viernes, marzo 22, 2024

Aitana, Sebastián y la cultura de la cancelación

Parece, se comenta que Aitana y Sebastián Yatra se han reconciliado, viajan juntos, han pasado la noche juntos.



Noticia frívola y absolutamente baladí para cualquiera que no sean ellos dos..., pero que me interesa como exponente de esta nuestra sociedad, fiscalizadora y canceladora. Porque hemos entrado en tromba, se ha producido todo un movimiento de masas que señalan a Aitana y, cual si tuviera 15 años,  la amonestan diciendo: "¡con ése no, bicho!

Bicho, por supuestísimo, él, no ella...
Todo nace de unas declaraciones en las que un demasiado sincero Sebastián dice lo que muchos jóvenes de hoy en día piensan, que le cuesta ser fiel y que se plantea en el futuro una relación abierta.

Vaya por delante que la fidelidad y la lealtad son mis valores más queridos, y que mi relación ideal es la de mis padres, totalmente monógama y que lleva durando 47 años de santo matrimonio, en el que aún se quieren y se hacen reír.

Pero más aún creo en la libertad, y como además soy todo lo que no se debe ser en esta nuestra sociedad, es decir, ingenua y romántica, pienso, como primera posibilidad, que Sebastián Yatra ha llorado lo perdido... y ha recapacitado. Que no sabes lo que de verdad quieres hasta que ya no lo tienes.

O, como segunda opción, que ella también desea un idilio moderno. No voy a caer en aquello de que si fuera Aitana quien hubiera planteado una relación abierta no caería sobre ella todo el peso del oprobio woke, o sí lo digo, oh yes.

A lo que voy es que sea lo que sea, si están juntos o no será siempre algo fruto del consenso, santo grial y vaca sagrada del siglo XXI... ¿O no? En esta sociedad nuestra, todo es consenso, hasta que tocamos algún pilar fundamental, algún dogma laico aún más irrenunciable, y entonces el consenso deja de ser algo tan, pero tan, tan importante.

sábado, marzo 02, 2024

Rafa Alvira, in memoriam

Recuerdo a Rafa Alvira en Maestu, en el verde ingrávido de agosto, disfrutando de un día de verano junto a mi padre, feliz y hablando como él hablaba, entre susurros y sonrisas. 

También recuerdo a Rafa Alvira en Pampaluna, un día de lluvia feroz. Llovía a raudales y salíamos de la biblioteca los dos a la vez, él tenía reservado un taxi y, con ademán de caballero un poco tímido, me dijo, ¿compartimos? Y yo lo acepté con la inconsciencia de los veinte años, sin darme cuenta del gesto tan grandioso que acababa de presenciar.

También llovía en La Rioja, quince años más tarde. Era veintiocho de enero, día de Santo Tomás de Aquino, cuando vino a impartir una conferencia sobre la esencia de la verdadera universidad, y yo me bebía sus palabras desde la primera fila..., y se nos rompió un perchero en la oficina de UNIR.

Y recuerdo a Leonardo Polo invitado a comer en mi casa de Sevilla, cuando yo era muy pequeña, y a Javier Hernández Pacheco, también en casa de mis padres, hablando de filosofía, del Rocío, del mejor vino de Jerez.
Y me siento agradecida a la vida, a la Vida con mayúsculas, porque he asistido casi sin darme cuenta a toda una generación de caballeros a los que admirar, a los que contemplar con limpieza, grandes hombres pero, sobre todo, hombres buenos que me acompañarán siempre.

miércoles, febrero 21, 2024

En Pampaluna

Pampaluna siempre me inspira...

El campus. La Tierra Media. Abetos, caminos verdes, estudiantes felices. Parecen felices: hobbits leyendo alegremente en el césped lejos de Mordor, esto es, lejos de mayo y los exámenes... 
Mediodía: los blancos caminos serpentean entre el verde, repletos de chicos y chicas que suben hacia Iturrama. Les sigo, sudo bajo el sorprendente sol y mi abrigo de invierno. 
Y atravesando plazas porticadas llego a la que fue mi calle, y encuentro la misma papelería con joyitas de plata en el escaparate y la prensa para alegrar los desayunos de sábado y domingo.
La tienda de mesas y sillas donde compré mi mesa y mi silla en mi piso de estudiantes sigue también allí, y respiro aliviada. 
Y continúo mi camino, sofocada y feliz, hacia el bonito con tomate primigenio que cocina mi tía Maite.

jueves, enero 25, 2024

Conversaciones en Misa

A mi, en Sevilla, me gustan las iglesias del centro.


Los Estudiantes, con su impresionante Cristo de la Buena Muerte. Santa María la Blanca y la capillita de la calle Sierpes, ambas tan barrocas. La capilla de la puerta de Jerez, con su Virgen renacentista sobre pan de oro. Y, por supuesto, la catedral.
No puedo evitarlo: a Dios se llega por la belleza y yo soy una pija espiritual, como se ve en este poema.de El último minuto:


HAGAMOS TRES TIENDAS

                           (Santa Maria in Trastevere)

Rebañito de ovejas bizantinas
que minuto a minuto yo miré
balar en esa bóveda dorada
en un silencio que también refulge:
a vuestro lado yo me quedaría 
si hubiese buen pastor, como lo hay,
al calor del poder mudo y gigante
de aquella lamparita diminuta,
y no volver jamás al gris cemento.


Pero últimamente me gustan las misas de jóvenes de los domingos: si hay ambiente, el cura habla bien y el coro es bueno o, al menos, entusiasta, no me importa que el cemento me rodee.
Tres condiciones que reúne la Misa dominical en Porta Coeli, Jesuitas. Además, hay naranjos a la entrada, y los domingos a las ocho está llena hasta los topes.
Tres chicos de veinte años estaban sentados detrás de nuestro banco, y no pararon de hablar durante la ceremonia, algo que es muy católico, también.
Un poco antes de la Consagración, único momento que respetaron con un relativo silencio, pude oír este descacharrante diálogo:

-Illo, illo, yo no voy a comulgar, que no me he confesao.
-¿Cuándo fue la última vez?
-¡Ufff! - y añadía, señalando con el dedo:
-Ustedes tampoco andáis muy finos.(Sic).
-Yo no peco, zanjó un tercero.
Y el primero en hablar, que sí que andaba fino en cuestiones teológicas o morales, le rebatió:
- Illo, que la lujuria es un pecado capital...

Casi me ahogo.

martes, enero 23, 2024

Perdida entre naranjos

De Nervión al hotel Colón, en pleno centro de Sevilla, caminando. La gloriosa y guerrera calle Bailén me aguardaba, y no he querido pedir un taxi porque iba a una peluquería "de señoras", buena y carísima, y no deseé sumar otro gasto.

Modestamente, creo que ha merecido la pena. Tenía un arbusto por cabellera y ahora tengo estas ondas doradas, estas capas que enmarcan el óvalo a la altura de la clavícula, clavicut creo que se llamaba esto, y un pelo saneado.
El asunto es que he ido andando, he andado una hora entera. Que también podría tomar un 27, pero estaba ante el Primer Naranjo de la Tierra, hacía un sol apetecible y en mi cabeza sonaba la máxima de mi nutricionista, "haz deporte". Que sí, que ya sabemos que andar no es cardio ni parapente, que hace falta más..., pero menos da una piedra.

Yo iba despreocupada, sabiendo mi camino, hasta más o menos Menéndez Pelayo, pero en vez de entrar por los jardines de Murillo para enfilar San Fernando y luego la Constitución hasta la plaza Nueva, y al final Sierpes hasta San Eloy..., algo me hizo tomar un atajo y acabé no se sabe por qué en la plaza de la Alfafa, y antes, en la casa de Pilatos.

Buen medio día de turismo y deporte después de haber corregido cien exámenes y haber publicado las notas de mis alumnos, sí, señor. Sevilla estaba preciosa, y he aprendido que hay una calle que se llama Lirio, muy bucólica, muy yo. Que, en un pasado muy remoto, Enrique García Máiquez me llamaba Llir entre cards, Lirio entre cardos.

Todo fueron sonrisas hasta que faltaba un cuarto de hora para llegar a la peluquería y yo tenía bastante perdido el rumbo... Entonces, decidí hacer caso a mi conciencia, digo no, decidí hacer caso a mi amiga María Eugenia que siempre me anima a practicar con Google Maps, porque en realidad no sé leer mapas ni virtuales ni en papel.
Bueno, pues Google Maps quería que me metiera por este callejón... ¡Google Maps es un peligro!

Al final llegué como siempre, callejeando y PREGUNTANDO. Y sofocada. Y con la trenza desecha..., pero eso, dos horas y media después, daba ya igual.

sábado, enero 20, 2024

Canto para Lord Scutum

No gastaremos nunca las palabras, te escribí hace más de veinte años.
Y tú me dijiste en una carta que nuestra amistad te devolvía la más pura inocencia de cuando éramos niños, llevándote de la mano a esas tardes doradas en el parque de columpios y trenzas al sol. 

Y siempre tenías melancolía de futuro, te gustaba imaginarnos a largo plazo, dentro de diez años, de veinte, siempre juntos a través de la distancia.
Han pasado los años, más de cuatro lustros, y ya no somos niños. No lo éramos entonces, y ahora la vida nos llena de hipotecas y noches de hospital. Y hubo chaparrones, hijos, amores fallidos, amores luminosos, duelos, broncas y resacas. 

El oro manchado de barro, que lo limpias y renace, aún más refulgente. Eres tan de verdad que me das miedo, eres estar en casa y a la vez el abismo y el acantilado. Y no acabo de conocerte nunca, porque siempre me sorprendes, pero contigo me sé a salvo, abrigada, iluminada por esa luz de vela que me regalas siempre.

miércoles, enero 10, 2024

La cuesta de enero es... cuesta abajo

Eso dice mi padre, que la cuesta de enero es cuesta abajo. 
Y no hay más que deslizarse, fluir, volver amorosamente a la bendita normalidad, ¡deliciosa normalidad!
Lo cotidiano deslumbra, digo yo. El tiempo ordinario es lo nuestro, dicen los que saben.
Y entonces, ¿por qué este vacío que hay que llenar con viajes, planes,sorpresas?  Porque el corazón quiere lo que quiere, dice El mentalista. Y se lo daremos: tiempo ordinario sí, pero con viajes, planes, ¡sorpresas!