Me he ido de casa.
Ya no vivo en Sevilla, con mis padres. Tampoco vivo en Logroño, en casa de mi abuela. Vivo en Logroño, sola. En una casa que he amueblado yo, con ayuda de toda mi familia.
Mi padre arregló el tema de la electricidad: al fin y al cabo las mujeres, o ciertas mujeres, seguimos siendo machistas. Los enchufes y bombillas... ¡¡¡ellos!!!
Mi madre me hizo unos visillos preciosos y me acompañó a comprar muebles. la base de la cama se llama "tapiflex". Las sillas de madera son muy caras, si quieres que sean buenas.
Me fascina mi casa: tiene una mecedora y un tocador vintage. Está situada en medio de todo, en el epicentro de la ciudad, en una calle repleta de farolas y gente paseando. Volver a casa a las diez de la noche es como organizar un camping en una tarde de verano... con luna en el cielo.
Y no tengo televisor. No estoy en contra, conste... es que supuse que con el ordenador encendido, los libros por leer y las visitas me bastaría.
-Pero, pero, pero... ¡¡¡si vives sola!!!
Sí, es cierto: se agradece escuchar un run run acogedor cuando llegue a casa, un gato que me pregunte con bigotes y cabriolas: ¿cómo te fue?
Y, precisamente por eso... me he comprado una radio, y la enciendo nada más llegar a casa, tras dejar las llaves en una bandejita de vidrio azul en forma de botella que me regaló Merl.
No es una radio cualquiera... Es radio despertador. Me despierta a las ocho de la mañana de lunes a viernes, con música o noticias, lo elijo dependiendo de mi estado de ánimo en la noche anterior.
Y claro, tengo que escoger cadena.
Por ahora, mi casa es una mezcla de Onda Cero, Kiss FM, Los Cuarenta, Radio Clásica y... ¡Cadena Cien!
Esta última es la que suele endulzar mis primeros minutos: levantarme con Javi Nieves por la mañana es encontrar, entre las sábanas aún revueltas, una llamarada de alegría.