Ha sido el año que corona una década.
Hace exactamente diez años conocí a mis amigos poetas, bohemios de misa dominical, hedonistas y católicos. Hace diez años desayuné por vez primera en los Reales Alcázares con Lord Scutum. Comí tarta de manzana en el Trinity con Beades. Desayuné en el balcón de mi casa con Pablo. Visité un humeante puesto de castañas con Merl. Y, un poco después pero en ese mismo año conocí y comencé a leer a los que hoy son mis poetas vivos preferidos, auténticos mitos que de vez en cuando andan por mi casa... Enrique, José Julio, Carmelo Guillén Acosta, Amalia Bautista... YMiguel d´Ors. El tiempo ha sido bueno conmigo: diez años son muy pocos en una historia de admiración que camina,un paso tras otro, hacia la amistad.
Pero el tiempo no se ha detenido. Este fue el año de Mirar el fuego. De Las siete barbies solteras. De Julia, la hija de Fernando do Vale. De Carmen, la hija de Enrique. El año de los recitales en la Casa de libro, con champagne en el ático. El año de mi Renacimiento: Conocer a Marie Christine de Castillo y hablar con ella de poetas y perfumes ha sido una de las cosas más bonitas que me ha sucedido.
Ha sido el año de Siltolá: también he conocido a Javier Sánchez Menéndez, y en su editorial ha publicado mi gran amiga Corina Dávalos su primer libro.
Ha sido el año en el que he tomado en serio mi blog de maquillaje. El año de las ciento diecinueve mil visitas. Gracias a esas visitas he conocido a Kitty, a Cantaloupe, a Gadirroja, a la dulce Claudia y a Morgan, entre otras bloggeras. A Alejandra de Kenzo. A Franc Delgado, maquillador de Nars. A Olmo Longarbo, maquillador de Tous. Todos ellos me han ido inficcionando cada día un poco más con esta pasión por llenar de burbujas doradas la piel.
En definitiva, Dos Mil Diez ha sido el año de los amigos, los libros y las barras de labios. O, como dice mi madre: ¡cuánta vida en una vida!
To be continued, siempre to be continued.
viernes, diciembre 31, 2010
jueves, diciembre 23, 2010
FELIZ NAVIDAD
Este año os felicito la Navidad con palabras que no son mías sino de un genial poeta, Carmelo Guillén Acosta, que en un mensaje de felicitación me envió una emocionante escena navideña:
¿Qué suerte tenemos con la llegada de la Navidad! ¡Es nuestra fiesta! Yo acabo de hacer pestiños y mi casa huele a anís sobre todo. Por lo demás, el Belén, con una enorme tinaja que he incorporado este año, el árbol, con el brillo intermintente de la alegría, mi pájaro (se llama Halo), cantando sin parar, este Sol... ¡cómo se llena el alma de Vida! Ya solo falta el Niño, que viene mañana, ay... Muchas, pero que muchas felicidades en estos días, para ti y los tuyos. Son nuestros (los días).
¡¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!!!
domingo, diciembre 19, 2010
Crónica de una tragedia largamente anunciada
Mi vida como drama por capítulos comenzó el día en que mis padres y yo decidimos vagamente pertenecer al equipo sevillista: el estadio del Sevilla Fútbol Club quedaba algo más cercano a nuestro hogar que el mítico Benito Villamarín, y eso sirvió para decantar nuestras simpatías, porque el fútbol como deporte nos daba bastante igual. En mi casa los domingos nunca fueron hipotecados delante del fuego televisivo.
Con el tiempo yo me hice futbolera pero sólo cuando jugaba España. Aprendí a amar a Casillas como todas y, aunque nunca lo haya dicho, a Pep Guardiola como ninguna. Qué hombre, qué maneras. Qué distinción, cuánta elegancia, vaya un modo de combinar un traje con barba de tres días. Creo que me estoy desviando de mi objetivo, pero es que lo que tengo que relatar es una tragedia inconclusa en la que ando metida en estos días tan entrañables, y el final inhappy se ve llegar y claro, a nadie gusta narrar una tragedia. Pero vamos alla.
Segundo capítulo del drama: corría el año dos mil tres cuando mis amigos me convencieron para hacerme del Betis. Hay que recordar que mis amigos son poetas y tienen tremendas dotes de persuasión. Me pintaron el beticismo como una filosofía de vida, y como mi padre es filósofo no pude resistirme. La pasión por el Betis se tatuó en mi alma y desde ese mágico momento me dispuse a sufrir. Y fue precisamente mi padre quien, en son de chanza pero más pertinaz que una sequía, comenzó a motejarme de traidora. ¡Traidora, yo!
Tercer capítulo: en la Nochebuena del año dos mil nueve mi madrina me regala un magno libro: la nueva Gramática de la Lengua Española, editada en dos gruesos tomos amarillos con tapas duras por la DRAE. En un momento de exaltación afirmo, prometo y creo que hasta juro leer de cabo a rabo lo que a todas luces fue concebido sólo como libro de consulta. Pónganse en situación: acababa de apurar la tradicional copa de Oporto que bebe toda mi familia en esa noche, y como yo no bebo alcohol, sólo ginebra azul y tequila con mis amigos..., se me subió el Oporto. Ocasión aprovechada por mi padre para firmar conmigo una apuesta, por la cual si en el plazo de un año yo no había llegado a mi fin tendría que abrenunciar y abjurar de mi beticismo.
Cuarto capítulo y fatal desenlace: se ha cumplido el año. Se va acercando la fecha, y huelga decir que ni siquiera he hecho ademán de abrir alguno de los dos pesados tomos amarillos. Mi padre me recuerda mi promesa y yo lloro de rodillas pidiendo remisión. Pero él me la niega, y disfruta muchísimo. Me hallo ante el abismo de mi propia libertad, en vías de elegir entre faltar a mi palabra o cambiar de equipo. Me temo que de ambas acciones se concluye un absoluto deshonor. En el fermoso panorama que diviso veo sólo una luz: he encontrado a dos insignes sevillistas que, en el caso de que lo peor suceda, aporten fundamentos metafísicos a mi regreso al equipo del Sánchez Pizjuán. Uno es el genial filósofo José María Prieto, y otro el ingeniero Rafa Valdés.
Estoy acongojada, y por eso pido el comodín del público, o sea de todos ustedes.
Con el tiempo yo me hice futbolera pero sólo cuando jugaba España. Aprendí a amar a Casillas como todas y, aunque nunca lo haya dicho, a Pep Guardiola como ninguna. Qué hombre, qué maneras. Qué distinción, cuánta elegancia, vaya un modo de combinar un traje con barba de tres días. Creo que me estoy desviando de mi objetivo, pero es que lo que tengo que relatar es una tragedia inconclusa en la que ando metida en estos días tan entrañables, y el final inhappy se ve llegar y claro, a nadie gusta narrar una tragedia. Pero vamos alla.
Segundo capítulo del drama: corría el año dos mil tres cuando mis amigos me convencieron para hacerme del Betis. Hay que recordar que mis amigos son poetas y tienen tremendas dotes de persuasión. Me pintaron el beticismo como una filosofía de vida, y como mi padre es filósofo no pude resistirme. La pasión por el Betis se tatuó en mi alma y desde ese mágico momento me dispuse a sufrir. Y fue precisamente mi padre quien, en son de chanza pero más pertinaz que una sequía, comenzó a motejarme de traidora. ¡Traidora, yo!
Tercer capítulo: en la Nochebuena del año dos mil nueve mi madrina me regala un magno libro: la nueva Gramática de la Lengua Española, editada en dos gruesos tomos amarillos con tapas duras por la DRAE. En un momento de exaltación afirmo, prometo y creo que hasta juro leer de cabo a rabo lo que a todas luces fue concebido sólo como libro de consulta. Pónganse en situación: acababa de apurar la tradicional copa de Oporto que bebe toda mi familia en esa noche, y como yo no bebo alcohol, sólo ginebra azul y tequila con mis amigos..., se me subió el Oporto. Ocasión aprovechada por mi padre para firmar conmigo una apuesta, por la cual si en el plazo de un año yo no había llegado a mi fin tendría que abrenunciar y abjurar de mi beticismo.
Cuarto capítulo y fatal desenlace: se ha cumplido el año. Se va acercando la fecha, y huelga decir que ni siquiera he hecho ademán de abrir alguno de los dos pesados tomos amarillos. Mi padre me recuerda mi promesa y yo lloro de rodillas pidiendo remisión. Pero él me la niega, y disfruta muchísimo. Me hallo ante el abismo de mi propia libertad, en vías de elegir entre faltar a mi palabra o cambiar de equipo. Me temo que de ambas acciones se concluye un absoluto deshonor. En el fermoso panorama que diviso veo sólo una luz: he encontrado a dos insignes sevillistas que, en el caso de que lo peor suceda, aporten fundamentos metafísicos a mi regreso al equipo del Sánchez Pizjuán. Uno es el genial filósofo José María Prieto, y otro el ingeniero Rafa Valdés.
Estoy acongojada, y por eso pido el comodín del público, o sea de todos ustedes.
lunes, diciembre 13, 2010
El ego sum empírico (la alegre tropa)
Dentro de 3 días cumpliré 33 años. Me gusta el número tres. Este post está dedicado a tres bellos personajes: Lord Scutum, Fernando do Vale y Témporis.Anoche organicé en casa una merienda recital con motivo de mi cumpleaños: un recital privado con el "núcleo duro" del grupo Númenor para declamar nuestros últimos poemas, y como estrella invitada, Lord Scutum, que desde el principio de las veladas poéticas en mi casa (marzo del 2000), ha amenizado la noche con sus aforismos geniales.
Desafortunadamente, Beades y Alejandro Martín Navarro no pudieron asistir, y Joaquín Moreno tuvo que marcharse pronto... Pero al final quedó un pequeño cenáculo: Pablo Moreno, Paco Gallardo y Lord Scutum entre ceniceros, papeles y ginebra, el verso chispeante y el tequila centelleando en las copas. Era una botella de color caramelo llamada "corazón partido", con un licor ambarino que pegaba fuerte en la garganta pero luego tenía cierta dulzura y una cogorza suavísima, melopea lírica. La sangre no llegó al río. Fluyeron los poemas: Paco y Pablo tienen sendos libros inéditos, ignotas joyas que fueron parcialmente desveladas esa noche.
Me regalaron una botella azul de Bombay Saphire que presidía la salmodia, unos bombones blancos y unos pendientes celtas, que Lord Scutum me compró en Irlanda, allá por el dos mil cuatro, luego extravió y ahora ha reencontrado. Tienen un triskell sobre dorado: son el símbolo exacto del número 33.
Pero lo mejorcito que trajo Lord Scutum consigo fue un poema de su propiedad, el único que ha escrito, en endecasílabos casi perfectos: "yo es que al leer tu libro me dije: los poemas de Rocío tiene una música, voy a seguirla". Me suelta esa frase genial con aire tímido y entrecortado. Casi me lo como.
El poema Lordescutiano dice así:
VIDA SIN MÍ
El ego sum empírico mi vida
con enamoramientos inconclusos
noctámbulos periodos sin fisuras
multívocos fragmentos irreales
de indecisiones pánicos y bríos
se rasga más completa de puntillas
mirándote de cerca con los brazos
abiertos Cristo identificatorio
por tu misericordia permanente
brillantes excepciones hoy me inician
a ser yo de verdad como yo soy
solo ante ti quizás sin los disfraces
ni los espejos que reflejan nada
sólo artificios de quien quise ser
ausente erradicado un tanto iluso
fragmento de una vida sin sentido
sin ti me anulo desenamorado
dándome igual mi lepra mi camino
mi irregular respeto de mí mismo
mi interpretar a solas este mundo
A mí me parece un poema estupendo, tal vez un tanto sobrecargado de discurso como su propio autor. Lo único que creo que necesita una nota del editor (un asterisco, diría aquí Beades el Torrente) es lo del "Cristo identificatorio". Resulta que Lord Scutum es un bohemio de penumbra litúrgica, un auténtico hedonista cristiano, y piensa que sólo Jesucristo es el que nos puede revelar a cada uno nuestra verdadera identidad. Ahí queda eso. Y el poema fue escrito y leído fervorosamente no bajo los efluvios de sacristía rancia, sino entre brindis sacros de ginebra: ¡Toma ya!
domingo, diciembre 12, 2010
No la muerte, sino los amores
Juan García, in memoriam. Dedico este post a BárbaraHace algún tiempo estuve con José Julio, tomando café. De vez en cuando quedamos para hablar de poesía y, si ha habido suerte e inspiración, para corregir poemas. Una de las alegrías de mi vida es esta, mi mayor orgullo: he sabido rodearme de gente grande a la que admiro. A través de los años, aquéllos a quienes considero mis grandes maestros se han convertido también en grandes amigos míos: José Julio Cabanillas, Amalia Bautista, Enrique García-Máiquez, Miguel d´Ors.
Aquel día José Julio me hablaba de Granada, la ciudad que guarda el paraíso de su niñez. Me hablaba de un convento escondido en el que estuvo San Juan de la Cruz, en unas olvidadas navidades del siglo XVI. Me contó que una monja vio al santo rezar ante la misteriosa luz. Creyéndose solo, en un momento el poeta tomó en brazos al Niño y repetía meciéndolo:
Mi dulce y tierno Jesús,
si amores me han de matar
agora tengan lugar.
¿Te das cuenta, Rocío?, me decía José Julio. "Agora tengan lugar". No la muerte, sino los amores.
Estas últimas palaras se me quedaron grabadas, y ahora las repito yo, como una oración para tiempos oscuros. No la muerte, sino los amores.
jueves, diciembre 09, 2010
Juan García
Pienso en Juan, y veo un hombre chispeante vestido de caballero. Filosóficamente vestido de su auténtico y más recóndito ser. Bailando como una peonza en la boda de su hija. Bailando conmigo, con ese gancho irresistible que le hizo arrebatador. Pienso en Juan, y veo simpatía abrasadora. Le veo emocionado en la boda de su último hijo. Bajo una buganvilla, bebiendo jerez en una copa que no terminaba nunca.
De fiesta en fiesta, de boda en boda familiar nos visitábamos. La vida era un carrusel de música rotunda. La vida era un tedeum encendido. Y así será su vida de verdad, ahora que llegó.
Has llegado, por fin, a la Gran Boda.
De fiesta en fiesta, de boda en boda familiar nos visitábamos. La vida era un carrusel de música rotunda. La vida era un tedeum encendido. Y así será su vida de verdad, ahora que llegó.
Has llegado, por fin, a la Gran Boda.
sábado, diciembre 04, 2010
Crónica Cabanillas/ García-Máiquez
Como no tengo una buena foto del pasado recital, cuelgo esta de las hojas en la lluvia, aquella tarde, un poco antes de meternos todos en el Aula Luis Cernuda para escuchar la luz. Disparó el flash mi amiga Merl, que entre el público sonreía con sus ojos de duende.
Primero recitó Jose Julio Cabanillas. Es peculiar lo que sucede con este hombre: traje gris, voz de penumbra y tono pretendidamente otoñal, todo parece ceniza cuando empieza... y de repente la luz. El mundo de la poesía se divide en dos: los poetas que brillan y las que ni a fuerza de malabares consiguen un mísero chispazo. Jose Julio pertenece al primer grupo, a pesar de esa humildad tan extrema que parece apagarle en el comenzo. Un brillo que se abre paso entre la lluvia, que nace de palabras musitadas. Había que aguzar el oído para escucharle, y así, con el cuerpo en tensión y el alma prendida, te llegaban los poemas inéditos para desarmarte y destrozarte la vida a base de pura belleza. Versos en romance, versos de arte menor con sabor a infancia, endecasílabos que huelen a vestido de domingo. Versos de "mucho misterio", como diría él. Poemas casi místicos. Asistimos al nacimiento de un nuevo tema en la poesía de Jose Julio: la muerte de la madre. Yo había oído hace tiempo ya un poema dedicado a su abuela muerta, que tocaba el piano en la casa familiar, y el nieto regresa y junto a piano mudo recuerda. Pero los poemas a una madre son hondísimos: recuerdo ahora los de La vida es lo secreto de Carmelo Guillén-Acosta.
Luego recitó Enrique García-Máiquez, que también acaba de perder a su madre y cuyo libro, recién salido del horno, se divide entre una ausencia tan grande y la maravilla de haber tenido una hija "por sorpresa". El poemario es un auténtico tesoro, cuya flamante portada no acierta a vislumbrar los aciertos que hay entres sus páginas. Sin epítetos altisonantes, sin renunciar al juego de palabras ni a la lírica de cuarto de estar que tan sabiamente maneja Enrique, terminó dejándonos embobados. Y un poco escépticos. En un par de ocasiones durante su lectura dijo el autor que sus poemas son ahora más elegiacos que antes. Puede ser, pero hay tanto de himno, de acción de gracias en su poesía, que incluso entre las penas rebosa la canción. Yo no dudo de sus propias palabras, puede que como él asegura esté inmerso en la temida crisis de los cuarenta, pero lo que se ve por fuera es una alegría tamizada por la ironía y un guiño de nostalgia aderezado con sorbos de metaliteratura. Y los versos que dedica a su hija son absolutamente deliciosos. No se puede devorar sólo uno, como sucede con las patatas Lay.
Por cierto, que "salgo" en el libro: ¡me ha dedicado un poema! No voy a fardar poco, de ahora en adelante...