Comenzaba el recital. El presentador tenía cara de saberlo todo y, a la vez, cara de guasa infinita. Así, sin anestesia, se declaró izquierdista y progre, y agnóstico creo aunque no recuerdo bien. Luego se declaró devoto de Chesterton, lector empedernido de su Ortodoxia y admirador de Gómez Dávila. Este hombre me encanta, pensé, ¡qué hombre! Disfrutaba leyendo los blogs de Enrique García-Máiquez y Aquilino Duque, y arremetió contra Juan Manuel de Prada, pero se lo perdoné: a mí tampoco me acaba de convencer del todo.
En la copa que ofrecían después, hablamos de C.S. Lewis y de las memorias de Chesterton. De ese mundo de teatrillos de cartón, el vaso de leche y el caballo dorado. Comentó que detrás de todo aquello se vislumbraba una auténtica alegría, y que despertaba en él verdadera nostalgia.
- ¿Has leído a Newman? -, le pregunté.
- No, pero me apetece leerlo ¿Qué me recomiendas?
- ¿Te gusta Oxford?
- Muchísimo.
- ¿Y las discusiones teológicas de fines del XIX?
- También.
- ¿Aunque terminen en conversión al catolicismo?
- Me da igual.
- ¿Puedo casarme contigo?
La última pregunta sólo me la imaginé. De viva voz me limité a recomendarle Perder y ganar, publicado en Encuentro. Y, en el autobús de vuelta a casa, le pedí a Dios que sembrara España de progres como él. Después dee todo, no importa tanto a quién votas: lo que de verdad interesa es a quién lees.
jueves, octubre 28, 2010
martes, octubre 26, 2010
Olor a tortilla francesa
OMELETTE
Como un ciclón invade los salones,
la casa, las alcobas, el vestíbulo,
un aroma de huevos cocinándose.
Era primero el eco de la loza
contra el rojo metal del tenedor:
ruido de castañuelas y cansancio,
el pijama de pies, las gotas de Nenuco.
Los deberes que nunca se acababan,
la lámpara flotando sobre el lunes.
Luego la lumbre se encendía, y era
el amor sin cansancio del aceite: fundirse, crepitar.
Y mi madre logrando
la redondez exacta, amarilla y brillante.
Una felicidad redonda y de diario.
(* Existe también la posibilidad (que me ha silbado Pablo Moreno), de dejar caer el último verso ("Y las barbies muriéndose de envidia") y terminar con la felicidad de diario.) P.S.: Tras todos los comentarios, he decidido hacer caso a Pablo Moreno (y a Carlos RM, ¡gracias!), y dejar caer a las barbies. Os agradezco mucho a todos vuestra ayuda en este cyber taller poético.
Como un ciclón invade los salones,
la casa, las alcobas, el vestíbulo,
un aroma de huevos cocinándose.
Era primero el eco de la loza
contra el rojo metal del tenedor:
ruido de castañuelas y cansancio,
el pijama de pies, las gotas de Nenuco.
Los deberes que nunca se acababan,
la lámpara flotando sobre el lunes.
Luego la lumbre se encendía, y era
el amor sin cansancio del aceite: fundirse, crepitar.
Y mi madre logrando
la redondez exacta, amarilla y brillante.
Una felicidad redonda y de diario.
(* Existe también la posibilidad (que me ha silbado Pablo Moreno), de dejar caer el último verso ("Y las barbies muriéndose de envidia") y terminar con la felicidad de diario.) P.S.: Tras todos los comentarios, he decidido hacer caso a Pablo Moreno (y a Carlos RM, ¡gracias!), y dejar caer a las barbies. Os agradezco mucho a todos vuestra ayuda en este cyber taller poético.
sábado, octubre 23, 2010
La piedra de la fertilidad
El colgante me lo regalaron mis padres al regresar de un viaje. Mi amigo fotógrafo me dijo que parecía una lata medio rota y repleta de gominolas. A mí me evocó el fulgor milenario de algunas grutas centelleantes, por lo que pensé que era un ágata. No, mira (me dijo mi madre), aquí traemos una tarjetita donde dice lo que es y qué propiedades tiene. Tras leerla, se me puso cara de colegial en vacaciones.
-Pero ¿tú la has leído?
- No, me confesó ella.
Le indiqué, subrayando con los dedos: "Calcedonia" (¡como nuestra tienda de calcetines!) "Induce a la fertilidad, la lactancia. La maternidad".
No me la he quitado del cuello. La Piedra de la Fertilidad ha comenzado a hechizarme.
En el trabajo hay una madre que suele traer, en un capazo, a su bebé de tres meses. Ha debido acabársele la baja de maternidad y encontró esta solución: su tarea es tranquila y su hijo también. Nada más verlo, la piedra comenzó a brillar. Tómalo en brazos si quieres, me dijo ella, al ver cómo nos mirábamos: olía a leche y a mimos, a piel recién hecha. A polvos de talco, a jabón. A milagro diminuto. Lo puse sobre mi hombro, dándole palmaditas, y él solo decidió recostarse en mi cuello. Fueron cuatro minutos infinitos.
En el recreo de Primaria encontré a una niña preciosa: pelirroja, feliz y con síndrome de Down. Le acaricié el pelo y ella se volvió hacia mí, abrió unos brazos enormes y me rodeó, riendo. Por detrás venían sus compañeras, una me preguntó: "¿eres su madre?"
De todas las cruces que Dios pudiera mandarme, pensé, tú serías la más dulce.
jueves, octubre 21, 2010
Nube de humo poético: primeras ráfagas
Hace un par de días subí a mi otro blog delirante una reseña sobre unos polvos iluminadores de Mac. Me dejé llevar por la "lírica del color" y acabé plasmando de un tirón este párrafo:
Pocos minutos después, una comentarista me dice: "Que peligro tiene esto de que un poti te lo describa una poetisa. Suena todo tan requetebonito que te dan ganas de correr al stand!" Y, tan sólo porque ella me ha llamado poeta, vuelvo a sentirme poeta otra vez, por encima de la pertinaz sequía.
Estoy en la calle Sierpes. Voy sorteando escaparates llenos de luz, al encuentro de la Belleza. La librería abierta, la gente merodeando impaciente, esperando el comienzo del recital. De repente me envuelve una bruma de casi invierno, promesa de diciembre: el primer puesto de castañas se vislumbra como un fogonazo, una nube blanca de carbón negro. Y, de fondo, suenan violines: una polaca con mejillas rojas hace sonar con fuerza una delicada música. Y va a comenzar la presentación de La memoria frágil, de José María Jurado.
Entramos, y suena la poesía. Esa que, según el autor, es a la vez "el enigma y la llave del enigma".
By Candelight: a la luz de la vela. Nombre romántico, inspirador y muy invernal. Lo veis en la foto: se trata de un tono marfil dorado, cálido y con un importante subtono melocotón suave. Aporta un halo de luz dorada y pálida al mismo tiempo. Te regala el look de mejillas navideñas. parece que acabas de abrir los regalos que había bajo el abeto, al lado de la chimenea.
Pocos minutos después, una comentarista me dice: "Que peligro tiene esto de que un poti te lo describa una poetisa. Suena todo tan requetebonito que te dan ganas de correr al stand!" Y, tan sólo porque ella me ha llamado poeta, vuelvo a sentirme poeta otra vez, por encima de la pertinaz sequía.
Estoy en la calle Sierpes. Voy sorteando escaparates llenos de luz, al encuentro de la Belleza. La librería abierta, la gente merodeando impaciente, esperando el comienzo del recital. De repente me envuelve una bruma de casi invierno, promesa de diciembre: el primer puesto de castañas se vislumbra como un fogonazo, una nube blanca de carbón negro. Y, de fondo, suenan violines: una polaca con mejillas rojas hace sonar con fuerza una delicada música. Y va a comenzar la presentación de La memoria frágil, de José María Jurado.
Entramos, y suena la poesía. Esa que, según el autor, es a la vez "el enigma y la llave del enigma".
jueves, octubre 07, 2010
Los tres estados del alma (III)
“Dificilmente pudiera
conseguir, señora, el Sol
que la flor del girasol
su resplandor no siguiera:
Dificilmente quisiera
el Norte, fija luz clara,
que el imán no le mirara;
y el imán difícilmente
intentara que obediente
el acero le dejara.Si el sol es vuestro esplendor,
girasol la dicha mía;
si Norte vuestra porfía
piedra imán es mi dolor;
si es imán vuestro rigor,
acero mi ardor severo;
pues ¿cómo quedarme espero,
cuando veo que se van
mi Sol, mi Norte, mi Imán,
siendo flor, piedra y acero?”
Así comienza Calderón de la Barca una de sus comedias más enredadas y líricas, Casa con dos puertas mala es de guardar. Una mujer tapada que camina por la calle. Un hombre que la sigue. Ella se vuelve, con sonrojo y apuro, y le ruega que no la siga más. Él declama unos versos que han trascendido el tiempo con Mano de música; recita la declaración amorosa más bella del mundo, y formula el tercer estado del alma: La Atracción de la Piedra Imán.
Ese estado de obsesión por la belleza que gira en un crescendo y nunca termina de llegar al anticlímax. Ese desvelo del alma humana que es capaz de prenderse en un reflejo de luz, una vez intuido y nunca visto del todo. Basta un segundo para encender nuestro corazón e iluminarlo, para llenarlo de magia, de sueños, de obsesiones. Podemos vivir toda una vida de humo, de polvo estelar, de una ráfaga que un día nos deslumbró y regresa, siempre, agazapada en la esquina más gris y cotidiana.
Un día descubrí que a esto llama la gente "fantasías", y a veces "mito erótico". Y me parece un crimen: el pulso de una vida condenado en una gota de sudor. La Atracción de la Piedra Imán puede sucedernos con un hombre imposible, sí, pero también con cierta poesía y con cierta música. Robert Redford rodando en mi cintura, vestido de los pies a la cabeza, tiene el mismo poder que cuatro versos de Eloy Sánchez Rosillo para mí.
La Piedra Imán es un peligro, también una revelación. Nos puede deslizar por un volcán maldito, hacernos desear lo que nos hace daño, pero para un poeta es algo imprescindible. Lo mismo que te abisma puede darte la luz. Ese dardo feroz y luminoso es lo que mueve el mundo de un poeta: escribir muchas veces es desear ardientemente algo, algo que brilla al fondo inaccesible, una nostalgia que te transfigura.
Lo que se recomienda en estos casos es convertir las obsesiones en pura inspiración, como dijo uin poeta. A mí me ha sucedido: el poema que cierra mi libro "Mirar el fuego" nace de un ataque agudo de Atracción de la Piedta Imán:
VIAJES
Mi corazón doméstico y descalzo,
de andar por casa, de mirar el fuego
con su magia primera, de paisajes
interiores; ventanas y ventanas,
mi corazón que duerme por el día,
que siente la llamada de las tres
tiendas, que no se quiere levantar
y vuelve cada noche al escenario,
mirándote mirar se quedaría
toda la vida, si dijeras dónde.
martes, octubre 05, 2010
Los tres estados del alma (II)
Hay un estado del alma que se debe evitar a toda costa. Se recomiendan todo tipo de acrobacias mentales y piruetas psicolíricas para salir de este estado, que unos llaman de nube negra, otros designan con el manido "estar ploff", y yo he bautizado poéticamente como "La Maldición de la Piedra".
No se trata de la típica depresión de baja intensidad que nos acomete en otoño, ni del spleen, bajón o día nublado. La Maldición de la Piedra no es sólo una sensación aguda del alma sino una certeza, una terrible certeza. Tomé el nombre de un poema de Miguel d´Ors titulado "Pues vaya con la divina Providencia":
Hay temporadas en que vivimos encogidos, sabiendo fieramente que ahí, en lo más alto, donde tanto brilla el sol, hay una piedra destinada a mí solito, aguardando el momento propicio para caerme encima. De este pensamiento maligno hay que huir por encima de todo: "enemigo a la vista, huyamos despavoridos".
Lo primero que hago es ponerle un nombre poético y ridículo a partes iguales, y de paso leer de nuevo el fantástico poema dorsiano. Y ya que hemos abierto el libro, seguir leyendo al buen tuntún poema tras poema, y cuando ya me he empapado bien de hórreos y vacas en Cotobade, una luz oscura como de lluvia del Norte, con ese brillo negro del charol, se abre paso en mi mente y, aunque resulte paradójico, tanto domingo desaprovechado y lunes lluvioso llena mi alma de una insana alegría.
Si el pérfido estado del alma me ataca en un momento poco cultural, recurro a la ecuación más dulce del mundo: Música + Azúcar = Subidón. Hay que escuchar a toda pastilla la canción Life de Des´ree, o Viva la vida de Cooldplay que también sirve, pero mientras se fatigan mis oídos debo saborear una piruleta roja de corazón, marca "Fiesta". Si no, la receta no acaba de funcionar. Antes de que las dos canciones terminen tengo que contemplar mi cara en un espejo, como la reina de Blancanieves. Veo mi lengua roja, y en claro silogismo recuerdo que para Dios soy, sigo siendo y seré siempre una niña.
Y ya sabemos todos que los niños son de goma: el poder de la Maldición de la Piedra no prevalecerá contra mí.
No se trata de la típica depresión de baja intensidad que nos acomete en otoño, ni del spleen, bajón o día nublado. La Maldición de la Piedra no es sólo una sensación aguda del alma sino una certeza, una terrible certeza. Tomé el nombre de un poema de Miguel d´Ors titulado "Pues vaya con la divina Providencia":
[...] Imaginad ahora
una piedra salida
de la Mano Divina
cruzando siglos-luz por los que rotan
con música callada las esferas,
una piedra en el vasto
silencio de los mundos.
Pues yo apuesto un millón
a que adivino en qué cabeza cae.
Hay temporadas en que vivimos encogidos, sabiendo fieramente que ahí, en lo más alto, donde tanto brilla el sol, hay una piedra destinada a mí solito, aguardando el momento propicio para caerme encima. De este pensamiento maligno hay que huir por encima de todo: "enemigo a la vista, huyamos despavoridos".
Lo primero que hago es ponerle un nombre poético y ridículo a partes iguales, y de paso leer de nuevo el fantástico poema dorsiano. Y ya que hemos abierto el libro, seguir leyendo al buen tuntún poema tras poema, y cuando ya me he empapado bien de hórreos y vacas en Cotobade, una luz oscura como de lluvia del Norte, con ese brillo negro del charol, se abre paso en mi mente y, aunque resulte paradójico, tanto domingo desaprovechado y lunes lluvioso llena mi alma de una insana alegría.
Si el pérfido estado del alma me ataca en un momento poco cultural, recurro a la ecuación más dulce del mundo: Música + Azúcar = Subidón. Hay que escuchar a toda pastilla la canción Life de Des´ree, o Viva la vida de Cooldplay que también sirve, pero mientras se fatigan mis oídos debo saborear una piruleta roja de corazón, marca "Fiesta". Si no, la receta no acaba de funcionar. Antes de que las dos canciones terminen tengo que contemplar mi cara en un espejo, como la reina de Blancanieves. Veo mi lengua roja, y en claro silogismo recuerdo que para Dios soy, sigo siendo y seré siempre una niña.
Y ya sabemos todos que los niños son de goma: el poder de la Maldición de la Piedra no prevalecerá contra mí.