viernes, febrero 19, 2010

Bueno conocido

En Navidad estuve leyendo La edad de la inocencia, de Edith Wharton. La película que hizo Martin Scorsese basándose en ella fue una revelación para mí, allá en el año noventa y tres, y gustándome tanto como me gustan ese tipo de novelas no sé cómo he podido tardar tanto en caer bajo su hechizo.
Será que soy una rancia y una pequeño burguesa con mis costumbres de lectura reposada, y en el fondo me sacan de Jane Austen, Chesterton y Wilkie Collins y ya no estoy a gusto, y si es posible leerme hasta la saciedad un viejo conocido, lo hago con el máximo deleite... Perder y Ganar, de J.H. Newman, por ejemplo. Los libros son para mí como una prenda cómoda que usamos, y volvemos a ella una y otra vez hasta dejarla inservible... Y, del mismo modo que se rompen las costuras, al lomo de cartón le van saliendo astillas, y buscamos el papel celo y empezamos a hacer labores de carpintería.
Me lo dijo mi padre, al ver en mi mesa llena de papelotes el trajinado ejemplar de La luz apacible. Yo lo había escogido como parte del taller de lectura para mis alumnas, pero no tuve cuidado y lo presenté como "una apasionante novela sobre Santo Tomás de Aquino"... y las niñas, que ya sufren al santo en clase de filosofía, me hicieron saber que no deseaban una segunda entrega. Lo dejé en mi mesa, como al descuido, y una noche de cansancio se deslizó por mis manos y quedé enganchada de nuevo, como esos viejos esposos que se dejan seducir por sus mujeres sólo porque un día la ven bajo una luz antigua y nueva.
- ¿Cuántas veces has leído ese libro?
- Mmmmm... Lo descubrí cuando tenía doce años...
Aquel verano. Logroño. Calor sofocante y uñas postizas. El cuarto de jugar. El telediario. La lámpara con su luz derrochando sombras alrededor. Y yo leyendo un libro que me había regalado mi padre.
- Me lo compraste tú... Y bueno, desde entonces, una vez por año, como una cita de amor.
Tengo treinta y dos años. He leído el libro veinte veces. Y todavía me apetece volver a leerlo: lo malo es que ayer alcancé la última página. Y no puedo volver a La edad de la inocencia porque lo regalé en la noche de Reyes.
Es otro de mis vicios raros: regalar libros ya leídos por mí, algo rugosos, que el destinatario sepa que fueron arrancados de mi librería "como la uña de la carne". Y, además, en este fin de semana tengo que leerme Las penas del joven Werther, de Goethe. Me pregunto si sonará en mis oídos la marcha nupcial cuando cruce sus primeras páginas.

2 comentarios:

  1. Anónimo11:05 a. m.

    ¿y la tarta piscina?

    ResponderEliminar
  2. "La edad de la inocencia" de Scorsese es una de mis películas favoritas. Y también tengo pendiente leer el libro. Hace poco me lo plantee pero he quedado enganchada en Bernanos, con "Bajo el sol de Satanás".

    ResponderEliminar

habla ahora o calla para siempre