Amigos míos, he terminado mi quinto poemario (o casi), por lo que vuelvo al blog. Le dedico este post a Inma, a mi madre y a EGM, que son quienes han insistido más pidiendo esta vuelta. Intentaré actualizar una vez a la semana.
En realidad, vuelvo por la puerta falsa porque voy a adaptar un comienzo de post de mi otro blog, Makimarujeos, pero cuando lo escribía pensaba, esto podría ser uno de mis proemas antiguos:
CONVERSACIONES CON LA OTRA (II)
El viernes estuve haciendo la compra en Mercadona cuando me sentí dulcemente atacada por un paquete de regalices rojos, que se cruzó en mi camino para avasallarme a traición. Resistí, más o menos siguiendo el esquema de este diálogo con "La Otra":
- Mmmmmm, regaliz roooojo...
- Rocío, que te pierdes.
- Ay por favor, por favor y por favor. Quiero regaliz rojo.
- Es azúcar pura y calorías vacías, pa eso te compras chocolate (que tampoco)...
- No te oigo, no razono y quiero regaliz rojo.
- ¡Que no!
- Tirana de mi albedrío...
Así estábamos en un reñido mano a mano cuando se me ocurrió esta brillante salida (mejor dicho, se le ocurrió a La Otra):
- Mira, si quieres química dulce, te vas al Hobbit que la venden por unidades de a cinco céntimos y no en paquetes asesinos suceptibles de desaparecer de una sentada, te compras dos o tres palitos rojos después de una sesión de Gym y eres feliz como un regaliz con riesgo mínimo.
Y fiada de esta semi promesa seguí hacia adelante..., rumbo a la perfumería.
Una comentarista me he dicho que el diálogo parece sacado de una de esas pelis surrealistas de los años ochenta, ¡"El ataque de los regalices asesinos"!
En realidad, vuelvo por la puerta falsa porque voy a adaptar un comienzo de post de mi otro blog, Makimarujeos, pero cuando lo escribía pensaba, esto podría ser uno de mis proemas antiguos:
CONVERSACIONES CON LA OTRA (II)
El viernes estuve haciendo la compra en Mercadona cuando me sentí dulcemente atacada por un paquete de regalices rojos, que se cruzó en mi camino para avasallarme a traición. Resistí, más o menos siguiendo el esquema de este diálogo con "La Otra":
- Mmmmmm, regaliz roooojo...
- Rocío, que te pierdes.
- Ay por favor, por favor y por favor. Quiero regaliz rojo.
- Es azúcar pura y calorías vacías, pa eso te compras chocolate (que tampoco)...
- No te oigo, no razono y quiero regaliz rojo.
- ¡Que no!
- Tirana de mi albedrío...
Así estábamos en un reñido mano a mano cuando se me ocurrió esta brillante salida (mejor dicho, se le ocurrió a La Otra):
- Mira, si quieres química dulce, te vas al Hobbit que la venden por unidades de a cinco céntimos y no en paquetes asesinos suceptibles de desaparecer de una sentada, te compras dos o tres palitos rojos después de una sesión de Gym y eres feliz como un regaliz con riesgo mínimo.
Y fiada de esta semi promesa seguí hacia adelante..., rumbo a la perfumería.
Una comentarista me he dicho que el diálogo parece sacado de una de esas pelis surrealistas de los años ochenta, ¡"El ataque de los regalices asesinos"!
3 comentarios:
Enhorabuena
¿De verdad se llama el Hobbit???? No me puedo creer que te hayan puesto cerca nada menos que un establecimiento que vende chuches, tus chuches, con ese nombre. Me encanta esa tirana de tu albedrío que está consiguiendo sacar de ti tu mejor tú. Gracias. Un beso fuerte
Se llama Hobbit, vende chuches y para más rechifla está justo en frente de mi gimnasio.
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