martes, octubre 31, 2006

Tongo

Hace un par de días fui al teatro con mis padres, a ver "El príncipe tirano", de Juan de la Cueva. El montaje lo firmaba el CAT, lo cual ya tendría que haberme dado algo de recelo. LLegamos al Lope de Vega, mi padre trajeado, yo guapa y mi madre guapísima, y nos ofrecieron un libreto que se abría con un discurso rompedor, del tipo "qué malos son los poderosos", y que acababa diciendo "nadie es más puta que la suerte". Ayayay. El libreto-joya incluía un par de críticas que alababan el decorado frío y minimalista. Lagarto, les dije a mis papás, y no me equivocaba.
Reconozco que soy una cría sencilla. Leo autor del siglo XVI y espero música renacentista, vestuario renacentista, maquillaje renacentista y un poco de respeto por el texto. Lo de la música fue lo que más dolió. Me las prometía muy felices escuchando deliciosas baladas populares y fondos de cítaras tristemente felices, pero no.
Lo que hubo fue un chacachaca, frotamientpo de cuerpos en plan reloj mecánico, nada erótico festivo, qué va, ¡ojalá! Y entre estridencia y golpe tecno, un verso atragantado por ladrillos de prosa libre.
Mis ojos procesaban los segundos como un ordenador apunto de apagarse, y yo iba pensando en el cine, ¡con las ganas que tengo de ver Scoop...!

viernes, octubre 27, 2006

Palabras

Hay versos que se clavan y te rondan en momentos importunos. En la cola del cine, en la mercería. Deberías decir "tome, diez con ochenta", pero te salen enredadas las palabras, como cantando: "mirándote, mirándote, mirándote" o "amor se llama fuego". Te muerdes los labios, a ver qué le explicas a la mercera. Durante años me venía continuamente a la imaginación un verso de Lope de Vega. Por extraños silogismos que sólo Freud desvelaría (o no), yo no hacía otra cosa que repetir: "que aún tienen sal las manos de tu dueño".
No sé qué magia antigua enciende las palabras esta noche, pero sí sé deciros que los versos se rezan, se desnudan. Como una oración. "En las manos de Dios está la vida", de Julio Martínez Mesanza. Este verso me ha acompañado en las noches más negras de hospital, y estoy por decir que ha salvado a un hombre. "La triste acometida de las horas". Un verso de mi amigo Paco Gallardo que me hacía reír durante aquel disparatado curso de luminotecnia, cuando el hombrecillo ése hablaba de la acometida de la luz. "Y entonces dijo Dios, ¡hoy, diversión!", de Chesterton, cómo no repetirlo una y mil veces como si fuera un caramelo de naranja... Y un Calderón que parece Garcilaso: "Fuentes perennes llorarán mis ojos". Y Juan del Encina: "Remediad, señora mía/ pues podéis".
Qué raros los poetas. Que unas palabras sirvan de conjuro. Lápices de colores, caramelos. Y cómo quema todo cuando no las encuentras. Dónde está la salida. Y palpas la pared, y das con el botón. Y todo se ilumina para siempre.

jueves, octubre 19, 2006

Rincón

Una entrada de Enrique García Máiquez me ha recordado la pasión que desencadenó el haiku en la boggosfera, allá por el mes de abril. Incluso yo hice experimentos y lo que salió más o menos fue esto:

Tarde en Madrid:
este sol que florece
sobre tu pelo.

(En Madrid, con mi madre. Sí, el pelo era el de mi madre, no el de un dulce amado.) Luego, jugando con mis primos, me nació otro haiku:

Niños jugando
con barro en las rodillas
y piruletas.

Hasta ahí nuestra historia. La entrada de E. G-M volvió a desatar el gusanillo, aunque un poco menos porque el genial Fernando do Vale sigue en su forzoso retiro, y él es el especialista. Ayer paseaba yo por Sevilla: lluvia, atascos y boquetes. De pronto, un sauce y dos palmeras. Y de pronto, la inspiración, en forma de haiku endecasílabo y alejandrino, o sea, de no haiku.

RINCÓN

Por fuera todo es fango, ruido, prisas.
Aquí, mi sauce y yo bailamos lentamente,
las palmeras se abrazan a la lluvia.

lunes, octubre 16, 2006

Don´t touch my make-up






Que me gustaba el maquillaje, lo avisé al sufrido público, y quien avisa no es traidor. Pintarse la cara es como pintar un cuadro con la yema de los dedos. Como todo lienzo, hay que prepararlo con antelación. Y el colorido se adapta a la caída de las hojas en los parques o a las piruetas que se le ocurren a una señora como Bobbi Brown.
Hoy en día hay pinceles para ahumar los ojos, nuestras bocas parecen ciruelas maduras y podemos oler a agua de lluvia debajo de los árboles. Existe el gloss efecto piruleta, vienen las nuevas texturas: gel, mousse. Todo se funde en la piel y se consiguen diversos acabados: luminoso, mate, fresco... El look natural es, por descontado, el que lleva más trabajo escondido.
Hay días en que quieres salir a la calle sin nada, sólo la sempiterna barrita de labios. ¿Necesitas algo más para comprar dos litros de leche? Nooo. Te recoges el pelo en una coleta zarrapastosa, te enfundas en tus pantalones más cómodos y cháaaaan! En el barrio se congregan todas las vecinas que conoces, los chicos que quisite alguna vez. Sonríen diabólicamente. Tu también sonríes en plan "soy gótica y grunge, ¿qué pasa...?", mientras subes las escaleras mascullando "nunca mais, nunca mais".
Una amiga mía apareció un día en la facultad sin haberse regalado los brochazos de última hora que toda mujer se dedica ante el retrovisor del coche. Tenía la carita pálida y sonriente, de media luna. Se le acercó un chico muy galán a preguntarle si le pasaba algo. "El problema es justamente que no me pasa nada, ¡es que soy así!". Deberías ir acostumbrándote, le dijo con buen humor al chico. Con buen humor y puntería, porque dos años más tarde se casaba con él.
En tiempos de Felipe II, tengo entendido pero carezco de documentos, se prohibió enamorar a un hombre por medio de afeites. Y es que el maquillaje engaña, eso es lo bueno. El maquillaje es como el buen teatro, trampa y cartón. Sombras como tizas que se diluyen en el párpado y zas!, la dama cansada se convierte en princesa. Benditas armas de colores, si se saben utilizar bien, claro.

Lunes

Es lunes. Es lunes, y llueve. La ventana de mi cuarto se parece a la cara de un chaval que acaba de recibir las notas: supenso en matemáticas, churretes por las mejillas.
Es lunes, y llueve, y he adelgazado un kilo, y he escrito un par de folios en el ordenador, y todo es hermoso.
¿Por qué no? Todos los lunes me repito que la palabra lunes es pura convención. Podría ser miércoles o jueves. Que un lunes tenga que ser gris y pesar como un fardo, también es un tópico. Carmen Martín Gaite dijo que la sorpresa es una liebre, y Jostein Gaarder dijo que el tiempo no corre, somos nosotros quienes corremos por el tiempo. Yo prefiero decir que nadamos por el tiempo. Nadamos por el tiempo como por un túnel de parque acuático, y está en nuestra mano pegar bien los brazos al cuerpo para que las esquinas no nos rocen. El túnel está ahí. Fluímos como en un cuadro del Bosco, fluímos como fluyen las cosas mágicas, porque nosotros somos mágicos. Somos obra de un Mago.

sábado, octubre 14, 2006

Poemas caídos en combate

Que las musas, Apolo, Baco, Jakobson...
Así comienza un poema, de d´Ors, por supuesto, y así comienzo yo y retomo este blogg, invocando a todos los santos de la corte celestial para que cese la sequía en España y en mi pobre ser... Carlos me reprocha, con razón infinita, mi abandono y desatención para con vos amado público. Comienzo diciendo hola, esto no se acaba, quedan muchas tardes y muchas estrellas. Queda conocernos, mirarnos a los ojos, y ciber-hablar, que es lo que importa.
Por el momento hago una proposición en pro de la ciudadanía, atendiendo mis deberes civiles a la par que mis deberes bloggísiticos. Propongo instaurar una fiesta más en nuestro calendario. Existen ya días para el obrero, el padre, el cáncer, los discapacitados, los enamorados...
Existe, gracias a Dios, el día del libro. Debería existir el día de las rosas amarillas, el día de las palmeras, pero yo propongo algo más factible. Sugiero el día del poema fallido. El poema tirado a la papelera, en un momento de lucided o arrebato. El poema que ni siquiera llegó a ser, apenas unas sílabas que nos encendieron un minuto, pero luego...

domingo, octubre 08, 2006

Cosas que me gustan demasiado


El zumo de piña, los columpios, Chesterton. El agua mineral, las piscinas, Calderón de la Barca. Los plátanos de La Palma, los violines callejeros, la antología de Bousoño que acabo de comprarme. El chocolate, los mercadillos medievales, Miguel dÓrs. El pan, los bosques élficos, el mudejarillo de José Jiménes Lozano.
Cuando te preguntan qué es lo que te gusta, o qué lo que te gusta demasiado, puedes responder a un grito primario en el hombre, que le hace deleitarse con la comida. Un segundo escalón sería responder con algo de la belleza sensible, algo creado por Dios o por la mano del hombre: las hayas de un bosque de cuento o el colorido de otoño en el maquillaje.
Pero cuando realmente me preguntan por lo que me fascina, lo que me hace perder pie, el escalón último que más se asemeja al Paraíso sería una recital de José Julio Cabamillas, una tarde en Madrid con Fernando López de Artieta, unas horas perdidas en los pliegues de uno de esos libros que nunca se terminan de leer.