Era como uno de esos juegos de prendas, sólo que con una prueba demasiado esforzada esta vez, pero el dolor era cosa de valientes y sabíamos que al final, en un final de cuento, volveríamos a encontrarnos, porque las reglas del juego eran así.
Y por la noche soñabas con el abuelo, que entraba por la puerta y decía: ¡estoy aquí!, y cuando despertabas te ponías a pensar si allá en el cielo el abuelo se había dedicado a soñar también contigo. Porque una vez tu padre te contó que esta vida pasa muy deprisa, que los del otro lado no tienen tiempo para la nostalgia, porque allí se ve la vida nuestra como un viaje veloz en ascensor.
Han pasado los años, muchos años. Se me ha llenado el cielo de gente querida y joven. Pues fueran cuales fueran sus años al morir, se fueron bien temprano. Pero el misterio sigue, y nuestro viaje. Javier, Marisa, Cris, Paquito y Alejandro, que estáis con mis abuelos... Muy pronto gozaremos de la fiesta. Vamos en ascensor hasta la Vida.
2 comentarios:
Gracias 🫂
Rocío, qué manera tan bonita de decir que cada vez conocemos más muertos. Además está mucho más cerca de la verdad, que es amor y esperanza
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