jueves, julio 24, 2025

Merienda de verano

Me pregunto qué merendabais vosotros cuando erais niños. Aunque la verdadera pregunta, la pregunta completa sería qué merendabais de niños en las largas y soleadas tardes de verano. Esas tardes doradas de parques y columpios...




Las meriendas de verano de mi niñez aparecen nítidas ante mí, mientras que, por mucho que intento recordar, mis inviernos son pálidos y apenas se dibuja una taza de colacao sobre la mesa redonda de la cocina, bajo la lámpara y la sorda amenaza de los deberes. Y, cuando empecé a "crecer", (entiéndase a lo ancho), una pieza de fruta, "que la fruta es muy sana entre horas", decían, y a deshora también, pensaba yo, porque el caso es que a todas horas aparecía la dichosa fruta, cuando lo que me pedía a mí el corazón eran unas onzas de chocolate.

Pan con chocolate: ésa era la poción mágica que nos dispensaba mi abuela todas las tardes tras el baño en el río. Recuerdo el pan de miga blanca y prieta, y sobre todo, la delicia de las onzas de chocolate: cuatro o seis, según la debilidad abuelil, ocho si era festivo. Teníamos una prima segunda cuya abuela le daba media tableta por día, cosa que nosotras contemplábamos en silencio entre la reprobación y el escándalo, pues a la sabia edad de nueve años ya teníamos conocimiento de que aquello era una barbaridad calórica, y la no tan escondida o verdaderamente declarada envidia...

A mis primas y a mí nos sabían muy bien nuestras onzas: cuatro eran lo normal y lo correcto, seis era que la abuela estaba contenta esa tarde, y ocho onzas era que, ¿qué día es hoy, Santiago o Santa Ana? Y así pasaron las tardes doradas de río, campo, excursión a Leorza y columpios, en nuestros ocho, nueve, diez y hasta once años, y luego llegaron los doce y trece, con su sabor a Coca-Cola y a final del paraíso, sin que nosotros fuéramos realmente conscientes de que se nos estaba terminando el reino de la niñez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Chocolate con leche Nestlé extrafino, querida Rocío. Este chocolate marcó mi infancia, en la que no había decenas de sabores de chocolate como actualmente. Sólo recuerdo el chocolate Elgorriaga con su inconfundible envoltorio amarillo y la tableta roja. Luego llegó Milka y no recuerdo cuando comencé a ver el Toblerone en mi entorno. Bonita entrada sobre esas maravillosas tardes de verano, en las que refrescaba al caer la tarde, como este año, a pesar de que íbamos a morir como El del chiste: sin luz, sin agua y sin gas.