, la sequía. Pero eso no es novedad: me ocurre en todos los veranos.
Sigo.
martes, agosto 12, 2008
In memoriam Pau
Un día, Fidel Villegas me dijo que mis gestos le recordaban a veces a los de Pedro Antonio Urbina. Cuando le conocí en persona pude calibrar la inmensidad del elogio. De Pau me gustaba, me gusta, su elegancia al vestir un abrigo de invierno, su seriedad cuando dijo que Infiltrados era una mala película, su traducción de las Confesiones de San Agustín. Estuve con él en un café antiguo de Madrid, con espejos y lámparas, hablando de poesía. Pablo Moreno tiene una foto de aquella tarde de diciembre, frío y sol.
Se nos ha ido un poeta, pero hemos ganado un poeta. Cuando alguien llena de sentido su vida, de un modo tan claro e intenso, su muerte no puede ser otra cosa que algo lleno misteriosamente de sentido.
Se nos ha ido un poeta, pero hemos ganado un poeta. Cuando alguien llena de sentido su vida, de un modo tan claro e intenso, su muerte no puede ser otra cosa que algo lleno misteriosamente de sentido.
jueves, agosto 07, 2008
Maestu on line
Por fin he llegado al campo. Por las mañanas el sol pone reflejos amarillos en el césped de nuestro jardín. Por las tardes, la tierra huele a tormenta. La lluvia moja el mirador de cristal mientras mi abuela dice entusiasmada: "es la furia de Dios". Y le gusta. Mi abuelo me dijo, "son fuegos artificiales, ¿qué te apuestas?" Había anochecido. Y yo, que sabía que eran truenos y relámpagos, no quise pedir la mitad de su reino. "Una cena". Y me debe una cena en Los Roturos.
El sol mira mis compras matutinas, la cesta con los huevos, el campanario, la fuente. La lluvia me empuja a leer libros. La Divina comedia, por fin. Cada día un canto, me aconsejaron, y lo combino con Agatha Christie y Wilkie Collins. Y ahora, la pequeña crónica de Ana Magdalena Bach, que es deliciosa.
Así todo el mes, espero.
jueves, julio 24, 2008
Retorno a Castroviejo
Siempre que vuelvo a Logroño sigo un ritual de caminos, una ruta iniciática que me hace ahondar en los mismos pasos. Me gusta escuchar Misa en la Iglesia de San Bartolomé, románica y silenciosa, y caminar luego por Portales, entre comercios de los años veinte y tiendas nuevas, árboles, violines, palomas y la Redonda al fondo. Las plazas de provincias del Norte tienen un aire de ciudad atemporal de puro vieja y conocida, entre vintage y de postguerra, ciudad de invierno a pesar de Julio. Esa bruma que presagia tormenta, al doblar la tienda de los sombreros, me trae el olor de las piedras más antiguas.
El tercer punto sagrado de este cuadrilátero lo forma la perfumería Idoia, en la calle San Antón. Las perfumerías del Norte son tiendas todoterreno y elegantes a la vez, y venden una mezcla de colonias, maquillaje y bisutería buena. Entran dos señoras pidiendo un pastillero o un dosificador de perfume, y luego una chica de quince años que viene a comprar una cinta para el pelo. Y yo, que vengo buscando los labiales mate de T. Leclerc. Porque en Idoia se pueden comprar productos de esta marca francesa, de envases retros y olor a polveras de la abuela, "productos de tocador". Sus polvos sueltos son los más finos del mercdo y un must have de muchas famosas, su barra líquida mate en tono "secret" tiene el matiz rosa apagado que yo buscaba.
A eso de la una llego a la librería Castroviejo. Huele a madera. Repaso en las estanterías la colección de El Acantilado, los poemarios de Pre-textos. Leo al azar trozos de novelas de Carmen Martín Gaite. El dueño me sonríe y dice, "las novedades de La Veleta están en ese rincón". Y yo pienso, "qué bueno es haber llegado".
El tercer punto sagrado de este cuadrilátero lo forma la perfumería Idoia, en la calle San Antón. Las perfumerías del Norte son tiendas todoterreno y elegantes a la vez, y venden una mezcla de colonias, maquillaje y bisutería buena. Entran dos señoras pidiendo un pastillero o un dosificador de perfume, y luego una chica de quince años que viene a comprar una cinta para el pelo. Y yo, que vengo buscando los labiales mate de T. Leclerc. Porque en Idoia se pueden comprar productos de esta marca francesa, de envases retros y olor a polveras de la abuela, "productos de tocador". Sus polvos sueltos son los más finos del mercdo y un must have de muchas famosas, su barra líquida mate en tono "secret" tiene el matiz rosa apagado que yo buscaba.
A eso de la una llego a la librería Castroviejo. Huele a madera. Repaso en las estanterías la colección de El Acantilado, los poemarios de Pre-textos. Leo al azar trozos de novelas de Carmen Martín Gaite. El dueño me sonríe y dice, "las novedades de La Veleta están en ese rincón". Y yo pienso, "qué bueno es haber llegado".
sábado, julio 19, 2008
Una peseta de Promesa
Me voy al Norte. Gracias a Dios, existen los cíbers. Intentaré no dejarme mucho, aunque la crisis acecha... en todos los sentidos.
Por si acaso, por si arrecia el temporal, os dejo una anécdota. Mamen, cincuenta y siete años. Me cuenta con ojos de chiquilla cómo empezó "lo suyo" con el que hoy es su marido. Tenía catorce años, y el muchacho dieciséis, y la madre no veía el asunto con buenos ojos, "¡tan jovencillos...!" El padre de él tenía una bodega, y al lado había una perfumería. Ella iba cada tres o cuatro días con un frasquito, "mamá, voy a por colonia".
Aquí Mamen se detiene y me dice tú no conociste esos tiempos, pero entonces se podía ir con un bote vacío a la droguería y pedir: "Me da una peseta de Promesa". Vuelve a pensarlo un poco y acaba: "Mi padre entonces me decía Niña, más jabón y menos colonia".
Os dejo una peseta de promesa: en unos días, volveré.
Por si acaso, por si arrecia el temporal, os dejo una anécdota. Mamen, cincuenta y siete años. Me cuenta con ojos de chiquilla cómo empezó "lo suyo" con el que hoy es su marido. Tenía catorce años, y el muchacho dieciséis, y la madre no veía el asunto con buenos ojos, "¡tan jovencillos...!" El padre de él tenía una bodega, y al lado había una perfumería. Ella iba cada tres o cuatro días con un frasquito, "mamá, voy a por colonia".
Aquí Mamen se detiene y me dice tú no conociste esos tiempos, pero entonces se podía ir con un bote vacío a la droguería y pedir: "Me da una peseta de Promesa". Vuelve a pensarlo un poco y acaba: "Mi padre entonces me decía Niña, más jabón y menos colonia".
Os dejo una peseta de promesa: en unos días, volveré.
domingo, julio 13, 2008
Lo prometido: entrada frívola sobre cosmética. Cremas para el verano
Necesito una crema que cuide mis pobres codos, resecos de tanto estudiar. También quiero que huela bien y perdure, porque la mayoría de perfumes tienen alcohol y es cierta la ecuación Sol + Alcohol = Fuego.
Con estas dos premisas comencé mis investigaciones.
Primer escalón: La Leche hidratante de Avena de los supermercados Más. ¿Cuál es el veredicto? Bueno, cuesta tres euros y huele realmente bien, entre vainilla y almendra, es decir que como "colonia" de verano funciona, pero... no hidrata lo suficiente las zonas difíciles (codos, rodillas, talones.)
Segundo escalón: Me dieron en el stand de Revlon una muestra generosa de la crema perfumada de la fragancia Weekend, de Burberrys. ¿Resultados? Esta cremita color natilla es una gozada: hidrata, suaviza y nutre la piel, dejándola aterciopelada. Además puede comprarse independientemente del perfume, vale veinte euros un tubo más bien grande. Peeero... no me gusta el aroma, huele a viejuna. Así que estiraré la muestra, ya que me la aplico sólo en codos y luego incluso ¡me lavo las manos!
Emprendo ahora la conquista del tercer escalón. Creo que me decidiré por la Manteca corporal de coco de The Body Shop, que huele maravillosamente a verano y es tan densa que debe nutrir bien.
Cada vez me gusta más The body shop: sus sombras nada tienen que envidiarle a Mac, (excepto la variedad y originalidad, claro) y cuestan cinco euros menos. Recomiendo la 32, color chocolate, y la 35, color lavanda. Ambas tienen acabado como de terciopelo, que las hace muy manejables. Incluso puedes ponértelas con los dedos y jugar a tizas de colores...
Las fanáticas de Mercadona me recomendarán la leche de almendras de Deliplús. He llegado a cogerle un poco de manía a esta marca: casi todo lo que venden es feo y deprimente. En Mercadona todo lo arregan a base de Paraffinum liquidum. Tuve el aceite de Aloe vera y pringaba mucho, pero mis codos siguen igual de resecos.
Son los eefectos colaterales de la tesis, me dices, sonriendo.
P.S.: La foto de productos de tbs es de Adegea, la he tomado de su blog "Macedonia vital"
Con estas dos premisas comencé mis investigaciones.
Primer escalón: La Leche hidratante de Avena de los supermercados Más. ¿Cuál es el veredicto? Bueno, cuesta tres euros y huele realmente bien, entre vainilla y almendra, es decir que como "colonia" de verano funciona, pero... no hidrata lo suficiente las zonas difíciles (codos, rodillas, talones.)
Segundo escalón: Me dieron en el stand de Revlon una muestra generosa de la crema perfumada de la fragancia Weekend, de Burberrys. ¿Resultados? Esta cremita color natilla es una gozada: hidrata, suaviza y nutre la piel, dejándola aterciopelada. Además puede comprarse independientemente del perfume, vale veinte euros un tubo más bien grande. Peeero... no me gusta el aroma, huele a viejuna. Así que estiraré la muestra, ya que me la aplico sólo en codos y luego incluso ¡me lavo las manos!
Emprendo ahora la conquista del tercer escalón. Creo que me decidiré por la Manteca corporal de coco de The Body Shop, que huele maravillosamente a verano y es tan densa que debe nutrir bien.
Cada vez me gusta más The body shop: sus sombras nada tienen que envidiarle a Mac, (excepto la variedad y originalidad, claro) y cuestan cinco euros menos. Recomiendo la 32, color chocolate, y la 35, color lavanda. Ambas tienen acabado como de terciopelo, que las hace muy manejables. Incluso puedes ponértelas con los dedos y jugar a tizas de colores...
Las fanáticas de Mercadona me recomendarán la leche de almendras de Deliplús. He llegado a cogerle un poco de manía a esta marca: casi todo lo que venden es feo y deprimente. En Mercadona todo lo arregan a base de Paraffinum liquidum. Tuve el aceite de Aloe vera y pringaba mucho, pero mis codos siguen igual de resecos.
Son los eefectos colaterales de la tesis, me dices, sonriendo.
P.S.: La foto de productos de tbs es de Adegea, la he tomado de su blog "Macedonia vital"
jueves, julio 03, 2008
El amor
Charito, ocho años, en mi casa, rodeada de filósofos, flores y botellas de vino del bueno: "El amor es una cochinada y se estudia en cuarto". Tras un breve silencio: "En conocimiento del medio, una asignatura sobre lo humano". Lo piensa un poco más, y remata: "Gracias a Dios, me queda mucho tiempo para éso".
viernes, junio 27, 2008
Espaguetis a la gallinara
En mi casa existe una discusión casi centenaria que se reaviva dos veces por semana aproximadamente, es decir, siempre que mi madre o yo nos disponemos a cocinar pasta.
El diálogo bipolar gira en torno al tomate frito o al aceite de oliva para acompañar los lazos, plumas o tallarines que agitan los hervores del agua en el fuego. Sé que hay más posibilidades, pero la nata y la mantequilla quedan descartadas por insanas. Y luego están las recetas surrealistas, como los espaguetis criollos al huevo y medio que inventamos Beades y yo en una cálida tarde de julio.
Ese plato consistía en cocer la pasta y luego darle el último toque en una sartén donde previamente hemos sofrito unas cebollas, tres huevos (uno y medio por cabeza), y adobo criollo, que es una mezcla de sal, ajo y orégano que compramos en Puerto Rico.
Pero, para diario, en casa hay dos opciones: tomate frito o aceite de oliva. Sin embargo, hace una semana descubrimos una forma más o menos saludable de salir del tablero de ajedrez que gobernaba nuestros platos de macarrones desde el año de Adán niño: los espaguetis a la gallinara.
Para disfrutar de esta gran receta hay que haber comido pollo el día anterior. El pollo se rellena con medio limón y se cuece en la olla con aceite, sal, un chorretón de vino y mucha, mucha, mucha cebolla. La salsa se pasa por la minipimer y siempre sobra en abundancia, esa es la maravilla.
Al día siguiente preparas tus modestos macarrones, abres la nevera y oteas el horizonte en busca del tupper con la salsa del pollo. Estará en estado sólido. Pones un cucharón sobre la pasta, y al microondas. El resultado es inefable: tus macarrones, mediterráneos a más no poder, saben a limón, a pollo y a cebolla, a guiso de la mamma.
Aclaro: soy lega en esto de la cocina. Hasta ahora "tocaba una sartén y me daba un calambre", como dice el cuñado de EGM. Pero me estoy convirtiendo: a la cocina, a la pasión del fútbol... Lo aclaro porque quizás, a lo mejor, estoy descubriendo el Mediterráneo con esta recetilla.
El diálogo bipolar gira en torno al tomate frito o al aceite de oliva para acompañar los lazos, plumas o tallarines que agitan los hervores del agua en el fuego. Sé que hay más posibilidades, pero la nata y la mantequilla quedan descartadas por insanas. Y luego están las recetas surrealistas, como los espaguetis criollos al huevo y medio que inventamos Beades y yo en una cálida tarde de julio.
Ese plato consistía en cocer la pasta y luego darle el último toque en una sartén donde previamente hemos sofrito unas cebollas, tres huevos (uno y medio por cabeza), y adobo criollo, que es una mezcla de sal, ajo y orégano que compramos en Puerto Rico.
Pero, para diario, en casa hay dos opciones: tomate frito o aceite de oliva. Sin embargo, hace una semana descubrimos una forma más o menos saludable de salir del tablero de ajedrez que gobernaba nuestros platos de macarrones desde el año de Adán niño: los espaguetis a la gallinara.
Para disfrutar de esta gran receta hay que haber comido pollo el día anterior. El pollo se rellena con medio limón y se cuece en la olla con aceite, sal, un chorretón de vino y mucha, mucha, mucha cebolla. La salsa se pasa por la minipimer y siempre sobra en abundancia, esa es la maravilla.
Al día siguiente preparas tus modestos macarrones, abres la nevera y oteas el horizonte en busca del tupper con la salsa del pollo. Estará en estado sólido. Pones un cucharón sobre la pasta, y al microondas. El resultado es inefable: tus macarrones, mediterráneos a más no poder, saben a limón, a pollo y a cebolla, a guiso de la mamma.
Aclaro: soy lega en esto de la cocina. Hasta ahora "tocaba una sartén y me daba un calambre", como dice el cuñado de EGM. Pero me estoy convirtiendo: a la cocina, a la pasión del fútbol... Lo aclaro porque quizás, a lo mejor, estoy descubriendo el Mediterráneo con esta recetilla.
El día que me hice futbolera
Salíamos de Misa en la Catedral y rodamos bajo el calor hasta el bar más cercano, que estaba lleno de gente gritona y emocionada. Había una mesa libre arramblada bajo la televisión plana, panorámica, que hacía guiños verdes de campo de fútbol. Al principio, cuando pedíamos cervezas y cocacolas, mantuvimos nuestra pose de "a nosotros qué el fútbol". Pero por una casualidad presencié en directo el primer gol, el del cero a uno, el de la esperanza. Fue tan bonito que se me llenaron los ojos de lágrimas, "si vieras tu cara ahora mismo", me decía Charo.
Todos gritaban y yo también: nunca volveré a llamar panda de desequilibrados a los que gritan viendo un partido. Con los brazos en alto, la melena recién limpia y revuelta, las mejillas rojas y la tortícolis incipiente, seguí el resto del partido minuto a minuto. Ya nadie me podía apartar de la hoguera televisiva. Me enorgullecí por lo bien que jugaban los nuestros. Sufrí con cada "¡uuuuy!", me indigné con cada falta, vibré con los dos goles que vinieron después. Un hombre borracho, entre tacos y lagrimones, bendecía con dedos temblorosos a la selección y exclamaba: "¡Que Dios sus bendiga!"
Todos gritaban y yo también: nunca volveré a llamar panda de desequilibrados a los que gritan viendo un partido. Con los brazos en alto, la melena recién limpia y revuelta, las mejillas rojas y la tortícolis incipiente, seguí el resto del partido minuto a minuto. Ya nadie me podía apartar de la hoguera televisiva. Me enorgullecí por lo bien que jugaban los nuestros. Sufrí con cada "¡uuuuy!", me indigné con cada falta, vibré con los dos goles que vinieron después. Un hombre borracho, entre tacos y lagrimones, bendecía con dedos temblorosos a la selección y exclamaba: "¡Que Dios sus bendiga!"
jueves, junio 26, 2008
Súper Galleta
Siempre me han dado un poco de pena esos niños que desayunan donuts, bollicaos o palmeritas de chocolate. En cambio, me dan envidia las personas que toman por la mañana algo distinto: tortitas con huevos revueltos en el vips, o fruta fresca y troceada, embutido y queso en un hotel de la costa.
De pequeña, en Maestu, desayunaba con mis primos un zumito de naranja y colacao con un sinfin de galletas redondas y pobres. Antes del desayuno escenificábamos un capítulo más de la grandiosa serie, "Súper Galleta". Nuestra invencible heroína se peleaba con las galletas malvadas en un duelo cósmico sobre el tazón humeante. Una a una eran derrotadas las galletas villanas, que caían en un abismo de leche y eran trituradas por la máquina del Glópita-glópita, o sea, nosotros.
Era verano. El tiempo nos pertenecía. Y Super Galleta siempre quedaba vencedora: seca y ajada, la guardábamos en el pupitre para la batalla del día siguiente. Niña, cómete la galleta. No puedo, es la protagonista de mi serie favorita.
Pero los protagonistas éramos nosotros, y no nos dábamos cuenta.
lunes, junio 23, 2008
Hormonas
"Estoy apática", digo. "Serán las hormonas", me respondes. "Las hormonas lo son todo". Las hormonas juegan malas pasadas a las mujeres. Y a los hombres, me respondes. Hormonas y hormonos.
Un anónimo o anónima me pregunta que dónde me meto. Ay. Un poco de paciencia con mis hormonas, Anónimo. ¿Dónde me meto? Ay, eso quisiera saber yo. Si me encontráis por alguna parte, llamadme al instante para decírmelo.
Y no: lo peor, peor es que no es ningún chiste de Gila.
Un anónimo o anónima me pregunta que dónde me meto. Ay. Un poco de paciencia con mis hormonas, Anónimo. ¿Dónde me meto? Ay, eso quisiera saber yo. Si me encontráis por alguna parte, llamadme al instante para decírmelo.
Y no: lo peor, peor es que no es ningún chiste de Gila.
martes, junio 17, 2008
El Podio
He decidido que voy a apartar el tema "maquillaje" de este blogg por un tiempo: es mi granito de arena para sobrevivir a la crisis. Dejaré de tentaros y dejaré de tentarme. Puedo encarar el verano sin pisar las rebajas, pues tengo protectores solares a granel, gel de aloe vera casi entero, tres cuartos de gel limpiador Cleanance, un bote de agua de rosas de Carla de Bulgaria: (son quince euros pero merecen la pena...), maquillaje en polvo Colorstay de Revlon, bronzer mosaico de Avene, un favorecedor gloss de Deborah en tono Cherry y la maravillosa barra naranja dorada de Mac.
La poesía es algo que no se compra... por más de siete euros: es el precio de las Cuatro estaciones de Cabanillas, o del Discurso de la ceniza de Pablo Moreno. Ayer me entretuve pensando en cuántas veces he nombrado aquí a mis grandes, mis maestros, mis poetas vivos preferidos. Aquellos que sin saberlo, o sabiéndolo ya, me enseñaron a escribir decentemente allá por el año dosmiluno, y siguen enseñándome.
He hecho un recuento y un ránking: aquí están los resultados. Excluyo a poetas muertos (Chesterton, Garcilaso, Machado, Lope, San Juan de la Cruz...) o a amigos de mi edad, porque de otra manera la lista sería demasiado larga.
Miguel d´Ors: 15.
Enrique García Máiquez: 9.
Jose Julio Cabanillas: 5.
Amalia Bautista: 4.
Julio Martínez Mesanza: 3.
Carmelo Guillén Acosta: 3.
José Mateos: 3.
Rafael Adolfo Téllez: 2.
Gana por goleada Miguel d´Ors: una nueva oportunidad para que los críticos saquen conclusiones. Me he dado cuenta de que no nombro en absoluto a Eloy Sánchez Rosillo: esto es un error que estoy reparando ahora, ya que su poesía me cautivó y me influyó de algún modo, sobre todo a partir de La certeza.
P.S.: La preciosa foto es del gran Toi, artista capaz de sacar brillos plateados de una piedra cualquiera (o una piel con rosácea).
jueves, junio 12, 2008
Recital en la casa del libro
Ayer, vestido con un traje gris y con sus manos de poeta, Jose Julio Cabanillas nos leyó varios fragmentos de su quinto poemario, publicado en Adonáis.
Qué elegante está Jose Julio, me dijeron cuando lo vimos llegar, y era cierto. Ya conocéis mi debilidad por los hombres con pantalón de raya, chaqueta y corbata, aunque creo que ésta última faltaba en el conjunto. El color gris sentaba muy bien a un hombre que siempre ha hablado y recitado en voz baja, que presume de peinar canas y nos muestra sus versos con pudor, ajeno a la luz tan alta que va naciendo de sus palabras en sotto voce. Ese ma non tropo que se va convirtiendo en un allegro molto vivace por obra de arte, por obra de Gracia, ya que en la poesía de Cabanillas la Gracia y el arte se dan la mano de forma tan misteriosa y bella.
Abrió el acto Carmelo Guillén Acosta, que habló de la génesis del libro y presentó con calidad y calidez al poeta. Es una maravilla ver cómo ambas virtudes se pueden conciliar, cómo estábamos congregados allí bajo un mismo fuego, lo dijo Jose Julio en el comienzo, una pequeña muchedumbre de poetas hermanos, poetas amigos, incapaces de mentirnos una sílaba.
Ana Acevedo presentó el libro y dijo con palabras sencillas lo que todos pensábamos. Yo se lo agradecí. Hablar de lo profunda y sincera que es la poesía de Cabanillas es como decir que dos y dos son cuatro, pero corremos el peligro de que nadie diga nunca en voz alta, por temor al perogrullo, que dos y dos son cuatro.
Luego recitó él. Recitó pocos poemas para mi gusto. Abrí al azar el libro y encontré un poema que recreaba el tapiz de La dama y el unicornio, tan inolvidable para mí. París, siempre al fondo. La niñez como una película que se repite y se inventa. El Cabanillas de siempre, pero dando un paso más, añadiendo tres ocuatro revelaciones a su mundo de hadas y domingos de fiesta en Benzelá.
Qué elegante está Jose Julio, me dijeron cuando lo vimos llegar, y era cierto. Ya conocéis mi debilidad por los hombres con pantalón de raya, chaqueta y corbata, aunque creo que ésta última faltaba en el conjunto. El color gris sentaba muy bien a un hombre que siempre ha hablado y recitado en voz baja, que presume de peinar canas y nos muestra sus versos con pudor, ajeno a la luz tan alta que va naciendo de sus palabras en sotto voce. Ese ma non tropo que se va convirtiendo en un allegro molto vivace por obra de arte, por obra de Gracia, ya que en la poesía de Cabanillas la Gracia y el arte se dan la mano de forma tan misteriosa y bella.
Abrió el acto Carmelo Guillén Acosta, que habló de la génesis del libro y presentó con calidad y calidez al poeta. Es una maravilla ver cómo ambas virtudes se pueden conciliar, cómo estábamos congregados allí bajo un mismo fuego, lo dijo Jose Julio en el comienzo, una pequeña muchedumbre de poetas hermanos, poetas amigos, incapaces de mentirnos una sílaba.
Ana Acevedo presentó el libro y dijo con palabras sencillas lo que todos pensábamos. Yo se lo agradecí. Hablar de lo profunda y sincera que es la poesía de Cabanillas es como decir que dos y dos son cuatro, pero corremos el peligro de que nadie diga nunca en voz alta, por temor al perogrullo, que dos y dos son cuatro.
Luego recitó él. Recitó pocos poemas para mi gusto. Abrí al azar el libro y encontré un poema que recreaba el tapiz de La dama y el unicornio, tan inolvidable para mí. París, siempre al fondo. La niñez como una película que se repite y se inventa. El Cabanillas de siempre, pero dando un paso más, añadiendo tres ocuatro revelaciones a su mundo de hadas y domingos de fiesta en Benzelá.
viernes, junio 06, 2008
Pop + Bronce = Verano
En los años ochenta, los de mi niñez, estaba muy de moda Don Algodón entre las niñas pijas y se estilaba un maquillaje "de nubes", con sombras en azul cielo, rosa bebé y amarillo pop. En los minimalistas noventa crecimos y todas juramos que aquello era una ñoñería muy hortera, pero los colores flúor vuelven y la estética pop se tiñe de nostalgia. Se convierte en un grito de alegría, una llamarada naranja en los labios y amarilla en los ojos.
Somos las que usábamos walkman, las que escuchábamos a Michael Jackson cuando era el amo de la pista. Somos las que veíamos Fragel Rock, las mismas que suspirábamos por el rubio de A-ha o el castaño de Wet wet wet. Las que contemplábamos los vídeos aquellos en los que Jason Donovan buscaba a Kylie Minogue en un paisaje de palmeras.
Quizás comprarse una sombra amarilla hoy sea como entonar un himno. Por eso hago mi peculiar homenaje a los ochenta proponiendo un look para el verano, por supuesto de Mac.
En los ojos, podemos aplicar en todo el párpado la sombra Goldmine (dorada amarilla), y combinarla con Sumptuose olive (verde dorada) a ras de pestañas y en la esquina externa del párpado móvil. Como estamos en verano, aplicaremos un colorete melocotón-bronce, el Sunbasque.
En los labios, las más atrevidas pueden encarnar el flúor power con la barra CB96, naranja con reflejos dorados. Si no te atreves, si no te parece natural, te doy otra opción: el gloss Pink Grapefruit de la colección de verano. Como su nombre indica, es entre rosa y naranja, alegre pero correcto.
Así preparo yo el escenario de un verano pop: bolsa de playa color naranja ácido, fanta de naranja Zero y tank tops llamativos para sudar un poco con el método Curves.
Somos las que usábamos walkman, las que escuchábamos a Michael Jackson cuando era el amo de la pista. Somos las que veíamos Fragel Rock, las mismas que suspirábamos por el rubio de A-ha o el castaño de Wet wet wet. Las que contemplábamos los vídeos aquellos en los que Jason Donovan buscaba a Kylie Minogue en un paisaje de palmeras.
Quizás comprarse una sombra amarilla hoy sea como entonar un himno. Por eso hago mi peculiar homenaje a los ochenta proponiendo un look para el verano, por supuesto de Mac.
En los ojos, podemos aplicar en todo el párpado la sombra Goldmine (dorada amarilla), y combinarla con Sumptuose olive (verde dorada) a ras de pestañas y en la esquina externa del párpado móvil. Como estamos en verano, aplicaremos un colorete melocotón-bronce, el Sunbasque.
En los labios, las más atrevidas pueden encarnar el flúor power con la barra CB96, naranja con reflejos dorados. Si no te atreves, si no te parece natural, te doy otra opción: el gloss Pink Grapefruit de la colección de verano. Como su nombre indica, es entre rosa y naranja, alegre pero correcto.
Así preparo yo el escenario de un verano pop: bolsa de playa color naranja ácido, fanta de naranja Zero y tank tops llamativos para sudar un poco con el método Curves.
jueves, junio 05, 2008
Flores amarillas
Comienza el calor en Sevilla y hay obras en mi jardín, que parece el Líbano en tiempos de guerra, con cascotes y césped quemado por un amago de incendio. También recuerda a la luna, en su vertiente menos romántica, de paisaje desolado.
Antes, en mi jardín, había rosas. El portero regaba las rosas rojas cada mañana, y crecían con ese lustre y ese aspecto de terciopelo que da el agua abundante. Muy rojas, soberbias, con altivez real.
Debajo de los arriates de rosas estaba el garaje, que empezó a poblarse de goteras y amenazaba ruina. Así que los porteros dejaron de regar y las rosas murieron. Durante veinte días, en las parcelas del jardín hubo sólo tierra, hierbajos y sol.
Con las últimas lluvias, crecieron porque sí diez o doce flores amarillas, completamente salvajes.
Entonces empezaron las obras, y el Líbano se instauró tras la cancela verde. Como Rafael Adolfo Téllez puedo decir: todos han muerto. Murieron las rosas rojas, murieron las flores amarillas, murió mi juventud y estoy velándola.
domingo, junio 01, 2008
Compacto con ginebra azul
Se rompió en mil pedazos mi sombra de Mac preferida: Satin taupe, marrón grisácea, la justa medida entre una mirada limpia y unos ojos ahumados...
Resbaló al impecable suelo de vinilo blanco de la biblioteca. Pensé cantarle un réquiem y reunir dieciséis euros para conseguir una sombra nueva, pero de pronto recordé unas instrucciones para compactar sombras rotas que había leído en el blog de Paupe, Beauté a porter..
Se necesita un palito, alcohol, un pedazo de cleenex y una moneda. En casa de sons, reunidas en la cocina en torno a la sombra, íbamos recolectando los ingredientes cuando nos dimos cuenta de que no teníamos alcohol de noventayséis grados. La botella de Bombay Saphire nos presidía desde la alacena...
La sombra ha queddo bien. Una heroica grieta la surca, y un ligero aroma a ginebra habla de nuestra andanza nocturna. "Huele a fiebre de sábado noche", nos dice Chus: "alcohol y maquillaje."
Resbaló al impecable suelo de vinilo blanco de la biblioteca. Pensé cantarle un réquiem y reunir dieciséis euros para conseguir una sombra nueva, pero de pronto recordé unas instrucciones para compactar sombras rotas que había leído en el blog de Paupe, Beauté a porter..
Se necesita un palito, alcohol, un pedazo de cleenex y una moneda. En casa de sons, reunidas en la cocina en torno a la sombra, íbamos recolectando los ingredientes cuando nos dimos cuenta de que no teníamos alcohol de noventayséis grados. La botella de Bombay Saphire nos presidía desde la alacena...
La sombra ha queddo bien. Una heroica grieta la surca, y un ligero aroma a ginebra habla de nuestra andanza nocturna. "Huele a fiebre de sábado noche", nos dice Chus: "alcohol y maquillaje."
jueves, mayo 29, 2008
Por fin, otro poema
Pampaluna te inspirará, me dijo Sonsoles. Y tenía razón.
MIEDO
Con tus ojos oscuros encendías
el mundo, con tus ojos arrojados
como piedras al río de mis ojos
donde las ondas iban destejiéndose.
En la primera onda tu silencio
provocaba lejanos cataclismos
y la serenidad de tu sonrisa
despertaba caballos en la nieve.
Del salón en el ángulo oscurísimo
desde donde te miro, tengo miedo.
Tus ojos abren una puerta gris
y es el invierno todo, con sus brazos
de sombra.
Han crecido los años y los árboles,
pero en Mayo me sigues dando miedo.
MIEDO
Con tus ojos oscuros encendías
el mundo, con tus ojos arrojados
como piedras al río de mis ojos
donde las ondas iban destejiéndose.
En la primera onda tu silencio
provocaba lejanos cataclismos
y la serenidad de tu sonrisa
despertaba caballos en la nieve.
Del salón en el ángulo oscurísimo
desde donde te miro, tengo miedo.
Tus ojos abren una puerta gris
y es el invierno todo, con sus brazos
de sombra.
Han crecido los años y los árboles,
pero en Mayo me sigues dando miedo.
martes, mayo 27, 2008
Hombres
Que no mienta ninguna de nosotras diciendo aquello de "los hombres cuando se quedan solos no saben hablar más que de mujeres, mientras las chicas tenemos tantos temas de conversación..." Porque podemos comenzar el diálogo sobre Aristóteles o H&M, pero siempre acabaremos hablando de ellos, velada o descaradamente. Es igual que nos lo propongamos o que no.
Con dieciséis años sí que nos lo proponíamos, y la más lanzada del grupo lanzaba aquella frase horrible: "hablemos de la virilidad masculina"... Y luego risas, piropos, anécdotas, gramos de atractivo aquí o allá... virilidad masculina manoseada y expuesta a granel. Daba un poco de pena.
Pero también puede hacerse bien, y resulta divertido. Ayer, en Pampaluna, caímos en un momento adolescente y decidimos compartir en voz alta nuestros sueños. Ojos verdes, nariz larga. Que te abra la puerta, no es antiguo, no: es genial. Pelo en pecho, no por Dios un bosque, hay que navegarlo, pues se navega oye. Calvo y con gafas de pasta, ¿en serio que te gusta? Que sí, que sí.
Nos estábamos desviando, y zanjó la cuestión mi amiga con un rotundo "Si yo no pido tanto..." Se conforma con un chico, uno solo para ella. Y remató la sentencia con un "yo quiero uno, grande y libre".
Como España, le dije yo.
Con dieciséis años sí que nos lo proponíamos, y la más lanzada del grupo lanzaba aquella frase horrible: "hablemos de la virilidad masculina"... Y luego risas, piropos, anécdotas, gramos de atractivo aquí o allá... virilidad masculina manoseada y expuesta a granel. Daba un poco de pena.
Pero también puede hacerse bien, y resulta divertido. Ayer, en Pampaluna, caímos en un momento adolescente y decidimos compartir en voz alta nuestros sueños. Ojos verdes, nariz larga. Que te abra la puerta, no es antiguo, no: es genial. Pelo en pecho, no por Dios un bosque, hay que navegarlo, pues se navega oye. Calvo y con gafas de pasta, ¿en serio que te gusta? Que sí, que sí.
Nos estábamos desviando, y zanjó la cuestión mi amiga con un rotundo "Si yo no pido tanto..." Se conforma con un chico, uno solo para ella. Y remató la sentencia con un "yo quiero uno, grande y libre".
Como España, le dije yo.
lunes, mayo 26, 2008
El rito de los tres algodones
Llueve. Con la humedad, el pelo se hincha y alborota, rebelándose y haciéndome añorar un corte a lo garçon. La visita al peluquero incluiría, ya que tanto atrevimiento necesité para cortarlo, un tinte cobrizo pelirrojo, y un set de pecas artificiales para distribuir sobre mi cara. Pero no es el momento.
Para qué engañarnos, me favorece más el pelo largo y rubio. Intento domarlo recogiéndolo en una coleta, porque aborrezco los bálsamos, ceras de peinado y demás enjuages que sólo sirven para ensuciarlo más y más. Mi política es champú dos en uno, o tres en uno o cuatro en uno, pero champú a fin de cuentas, vamos, un bote por lavado. Y luego, aire libre.
La piel es otra cosa. Como soy la contradicción en persona, para la piel no me importa usar cuatro cremas diferentes, cada una con su función bien definida. Al gel de aloe vera y la pantalla solar, viejos conocidos, añado ahora el descubrimiento del año: la línea de agua de rosas búlgara de Carla Rollo Villanova. Es sencillamente buenísima para pieles sensibles o problemáticas. Yo tengo el tónico multifunción y el hidragel calmante, y son droga dura. Calman, hidratan y miman la piel sin aditivos raros, olores fuertes o texturas grasas, que hoy por hoy son mis tres enemigos cosméticos.
Por la noche empiezo ante el espejo el rito de los tres algodones, haciendo masajes en el rostro primero con un desmaquillante (la loción micelar de Vichy, por ejemplo), luego con el tónico de rosa búlgara y luego con "una nuez" de gel de aloe. Tras el rito, mi cara está limpia y puedo aplicar el hidragel calmante, unas gotas de colonia en el cuello y a dormir, a ver si soñando se me ocurre algo poético para resucitar este pobre blogg.
Para qué engañarnos, me favorece más el pelo largo y rubio. Intento domarlo recogiéndolo en una coleta, porque aborrezco los bálsamos, ceras de peinado y demás enjuages que sólo sirven para ensuciarlo más y más. Mi política es champú dos en uno, o tres en uno o cuatro en uno, pero champú a fin de cuentas, vamos, un bote por lavado. Y luego, aire libre.
La piel es otra cosa. Como soy la contradicción en persona, para la piel no me importa usar cuatro cremas diferentes, cada una con su función bien definida. Al gel de aloe vera y la pantalla solar, viejos conocidos, añado ahora el descubrimiento del año: la línea de agua de rosas búlgara de Carla Rollo Villanova. Es sencillamente buenísima para pieles sensibles o problemáticas. Yo tengo el tónico multifunción y el hidragel calmante, y son droga dura. Calman, hidratan y miman la piel sin aditivos raros, olores fuertes o texturas grasas, que hoy por hoy son mis tres enemigos cosméticos.
Por la noche empiezo ante el espejo el rito de los tres algodones, haciendo masajes en el rostro primero con un desmaquillante (la loción micelar de Vichy, por ejemplo), luego con el tónico de rosa búlgara y luego con "una nuez" de gel de aloe. Tras el rito, mi cara está limpia y puedo aplicar el hidragel calmante, unas gotas de colonia en el cuello y a dormir, a ver si soñando se me ocurre algo poético para resucitar este pobre blogg.
viernes, mayo 16, 2008
Y van bien vestidas
Sofía y yo, en medio de la nieve del Norte, disfrutábamos de una semana blanca. Teníamos veinte años y estrenábamos chalet, el chalet nuevo de sus tíos. Desde el mirador de cristal veías la nieve, y por detrás había una calle normal, con carretera, otras casas y un estanco. Y dos contenedores de basuras: uno verde y otro azul.
Solía tirar la basura José, el tío de mi amiga. Tarde tras tarde, a las seis, se calzaba unas botas y se colgaba las bolsas al hombro con gesto antiguo.
José había cumplido su tarea hacía, por lo menos, media hora. Sofía empezó a ponerse nerviosa buscando tres billetes de cinco mil pesetas. Tres hermosos billetes azules que se perdieron en la basura. Como un flash doloroso recordó el gesto, la bolsa blanca, la mano furtiva.
Salimos a la calle con un taburete del cuarto de baño y un palo larguísimo. Yo sostuve la tapa del contenedor y ella, subida al banco (y vestida con vaqueros de Zara y chaquetita roja de Carolina Herrera), metió medio cuerpo para revolver las bolsas con el enorme palo, que crecía por segundos.
Anochecía. La nuestra era una calle alegre y colorista: pasaba gente. Puede oír cómo una chica murmuraba "cómo anda el patio". Y un hombre guapísimo, de ojos profundos y nariz barroca, se nos quedó mirando y dijo, como para sí, con gesto soñador:
- Y van bien vestidas...
Solía tirar la basura José, el tío de mi amiga. Tarde tras tarde, a las seis, se calzaba unas botas y se colgaba las bolsas al hombro con gesto antiguo.
José había cumplido su tarea hacía, por lo menos, media hora. Sofía empezó a ponerse nerviosa buscando tres billetes de cinco mil pesetas. Tres hermosos billetes azules que se perdieron en la basura. Como un flash doloroso recordó el gesto, la bolsa blanca, la mano furtiva.
Salimos a la calle con un taburete del cuarto de baño y un palo larguísimo. Yo sostuve la tapa del contenedor y ella, subida al banco (y vestida con vaqueros de Zara y chaquetita roja de Carolina Herrera), metió medio cuerpo para revolver las bolsas con el enorme palo, que crecía por segundos.
Anochecía. La nuestra era una calle alegre y colorista: pasaba gente. Puede oír cómo una chica murmuraba "cómo anda el patio". Y un hombre guapísimo, de ojos profundos y nariz barroca, se nos quedó mirando y dijo, como para sí, con gesto soñador:
- Y van bien vestidas...
martes, mayo 13, 2008
Gustos y disgustos son no más que imaginación
El título de este post coincide con el título de una comedia calderoniana, y parte del "Gustos y disgustos" de Sonsoles, que me parece un titulazo. Y me parece bien eso de decir siete cosas que me gustan y cinco que no me gustan, porque los gustos siempre deberían sobrepasar a los disgustos: allí voy.
Lo que me vuelve loca:
1) El maquillaje. -¿De verdad, chica? -Mmmm... Bueno, voy a decir algo que no sepáis. Me entusiasma revolver y encontrar cosas nuevas, o cosas perdidas que de pronto vuelven. Que mis amigos pongan cara de marciano diciendo ¿Mac... no es lo de los ordenadores? (Y mientras, mi colección de sombras crece... To be continued.)
2) Los recitales poéticos. Me gustan los meses de Noviembre y Mayo, porque vuelve la poesía. Me encanta ver las novedades en el stand de novedades... y comprar tres o cuatro poemarios y asistir a tres o cuatro recitales, como el de Pablo Moreno hoy (miércoles 14) en la Casa del Libro de Sevilla.
3) Los bebés. Entre tres meses y dos años, la edad mágica. Me encandila hablar con ellos en su lenguaje de alegría porque sí... y me encantaría enfurruñarme como ellos.
4) Los amigos. Queda moñas decirlo pero... adoro verlos, hablar con ellos por teléfono y etcétera etcétera.
5) Viajar a Algeciras un fin de semana. Y caminar por la calle ancha con María Eugenia mientras digo... ¡esta ciudad tiene un encanto oculto!
6) Viajar a Pampaluna. Sé que siempre hay una botella azul esperándome.
7) Las piscinas. Sueño con ellas...
Lo que me produce urticaria:
1) El alcohol. Nodisparenalpianista me está levantando fama de borrachuza, pero en realidad soy medioabstemia. Odio el descontrol y el desfase, los comas etílicos...
2) Los abstemios totales: son unos sosos. El vino se hizo para celebrar el mundo.
3) Las críticas y polémicas. No puedo con ellas.
4) Los que van de guais dejando tirado a medio mundo por el camino.
5) El aborto. El chantaje terrorista. Los insultos indiscriminados a la iglesia católica. Esto me suena de algo, lo he dicho ya...
Nomino a todos. Poned lo que queráis...
viernes, mayo 09, 2008
Siempre llueve cuando compro un poemario
En la feria del libro de Sevilla sólo busco una cosa: la caseta de la librería Renacimiento. Y, en ella, el cajoncito de cartón repleto de poemarios que compro por cuatro cincuenta, cinco o seis euros, no más. Me siento como un mendigo revolviendo en un contenedor, pero lo que yo me llevo a casa son auténticos tesoros. Así conseguí hace años las Canciones del alba.
Este año se me fueron los ojos a las portadas con rombos de colores. No sé por qué, pero me alegran la vida. La felicidad es algo extraño, y a veces se concentra en un vaso de cocacola, con los hielos cantando su canción. En Pampaluna la vista de los autobuses urbanos me llenaban de una felicidad intensa e inexplicable. Y la lluvia puede producir tristeza o júbilo dependiendo de qué. Nadie lo sabe.
Compré la antología de Rudyard Kipling traducida por Benítez Ariza: es importante el detalle de quién traduce, porque leyendo Lepanto, una puede disfrutar alternativamente (páginas pares o impares) de Chesterton o de las versiones en español. "La novedad", por ejemplo, tiene el toque Máiquez, de alegría con sol, mientras que "El último disfraz" tiene el toque Cabanillas, de alegría reflexiva, noche y embrujo.
Ayer decidí buscar en el baúl de cartón el poemario de Salvago, Volver-lo a intentar. Y me puse a leerlo en el tranvía, acordándome de Girondo. En la calle abrí el libro de nuevo. Llovía. Un par de gotas salpicaron el verso "y me la fue vistiendo de hermosura". Llovía como en navidad, como en las páginas de Para siempre.
Este año se me fueron los ojos a las portadas con rombos de colores. No sé por qué, pero me alegran la vida. La felicidad es algo extraño, y a veces se concentra en un vaso de cocacola, con los hielos cantando su canción. En Pampaluna la vista de los autobuses urbanos me llenaban de una felicidad intensa e inexplicable. Y la lluvia puede producir tristeza o júbilo dependiendo de qué. Nadie lo sabe.
Compré la antología de Rudyard Kipling traducida por Benítez Ariza: es importante el detalle de quién traduce, porque leyendo Lepanto, una puede disfrutar alternativamente (páginas pares o impares) de Chesterton o de las versiones en español. "La novedad", por ejemplo, tiene el toque Máiquez, de alegría con sol, mientras que "El último disfraz" tiene el toque Cabanillas, de alegría reflexiva, noche y embrujo.
Ayer decidí buscar en el baúl de cartón el poemario de Salvago, Volver-lo a intentar. Y me puse a leerlo en el tranvía, acordándome de Girondo. En la calle abrí el libro de nuevo. Llovía. Un par de gotas salpicaron el verso "y me la fue vistiendo de hermosura". Llovía como en navidad, como en las páginas de Para siempre.
domingo, mayo 04, 2008
Roma bien vale un poema
EN UNA IGLESIA DE ROMA
En el claro zaguán
el frescor de las calles siempre en sombra,
el fuego de tus ojos aguardando,
el silencio de siglos esperándome.
En el claro zaguán
el frescor de las calles siempre en sombra,
el fuego de tus ojos aguardando,
el silencio de siglos esperándome.
lunes, abril 28, 2008
Planto cibernético
He borrado de un plumazo, sin darme cuenta, todos los mensajes que atesoraba en mi móvil. Ya sé que es una tontería, pero me cuesta mucho desprenderme de ese saco de palabras digitales que, desde la pequeña pantalla, gritaba que era mío. Mío.
Tú no lo entiendes, y me dices que sueles borrar cada mensaje que lees como si fuera a autodestruirse en cuatro tres dos uno*. Pero si Bécquer pensaba que un poema era la memoria viva de lo que se ha sentido, yo creo que cada sms era un pedazo vivo de mi historia.
En uno de ellos, Pablo me daba la gran noticia: era finalista del Adonáis. Enrique me amonestaba, ¿vienes al Puerto o no vienes?, y Cris susurraba aquello de "sólo tienes que tirarte del balcón". La señora de Beades me invitaba a comer en su nueva casa. Nico me anunciaba que estaba esperando un hijo.
Sonsoles me dijo "ven al Policarpo, se me está ocurriendo una idea", y aquella noche cemanos bajo las estrellas un cuarto de libra con queso. Una muchedumbre de amigos me felicitaron por mi tesis recién defendida, alguno incluso entonó el Gaudeamus igitur. Y Merl me felicitó por mi cumpleaños a las cero cero cinco del día quince con un "quería ser la primera"...
-No sigas, no sigas, que me deprimo.
-¿Lo entiendes ahora...?
(*) Esto lo he copiado de una entrada en algún blog, pero no recuerdo cuál.
Tú no lo entiendes, y me dices que sueles borrar cada mensaje que lees como si fuera a autodestruirse en cuatro tres dos uno*. Pero si Bécquer pensaba que un poema era la memoria viva de lo que se ha sentido, yo creo que cada sms era un pedazo vivo de mi historia.
En uno de ellos, Pablo me daba la gran noticia: era finalista del Adonáis. Enrique me amonestaba, ¿vienes al Puerto o no vienes?, y Cris susurraba aquello de "sólo tienes que tirarte del balcón". La señora de Beades me invitaba a comer en su nueva casa. Nico me anunciaba que estaba esperando un hijo.
Sonsoles me dijo "ven al Policarpo, se me está ocurriendo una idea", y aquella noche cemanos bajo las estrellas un cuarto de libra con queso. Una muchedumbre de amigos me felicitaron por mi tesis recién defendida, alguno incluso entonó el Gaudeamus igitur. Y Merl me felicitó por mi cumpleaños a las cero cero cinco del día quince con un "quería ser la primera"...
-No sigas, no sigas, que me deprimo.
-¿Lo entiendes ahora...?
(*) Esto lo he copiado de una entrada en algún blog, pero no recuerdo cuál.
viernes, abril 25, 2008
Creación
Dios crea cada margarita separadamente, pero nunca se cansa de crearlas. Puede ser que Él tenga el apetito eterno de la infancia. Porque nosotros hemos pecado y envejecemos, pero nuestro Padre es más joven que nosotros."
-GKC-
La vida está hecha de postales, de tazas de café y servilletas que resbalan al suelo, y en el hilo de un segundo entre la mesa y las baldosas blancas, si captas el flash de una sonrisa te puedes enamorar. Ése es el juego, y ayer decidí aceptarlo.
El protagonista de mi tarde fue un niño rubio, de dos años, que miraba una silla como si fuera la primera silla en el mundo. Tal vez para él lo era. Y luego levantó la vista y me vio.
Para un niño todo es nuevo, un niño tiene siempre un poco de filósofo y otro poco de poeta. Por eso me hace pensar y me agrada el entusiasmo que algunos de mis amigos sienten por los muñecos que exhiben en sus salones. Una espada con láser infrarrojo en manos de un poeta es un símbolo: es igual a un columpio o un vaso de fanta de naranja para mí. No sólo nos devuelven una vida primera en que fuimos felices y desconocíamos palabras como Hipoteca y Atasco. Nos lleva también al origen del misterio, al primer asombro.
He dicho algunas veces que lo peor de mi vida estuvo en mi adolescencia: de los quince a los ventidos años no fui feliz, pero antes lo había sido mucho y después lo sería aún más. Ahora pienso que a los quince encerré mis muñecas en el armario y dejé de jugar por pudor, tal vez por puro sentimiento del deber. Me perdí por un camino de persona mayor y no encontré la salida del túnel hasta que comencé a tomarme en serio mi vocación de poeta. Jugar con las palabras fue mi salvación.
P.S.: La muñeca de la foto es de La boutique de Lupita.
miércoles, abril 23, 2008
I per Sant Jordi ell li compra una rosa...
Me gusta Serrat, pero me pone triste. Y no quiero estar triste. Sin embargo, Serrat me recuerda que hoy es el día de Sant Jordi, el día de las rosas y los libros. Me gustan las rosas amarillas y los libros de poemas, de crítica literaria, de teatro.
Hoy pensaba recomendar algunos libros; es el día. Y comienzo con la antología de Miguel D´Ors publicada en Númenor, que es un libro increíble. Aunque si alguien consigue la antología de La Veleta, Punto y aparte, ¡debe comprarla!
"Poesía la de siempre", es mi consigna, y no me canso de recomendar poemarios como Casa propia de EGM y Europa de Julio M. Mesanza, ambos de Renacimiento... Pero también os sugiero dos libros recientes, ambos de la coleción Adonais: Un poemario, de Teresa Soto, y Discurso de la Ceniza, de Pablo Moreno.
¿Qué libro estoy disfrutando últimamente? Para entender el Quijote, de Ciriaco Morón. Es una auténtica delicia, una joya científica y divulgativa al mismo tiempo.
¿Un libro para leer en un lento sábado de lluvia? Sin duda Benzelá, de Jose Julio Cabanillas, (Pre-Textos), mientras escuchamos la preciosa canción "sábado por la tarde", versionada por Sole Gimenez.
Más libros imprescindibles: Por supuesto, Perder y ganar de John Henry Newman (Encuentro.) Y Helena o el mar del verano, de Julián Ayesta (Acantilado.) Son aún más geniales sus cuentos, publicados en Pre-Textos.
"Hoy es el día del libro. - Sí, ya lo he quemado". Es un chiste ya mítico en mi familia, procedente de Eugenio o del Roto, no lo sé a ciencia cierta, pero el único libro que yo rompí (y pasé a mechero sus tapas) fue el libro de Matemáticas de tercero de BUP... Mucho tiempo después escribí un poema sobre aquel glorioso momento, tras recordarlo y tras leer los tres o cuatro primeros versos de En lugar del mundo.
Hoy pensaba recomendar algunos libros; es el día. Y comienzo con la antología de Miguel D´Ors publicada en Númenor, que es un libro increíble. Aunque si alguien consigue la antología de La Veleta, Punto y aparte, ¡debe comprarla!
"Poesía la de siempre", es mi consigna, y no me canso de recomendar poemarios como Casa propia de EGM y Europa de Julio M. Mesanza, ambos de Renacimiento... Pero también os sugiero dos libros recientes, ambos de la coleción Adonais: Un poemario, de Teresa Soto, y Discurso de la Ceniza, de Pablo Moreno.
¿Qué libro estoy disfrutando últimamente? Para entender el Quijote, de Ciriaco Morón. Es una auténtica delicia, una joya científica y divulgativa al mismo tiempo.
¿Un libro para leer en un lento sábado de lluvia? Sin duda Benzelá, de Jose Julio Cabanillas, (Pre-Textos), mientras escuchamos la preciosa canción "sábado por la tarde", versionada por Sole Gimenez.
Más libros imprescindibles: Por supuesto, Perder y ganar de John Henry Newman (Encuentro.) Y Helena o el mar del verano, de Julián Ayesta (Acantilado.) Son aún más geniales sus cuentos, publicados en Pre-Textos.
"Hoy es el día del libro. - Sí, ya lo he quemado". Es un chiste ya mítico en mi familia, procedente de Eugenio o del Roto, no lo sé a ciencia cierta, pero el único libro que yo rompí (y pasé a mechero sus tapas) fue el libro de Matemáticas de tercero de BUP... Mucho tiempo después escribí un poema sobre aquel glorioso momento, tras recordarlo y tras leer los tres o cuatro primeros versos de En lugar del mundo.
domingo, abril 20, 2008
La decepción
Si eres mujer y estás en edad comprendida entre los quince y los ochenta y cinco, te será familiar esta deprimente escena:
Te acercas a tu perfumería en busca del champú, cosmético o perfume de siempre, el que usaba tu madre, el que te recomendó tu amiga a los dieciséis años, el que descubriste viajando a Cuenca. Y de repente no está. Y de repente lo han retirado o, algo aún peor, lo han reformulado (¡cómo les gusta esta palabrita!) y no te gusta nada la nueva fórmula. Y te sientes insoportablemente frívola, pero se te rompe el corazón. Adios suaves reflejos a la camomila. Adios bronzer natural y a la vez brillante. Adios aroma sutil de madera, corazón de vetiver y salida fresca de bergamota. No se ha terminado un simple frasco, acaba una época de tu vida. Y si rondas la treintena, el adios se convierte en una pregunta inquietante sobre tu supuesta y cuestionada juventud.
A mí me ha ocurrido en tres ocasiones. Primero fue mi barra de labios favorita: Pour la vie de Bourjois, en tono Peche juteuse. Era un color melocotón luminoso, ni muy frío ni muy cálido, es decir, entre naranja y rosa. Lo llevé en las bodas de mis primas y en un millar de lunes cotidianos. De pronto retiraron esa colección, y yo me quedé huérfana de color y metida de lleno en una búsqueda del lipstick perfecto que aún no ha terminado. Y dejaron de fabricar un botecito de colonia de The Body Shop, que se llamaba Citrella y olía a pomelo y a naranja chispeante. Pero ésto último lo puedo perdonar, porque gracias a esa pérdida descubrí el perfume Aqua Allegoria Mandarin Basilic de Guerlain, el must have más glamouroso de mi neceser.
Hace unos meses Benita me hizo una pregunta sobre cremas solares, que deben ser su cosmético de cabecera. Y sin dudar dije: Avene no, ¡Isdin! Pues ahora digo que, aunque el de Avene no sea perfecto, es lo mejor que tenemos, ya que el gel extrem uva de Isdin ha pasado a mejor vida. Me encantaba ese fotoprotector solar: era realmente ligero, realmente eficaz y olía a bodega en el mes de octubre. La nueva fórmula promete "tacto ligero", pero obstruye los poros, provoca alergia, blanquea la piel y huele a zanahoria.
A lo mejor decidieron "mejorar" la fórmula el mismo día en que yo cumplía treinta años.
Te acercas a tu perfumería en busca del champú, cosmético o perfume de siempre, el que usaba tu madre, el que te recomendó tu amiga a los dieciséis años, el que descubriste viajando a Cuenca. Y de repente no está. Y de repente lo han retirado o, algo aún peor, lo han reformulado (¡cómo les gusta esta palabrita!) y no te gusta nada la nueva fórmula. Y te sientes insoportablemente frívola, pero se te rompe el corazón. Adios suaves reflejos a la camomila. Adios bronzer natural y a la vez brillante. Adios aroma sutil de madera, corazón de vetiver y salida fresca de bergamota. No se ha terminado un simple frasco, acaba una época de tu vida. Y si rondas la treintena, el adios se convierte en una pregunta inquietante sobre tu supuesta y cuestionada juventud.
A mí me ha ocurrido en tres ocasiones. Primero fue mi barra de labios favorita: Pour la vie de Bourjois, en tono Peche juteuse. Era un color melocotón luminoso, ni muy frío ni muy cálido, es decir, entre naranja y rosa. Lo llevé en las bodas de mis primas y en un millar de lunes cotidianos. De pronto retiraron esa colección, y yo me quedé huérfana de color y metida de lleno en una búsqueda del lipstick perfecto que aún no ha terminado. Y dejaron de fabricar un botecito de colonia de The Body Shop, que se llamaba Citrella y olía a pomelo y a naranja chispeante. Pero ésto último lo puedo perdonar, porque gracias a esa pérdida descubrí el perfume Aqua Allegoria Mandarin Basilic de Guerlain, el must have más glamouroso de mi neceser.
Hace unos meses Benita me hizo una pregunta sobre cremas solares, que deben ser su cosmético de cabecera. Y sin dudar dije: Avene no, ¡Isdin! Pues ahora digo que, aunque el de Avene no sea perfecto, es lo mejor que tenemos, ya que el gel extrem uva de Isdin ha pasado a mejor vida. Me encantaba ese fotoprotector solar: era realmente ligero, realmente eficaz y olía a bodega en el mes de octubre. La nueva fórmula promete "tacto ligero", pero obstruye los poros, provoca alergia, blanquea la piel y huele a zanahoria.
A lo mejor decidieron "mejorar" la fórmula el mismo día en que yo cumplía treinta años.
jueves, abril 17, 2008
Poeta en Jerez
Cris me pregunta por mi recital jerezano. Estoy entrando en una espiral de pereza en torno al blog, quizás porque tengo mucho trabajo y muchas anécdotas del trabajo a las que podría sacar partido, pero creo que debo ser un poco prudente... A mi jefa no le gustaría mucho encontrarse un diario de a bordo colgado en la red. Me conformo con decir que estoy descubriendo a mis alumnos y descubriéndome a mi misma, que no conocía mi desmedida pasión por Cervantes (yo, que soy calderoniana pura), y que me lo paso bien pringando todo el día, abriendo el mail a las once de la noche y respondiendo preguntas chispeantesde mis alumnos rubios, rubios y pelirrojos.
Hablaré de poesía. Tres cosas me sucedieron en Jerez. Me había invitado el poeta José Mateos a recitar en la Feria del libro, y fuimos en un tren antiguo mi madre y yo, viendo caer la tarde por la ventanilla. El recital era en un bar por la noche, y Jerez me pareció un laberinto de bodegas y calles en obras. Un poco antes de llegar al bar, mi madre (Marita) y yo (Rocío), vimos un par de corazones pintados en un muro, donde se podían leer cuatro nombres:
Marita y Nono. Rocío y Pikuku.
Nos entró la risa, claro. Menudos dos pájaros nos han adjudicado como amantes bandidos. Ya en el bar Bereber, Leopoldo del Puerto me sonríe y me dice "es la primera vez que recito". Le miro con un poco de ternura, pero cuando comienza me doy cuenta de que mi ternura es injustificada y que Leopoldo es un poeta como la copa de un pino, con ironía sutil y con imágenes poderosas.
Después, en la copa que nos ofrecen, gentes desconocidas me saludan y me descubro en la barra hablando de poesía y maquillaje con Carmen, y de Aragorn con Paula. Paula, la montaraz, que no puede soportar tampoco a Viggo Mortensen. Ya somos dos. Y, cinco minutos más tarde, ya somos dos mujeres gritando, valga la redundancia, porque estamos de acuerdo en todo, todo y todo. Colin Firth es nuestro Aragorn. Jude law nos gusta, pero es demasiado guapetón. La amiga, o prima, o hermana de Paula se ríe y comenta, "sois iguales". Y yo me acuerdo de algo que decía Beades de mirar un río, volverse hacia la persona que está a tu lado y preguntarle, ¿tú también?
Hablaré de poesía. Tres cosas me sucedieron en Jerez. Me había invitado el poeta José Mateos a recitar en la Feria del libro, y fuimos en un tren antiguo mi madre y yo, viendo caer la tarde por la ventanilla. El recital era en un bar por la noche, y Jerez me pareció un laberinto de bodegas y calles en obras. Un poco antes de llegar al bar, mi madre (Marita) y yo (Rocío), vimos un par de corazones pintados en un muro, donde se podían leer cuatro nombres:
Marita y Nono. Rocío y Pikuku.
Nos entró la risa, claro. Menudos dos pájaros nos han adjudicado como amantes bandidos. Ya en el bar Bereber, Leopoldo del Puerto me sonríe y me dice "es la primera vez que recito". Le miro con un poco de ternura, pero cuando comienza me doy cuenta de que mi ternura es injustificada y que Leopoldo es un poeta como la copa de un pino, con ironía sutil y con imágenes poderosas.
Después, en la copa que nos ofrecen, gentes desconocidas me saludan y me descubro en la barra hablando de poesía y maquillaje con Carmen, y de Aragorn con Paula. Paula, la montaraz, que no puede soportar tampoco a Viggo Mortensen. Ya somos dos. Y, cinco minutos más tarde, ya somos dos mujeres gritando, valga la redundancia, porque estamos de acuerdo en todo, todo y todo. Colin Firth es nuestro Aragorn. Jude law nos gusta, pero es demasiado guapetón. La amiga, o prima, o hermana de Paula se ríe y comenta, "sois iguales". Y yo me acuerdo de algo que decía Beades de mirar un río, volverse hacia la persona que está a tu lado y preguntarle, ¿tú también?
viernes, abril 11, 2008
Aquí
Abro la portezuela y una ráfaga de lluvia medieval me da la bienvenida. El taxi nos dejó al lado de la casa, pero también al lado de la lluvia. "La lluvia hay que bebérsela", pienso mientras dejo caer mi maleta en medio de un gran charco. A cámara lenta cae, y caen también las monedas que me devuelve el taxista. Buscar monedas en un charco, mientras bebo el agua vertical, me hace pensar en un par de botas altas de plástico, y en esa vida subacuática de barro y phoskitos que vivíamos en la guardería ya derribada. Ahora hay un muro. Pero una vez mi amigo Antoñito, como un héroe, hizo dos agujeros en sus botas porque "esto necesita un desagüe". Teníamos cinco años.
La lluvia es divertida si la tomas como un refresco, botella chispeante, y si sabes que en el piso de Pampaluna está esperando el youtube, el gesto de hombros ése tan sensual que pone Neil Diamond y el danísimo de fresa y plátano que me ofrece Sons.
La lluvia es divertida si la tomas como un refresco, botella chispeante, y si sabes que en el piso de Pampaluna está esperando el youtube, el gesto de hombros ése tan sensual que pone Neil Diamond y el danísimo de fresa y plátano que me ofrece Sons.
martes, abril 08, 2008
Paraguas muertos
Hoy llueve en Sevilla de una forma tropical. La lluvia le da a Sevilla un aspecto de extrarradio, de película de posguerra, disuelve los colores en un caos de blanco y negro. Pero la lluvia copiosa, irracional, devuelve los colores a la tierra y le da un aire africano. Las calles invadidas, el fango, la ausencia de taxis. Y ese brillo de isla desértica con monzón asiático: tres continentes en uno por arte de la lluvia.
El Apocalipsis se concentra en un viento salvaje que revuelve mi pelo, recién cortado en la peluquería, (no me peinen, no...) Un viento que destroza los paraguas. Llueven junto a las papeleras esqueletos de paraguas inservibles ya, y es lo único que me recuerda a la lluvia en Pampaluna. Recuerdo entonces que mañana viajo al Norte, y la visión desolada del paraguas muerto me hace sonreír, fuera de lugar y hora, como reiría Hommer Simpson ante una cafetera rota mientras Marge gruñe y gruñe.
El Apocalipsis se concentra en un viento salvaje que revuelve mi pelo, recién cortado en la peluquería, (no me peinen, no...) Un viento que destroza los paraguas. Llueven junto a las papeleras esqueletos de paraguas inservibles ya, y es lo único que me recuerda a la lluvia en Pampaluna. Recuerdo entonces que mañana viajo al Norte, y la visión desolada del paraguas muerto me hace sonreír, fuera de lugar y hora, como reiría Hommer Simpson ante una cafetera rota mientras Marge gruñe y gruñe.