He vuelto, tras la fiebre navideña y los días de saudade, a mis planes tranquilos de fin de semana en Sevilla.
Sábado de librerías, fanta de naranja y tiendas pequeñas por el centro: autobús inundado de sol de colores, breve parada en la Anunciación, libros de poemas y visita al stan de Mac en el Corte inglés, donde una alemana que estudió teatro y acabó de maquilladora en España me tiñe los pómulos con un colorete dorado, hum, huele bien, ¿te gusta Calderón? Una vez maquillé a los protas de una comedia de Calderón, me dice sonriendo.
Llego a casa cargada con una bolsa de jabones para el armario: uno huele a mango tropical y es para mi madre, otro para mi piel sensible se anunciaba como Jabón sábanas de seda azul, al verlo imaginé una casa en La Rioja rodeada de viñas y mazos de espliego. Y cerca el monasterio de Cañas, con el Cristo sereno y luminoso del siglo XIV. Y dentro de la casa, cama de matrimonio con sábanas de hilo, sábanas que huelen a jabón.
Mañana de paseo, tarde de estudio. El domingo nos ha servido para seguir estudiando y para limpiar un poco la casa. Todo para acabar en misa de ocho y en el restaurante que hay en mi calle, donde sirven una ensalada templada de pato que yo he bautizado como ensalada de otoño-invierno o ensalada de Bilbo Bolsón: tiene setas, lechugas variadas, confitura de higo, jamoncitos de pato y nueces. Buen final...
5 comentarios:
y todo eso por un jabón...!!qué maravilla!!yo me apunto a tu casa de sábanas de lino, solo si tienes también chimeneas en los cuartos, como en los castillos medievales y las casas viejas de tierras frias.y ni te cuento como se me hace la boca agua al oler (porque puedo olerlo) ese platillo hobbitico que describes mmmmmmm!.
Bienvenido, J. M. Peñalba...
Esta prosa es como algunas de Josep Pla pero con un horizonte que va más allá de la mesa bien dispuesta. Y el cuaderno no es gris, sino de estos colores que tan bien nos acercas a las pupilas invisibles. Es como si, dentro de todo este discurso de amable-estar-a-gusto no hubiera un yo cercado y reconcomido, sino eternidad y paz. Que es lo insólito de tu obra, puesto que los demás sólo conocemos la pax in bello, que decía el aragonés de Barbastro. Y no dudo de que tu también la conoces (pax et bello), pero en tus poemas -y en tu blog no haces más que poemas- sólo aparece un mirada amable hacia todo. Sobre todo hacia ti misma, como un "paisaje con autorretrato" que no es solitario, sino habitado.
La tienda de lencería da mucho tiempo para pensar, y no sólo en pantorrillas.
Ohhh, genial, qué gran sábado Rocío, yo lo perdí sentado delante del PC leyéndome a Breton y a Tzara... acabé del sueño y del nuevo arte hasta la coronilla. Por cierto, ahora que estoy en una hora muerta, no he desayunado y pienso en el almuerzo, me encantaría un poco de esa ensalada que dices... ufff, confitura de higos!!! que bueno.
¡Pero qué gaitesca te pones forastera!¡Cuánta novela de una pastilla de jabón(dirían los pragmáticos-realistas y un coro de griegos aburridos de sí mismos...)
Yo también me apunto al tacto de esas sábanas,y a la mirada amorosa de ese Cristo con los brazos abiertos...
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